Los jóvenes de la Residencia de Estudiantes eran, como los
de ahora, unos gamberros que en vez de estudiar dedicaban su tiempo a
divertirse. En una de estas juergas líricas, surgió un invento que mantenían en
secreto y que lo llamaron el “pedómetro”, que era una caja cuadrada de madera
con un agujero dentro de ella, donde se alzaba una vela con un cordoncillo de
hilo detrás de la llama. Se trataba que los participantes “expelieran” por el
orificio pedos que consiguieran doblar la llama y hacer arder el hilo. Rafael
Alberti lo recuerda en sus memorias (La arboleda perdida) que se necesitaba “un pedo de gran
fuerza para lograr que la llama se doblase y llegara a prender el hilo” y
sospechaba si alguno de los serios profesores de la residencia tuvo “el humor
de practicarlo”.
En la página 15 encontraréis una reconstrucción del invento:
Ahora atrévete a crear, como ellos, un artilugio original e innecesario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario