Pues no, un no rotundo. Ni culturales ni especiales para mayores. Un matapersonas. Mucho autobús y poca información. Nos hemos pasado prácticamente los
seis días del recorrido en autobús por Lisboa y alrededores dando una media
de 4 vueltas al día por las carreteras en atascos para ir a comer al hotel que estaba en otra localidad. No hemos estado apenas en
Lisboa ni en Sintra, y hemos perdido mucho tiempo en lugares que tenían poco interés
(incluso, tuvimos una parada en Estoril para ver el casino que ni siquiera estaba anunciada). Nuestro
guía acompañante daba una información escasa y confusa salpicada de dudosos chistes, solo tuvimos una guía
local media mañana. Creo que he vuelto sabiendo menos de la historia de
Portugal que antes de irme. Pero lo peor de todo ha sido el viaje de regreso: estuvimos
más de tres horas seguidas en el autobús después de comer sin hacer una parada técnica y hubo gente que lo pasó muy mal, toda una falta de consideración para los viajeros que
rondaban los setenta años. Los autobuses ni tenían confort ni wifi, y el servicio, tan necesario en estos casos de
emergencia, estaba cerrado. Tal vez estos viajes, parecidos a una tortura, sean
una forma sofisticada de deshacerse de
la tercera edad y así pagar menos pensiones. Esta vez la mayorista era Interrías
y a ella hay que achacarle la mala organización del viaje.
Es la segunda vez que tropiezo con estos viajes y (espero) la última. En fin, que la culpa
es mía por no leerme bien el recorrido y haber accedido porque mis amigas me
acompañaron a Malta (este último viaje ha hecho mucho mejor al anterior) con la condición de que fuésemos a Lisboa. Los organizadores deben
pensar a quién van dirigidas las rutas que programan, porque, para ir casi
cincuenta personas como borregos en el autocar, los precios tampoco son tan
baratos. La comida regular (eso sí con vino peleón del lugar) y repetitiva, y el hotel con una moqueta que clamaba a gritos ser sustituida.
Lo mejor, un paseo solitario por la extensa playa Caparica
rodeada de gaviotas y surfistas. Cuando volvíamos, vi caer por fin al Cristo Rey en un planeado salto del ángel al hermoso río Tajo.
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