Madrid no tiene mar. Es una pena. Ojalá los arquitectos que
forjaron la fisonomía de Madrid hubiesen sido menos mesetarios y más mediterráneos,
así hubiesen sustituido o completado el
granito de la sierra de Guadarrama con la técnica multicolor de los azulejos que
heredamos de los árabes, así hubiesen unido los fuegos artificiales a una
estructura sólida. Ojalá tuviésemos un
parque Güell para compensar la lejanía de
las luces, sonidos y colores del Mediterráneo. Todos hubiésemos ganado, porque no somos una estructura monolítica que nos hace iguales a los demás, sino que estamos formados de distintos componentes que nos hacen ser únicos. Somos amalgamas formadas por distintas teselas producto de nuestros genes que nos emparentan con distintas culturas.
https://trencadisenbarcelona.wordpress.com/2016/11/30/como-se-hace-un-trencadis/
Este verano he
aprendido una nueva palabra: "el trencadís". Las macetas coloristas que hay en el patio de casa Zoilo de Villena están
basadas en esa técnica. El trencadís (término de la lengua catalana que podría
traducirse como troceado o 'picadillo'), introducido por Antoni Gaudí, es un tipo de aplicación
ornamental del mosaico a partir de fragmentos cerámicos —básicamente azulejos—
unidos con argamasa; muy habitual y característico en la arquitectura
modernista catalana. La técnica se basa en la improvisación, el reciclaje y la
adaptabilidad. ¿Se puede pedir más? No se realizan diseños previos como en el
mosaico, es una técnica espontánea y
creativa. Los materiales utilizados son la cerámica cotidiana desechable:
baldosas en mayor proporción y algunas vasijas, platos o botellas ocasionalmente.