miércoles, 1 de septiembre de 2010

Septiembre para un profesor: hoy no me levanto yo


Resultado de imagen de septiembre para un profesor bloggelesHoy es un día para recordar el chiste de Eugenio. “Mamá, no quiero ir al colegio, los profesores me odian y los niños se burlan de mí. Hijo, no tienes más remedio que hacerlo. Primero, porque es tu obligación y, segundo, porque eres el director del colegio”

Hoy no me levanto yo


Una cosa hay bien segura,
hoy no me levanto yo.
Tengo sábanas y mantas,
buena almohada y buen colchón,
tengo tabaco y cerillas
y buena imaginación
y aquí en la cama
he llegadoa la clara conclusión,
de que pase lo que pase
hoy no me levanto yo.
Cerca ya de mediodía
entran en mi habitación
mi mujer y mi cuñada
y mi hija la mayor
y mi suegra con su hermana
que está aquí ahora de pensión
y confirma mi designio
constatar su irritación
cada vez que les repito
que hoy no me levanto yo.
Hablando todas a un tiempo
reclaman una razón,
no siento molestia alguna
ni tampoco desazón,
no me ha despertado el niño,
he dormido de un tirón,
digerí bien la fabada,
pesadillas, no señor,
pero aquí estoy en la gloria
y hoy no me levanto yo.
Mi mujer me amonestaba
con paciencia y con amor,
mi suegra más duramente,
mi hija desapareció
y me trajo un té con leche
y unas lonchas de jamón,
yo me tomé el té con leche,
me arrellané y dije ¡no!,
dejadme por imposible
que hoy no me levanto yo.
Por fin les dije
aunque vengan
gobierno y oposición,
la televisión y prensa
y el cabildo en procesión,
policías y alguaciles
que van de gobernación
y los propios comunistas
me piden su excomunión,
aunque vengan Dios y el Diablo,
hoy no me levanto yo.
Hoy se nace con el sino
de actuar por actuar,
la gente anda arrebatada
y no se para a pensar
que hay veces que levantarse
se lo puede uno saltar
y aunque a nadie le hagas falta,
allí te vienen a hurgar,
pues por mí que canten misa,
no me pienso levantar.

No teneis ni idea lo que es Septiembre para un profesor. La cuenta atrás hacia el primer dia de clase es como la cuenta atrás para detonar el botón rojo de la guerra nuclear. Los últimos minutos de un condenado a muerte. El último día de un preso en libertad condicional. La espera de la llegada de un tifón caribeño. El descenso sin paracaídas desde un avión. El comienzo de una pelea de boxeo que está amañada. Días de pesadilla: el despertador no suena, te pierdes en el metro, llegas a clase desnuda, no encuentras el aula, intentas hablar y no te salen las palabras.

"Si un doctor, un abogado o un dentista tuviera a treinta personas o más en su oficina a la vez, todas con diferentes necesidades y algunas que no quieren estar allí y el doctor, abogado o dentista, sin ayuda, tuviera que tratarlos a todos con excelencia profesional durante diez meses, entonces podrían tener una idea de lo que es el trabajo del docente en el aula". (Kathy A. Megyeri. "Chocolate Caliente para el Alma de los Maestros")

Un interino en septiembre

Está claro que tenemos que movernos. Me han pasado el siguiente escrito para que lo difunda:
Primero fueron a por los de filosofía, dibujo, primaria, orientación. Total, yo, como era de otra especialidad no hice nada.
Luego fueron a por los interinos. Les quitaron vacaciones, les ofrecían jornadas precarias, etc. Yo, como no era interino, no hice nada.
Los siguientes fueron los sindicalistas. Les retiraron las horas sindicales para que no tuvieran tiempo de organizar las protestas o asesorar al personal. A mí los sindicatos nunca me cayeron bien, así que tampoco hice nada.
Luego fueron a por las aulas de enlace, los desdobles. A mí no me afectaba así que no hice nada.
Después fueron a por los funcionarios de carrera. A mí me faltaba poco para la jubilación y no tenía muchas ganas de moverme. Tampoco hice nada.
Al fin, fueron a por los que nos quedaba poco para jubilarnos. Ampliaron la edad de jubilación, eliminaron las ayudas y recortaron las pensiones. Ya no pude hacer nada. Era demasiado tarde y estaba solo. Así que, entonces, ya no pude hacer nada.

Gracias Forges:


Con el deseo de que todos estos buenos profesionales trabajen este año


Los enemigos "obras escocidas" (1985-2000)

¿Por qué estoy frío
si hoy hace calor?
Yo iba a ser un gran tío
todo un ganador
¿Será que no es lo mío
esta competición?
¿Por qué os reís tanto
delante de Dios
Delante de Dios
Lo he intentado
de corazón
Me hubiera encantado
lo sabes señor
¿Es cierto que no tengo?
¿Es cierto que no tengo?
¿Es cierto que no tengo?
Ninguna vocación
Ya es septiembre
y yo no voy a estar
en septiembre
En septiembre

martes, 31 de agosto de 2010

Seudónimos y heterónimos en literatura


Cada vez proliferan más los heterónimos, seudónimos, alter-egos y avatares que ocultan nuestra identidad real. En el correo electrónico, en los registros a determinadas páginas, en las redes sociales, todos utilizamos un alias o nick. Así que, de una forma o de otra, todos tenemos un seudónimo.
La lista de personajes célebres que alguna vez han firmado su obra con un nombre que no era el suyo es larga y variada, casi tanto como las razones que les empujaron a ello. En todo caso, el seudónimo es inherente a todo ámbito de creación y se puede considerar una creación en sí mismo. El seudónimo era y es obligatorio para participar en concursos. Se busca, obviamente, no influir en el al jurado.

