viernes, 4 de junio de 2010

La víctima es culpable

CRISTINA PERI ROSSI "El País" 19/09/1984

-Un parado se arroja a la vía del metro: era un neurótico depresivo, leemos enseguida. Interrumpió la normal sucesión de trenes, hubo gente que llegó tarde al empleo, y además el personal de servicio tuvo que recoger los restos entre los hierros.-Una mujer fue violada a las doce de la noche, en el vestíbulo de su edificio. ¿Qué hacía a esa hora todavía en la calle? Nada bueno, seguramente. Es posible, además, que fuera atractiva. O tenía los senos muy grandes. O la falda muy corta: culpable.
-Compro mi entrada al cine, me siento en una butaca vacía y deposito el bolso en el asiento más próximo, también vacío. Al rato, observo que he sido despojado de mi billetera. El portero me amonesta: ¿cómo se me ocurre dejar el bolso en una butaca? Debería tenerlo aprisionado entre mis manos, a pesar de que el rostro de la Schygulla y su manera de andar me invitaran a arrellanarme en el sillón. Culpable: he atendido a la película, no al bolso.
-Las calles, los andenes, las estaciones de trenes están repletas de mendigos; hombres, mujeres y niños de cualquier edad que piden un duro. Culpables: se trata no de verdaderos menesterosos, no de personas carentes de cualquier gracia (desgraciados), sino de una verdadera organización de profesionales a la pesca de la generosidad o de la mala conciencia ajena: culpables.
-Un paciente se queja de malestar en el estómago, temblores y dolor de cabeza. El médico lo mira con severidad (se trata del Seguro, no de una consulta privada): esos síntomas tan generales e inespecíficos responden a una angustia básica no resuelta: culpable. Se puede tener una cirrosis, un cólico nefrítico o una intoxicación por mahonesa; la angustia, en cambio, siempre es culpable: revela nuestra vulnerabilidad, nuestra dependencia, nuestro temor; somos sensibles y, por ende, culpables.
-Un hombre de 50 años es despedido de la empresa; estamos en época de crisis, nadie invierte y los créditos resultan muy caros. Culpable: ha cumplido 50 años. Y será más culpable todavía cada vez que, con 50 años, solicite un empleo.
-Una anciana muere en un portal, a la noche. Carecía de hogar fijo y de "medios de subsistencia conocidos". Culpable: no ahorró lo suficiente, quizá fue abandonada por su marido debido a su poca paciencia para aguantar a un borracho violento, y su soledad final es la consecuencia de sus errores.
Hubo una época en que la culpa, el tema central de reflexión de buena parte de la literatura y la filosofía occidental, fue percibida como un fenómeno colectivo, en la medida en que los hombres se sentían responsables de los valores de la sociedad en que vivían, o por lo menos tenían la noble tendencia de pretenderlo. La injusticia, la desgracia de un miembro de esa sociedad, fue percibida como una consecuencia de la negligencia colectiva, de la falta de espíritu de lucha o de lucidez. Sartre, Camus, Canetti, el Che Guevara o Cortázar nos llamaban la atención acerca de la responsabilidad colectiva frente al dolor ajeno. Son nombres que buena parte de la actual inteligencia ha dejado de citar, como si su mención fuera algo decadente, ingenuo, como si revelara otra forma de la culpa: la culpa de haber sido de izquierdas, marxistas, románticos o ilusos. Creo, incluso, que para esa inteligencia esos sustantivos son sinónimos. En el sálvese quien pueda de esta postrimería de la sociedad industrial la conciencia ha encontrado una coartada: las víctimas son culpables de sus propios errores. Hay pobres, hay injusticia social, hay dolor; pero mientras los pilares de la sociedad de consumo se derrumban (eran de plástico, como toda la civilización que propició), los sobrevivientes quieren sentirse orgullosos de su supervivencia, procuran creer que es un mérito que les corresponde por alguna buena razón (porque fueron más listos, porque todavía no cumplieron 50 años, porque aprovecharon las últimas oportunidades, porque supieron ahorrar -dinero, energía o generosidad, o ilusiones-).
Estamos en plena etapa de liquidación de saldos: un modelo de producción y de sociedad, la industrial, decae, y quienes sobreviven no quieren pensar que se debe al azar, sino a los propios valores: si reconocieran que fue sólo el azar quizá les hubiera tocado en suerte ser el parado que se arroja a la vía o la anciana que muere en un portal, y esto resulta insoportable para cualquier ego. Podría provocar una úlcera, por ejemplo, y al ir al médico, éste le diría, con severidad: "Su enfermedad es de origen psíquico. Usted es una persona demasiado nerviosa y sensible". Y no se puede pretender pasar de la sociedad de consumo a la sociedad del ocio o de la informática si uno, todavía, es un individuo sensible. De las guerras y de las pestes, y de una época a otra, sobreviven sólo los más fuertes.

Hablar dos horas seguidas sin decir nada

Esta tabla, exponente singular de la cultura política de nuestro país, apareció por vez primera, al parecer, en el Boletín de Ingeniería Civil- MOPU (Junio 1982), junto con la siguiente recomendación:
No intente mejorar la gramática cambiando "explicitar" por "explicar", y cosas así, pues entonces desmerecerá mucho ante sus oyentes. Al fin, le resultará un espléndido discurso válido para cualquier tema político, económico, sociológico o sindical. Quizás nadie le entienda, pero tampoco nadie podrá discutir ni rebatir sus asertos.







Eufemismos


Cristina Peri Rosi, El País, 1983, (texto abreviado):
Según el diccionario, eufemismo es el "modo de decir o sugerir con disimulo o decoro ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante". ¡Maravillas de la lengua y del inconsciente! Una somera relación de la Prensa, en pocos días, me ha hecho descubrir (por un estremecimiento de incomodidad al leerlos) los siguientes eufemismos: no vidente, por ciego (¿ofende nuestra buena conciencia de videntes algo distraídos hacia el destino ajeno?); clases económicamente débiles, por pobres: apreciación del dólar, por subida (¿subirá menos, si está apreciado?); afección, por enfermedad (debe ser más difícil morirse de una afección que de una maldita enfermedad) y una joya de nuestro lenguaje... (o de nuestro inconsciente):intervención militar, por invasión. Seguramente el país que interviene militarmente atente menos contra los derechos de los nativos que un brutal que invade.
Sin embargo, no hay eufemismo inocente... El lenguaje, creado, en principio, para expresar la realidad, ha inventado su propia máscara: es utilizado muchas veces, para ocultarla, respondiendo a determinados intereses. Así, los interrogatorios de rigor a los que son sometidos los prisioneros o detenidos en muchos países disimulan la tortura en su acepción más brutal, y los reajustes de plantilla los despidos lisos y llanos.
La pregunta ronda los ejemplos: ¿Cuándo y por qué una sociedad o algunos de sus individuos apelan al eufemismo? ¿Es posible que el lenguaje consiga, verdaderamente, ocultar la realidad? Entonces recuerdo un decreto inefable de la Junta Militar uruguaya en los años 60: (...) por decreto se prohibían ocho palabras. No era posible pronunciar ni escribir las palabras tupamaro, revolucionario, célula, marxista, etcétera. De modo que cuando un tupamaro asaltaba un banco (porque la desaparición en el lenguaje no consiguió eliminarlos de la realidad), los ciudadanos probos y bien nacidos, respetuosos de las leyes y decretos, debían decir los sediciosos, única palabra aceptada, que de pronto gracias al ingenio popular, se transformó en los deliciosos. Eliminar una palabra (o sustituirla por un eufemismo) es una de las peores confesiones de impotencia o debilidad: en lugar de transformar los hechos, que son los que nos disgustan, operamos sobre el lenguaje, que no es más que la representación simbólica. Como si secretamente creyéramos en la identidad de la cosa y los sonidos destinados a expresarla. Pero un país que eliminara de su vocabulario la palabra frío, seguiría sintiéndolo.

