martes, 24 de marzo de 2015
Pantallas, Manuel Vicent
Artículo aparecido en El País en 2008. Nota frívola: Manuel Vicent y Pablo Abraira (cantante) son igualitos.
No recuerdo haber visto nunca en una película norteamericana el interior de una casa donde apareciera una biblioteca familiar. Tampoco a ningún héroe del cine clásico, Gary Cooper, John Wayne, Henry Fonda, leyendo un libro en la mecedora del porche después de realizar cualquier hazaña. Por los descampados del lejano oeste puede que a veces cruzara un tipo con un levitón polvoriento vendiendo biblias. Queda la estampa cinematográfica de algún reverendo abriendo el libro de los salmos al borde de una fosa descarnada en el momento de mandar a los verdes valles del Edén a cualquier fiambre, pero luego, nada. Los deudos devoraban la tarta de frambuesa que había preparado Maureen O'Hara para después del funeral. Nadie será capaz de imaginar una secuencia con Robert de Niro, Jack Nicholson o Brad Pitt enfrascados en la lectura de una novela. Ni siquiera Woody Allen se ha permitido el lujo de decorar el despacho de su psicoanalista con una estantería cargada de volúmenes manoseados. Los libros en el cine no existen. Esos best sellers con títulos dorados en relieve, que las amas de casa meten en la cesta de la compra junto a las zanahorias, nunca se quedan en casa después de ser leídos. Cuando las cámaras llegan, el trapero ya se los ha llevado. Se ha dicho hasta la saciedad que las pantallas han derrotado a los libros. Media humanidad se pasa el día sentada devorando imágenes. En el avión, en el tren, en el bar, en el hospital donde te acaban de rajar, en el sofá en el que caes rendido al final del día siempre hallarás enfrente una pantalla vertiendo en tu cerebro infinidad de monigotes. Las fotos de los periódicos cada día más grandes, los cuerpos gloriosos de belleza visual que pueblan las revistas satinadas, también se han puesto de parte de las pantallas en la guerra contra la letra impresa. Pero de los libros se salvan siempre las imágenes. Se trata de saber qué tiene más fuerza todavía, si la imagen literaria que conservamos en la memoria después de la lectura o la visión de toda esa fantasmagoría de luces y sombras. Qué deja un oro más profundo en el alma, la goleta Hispaniola navegando rumbo a la Isla del Tesoro a través de las páginas del libro o Gary Cooper soplando la boca del revólver en la pantalla.
La realidad y la ficción en el equipaje de la profesora
Tengo una amiga que se asusta cuando me lee en el blog porque cree que, sobre todo al utilizar la primera persona, son mi diario íntimo. Sabe que en la vida cotidiana siempre digo la verdad y no acaba de entender que mienta y fabule en estas humildes entradas. Como me cree al borde de la depresión, enseguida me escribe diciendo que puedo contar con ella para lo que sea y que ánimo.
Tengo pocas certidumbres, una de ellas es que la literatura siempre es ficción,
aunque tenga elementos personales y la otra es que la lengua es una mezcla de
lógica y arbitrariedad. Por lo tanto, exagero, miento, cambio los datos cuando
lo creo oportuno en el apartado equipaje de la profesora. A veces, no me han
ocurrido a mí, las manipulo a
mi conveniencia para fabular. Juego con los datos. Puro divertimiento. No soy
escritora (ojalá), escribo para liberar mis fantasmas. Y no es fácil. Escribir
estos pequeños retazos me produce desasosiego, mezclo el placer con el dolor,
como cuando te hurgas en un padrastro porque me hacen sentir viva. Algunas veces incluyo escritos de amigos míos que existen
verdaderamente y me han dado permiso para la publicación y
ella piensa que son heterónimos, que también he escrito yo. No se da cuenta
de que las ideas y la expresión no se parecen en nada a las mías.
Tranquila, Aurora, no mezclemos la vida con la literatura, las churras con las merinas. Se mezclan ellas solas.
domingo, 22 de marzo de 2015
Hasta pronto, ilustres vecinos de Malasaña
Ayer me levanté con la intención de disfrutar, como todas las mañanas, de la
lectura de Moncho Alpuente en el diario Publico,
cuando me encontré con la inesperada
noticia de su muerte como un rayo fulminante en un viaje a Canarias, no sé si
de la tercera edad con descuentos. Le conocí en la obra de teatro Castañuela 70 y le llevo viendo toda la
vida en su barrio y el mío, Malasaña, y concretamente en la calle del Pez. En sus
breves columnas con humor satírico y
fina ironía diseccionaba la vida de este Madrid que nos tocó vivir. Ha sido un gran escritor que nunca fue lo suficientemente
reconocido porque era particularmente incómodo para el poder.
