Abandonados el ganchillo y las series, volví al remanso de los libros y
me dediqué a leer esta novela que me habían prestado aunque no recomendado. En primer lugar, debo
decir que el sugerente título no se corresponde con una novela de terror, un
"monstruo de buenas esperanzas" es un término inglés que alude a un
espécimen biológico nacido antes de tiempo, cuando las condiciones biológicas
del entorno no le son todavía plenamente propicias. Tampoco es un libro de
biología, es un totum revolutum con estructura de novela bizantina.
Mosley narra las vidas paralelas de Max, un estudiante
inglés de física y biología, y Eleanor, una chica judía alemana educada en los
círculos revolucionarios de Rosa de Luxemburgo, y sigue sus encuentros por los
escenarios de la Europa de entreguerras. A la vez, nos muestra el pensamiento
científico y filosófico de esas décadas, desde el furor por Freud hasta el
principio de incertidumbre de Heisenberg y las profundidades del átomo, desde
las teorías darwinistas hasta las paradojas lógicas, desde las clases
magistrales de Heidegger y los experimentos antropológicos hasta la argumentación
cientificista de la bomba atómica. Y como fondo histórico, registra los cambios
en la forma de vida y la ascensión del nazismo, el período estalinista de la
revolución soviética y el inicio de la Guerra Civil Española.
Para mí, la originalidad de la obra radica en que, a finales
del siglo XX, sigue algunos de los esquemas de la olvidada novela bizantina
renacentista: encuentros y separaciones de una pareja de enamorados que tras
diversas vicisitudes acaban juntos como premio a su constancia. Estos enamorados van recorriendo diversos
países y conocen remotas y exóticas culturas, el cautiverio, los sueños
premonitorios, las muertes simuladas, el regreso a la patria. No se dan, en
cambio, los principios de idealización y castidad, ni el narrador en tercera
persona. Los capítulos están alternativamente escritos por Max y Eleanor como
parte de sus diarios con un epílogo del conarrador que da al traste con un
final feliz: el mundo se derrumba irremediablemente y tal vez la humanidad sea
inviable. Desde el comienzo aparece una rara naturalidad para las relaciones
sexuales entre insufribles diálogos con incontables dijo-dije.
En resumen, una novela
que prometía mucho y que se va desinflando por el camino, peca de
superficialidad porque la ficción literaria no es la manera más eficaz de
explicar la ideología y los acontecimientos históricos y porque los personajes
son planos y poco creíbles y sus abundantes peripecias poco interesantes. A la
novela le falta vida y descripción de ambientes y personas. Ya se
sabe que el que mucho abarca poco aprieta,