Para saber más, leed el capítulo de Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti
Beatriz, La Polución (Mario Benedetti

Clases de palabras: categorías gramaticales

Semántica


Los cambios semánticos
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El eufemismo de la semana: la amnistía fiscal convertida en «proceso de regularización de activos ocultos» (© Montoro). 

jueves, 3 de junio de 2010

Jean Rhys


Manuel Hidalgo en El Mundo escribe el artículo Una mujer desgraciada sobre la novelista Jean Rhys. Entresaco algunas de sus palabras:
“Niña atenazada por el miedo, la desconfianza y la timidez, hipersensible, maniática, atormentada, incomoda consigo misma y con todo lo demás, poseedora de una emocionalidad extravagante, incapaz de identificar sus propios deseos, embargada por un sentimiento constante de infelicidad. Instalada tanto en la indiferencia hacia todo como en la pasión caprichosa, arrebatada por impulsos de entrega a los otros alternados con aversión a la gente. Siempre con sensación de ser víctima, de no pertenecer a nada ni a nadie y, a la vez, siempre dependiente, siempre con el temor de ser rechazada, de no ser querida...”


Cuéntame un cuento


(Actividad para 1º ESO)
Recuerda los cuentos que has leído cuando eras más pequeño e inventa una historia de animales en 3º persona para un hermano tuyo. Como mínimo tienes que poner 3 ilustraciones.
El cuento tendrá tres partes:
1. Introducción: Érase una vez donde expliques los datos principales y presentes al protagonista.
2. Nudo: Y entonces donde narres lo que pasa en la parte central.
3. Desenlace: Colorín, colorado donde decidas el final de la historia.

1. Érase una vez
Elige un protagonista:
· ponle un nombre, describe cómo es físicamente (su tamaño, su color, su rasgo característico: pelaje suave, ojos saltones, orejas enormes etc.).
· cómo es su forma de ser (rasgos positivos: inteligente, valiente, simpático, generoso y negativos: perezoso, desconfiado, miedoso, tacaño).
· lo que le gustaba hacer (viajar, contar historias, tumbarse al sol).
· donde vivía: En una aldea, un bosque, una ciudad... Lo que le gusta de ese lugar (vivían muchos amigos, siempre hacía buen tiempo, había mucha comida..) o lo que no le gustaba (llovía demasiado, era un lugar solitario, se trabajaba sin descanso...).
2. Y entonces
Piensa en qué problema se le puede presentar, cómo altera su vida normal y cómo lo solucionó. Alguien se burló de él, lo hicieron trabajar demasiado, hubo una inundación, se quedó sin comida...
· Qué decidió hacer: marcharse a otro lugar, prepararse muy bien para el concurso, convencer a sus amigos para hacer algo...
· Cómo reaccionan los animales que viven con él, no le apoyan porque piensa que no lo conseguirá, que es muy arriesgado.
· Qué dificultades encontró (el camino era muy largo, no sabía como entrenarse, nadie le escuchaba, le faltaba un material..) , cómo se las ingenió para solucionarlas (consiguió un medio de transporte nuevo, decidió construirlo de otra manera, le pidió consejo a un sabio...). Con quién tuvo que enfrentarse.
Acuérdate de describir los personajes y lugares nuevos que aparecen. Indica el tiempo que transcurre entre una peripecia y otra.
3.-El final
· Decide lo que ocurre al final: llegó a su destino, ganó el concurso, su invento funcionó, etc.
· Cómo reaccionaron los demás personajes. Nadie se burló más de él, todos se marcharon con él, le nombraron presidente, hicieron una gran fiesta.
· Cómo ha cambiado el protagonista.
· Si te atreves, puedes escribir una moraleja.
4. El título
Una vez que ya lo hayas escrito, debes ponerle un título que sea ingenioso y que resuma el tema del cuento.
Entrégaselo a la profesora para que lo corrija y pásalo a limpio.
Atención: La presentación es tan importante como el contenido. Los cuentos se expondrán en el aula y los verán todos tus compañeros que seguro que te felicitan.