lunes, 1 de julio de 2013

Tomadura de pelo

La peluquería es para algunas mujeres un suplicio, una pérdida de tiempo y de dinero, pero cuando todo te va  mal, cuando estás insatisfecha contigo misma, te acuerdas del anuncio  “Ruppert, te necesito” y acudes a ella. Estoy convencida de que si se hiciese un estudio sobre las horas tontas que, con una pinta infame, pasamos hojeando revistas del corazón delante de un espejo, así como  del dineral que nos hemos gastado a lo largo de nuestra vida, nos asustaríamos. Tener una peluquería en España siempre ha sido un buen negocio, porque todas las mujeres acudimos allí más que a nuestro médico, atávicamente empeñadas en un una lucha encarnizada contra las canas, en busca de la eterna juventud, luchando tinte a tinte contra el tiempo airado,  impidiendo que se cubra de nieve nuestra hermosa cumbre. De joven lo haces  para convertirte en una rubia peligrosa o en una extraña pelirroja, o te pones el pelo azul para fastidiar a tus padres, es un juego; de mayor es una condena para oír por lo menos que te conservas bien. Pero una cosa es ir por diversión y otra por obligación para luchar contra las canas que siguen misteriosos designios de la herencia.  Un tinte en condiciones solo dura un mes como mucho y nos empeñamos en alargar su vida hasta límites insospechados, con lo cual algunas siempre estamos mal tintadas y peinadas.  En un país de teñidas, son pocas las mujeres que se atreven contra corriente a lucir sus canas con el orgullo de quien confiesa que ha vivido. Esta presión no existe en los hombres cuyo pelo blanco está unido a prestigio social y a dinero, su lucha es contra la calvicie.

Tenía que ir sin falta a la peluquería, la luz del techo del cuarto de baño caía inmisericorde sobre un centímetro y medio de canas resplandecientes. Acudí por la tarde, aunque sabía que mi peluquera de siempre, la que me comprende o me ha dejado por imposible, no estaba. ¡Que haya suerte!, me dije. Me tocó un sudamericano de unos cuarenta años y de modales delicados, con pinta trasnochada de galán de fotonovela. No nos entendimos, desde el primer momento nos miramos con desconfianza. Él pensó que con su buen hacer conseguiría un buen porcentaje con los extras insistiendo en que mi pelo estaba hecho un asco y yo luché para que no lo consiguiera.  Y así fue como empezó el duelo en la alta peluquería que terminó en una tomadura de pelo.
-¿Cómo quieres que te llame, Mª Ángeles o Ángeles? -me preguntó amablemente mientras procedía a lavarme el pelo.
-Me da lo mismo- contesté mientras pensaba que de ninguna manera.
-¿Te pongo champú especial apropiado para tu cabello o normal?
-Normal, me arriesgaré.
-Conviene que te pongas una crema para que el tinte te dure más- insistió, armado de paciencia.
-No, gracias. El tinte dura lo que tarda en crecer el pelo, ni un día más.
-Pero es conveniente -continuó incansable al desaliento-. Todo el mundo lo hace.
-Me da igual lo que haga todo el mundo –repliqué-. ¿O es que los tintes que sutilizáis son de mala calidad?
-De ninguna manera. Es que no te voy a poder peinar bien y te voy a dar tirones de pelo.
-Me da igual, no quiero suavizantes.
-Es que tienes el pelo muy dañado y estropeado.
-Claro, de tanto utilizar tintes.
-No te preocupes por el precio- concluyó pensando que era una cuestión de dinero y no de dignidad-. Yo te voy a  cobrar lo mismo y así verás la diferencia.
Una vez más sospeché, porque siempre que voy, pago una cifra diferente y más abultada. La venganza llegó cuando me cortó el pelo, me lo dejó como a un marine de los EEUU y ni siquiera me puso un espejo para que contemplase el desaguisado. No le di propina. Al salir, el peluquero, ya menos amable, me devolvió el abrigo, pero no las plantas de perejil que llevaba en una bolsa aparte. Tuve que volver más tarde a por ellas a encontrarme con su mirada cabreada.

Continuación del texto en:  ¡Vivan las canas! (2016)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo iba a una peluquería de la calle Silva, buen precio e Intervius y tebeos para los niños ... aunque después los niños pillaban los Intervius y los adultos los tebeos ...
Había tres peluqueros y esa era la lotería, si te tocaba el mayor el corte era correcto y con leve toque militar, si era el pequeño te dejaba una especie de tupé y el de mediana edad te destrozaba sin remedio.
Un día les pusieron una competencia china al lado y cerraron sin avisar, así que me pasé a una pelu de San Bernardo, que me quedaba cerca, un Aldany de esos. Como decía mi abuela : unisexy.
Ni rastro de Intervius ni de Mortadelos, solo publicaciones de esas que sale gente con pasta que no conoces, o lo que es peor, la famlia real. Y yo soy un tipo con poca conversación y si me quitan las gafas para raparme ni te cuento.
Y si te pone la peluquera las tetas en el cogote me entra un sueño...
Total, ras, ras, ras , nñññññññññ, ras, ras... 15 euros por 8 minutos.
Así que no te quejes, bonita, menudo cúmulo de sensaciones y exoeriencias, si te va a dar para escribir un libro ...

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