Siempre me ha llamado la atención
que los padres no sientan amor o cariño por sus hijos pequeños y que lleguen a
desentenderse del cuidado y de la manutención de los mismos. Entiendo que
inicien una vida nueva y se olviden de su pareja, pero no de estos. También entiendo
que les resulte difícil la paternidad porque nunca la desearon, porque tenían dudas o no estaban
preparados para ella por egoísmo o por múltiples razones; pero huir de sus
obligaciones sin dejar rastro me parece de canallas. Si encima el abandono se
debe a alguna discapacidad del hijo, hay que añadirles rasgos de crueldad
extrema. Hombres infelices que hacen infelices a la prolongación de ellos
mismos: su familia. Hombres que no debieron tener hijos. Mi amigo Nacho sigue
todavía hoy preguntándose por qué su padre les abandonó - a él y a sus tres
hermanos-, después de decir que bajaba a la calle a comprar tabaco. Aunque
pensándolo bien, tal vez sea mejor la huida que el maltrato psicológico o
físico.
Por eso me sorprende que grandes
escritores, que me han hecho pasar momentos deliciosos con sus obras y que
están dotados de una gran sensibilidad, actúen de esta manera. Me temo que
la vida es así, llena de miserias y de grandezas, que lo Cortés no quita lo
Hernán. Como escritores pueden ser unos genios, pero como padres un desastre.
Este verano los
periódicos se han hecho eco de dos ejemplos claros de literatos que no amaban a a sus hijos: Pablo
Neruda y Ramón
J. Sender. Eduardo Lago en un artículo del 2010 Hijos a
la sombra de padres geniales ya había abordado el asunto incluyendo
al escritor Arthur Miller que estuvo
siempre del lado de los desfavorecidos, pero abandonó
en un asilo a su hijo con síndrome de Dawn.
La historia silenciada de la
única hija del gran poeta chileno Pablo Neruda ha salido a la luz con
motivo de la publicación de Malva, primera novela de la escritora
holandesa Hagar Peeters. Malva nació con hidrocefalia en un hospital de Madrid
en 1934 y murió a los ocho años. Su padre pasó de la emoción a la ocultación
para posteriormente borrarla de su vida. No me ha extrañado la actitud del
escritor porque leí su biografía Confieso que he vivido donde
aparecían estos rasgos de su personalidad.
La historia de la familia
Sender ha aparecido de nuevo en la prensa con motivo de la reedición de Muerte
en Zamora de 1990, escrita por Ramón Sender Barayón, libro que intenta
indagar sobre el asesinato de su madre, Amparo Barayón, porque su padre nunca
les permitió profundizar acerca de las razones y los detalles de su muerte, se sentía culpable. Los dos hermanos fueron adoptados por una
familia norteamericana en 1939. Tuvieron relaciones a larga distancia con su
padre y escasas visitas, lo que supuso un alivio para Ramón y un constante
dolor para su hermana Concha. "Nuestro padre
actuó como los famosos pájaros cuco que dejan caer sus huevos en el nido de
otros pájaros y luego se van volando." En 1943, Ramón J. Sender se casó con Florence Hall con la que tuvo
otros dos hijos, el matrimonio no duro mucho debido a las constantes
infidelidades del escritor.
Otra forma de
abandono es deshacerse del hijo problemático enviándolo a un reformatorio. Este
es el caso de la hija rebelde de Alfonso Paso, el dramaturgo favorito del franquismo (1926-1978),
y nieta del genial escritor Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). Rocío Paso Jardiel
(Madrid, 1954) fue criada por sus criadas, apenas veía a sus padres que tenían
un matrimonio de apariencia que aparecía
en las revistas como un matrimonio ejemplar. Cuando su padre las abandonó para
irse con otra mujer, los problemas con su madre se acentuaron. El escritor decidió enviar a su hija con 15
años, al reformatorio de las hermanas Oblatas del Santísimo Redentor en el antiguo Palacio de Eugenia de Montijo, en Carabanchel, uno de los centros
de reeducación para jóvenes contestatarias, consideradas por la dictadura como
chicas descarriadas. ¿Por qué me castigaron mis padres de aquella manera? --se
pregunta--¿Qué es lo que yo había hecho tan mal? Es verdad que volvía tarde
cuando salía con mis amigas; es verdad que contestaba a mi madre, pero eso no
justifica que me metieran en un lugar como ese. Me arrancaron de la familia,
quisieron deshacerse de mí, esa es la explicación y eso es algo muy duro de
aceptar".
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