La sociedad siempre ha sido ambigua al tratar los temas del alcohol y las drogas. El consumo no está bien visto, pero se tolera. A ninguno nos extraña que la mayoría de nuestra juventud dedique los fines de semana a beber o a ponerse ciegos de cualquier sustancia. Pues bien, la indulgencia es todavía mayor cuando se trata de artistas, de tal manera que la droga, el don de la ebriedad, se convierte en un ritual para el poeta, en un camino hacia sus infiernos y hacia sus paraísos. Muchos escritores nos dieron su opinión sobre su consumo; otros, en cambio, ocultaron el efecto de las drogas en su imaginación y en su vida. Tenemos que tener en cuenta que hasta 1912 no se establece la restricción en el empleo y tráfico de opio, morfina y cocaína, y es a partir de esa fecha cuando empieza la marginalidad en su uso.
La relación fructífera entre alcohol y literatura, la que ha producido textos literarios de incuestionable calidad, es más bien nueva en términos históricos, pese a que ambos caminan de la mano desde Homero y la Biblia. En todas las civilizaciones, desde la asiria hasta la actual del siglo XXI, el ser humano ha consumido todo tipo de drogas por distintos motivos: religiosos, rituales, medicinales, hábitos o costumbres, por distracción, hedonismo, etc. Las drogas se utilizaron fundamentalmente contra el dolor y para morir, para conseguir una búsqueda espiritual y como una forma de evasión. Su prohibición siempre ha producido más sed.
Confieso que he bebido
La revista Life presentó un interesante reportaje fotográfico famosos escritores, reconocidos alcohólicos y adictos:
Charles Baudelaire (1821 - 1867): Absinthe, Booze, Opium
Dorothy Parker (1893 - 1967): Alcohol
Philip K. Dick (1928 - 1982): Amphetamines
Elizabeth Barrett Browning (1806 - 1861): Opium
Ernest Hemingway (1899 - 1961): Booze
William S. Burroughs (1914 - 1997): Heroin
Brendan Behan (1923 - 1964): Alcohol
James Baldwin (1924 - 1987): Alcohol
Edna St. Vincent Millay (1892 - 1950): Alcohol
William Faulkner (1897 - 1962): Alcohol
Tennessee Williams (1911 - 1983): Alcohol, Amphetamine, Barbiturates
Françoise Sagan (1935 - 2004): Alcohol, Lots of Drugs
Scott Fitzgerald (1896 - 1940): Alcohol
Jack Kerouac (1922 - 1969): Alcohol
Ambrose Bierce (1842 - 1914), Alcohol
Sir Kingsley Amis (1922 - 1995): Alcohol
Jack London (1876 - 1916): Alcohol
Sinclair Lewis (1885-1951): Alcohol
Hunter S. Thompson (1937 - 2005): Everything
Anne Sexton (1928 - 1974): Alcohol, Drugs
Norman Mailer (1923 - 2007): Alcohol
Edgar Allan Poe (1809 - 1849): Alcohol
Dylan Thomas (1914 - 1953): Alcohol
Louisa May Alcott (1832 - 1888): Opium
Paul Verlaine (1844 - 1896): Alcohol, Absinthe, Drugs
Dashiell Hammett (1894 - 1961): Alcohol
Ayn Rand (1905 - 1982): Speed/Dexedrine
John Cheever (1912 - 1982): Alcohol, Various Drugs
P. Donleavy (1926 - ): Alcohol
Elinor Wylie (1885 - 1928): Alcohol
Jean Cocteau (1889 - 1963): Opium
Arthur Koestler (1905 - 1983): Alcohol
John Steinbeck (1902 - 1968): Alcohol
James Agee (1909 - 1955): Alcohol
William Styron (1925 - 2006): Alcohol
Charles Bukowski (1920 - 1994): Alcohol
Eugene O'Neill (1888 - 1953): Alcohol
Stephen King (1947 - present): Booze, Cocaine, Prescription Meds
O. Henry (1862 - 1910): Alcohol
Malcolm Lowry (1909 - 1957)
Gregory Corso (1930 - 2001): Alcohol, Heroin
Truman Capote (1924 - 1984): Booze, Various Drugs
Flann O'Brien (b. Brian O'Nolan, 1911 - 1966): Alcohol
Richard Brautigan (1935 - 1984): Alcohol
Raymond Chandler (1888 - 1959): Booze
John Berryman (1914 - 1972): Alcohol, Various Drugs
Me ha sorprendido, sobre todo, ver a Louise May Alcott, consumidora de opio y autora de la edificante novela Mujercitas. Y a Stephen King que era adicto al tabaco, el alcohol, la cocaína, tranquilizantes e incluso el jarabe para la tos; asegura que hay partes de Cujo que no recuerda haber escrito y que muchos días tenía que escribir con tapones en la nariz de los sangrados brutales que tenía.