Con su desaparición he recordado otras dos muertes de cantautores y vecinos del barrio que me impactaron. En
primer lugar la de Enrique Urquijo, líder de Los Secretos, muerto en 1999 por sobredosis, que siempre estuvo sumido en un círculo
vicioso que le llevaba de la depresión a las drogas y de las drogas a la
depresión. Lo encontraba por la mañana en
el kiosko de prensa de la glorieta de san Bernardo y por las noches en la Vía
Láctea. La otra es la del cantautor,
Hilario Camacho que, en agosto de 2006, buscando
desesperadamente un algo, que sé yo qué misterioso (como decían los versos
de Blas de Otero), se fue por voluntad
propia. Lo encontraba comprando en el Día.
No me atreví nunca a saludarlos. Lo haré cuando nos encontremos en el otro barrio.A los anteriores tengo que añadir a Javier Krahe que vivía también en la calle del Pez.
Malos tiempos para la lírica.
He encontrado el entrañable y divertido Blog de Antonio Gómez, Memoria músico-festiva de un jubilado tocapelotas. que refleja con mucho sentido del humor lo que significo la música y el teatro en los últimos años del franquismo y en la transición:
http://aplomez.blogspot.com.es/search/label/A%20modo%20de%20biograf%C3%ADa
.
viernes, 20 de marzo de 2015
El discurso, Manuel Rivas (patadas al diccionario)
Aunque el texto es un poco antiguo (2003), no está mal recordarlo en los tiempos que corren. Estaría muy bien utilizarlo para los alumnos de 2º de Bachillerato. Hay que fijarse en la foto que acompaña a esta entrada, en el logo de los juegos olímpicos que nunca se realizaron, en lugar de 2020, las chanclas señalan la fecha de 20020.
Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas
palabras.Y lo que voy a decir es una verdad como un témpano. Hemos estado entre
la espalda y la pared. Hemos ido de caspa caída. Hemos tenido el handicap en
contra. Hemos pasado de castaño a oscuro. Nos hemos visto metidos en más de un
membrete. De mí se ha dicho que soy un higocéntrico. Pero, recordad, siempre
insistí en que todo era pataca minuta, que no había que confundir los churros
con las merinas, ni agobiarse en un vaso de agua, ni hacer caso de las antenas
paranoicas ni de la fiebre óptica. Yo siempre lo tuve herméticamente claro:
Renaceremos de nuestras cenizas como el gato Félix, diga lo que diga el
obstáculo de Delfos.
Bien sé que a todo Napoleón le llega su Water-polo, pero yo
fui llamado a llenar el vacío de las ausencias y no me voy a salir por la tajante.
Mis adversarios dicen que he colocado a España en un lugar antipático a los
ojos del mundo. También en eso les ha salido el tiro por la horma del zapato.
Me cuentan y no paran de chistes que circulan por Internet, en Portugal, sin ir
más lejos. "¿En qué se parecen un presidente español humilde y Superman?
En que ninguno de los dos existe". Je, je. Y otro: "¿Por qué cuando
empatan a cero, Portugal mete cero goles y España cero golazos?". Muy
simpáticos estos portugueses. Será por eso que en las Azores estábamos cuatro y
sólo se habla del famoso trío. La verdad es que cuando nos presentaron al
primer ministro portugués, le guiñé un ojo a Bush y le dije: "¿Sabías,
George, que el nuevo puente de Lisboa sobre el Tajo es el más grande del mundo
y uno de los más grandes de Portugal?" ¡Cómo nos reímos!
A mis presuntos sucesores, paciencia. Hay que saborear el
éxito en pequeñas diócesis. No quiero que dividáis el partido en tres mitades
ni que comiencen las hostialidades. Siempre me tendréis aquí, donde debe ser, a
babor, a la derecha. Y ahora viene, lo fundamental. Como dice nuestro patrón
fundador, marcando el paso de los tiempos, sin asombro de duda: llegado el
momento, y si es menester, hay que sacar los votos hasta de debajo de los
ladrillos. Porque, y esta es la gran cuestión, ¿qué futuro vamos a dejar a
nuestros antepasados?
Procrastinación o síndrome de Escarlata O'Hara
"Tarditas et procrastinatio odiosa est" (Cicerón)
Me gusta aprender palabras y más si estas designan
comportamientos. La procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus,
referente al futuro) es la acción o hábito de retrasar actividades o
situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más
irrelevantes o agradables. El término
pertenece a la psicología, a mí me gusta más llamarlo síndrome de Escarlata
O’Hara, la protagonista de la película Lo que el viento se llevó, cuya incapacidad de enfrentarse con la realidad se
plasma en la frase: “Ya lo pensaré mañana”, que con diversas variantes,
aparece en cerca de 40 ocasiones a lo largo de la novela y que se convierte en
un rasgo inherente a la joven. La procrastinación como síndrome que evade el
responsabilizarse posponiendo tareas puede llevar al individuo a refugiarse en actividades ajenas a su cometido.
