domingo, 26 de febrero de 2017

La máscara

Ese futbolista aficionado, que sonreía en pocas ocasiones, aunaba el atractivo de un joven actor Steven Seagal con la indefensión de un niño mimado. Poseía un cuerpo fornido, repleto de testosterona y parecía no temer a nada ni a nadie. Le cayó muy bien a su compañera de oficina porque la acercaba a su lado oscuro al que pocas veces se asomaba. Entablaron una buena amistad, se buscaban, charlaban de lo humano y de lo divino y, sobre todo, se reían juntos. La diferencia de edad y de caracteres había hecho que no se les plantease ni remotamente una relación más allá de la amistad y eso les hizo inseparables durante un tiempo. En las reuniones sociales, ella, que tenía pareja, asistía divertida a sus conquistas, cuando su mirada de cazador acorralaba a las presas femeninas que rápidamente caían rendidas a sus encantos en el morral. Pero poco a poco fue descubriendo la verdad de las mentiras que urdía su amigo que se paseaba inconscientemente por el filo de la navaja. Si jugaba a las tragaperras, no era por entretenimiento; las faltas injustificadas al trabajo no se debían a enfermedad alguna; las multas de tráfico no eran achacables a la mala suerte; el dinero que le habían robado en el cajero no era al descuido, se lo había robado su chica de turno; si acababan en un bar de mala muerte, era para buscar un camello; las heridas de la cara no se producían en el fragor del partido... Un día muy largo, bañado con cervezas, después de ir al servicio varias veces, traspasó los límites establecidos entre ellos y manifestó su verdadero ser: un egoísta violento incapaz de recibir un no por respuesta. La máscara cayó inmisericorde: detrás de esa fachada atractiva y sensible se escondía una personalidad atormentada, un jugador, un mujeriego misógino, un alcohólico (a veces también cocainómano), un mentiroso compulsivo que no quería a nadie porque era incapaz de quererse a sí mismo. Siguieron compartiendo espacios comunes, pero ya no se les volvió a ver juntos nunca más. Se acabaron para siempre los días de vino y rosas.

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