Mi amigo Javier me ha pasado este escrito lleno de esperanza. Con su permiso lo publico. Yo no estaba allí, me aterran las multitudes, pero sonreí desde casa.
Al principio, mientras caminábamos por la Castellana hacia la plaza de la Cibeles, parecía que la cosa podía estar floja. Mas pronto, nos dimos cuenta de que, contra lo que habíamos creído en un principio, la manifestación no llenaba Cibeles para caminar hacia Sol, sino que ya la puerta del Sol estaba rebosante de gente. Eran las 11,45 del 31 de enero. La Marcha del Cambio. Caminamos y pronto, la habitual y ruidosa parafernalia que suele acompañar los eventos relativos a la movilización popular, se hicieron patentes; percusión, canciones, carteles simpáticos, eslóganes ocurrentes, incisivos, irónicos, desenfadados…poco que ver con el tonillo aburrido y monocorde de los mensajes de la “casta”. Ay, la casta, un término afortunado, aunque ¿cuántos se libran de alguna forma de la “cosa”? Pasada un tiempo, sobre algo más de la una del mediodía, me volvía hacia el metro, subí hasta Retiro, y en el camino mi retina se convirtió en un negativo, en el sustrato de una película a cámara rápida de las personas que dejaba, de las que me despedía-una vez más antes de la hora-ante el nerviosismo que me domina cuando llevo un buen rato sin apenas moverme, de pie.
Al principio, mientras caminábamos por la Castellana hacia la plaza de la Cibeles, parecía que la cosa podía estar floja. Mas pronto, nos dimos cuenta de que, contra lo que habíamos creído en un principio, la manifestación no llenaba Cibeles para caminar hacia Sol, sino que ya la puerta del Sol estaba rebosante de gente. Eran las 11,45 del 31 de enero. La Marcha del Cambio. Caminamos y pronto, la habitual y ruidosa parafernalia que suele acompañar los eventos relativos a la movilización popular, se hicieron patentes; percusión, canciones, carteles simpáticos, eslóganes ocurrentes, incisivos, irónicos, desenfadados…poco que ver con el tonillo aburrido y monocorde de los mensajes de la “casta”. Ay, la casta, un término afortunado, aunque ¿cuántos se libran de alguna forma de la “cosa”? Pasada un tiempo, sobre algo más de la una del mediodía, me volvía hacia el metro, subí hasta Retiro, y en el camino mi retina se convirtió en un negativo, en el sustrato de una película a cámara rápida de las personas que dejaba, de las que me despedía-una vez más antes de la hora-ante el nerviosismo que me domina cuando llevo un buen rato sin apenas moverme, de pie.
Digno de verse: ancianos asistidos,
discapacitados ayudados y sin ayudar, apenas niños, adolescentes, jóvenes,
medianos de la edad , hombres, mujeres, profesores jubilados, macarras de
barrio con y sin pendiente, grupos de amigas, gente que apenas se conocía,
viejas “glorias”, abrazos, encuentros…
Una vez más se encendía la llama de la
solidaridad, una vez más obraba el milagro de “JUNTOS”, y venciendo el miedo, la comodidad y la
inercia que nos susurra “déjate de tonterías” se encendía la llama de la
ilusión, con o sin motivo. De nuevo, la ilusión.
No me preocupa quién estaba allí para seguir el
liderazgo reciente de Podemos, quién acudía por escuchar al lider o quién, como yo, lleno de escepticismo, acudía porque
quería estar allí, porque la Historia esta vez convocaba del lado de Pablo
Iglesias.
Yo, por
ejemplo, tan solo seguía el rastro luminoso
de la esperanza invocada de nuevo.
Ah
¿pero todavía existe? Pues…
En el denominador común de todos los rostros
anteriormente citados y también en el de los no referenciados, así como en el
mío, un gesto común: LA SONRISA.
Queridos compañeros, una vez más: un verdadero placer.
Javier Rubio
1 comentario:
Te equivocas, esto no es historia es simplemente populismo barato. Todos sabemos los problemas y las injusticias que se cometen, pero necesitamos alguien que nos de soluciones no que nos cuente lo que ya sabemos y, a estos, jamás les oiras dar una solución.
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