Stéphane Hessel: ¡Comprometeos! Barcelona, Destino, 2011. 95 págs. El casi centenario autor de ¡Indignaos! vuelve con una obrita algo más extensa y estructurada, en forma de conversaciones con el joven escritor Gilles Vanderpooten y publicada este mismo año en Francia. El subtítulo Ya no basta con indignarse expresa claramente la intención del autor: tras la inicial y necesaria indignación por las grandes injusticias del mundo actual, se impone el compromiso concreto, sobre todo para los jóvenes que van a heredar una situación insostenible. Para ello se dan varias pistas en que pueda plasmarse la acción: desarrollo sostenible, ecología y política; actuación frente a las instituciones internacionales; creación de alternativas; preocupación por el mañana de la sociedad y del planeta. En este sentido destaca una de las últimas frases con que S.H. cierra el librito: ¡cuidado con el futuro y vive el futuro! No subestimemos los peligros, dice Hessel, pero sabiendo, a la vez, que se pueden superar. No es lo menos interesante que las páginas finales están ocupadas por la Declaración universal de los Derechos Humanos, en la que él mismo intervino y que sigue teniendo validez, pese a estar algo desfasada en algún aspecto que el propio S.H. resalta y complementa.
Recomendado: para todos los públicos.
Apostillas En esta y en otras obras recientes sobre los mismos temas, así como en los debates y tertulias, se echan de menos algunos puntos que nos parecen pertinentes:
- La llamada crisis financiera, que lo es, y seria, es de risa, por ahora, si la comparamos con la situación de muchos países del 3er mundo (véase lo que pasa ahora mismo en el llamado Cuerno de África).
- Buena parte del problema general es un conflicto entre ricos y pobres, aunque con muchos grados.
- Los más ricos parecen ser los mercados, que disponen de dinero contante y arruinan a millones de personas pulsando una tecla. ¿De dónde viene ese dinero? ¿Quién lo gestiona? ¿Dónde tributa? El mercado es inevitable y necesario, pero debe ser regulado, como ha ocurrido desde los albores de la sociedad. La desregulación salvaje que empezó en los 80 con Reagan y Thatcher nos ha traído, en buena parte, a la actual situación.
- La coartada que subyace es el llamado darwinismo social, por el que de modo natural se producirá la supervivencia de los más aptos, pero es una teoría tan desmoralizadora que se procura encubrirla y maquillarla ante el conjunto de la población. Aquí hay un punto de cinismo en la derecha política, que actúa bajo esos principios pero a la vez se alía con la Iglesia, que se supone debe defender el amor evangélico como norma suprema. Parece que el calvinismo, con su teoría de la predestinación, se ha impuesto en el cristianismo, continuador en su momento de la filantropía helénica.
- La ausencia de los intelectuales, cuya misión debería ser el desvelamiento de las mentiras del poder y la desfascinación de las masas. Menos mal que quedan algunos como Hessel, Sampedro y otros (y no precisamente de los más jóvenes) que nos animan con su ejemplo y su vitalidad a sacudirnos el muermo que nos ha hecho caer en esta crisis.
Sobre todo ello hay algunos breves informes de interés: Las manos que mecen los mercados, de David Fernández (El País, 4-8-11); Las tretas de los especuladores, de Miguel Ángel García Vega (El País-Negocios, 14-8-11); y las intervenciones radiofónicas del economista Paco Álvarez, así como sus páginas web La bolsa y la vida y No le digas a mi madre que trabajo en bolsa.
martes, 23 de agosto de 2011
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