Gloria, que se acaba de jubilar, le comentaba a Ana lo duro que
había sido dar clase en un instituto de las afueras de Madrid. Una clase de
refuerzo de matemáticas, a las dos y cuarto de la tarde, poblada de alumnos
difíciles, le había provocado pesadillas durante todo el curso. La de veces que
había deseado que pasase algo que le impidiese acudir al suplicio, que se le
hacía eterno. A la salida del metro había pensado tropezar con una alcantarilla
para que le diesen la baja, lo que
supondría un alivio a sus desgracias. Ana se rió con la anécdota porque la comentaba con mucha gracia y se identificó con ella. El sábado 4 de enero,
disfrutando de unas vacaciones merecidísimas, cuando soplaba un viento huracanado en pleno centro de Madrid y
se sentía feliz recibiendo la bendición de la lluvia en su pelo aplastado, en la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, un secarral de granito lleno de barreras arquitectónicas, ocurrió
lo inesperado, tropezó con un bordillo aparentemente invisible, dio un traspiés y su tobillo izquierdo se dobló
como si fuera elástico. Gritó y lloró. A duras penas llegó a casa.
Ahora está de baja con un dolor sordo en el tobillo que está rígido como una
bota multicolor. Inesperado efecto mariposa
que supondrá una merma en sus haberes a fin de mes y ningún descanso para su alma.
jueves, 9 de enero de 2014
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2 comentarios:
Queremos nuevas entradas en el Bloggeles
Seguimos esperando que aproveches la inmovilidad para poner nuevas entradas. Contra la inmovilidad física, movilidad mental.
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