La costumbre de posponer genera dependencia de diversos elementos externos como navegar en
Internet, leer libros, salir de compras, comer compulsivamente o dejarse
absorber en exceso por la rutina laboral, entre otras, como pretexto para
evadir alguna responsabilidad, acción o decisión. Un famoso refrán que combate
la procrastinación es el que dice: «No dejes para mañana lo que puedas hacer
hoy». Ese era mi lema antes de jubilarme, ahora pretendo
que las cosas sigan un ritmo más pausado y me gusta entretenerme en actividades que antes no podía realizar.
Para saber más:
martes, 10 de marzo de 2015
Amistad rota
¿Cómo es posible que se pierda la amistad de más de treinta
años en un instante? Pues se rompió en un segundo,como un jarrón. El cariño, forjado desde la
adolescencia, se terminó en una tarde fría y lluviosa del mes de octubre en una
cita por sus cumpleaños respectivos. Juntas, las dos amigas habían vivido los acontecimientos más
importantes de sus vidas: los guateques, el primer amor, la facultad, la primera
borrachera, la tesina, la boda, el nacimiento
de un hijo, las oposiciones, las visitas al sanatorio, la muerte de los padres,
viajes, el adulterio, la muerte del
marido. Al principio compartieron amistad y barrio, al final solo reproches. Habían
quedado para comer ese día aciago y no se encontraron a la hora prevista. Una de
ellas, de baja por depresión, bañada en
alcohol durante la espera, se puso fuera de sí como ya había hecho otras veces, y recibió a la otra chillando.
Carente de toda lógica, la echó de su casa con cajas destempladas. El recuerdo
del portazo en la entrada entre insultos, mientras el cachorro de perro
adoptado se restregaba en su pierna, es una escena que se repite muchas veces
en las pesadillas de ambas. Fue la gota que colmó el
vaso, pensé mientras mis lágrimas se mezclaban con la lluvia que caía
salvajemente sobre mi rostro y mis medias rotas; muerta de hambre y de
rabia llegué a duras penas al metro, veinte minutos después. Fue imposible pegar
los fragmentos de esa amistad rota. La llamada de la reconciliación no se produjo
y el tiempo ha ido pasando inexorablemente sin que ninguna de las dos haya
pedido perdón.
domingo, 8 de marzo de 2015
Malas noticias
La taimada, mentirosa, incombustible y mala actriz, ha sido designada para la alcaldía de Madrid. No tengo palabras. Solo palabrotas. ¡Qué mala imagen para el día de la mujer trabajadora!
Paralelismos
Como cada vez que uso el transporte público urbano suele tocarme de compañera gente de pocos recursos y bajo nivel social, a veces extranjeros, que hacen que mi trayecto no me resulte lo cómodo que podría esperarme, voy a proponerle a mi alcalde que suprima alguna línea actual y en su lugar cree otra que, para el mismo trayecto, cueste algo más cara, lo suficiente como para que esa gente siga usando la línea antigua y en la nueva sólo vayamos los que disponemos de más medios. Total, a ellos les dará igual tenerme o no de compañero y yo, desde luego, iré más cómodo así. ¿Que soy un egoísta? ¿Que mis argumentos son despreciables? ¿Que ninguna Administración pública será tan irresponsable como para hacerme el juego? ¡Qué va! Cambiemos “transporte” por “educación” y… ¡ahí está!: ¿o qué es, si no, la enseñanza concertada?— Roberto García de la Calera.
Como cada vez que uso el transporte público urbano suele tocarme de compañera gente de pocos recursos y bajo nivel social, a veces extranjeros, que hacen que mi trayecto no me resulte lo cómodo que podría esperarme, voy a proponerle a mi alcalde que suprima alguna línea actual y en su lugar cree otra que, para el mismo trayecto, cueste algo más cara, lo suficiente como para que esa gente siga usando la línea antigua y en la nueva sólo vayamos los que disponemos de más medios. Total, a ellos les dará igual tenerme o no de compañero y yo, desde luego, iré más cómodo así. ¿Que soy un egoísta? ¿Que mis argumentos son despreciables? ¿Que ninguna Administración pública será tan irresponsable como para hacerme el juego? ¡Qué va! Cambiemos “transporte” por “educación” y… ¡ahí está!: ¿o qué es, si no, la enseñanza concertada?— Roberto García de la Calera.
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