Son muchas las razones por las cuales se utiliza un seudónimo:
·Para ser más libres a la hora de escribir.
·Para evitar la censura y persecución.
·Para protegerse y recibir menos críticas externas.
·Para preservar el “buen nombre” de una familia.
·Para ocultar el nombre de una mujer escritora.
·Porque “suena” mejor.
·Para seguir una moda.
·Por estrategias comerciales.
·Para ocultar otra profesión.

Miedo, discreción, orgullo, temática, discriminación, placer, opiniones controvertidas, o simplemente negocio, se esconden detrás de estos cambios. Incluso existen catálogos de seudónimos de escritores.
Primero fueron los textos voluntariamente anónimos como El Lazarillo.  El licenciado Tomé de Burguillos es el seudónimo de Lope de Vega con el que se disfraza, un puro divertimento literario para criticar con ironía y desengaño los males de su tiempo.

Luego vino la moda de los seudónimos que llegó incluso a eclipsar el verdadero nombre del escritor.
Francois Marie Arouet firmó tanto con el nombre de Voltaire que nadie recordaba su nombre real ni siquiera en su época. En el siglo XVIII abundaban los seudónimos porque nadie quería que trascendiera que una persona respetable estaba metida en el sucio oficio de escribir novelas, algo impropio y frívolo para la época.
En el caso de Larra y alguno de sus coetáneos no es un medio de ocultamiento, es un filtro mediador entre el autor y el lector porque todo el mundo sabe quién se oculta detrás, es una creación de un personaje al que se caricaturiza y servía como recurso para mantener una actitud de diálogo consigo mismo, con el público o con varios personajes.
Eric Arthur Blair adoptó en 1932 el nombre George Orwell por el cual se hizo conocido. Se dice que lo tomó para no avergonzar a sus padres cuando publicó Down and out, el libro donde relata su miserable paso por Paris. Lo mismo les pasó a los chilenos Pablo Neruda (Neftalí Reyes Basoalto) y a Gabriela Mistral (Lucila Godoy Alcayata), quienes cambiaron nombre por seudónimo de manera definitiva.
Siguiendo este modelo, los hay de una sola palabra: conocidos son los casos de Stendhal, que es el seudónimo literario de Henri Beyle; José Martínez Ruiz adoptó el seudónimo literario de Azorín; Clarín era en realidad Leopoldo Alas.
A veces, el seudónimo oculta a varios autores; como H. Bustos Domecq, sobrenombre tras el que escribían Jorge Luis Borges y Bioy Casares.
Otras veces, es una mujer la que se esconde detrás de un nombre masculino, como en el caso de Fernán Caballero: su verdadero nombre era Cecilia Böhl de Faber. También hay casos inversos, sobre todo en estos últimos tiempos, para aprovechar el tirón de la literatura femenina y en femenino.
Otras veces, seguramente la causa sea la de no mezclar actividades diferentes. Dámaso Alonso usó como traductor el seudónimo de Alfonso Donado; o Jaime de Andrade, seudónimo bajo el que se ocultó el dictador Francisco Franco para escribir el panfleto de la época que con tanto éxito fue llevado al cine: “Raza”.
Se comenta que Stephen King tuvo que publicar bajo el seudónimo de Richard Bachman a petición de sus editores, cansados de ver su nombre en todas las librerías.
Diferente a todos estos casos es el de la ganadora del Premio Nobel, Doris Lessing que decidió poner en evidencia las dificultades con que se encuentran los nuevos escritores a la hora de publicar. Fue así que adoptó el "pen name" (en inglés existe este término para el seudónimo literario) Jane Somers.
Curiosamente también hay escritores que ocultaron su identidad con un pseudónimo femenino.

Los Heterónimos

Los heterónimos son seudónimos que poseen una personalidad definida e incluso una biografía inventada. Palacio Valdés, convertido en narrador, recibe el libro de su amigo el Doctor Angélico, creado  para mostrar el proceso de la evolución ideológica del novelista. El poeta portugués Fernando Pessoa introdujo la noción de heterónimo en teoría literaria y es el mayor y más famoso ejemplo de producción de heterónimos. Para él ellos eran otros de él mismo, personalidades independientes y autónomas que vivían fuera de su autor con una biografía propia, son, por así decirlo, una especie de alter ego u otro yo del autor. Así fueron creados los autores Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Bernardo Soares.
Antonio Machado también creó varios heterónimos, que él llamó apócrifos o complementarios, entre los cuales los más importantes fueron el profesor de gimnasia Juan de Mairena y su maestro Abel Martín y el poeta Miguel de Unamuno engendró también a un heterónimo suyo, el poeta Rafael, un escritor becqueriano autor de Teresa, e hizo que otro heterónimo Víctor Goti le escribiera el prólogo de su novela Niebla. Félix Grande se sacó de sí al heterónimo Horacio Martín. Max Aub creó al falso escritor y pintor Jusep Torres Campalans, para el cual incluso pintó cuadros. En su novela "Rayuela", Julio Cortázar incluyó a un personaje llamado Morelli, un escritor a quien se le atribuye ser el heterónimo del autor del libro.
El escritor irlandés John Banville recurre a su alter ego, Benjamin Black, para firmar sus novelas negras.

Para saber más:

Lenguas del mundo y de España