En
el día de las escritoras, Juan Bautista, el autor del calendario de escritores,
me ha regalado el nombre de una escritora, desconocida para mí, Isabel de Villena, hija bastarda del marqués de Villena y la
primera escritora en lengua valenciana. Una mujer cuya vida y obra se circunscribe al Real
Monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia, convento de clausura del que
fue abadesa entre 1463 y 1490, año de su defunción. Isabel fue una
mujer culta e inteligente que dedicó parte de su tiempo a la lectura y la
escritura. Se sabe que escribió varias obras, pero solamente ha llegado hasta
nosotros una Vita Christi por la que recibió el reconocimiento
de algunos escritores del momento.
La Vida de Cristo estaba pensada para las monjas
y mujeres iletradas que acudían al convento de la Santísima Trinidad.
Consciente de la falta de cultura de muchas de aquellas devotas mujeres, su
obra da una visión más humana y cercana de la historia sagrada. Además se
centra en las mujeres que rodearon la vida de Cristo. Santa Ana, la virgen
María y María Magdalena se presentan como mujeres, abuelas, madres, que viven
la vida de Cristo como mujeres normales, con sentimientos humanos. Además de
poner el énfasis en estos personajes femeninos, se basó en textos apócrifos y
otros alejados de la ortodoxia de los textos sagrados. Sor Isabel de Villena reforzaba las virtudes del ser
femenino, proclive a la piedad, la honestidad y al sacrificio por amor. La obra
fue publicada póstumamente en 1497 por iniciativa de su sucesora, Sor Aldonça
de Montsoriu, atendiendo al deseo de otra reina, Isabel la Católica.
Recojo el texto en su versión castellana que se leyó el Día de las escritoras, donde hace una descripción de María Magdalena muy distinto del que se nos ha trasmitido; no es una prostituta, es una mujer noble, dueña de su fortuna y una magnífica anfitriona.
Isabel de Villena, Vita Christi, Vicent J. Escartí (ed.), Institució Alfons el Magnànim 2011,
pp. 258-259.
1.B. Isabel de Villena (1430-1490)
[“Predicando el Señor en Jerusalén, ocurrió que una gran señora de buena casa, singular
en belleza y gracia por encima de las demás mujeres de su estado, huérfana de padre y madre,
pues ya habían muerto los dos, dejándole grandes riquezas y abundancia de bienes, aunque
tenía un hermano y una hermana, ella era la principal señora y la mayor de los tres, y viéndose
así, tan libre y tan joven, sin nadie que la reprendiera, disponiendo de su voluntad como única
ley, seguía sus propios apetitos sensuales, no entendiendo sino de deleites y placeres, de
adornos y novedades, y nada le era difícil, pues tenía de qué desprenderse. Sin embargo, la abundancia de riquezas en personas jóvenes es una gran ocasión de pecar, según asegura
Salomón.
Y esta señora era amiga de las fiestas e inventora de vestidos. Tenía corte y estrado en
su casa donde acudían todas las jóvenes que compartían con ella deleites y placeres, y allí se
daban fiestas y convites todos los días. Y como en tales casos la fama de las mujeres no puede
perseverar entera, aunque las obras no sean malas, son demostraciones que dan qué hablar y
sospechar a los murmuradores encargados de juzgar y condenar la vida de tales personas que
antes piensan en dar contento a su voluntad desordenada que en conservar su fama.”]