Otro buen artículo de Muñoz Molina en El País, Fantasmas de doblaje, sobre los
anglicismos y su mala utilización. Los copiamos literalmente o hacemos traducciones erróneas de palabras inglesas parecidas al español y con su utilización deficiente nos sentimos más inteligentes. Merece la pena leerlo íntegramente. Somos los espectros de una traducción mediocre del inglés, admiradores de una fiesta a la que nunca estaremos invitados. Y lo grave no es el calco de las palabras, sino de las experiencias mismas
"Hablamos y hasta vivimos cada vez más como personajes en una película doblada, en la que hay siempre una desconexión entre las caras y las voces, una discordancia entre el mundo que representa la película y el idioma artificial injertado en ella, ajeno a cualquier acento verdadero, aunque intentando una cercanía forzada al idioma de origen. También el idioma que hablamos nosotros se parece al de los doblajes, porque está influido, contaminado por él, y ya decimos que algo es jodidamente o malditamente esto o lo otro, y el epíteto “puto” aspira a la equivalencia con el admirado fucking de las películas y las novelas..."
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