A Beatriz la he
conocido a través de un amigo en común. Es profesora y escritora. Su
blog es
una delicia, nada que ver con el mío que es un cajón de sastre (más bien
desastre). Admiro su capacidad descriptiva, la facilidad con la que fluye su
prosa y el aura de misterio de sus narraciones, no me extraña que haya recibido varios premios. Recomiendo una visita.
En su perfil explica muy bien lo que ha supuesto su
blog: “En él he encontrado lugar no solo para los libros que leo y los
escritores a los que admiro, sino también para la pintura que ilumina mi vida,
la danza, la poesía, el cine, la fotografía, la música, los gatos y todas esas
pequeñas cosas con las que me encuentro a diario y que prenden mi atención. Y
es que una de las ventajas de crear un blog es que uno descubre lo que
realmente le interesa en la vida”.
Me gusta sobre
todo el acercamiento a la pintura que realiza en el cuadro de la semana o del mes. Incluyo
aquí el de septiembre a modo de ejemplo:
“Llega septiembre y esta sección
acoge, como es costumbre desde hace seis años, un cuadro relacionado con el comienzo
de curso. En esta ocasión, la obra elegida excluye la figura del enseñante y se
centra en el papel del que aprende. Se trata de “Niña que escribe”, del pintor
italiano Telemaco Signorini (1835-1901), miembro de los Macchiaioli, grupo de
artistas que adoptaron una denominación en principio despectiva (no es el único
caso en la historia del arte) para hacer bandera de su deseo de apartarse del
academicismo. Alejados del encorsetamiento de la pintura oficial a través de
una mirada realista sobre el mundo y de una mayor libertad técnica, consistente
en construir la realidad por medio del contraste entre colores, como si
“manchasen” el lienzo, estos pintores abren camino a la modernidad. La soltura
de la pincelada de esta “Niña que escribe” y la elección de un tema cotidiano
son un buen ejemplo de los postulados de este movimiento. Esta pequeña de
encantador gesto de concentración se dibuja sobre un fondo abocetado en el que
se eliminan los detalles. No hay un espacio concreto para esta aprendiza de la escritura:
acompañada tan sólo por su pupitre, su pluma y su tintero, parece estar nadando
en un ámbito indefinido que es el de su época y a la vez el de todas. Un
hermoso homenaje a la paciente, hermosa y eterna tarea de aprender”.