Estas son algunas de las opiniones más destacables de esta lista de autores:
"Solo bebo en dos circunstancias: cuanto tengo sed y cuando no la tengo" Brendan Behan
"Estar siempre borracho... Emborracharse combativamente. Simplemente emborracharse." Charles Baudelaire
"Soy católico y no puedo suicidarme, pero mis planes son beber hasta la muerte" Jack Kerouac
"Soy alcohólico. Soy adicto a las drogas. Soy homosexual. Soy un genio." Truman Capote
"El alcohol es como el amor. El primer beso es mágico, el segundo es íntimo, el tercero es rutina. Después desnudas a la chica." Raymond Chandler.
Un poco de historia: Días de vino y rosas
Catulo, poeta y borracho declarado, cantaba las glorias del vino pero también se burlaba del alcoholismo de sus contemporáneos, y de sí mismo, en el siglo I de nuestra era. Del poeta chino Li Pai (701-762) , el mayor poeta romántico de la dinastía Tang.Li Bai, se dice que murió ahogado en el río Yangzi, habiendo caído de su bote al intentar abrazar el reflejo de la luna, estando bajo los efectos del alcohol.
El vino fue inseparable del dramaturgo Lope de Vega. También del poeta Francisco de Quevedo y del siglo de oro español en general. En la saga de El Capitán Alatriste, Arturo Pérez-Reverte rinde homenaje a Lope de Vega mostrándolo como espadachín, borracho y mujeriego en un ambiente de sucios mesones donde fluye el vino.
Romanticismo
Sabemos que Coleridge era adicto al opio para paliar los dolores de sus enfermedades, su famoso poema Kublai Kan (1798) lleno de imágenes extrañas y oníricas se lo inspiró un sueño inducido por el opio.
Otro gran escritor, Edgar Allan Poe (1809 -1849), nacido en Boston, EE.UU., sufrió desde muy joven graves depresiones, y la botella se convirtió en el catalizador de sus penas. En 1849 se le encontró tirado en la calle frente a una taberna en un estado de delirum tremens.
Pero, los primeros acercamientos realmente productivos e interesantes entre droga y literatura se dan a finales siglo XIX, de la mano de autores como Baudelaire, Swinburne, Verlaine, o Thomas de Quincey (con sus Confesiones de un Comedor Inglés de Opio, 1821,) -y por supuesto, los maestros rusos como Dostoyevski y sus contemporáneos-, quienes veían en el alcohol –y, por extensión, en las drogas- una manera de expandir el horizonte creativo del autor, derribando los límites impuestos por la razón y entregándole una libertad creativa aún sin explorar y probablemente, muy fructífera. Para ellos, la creatividad florecía por completo cuando las constricciones que inhibían la vida diaria eran barridas por el efecto del alcohol, abriendo las ventanas del alma.
Charles Baudelaire (1821 – 186) escandalizó durante su juventud a su familia por su estilo de vida bohemio, sumado al excesivo consumo de drogas y frecuentes visitas a prostíbulos parisinos, donde contrajo sífilis. Conocido por sus obras Las flores del mal y Los paraísos artificiales, escribió:«Nada puede igualar, oh botella profunda, / el penetrante bálsamo que tu panza fecunda / guarda para el poeta de las piadosas voces».
El alcohol se sirvió con abundancia bajo la forma de champaña en las fiestas en las cuales dilapidó su fortuna Alejandro Dumas y con moderación en las escasas visitas que recibió Marcel Proust, un autor que vivió de noche y durmió de día.
