lunes, 16 de agosto de 2010

Treinta y muchos años después: Paco López, director en Jerez

ASÍ QUE PASEN TREINTA AÑOS


La aldea global me permitió saber que habías cambiado tu patio cordobés por un cortijo en Jerez. Sigo tu carrera aunque no esté en el sur. Tu nombre aparece en las retransmisiones de ópera, en las entrevistas a los grandes divos de la canción y a los artistas del flamenco.
Lingüista en paro,
profesor desertor,
ponente en cursos de universidades de verano.
Andaluz universal, cada vez más lejos del centro.
Observo tu rostro en la pantalla del ordenador, perteneces a una asociación de directores de teatro. Contemplo tu delgado perfil en una entrevista con motivo de un encuentro de Flamenco. En otra noticia, un periodista no entiende la excusa que pusiste para no ir a recoger un premio merecido.
Desearía hacerte multitud de preguntas: ¿Se cumplieron todos tus deseos? ¿Cómo se vive la popularidad, el éxito? ¿A qué saben los aplausos? ¿Dónde quedó tu vocación de actor? ¿Dónde están esas novelas que escribiste? ¿A qué has renunciado?
Sólo me quedan recuerdos mudos, amarillentos e inconexos, sin fotos:
La fecha de tu cumpleaños,
florido mayo.
Tu largo recorrido. El Carpio, Cedaceros, San Bernardo, La aldea de la Hoya de la Guija, Santa Eugenia, Córdoba, Gran Teatro, una orden de búsqueda y captura, teatro de la Zarzuela, teatro Villamarta (por cierto, ¿quién es Marta?), teatros nacionales.
Tus movimientos felinos.
Tus pantalones de mil bolsillos,
los folios de colores,
tus veinte años,
los geranios de la plaza de la Alegría,
unas soledades no compartidas.
la pérdida de tu negra melena leonina.
Tu treintena,
algún encuentro fugaz en un festival de otoño.
Tus silencios alegres, tus carcajadas tristes…

ASÍ QUE PASEN TREINTA Y CINCO AÑOS
He encontrado con la misma emoción más información: Jerez 20013, tu artículo sobre la labor del director de escena en una ópera y la respuesta a una de mis preguntas: he visto cómo preparabas una escena de Romeo y Julieta con los cantantes. Te he visto disfrutar y me he sentido muy feliz.


 También he tropezado,  buscando sobre callejeros literarios, con este divertido comentario aparecido en el Diario de Jerez: “Existen, igualmente, calles de literatos y de grandes músicos - no muchos, la verdad, porque aquí no hemos sido nunca muy leídos, ni muy aficionados al bel canto, hasta que ha llegado Paco López y ha puesto a todo el mundo a escuchar ópera…”.
En noviembre de 2016 leí una emotiva carta tuya donde pedías comprensión y respeto porque los últimos acontecimientos te estaban desbordando. Te entiendo y te mando desde aquí un fuerte abrazo. Sé que renacerás con más fuerza y brío.
Entrevista en lavozdelsur.es  (4 octubre,2020).

domingo, 15 de agosto de 2010

Versión políticamente correcta de Caperucita Roja

Abre la colección Caperucita Roja:
Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representa un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
- Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.
- No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.
Respondió Caperucita:
- Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
- Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
- ¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
- Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y su modo indudablemente atractiva.
- Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
- Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo:
- Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.
Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.
Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnicos en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.
- ¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.
El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
- ¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?
Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.

sábado, 14 de agosto de 2010

Gila: Mi vida

Ejercicio interactivo de verbos
http://www.tinglado.net/?id=mi-vida&page=3

Mi vida youtube

Una parodia: El romance del conde Sisebuto

A cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo,
existe un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.

Lo habitaba un gran señor,
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto
y su esposa, Leonor,

y Cunegunda, su hermana,
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
que atendía por Mariana,

y su cuñado, Vitelio,
y Cleopatra, su tía,
y su nieta, Rosalía,
y su hijo mayor, Rogelio.

Era una noche de invierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombría, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,

noche fría, noche helada,
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.

En un gótico salón
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.

Con quejido lastimero
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.

Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.

Empapada trae la ropa
por efecto de las aguas,
¡como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa!

Salta el foso, llega al muro,
la poterna está cerrada.
-¡Me ha dado mico mi amada!
-exclama-, ¡vaya un apuro!

De pronto algo que resbala
siente sobre su cabeza;
extiende el brazo y tropieza
con la cuerda de una escala.

-¡Ah!... -dice con fiero acento.
-¡Ah!.. -vuelve a decir gozoso.
-¡Ah!.. -repite venturoso.
-¡Ah!.. -otra vez, y así, hasta ciento.

Trepa que trepa que trepa,
sube que sube que sube,
en brazos cae de un querube,
la hija del conde... ¡la Pepa!

En lujoso camarín
introduce a su adorado,
y al notar que está mojado
lo seca bien con serrín.

