Por fin un periódico ha relatado la odisea que supone
encontrar un piso o una habitación en una zona céntrica de Madrid. Cuando me lo
contó mi sobrina, pensé que era una exageración hasta que lo he visto con mis
propios ojos. Marta abandonó su habitación anterior en un piso compartido con varios
erasmus, que carecía de zonas comunes excepto la cocina situada en un pasillo sin ventana, para encontrar algo mejor y así no pagar los meses de
verano. La búsqueda, desde mediados del mes de agosto, ha sido infructuosa, a
pesar de que los alquileres han subido casi un 20%. Alquilar un estudio para
ella sola está descartado, el más barato y más pequeño, gastos aparte, pasa de los
ochocientos euros. Así que no queda otra que volver a compartir habitación en
un piso, lo que se convierte en una misión imposible si se busca algo decente y
habitable a un precio razonable.
Los que alquilaron un piso han encontrado una nueva forma de
rentabilizarlo que consiste en realquilar las habitaciones estén como estén. Por
cuatrocientos euros se alquila una habitación nicho con ventanuco al pasillo,
con cocina y cuarto de baño cochambrosos. Y estas "ofertas" se las
quitan de las manos. Si vas a una agencia, te cobran una mensualidad más; si te
apuntas al Idealista y evitas los intemediarios, puede ocurrir que haya dos
turnos de treinta personas para ver la habitación. El viernes, sin ir más
lejos, había más de 100 personas candidatas para dos habitaciones en la calle
La Palma, a todas ellas se les pasó, como en un casting, un impreso para elegir
con calma al candidato. Casi siempre las fotos son engañosas, en la calle San
Vicente Ferrer ni la cocina ni el baño estaban terminados; en otra se descubrió
que la habitación estaba situada en un altillo de la vivienda; incluso se
alquila un sofá cama en el salón. Padres desesperados han llegado a ofrecer más
dinero con tal de que sus hijos tuvieran un lugar al comienzo del curso. Hoy
una buena habitación con zonas comunes cuesta setecientos euros, casi el
salario mínimo interprofesional (707 euros) que es el máximo al que pueden
aspirar nuestros jóvenes estudiantes en el caso de que trabajaran.
Todo esto es un ejemplo del capitalismo más atroz, basado en
la ley de la oferta y la demanda. Parece que una panda de aprovechados se está
beneficiando de la falta de control en este sector, porque no
tengo claro que estos arrendadores declaren el dinero que están ganando con el
realquiler.