lunes, 26 de diciembre de 2011

La piedad peligrosa, Stefan Zweig


En diciembre he leído con entusiasmo (me pasé dos veces la parada del metro) La piedad peligrosa de Stefan Zweig, uno de los autores favoritos de mi padre, en el primer tomo de sus obras completas publicado en la editorial Juventud en 1952 y que costó en 1954 la entonces desorbitada cantidad de 248 pesetas como indica un recibo que había en su interior. El argumento es muy sencillo: un joven teniente austríaco es invitado a una fiesta. Durante la celebración invita a bailar a la hija del dueño de la mansión, sin saber que la joven está impedida. Al día siguiente le envía unas flores para pedir disculpas por el incidente y, a raíz de ese detalle, la chica piensa que el teniente se ha enamorado de ella. Su deseo de no hacer sufrir, de no incomodar, de evitar el dolor ajeno, le lleva a un prolongar el pequeño malentendido que se ha producido en la fiesta. Por no entristecer a aquella ilusionada y caprichosa chica inválida, retrasa una y otra vez la necesaria aclaración sobre su supuesto amor por ella, y se ve envuelto poco a poco en un inmenso absurdo que tiene consecuencias cada vez más trágicas para él y para aquellos a quienes quería evitar cualquier daño.
El análisis psicológico del joven e inexperto protagonista es impecable, asistimos agobiados al enredo en que se ve envuelto por una falsa compasión, que le obliga a mentir, a engañar, a eludir la realidad incomoda y las responsabilidades molestas. El autor además nos presenta también la historia del padre de la inválida, un judío que empieza respondiendo a todos los tópicos de la época y termina siendo el más humano.
Esta obra debería ser publicada de nuevo para deleite de todos.

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