La leyenda del santo bebedor
El libro fue escrito por el novelista austríaco de origen judío Moses Josep Roth. El protagonista, Andreas, es un hombre sin futuro, sin dinero y dependiente del alcohol, pero orgulloso y digno. Un día que anda desesperado, encuentra a un hombre que le regala 100 francos, él promete devolverlos, dejándolos en el cepillo de una iglesia. La vida dará vueltas y siempre que va a devolverlos ocurre una circunstancia (casi siempre alcohólica) que lo impide. Y así será un día tras otro, parece imposible que pueda poder devolver aquel dinero.
Muchos nombran este libro como el testamento de Joseph Roth, una pintura de su vida: la imposibilidad de vivir la culpa manteniendo el ideal. En él refleja su vida en París; hoteles de mala muerte, pobreza, préstamos, alcohol - mucho alcohol-, amigas esporádicas, amigos eternos y aprovechados. El deambular por las esquinas, por los bares, vivir el momento donde nada se deja para el pasado porque nada hay del pasado; donde no tiene, no conserva ni siquiera un poco: lo que pide prestado lo da o lo gasta. Roth Tras sufrir un desvanecimiento, agravado por un ataque de delirium en el bar del hotel, fue internado en un hospital de París donde falleció el 27 de mayo de 1939. Contrariamente a lo que afirman las escuetas notas biográficas en algunas ediciones de sus libros en español, no se suicidó a la entrada de los nazis en Francia. Su último libro se cierra con una frase que no se cumplió: "Que Dios nos dé a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte".
Norteamérica: la generación perdida y la Generación Beat
El alcohol se quedó para siempre “en la sangre” de los escritores norteamericanos. De sus 7 premios Nóbel, 5 de ellos eran alcohólicos (Sinclair Lewis, Eugene O’neill, Wiliam Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck). Otros autores como: Jack London, F. S. Fitzgerald, Hart Crane, Thomas Wolfe, Dashiell Hammett, Djuna Barnes, Tennessee Williams, Carson McCullers, John Cheever, Truman Capote, Raymond Carver, Robert Lowell, etc.. creyeron que la forma correcta de acercarse a las “musas” era bebiendo constantemente. La llamada “Generación Pérdida” (the Lost Generation, 1909-1921), se conoció como la “Generación Húmeda o Mojada” (the Wet Generation). Las ideas y actitudes “modernas” de sus personajes, hicieron que el “beber mucho” fuera un signo de estilo, lo que creo una asociación entre lo moderno y el alcohol en el inconsciente colectivo. Ellos crearon una literatura que se definió como “la retórica auténtica del verdadero borracho, sus oscuridades e ironías, su tristeza universal.”
Aldous Huxley (1894 – 1963) autor de la novela Un mundo feliz en la década de los 50descubre el uso de las sustancias psicodélicas (mezcalina, LSD, psilocibina) lo que lo llevan a escribir las novelas Cielo e infierno y Las puertas de la percepción (la cual sirvió de inspiración para el nombre de la banda "The doors").
A partir de Octubre de 1955, recuperarán la idea original de utilizarlas como forma de expandir la conciencia, retomando su concepción originaria: alcohol y las drogas, eran ahora, canales con los que también podía llegarse al conocimiento de las cosas. En esa fecha, en San Francisco, Allen Ginsberg leerá por primera vez Howl (Aullido) y nace el movimiento beat con Kerouac y Neal Cassidy. Todos fumaban marihuana o volaban con benzedrina. Mezclaban alcohol, drogas y cigarrillos. Los beats no escribirán sobre las drogas. Se drogan, escriben y punto. En cambio, la obra de William Burroughs (1914 – 1997) tiene una importante carga autobiográfica, y en ella se plasma su adicción a diversas sustancias, como la heroína. La experimentación, el surrealismo y la sátira constituyen, además, algunos de los elementos más destacados de sus novelas. Una de las ultimas apariciones de Burroughs el video clip The last night on earth de la banda irlandesa U2, donde realiza un pequeño personaje.
También era aficionado al alcohol Vladímir Nabókov, un escritor de origen ruso, nacionalizado estadounidense. Se hizo internacionalmente famoso con su novela , Lolita (1955), un retrato de la sociedad americana a través de la metáfora del viaje, en cuyo trama un hombre de mediana edad se enamora y sostiene una relación con una adolescente.