-Lisardo... mi bien, mi anhelo,
único ser al que adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,

¿qué sientes, di, dueño mío?,
¿no sientes nada a mi lado?,
¿qué sientes, Lisardo amado?
Y él responde: - Siento frío.

-¿Frío has dicho? Eso me espanta.
¿Frío has dicho? eso me inquieta.
No llevarás camiseta
¿verdad?... pues toma esta manta.

-Y ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
-Yo te adoro como un niño.

-Mi pasión raya en locura,
-La mía es un arrebato.
-Si no me quieres, me mato.
-Si me olvidas, me hago cura.

-¿Cura tú?, ¡Por Dios bendito!
No repitas esas frases,
¡en jamás de los jamases!
¡Pues estaría bonito!

Hija soy de Sisebuto
desde mi más tierna infancia,
y aunque es mucha mi arrogancia,
y aunque es mi padre muy bruto,

y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo,
huyamos... vamos al Congo
a ocultar nuestros amores.

-Bien dicho, bien has hablado,
huyamos aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
¡que nos quiten lo bailado!

En esto, un ronco ladrido
retumba potente y fiero.
-¿Oyes? -dice el caballero-,
es el perro que me ha olido.

Se abre una puerta excusada
y, cual terrible huracán,
entra un hombre..., luego un can...,
luego nadie..., luego nada...

-¡Hija infame! -ruge el conde.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde?, ¿dónde?, ¿dónde?, ¿dónde?

Y tú, cobarde villano,
antipático, repara
cómo señalo tu cara
con los dedos de mi mano.

Después, sacando un puñal,
de un solo golpe certero
le enterró el cortante acero
junto a la espina dorsal.

El joven, naturalmente,
se murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.

También quedó el conde loco
de resultas del espanto.
El perro... no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.

Desde aquel día de horror
nada se volvió a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,

de Cunegunda su hermana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atendía por Mariana,

de su cuñado Vitelio,
de Cleopatra su tía,
de su nieta Rosalía
ni de su chico Rogelio.

Y aquí acaba la leyenda
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,

que de aquel castillo viejo
entenebrece el recinto,
a cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo.

Autor: Joaquín Abatí y Díaz

Ahora te toca a ti parodiar un romance.

¿Qué es poesía?


El club de los poetas muertos


Ahora le vas a poner texto (puede ser una poesía) al corto :

Whitman: Canto a mí mismo

Para variar, un poema optimista. La mayoría de las poesías son tristes, hablan de desamor, el poeta hurga en sus heridas y nos muestra sus sentimientos desoladores. Pero hay poetas felices que nos transmiten su alegría y pasión por vivir. Este es uno de esos raros poemas. Las innovaciones que distinguen a Whitman como el poeta de los poetas, las señala Ingberg: “Es una de las grandes bisagras entre el romanticismo y la poesía moderna. Su verso libre torrencial es un emblema, un modo de vivir la poesía. Whitman abrió la puerta por donde el yo íntimo sale a fusionarse con el mundo”.

Serrat



Canto de dos poetas españoles a Whitman: Lorca y León Felipe

León Felipe, su traductor, le dedicó un poema. Comparte con él el tono enérgico, de proclama y arenga casi religiosa, y el impaciente canto a la libertad.

“Aquel que camina una sola legua sin amor
camina amortajado hacia su propio funeral”.
Se apellida Whitman,
pero Dios le llama Walt.
No tiene familia.
Es hijo de la tierra mas que de la sangre
como todo norteamericano legítimo.
Su nombre telúrico y adamico
es Walt. Walt, Walt, Walt,
le dice el gavilán, la tempestad,
y las olas del mar entre las rocas de la playa…
Llamadle Walt vosotros también.
Yo le llamo Walt.
Dios le llama Walt.
No tiene otro título, ni rótulo a la puerta,
no es doctor, ni reverendo, ni maese…
No es misionero tampoco.
No viene a repartir catecismos,
Ni reglamentos, ni a colgarle a nadie
una cruz en la solapa.
Ni a juzgar, ni a premiar, ni a castigar.
Viene sencillamente a cantar una canción.
No os trae nada nuevo.
Sabe que sois ricos y os lo viene a recordar.
Y a los que han olvidado su tesoro
viene a abrirles el granero, el palomar,
y las ventanas de la torre.
Os trae unas llaves.
Viene a derribar murallones,
a destruir cercas y vallados.
Os trae también una piqueta.
¿Que esperais? ¿Falta algo más?
Ah…si…
Preguntais si tiene biografía….
Los grandes poetas no tienen biografía.
Tienen destino, y el destino
No se narra…
Se canta y se baila.

La Oda a Walt Whitman es un homenaje de Federico García Lorca al poeta de la multitud, del amor universal, de la democracia. Frente a la ciudad deshumanizada, Nueva York, el poeta granadino anhela una sociedad solidaria. Del poema hay una versión abreviada y musicada de Patxi Andión, que parece que tiene censuradas todas las alusiones a la homosexualidad:
http://antologiapoeticamultimedia.blogspot.com/2007/01/oda-walt-whitman.html

Carpe diem