El proceso de autodestrucción de un alcohólico lo narra muy bien John O'Brien, autor de Leaving Las Vegas (1990).
Ingleses e irlandeses
El irlandés James Joyce también era adicto al whisky y Samuel Beckett, quien fue su secretario por un tiempo, heredó su gusto por el preciado líquido. Lawrence Durrell, autor del Cuarteto de Alejandría que, pese a su conocida capacidad para absorber alcohol, era capaz de componer y dejar lista para la imprenta una novela en siete semanas de trabajo.
Graham Greene es otro autor inglés que podía recoger información para sus documentadas novelas sin apearse de la botella. Malcolm Lowry (1909-1957) retrata de una manera lírica, objetiva e intensa las miserias y desdichas del alcoholismo, en la medida en que, para él, la literatura no era sino un espejo que le devolvía su propio reflejo. Bajo el Volcán (1947), su obra maestra, es el resultado de su larga experiencia como borracho. Fue quien escribió: “Nuestro ideal de vida contiene una taberna”.
Dylan Thomas, que desde joven (17 años) cogió el hábito que lo llevaría a la muerte. Bebía muchísimo, como buen galés, para evitar el aburrimiento y la rutina que le perseguía como mal endémico; como se puede ver en “Un Sábado Caliente” de Retrato del Artista Cachorro. Sin embargo, D. Thomas siempre escribió sobrio y su relación con el alcohol no pasa por la literatura, Murió de una crisis etílica después de ingerir 18 whiskies.
Patrick Hamilton (1904 - 1962) murió de cirrosis hepática y
fracaso renal agudo provocados por los estragos del alcohol en su organismo.
No es fácil encontrar una imagen de Kingsley Amis en la que
no aparezca cerca de una botella o con un vaso en la mano. Un hombre
imprevisible que resume su existencia en vivir como uno quiere, contra quien
sea. Le gustaba decir: «Llevo mis pecados conmigo, nadie puede perdonarlos». Por
algo es autor de uno de los libros esenciales del etilismo: Sobrebeber.
http://escritores.wordpress.com/2008/04/08/drogas-y-literatura-articulo-de-ediciones-amargord-sobre-su-nuevo-libro-el-paraiso-de-los-escritores-ebrios-de-marta-herrero-gil/
Para saber más:
-Baudelaire: el artista moderno y las drogas
http://www.babab.com/no23/baudelaire.php
-¿Por qué beben los escritores? Olivia Laing sigue los pasos
de seis autores alcohólicos (John Berryman, Raymond Carver, John Cheever, F.
Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Tennessee Williams) en busca del nexo
misterioso entre literatura y bebida en el libro 'El viaje a Echo Spring'. Echo
Spring» es el nombre con el que el personaje de Brick, en la conocida obra de
Williams La gata sobre el tejado de zinc,
bautiza al armario donde se guarda el licor en la mansión.
Cinco escritores que no hubieran sido lo que fueron siendo abstemios, Entrevista a Carlos Mayoral, autor de Etílico
Recomiendo la lectura del relato breve Morfina (1926) del
escritor y médico Bulgákov que da
testimonio de la adicción que sufrió para paliar su dolor crónico motivado por
las heridas que había recibido en la Gran Guerra. Escrita con una precisión
admirable y, por supuesto, sin recrearse en moralejas ni tampoco en dramatismos
innecesarios —más que suficiente es la descripción del laberinto en que, poco a
poco, se va internando el protagonista— en Morfina podemos ver, quizás por
primera vez formuladas, muchas de las reacciones que hoy se han vuelto
recurrentes a la hora de caracterizar a un adicto a las drogas, pero que
entonces eran sorprendentes y deslumbrantes por lo nuevas, por lo sinceras, por
lo directas: el cargo de conciencia, la promesa continua de dejarlo, el
autoengaño…
Y Drogadictos, un libro que reúne relatos de 12 autores españoles y latinoamericanos sobre el tema de las adicciones (Marta Sanz, Mi vida con el lorazepam).
Y Drogadictos, un libro que reúne relatos de 12 autores españoles y latinoamericanos sobre el tema de las adicciones (Marta Sanz, Mi vida con el lorazepam).