Hacía tiempo que no iba al cine, el cansancio y la pereza han hecho mella en mí en uno de los cursos más duros que hemos vivido los que nos dedicamos a la enseñanza (y los que nos esperan). Las nieves del Kilimanjaro me ha emocionado. Su director, Robert Guédiguian, realiza una crónica naturalista, en la línea de Zola del S.XIX, sobre una familia trabajadora que, tras sufrir un atraco, se empieza a replantear si todos sus esfuerzos sindicales y su lucha por el barrio han merecido la pena cuando los de su misma clase son capaces de robarles. Lo que parecía al principio un panfleto sobre la existencia de un sindicalista progre, tras ese duro e insospechado golpe se va convirtiendo sorprendentemente en una afirmación optimista de la bondad humana.La película trata de la solidaridad entre los trabajadores; pero también retrata los sentimientos, las contradicciones y los dilemas morales de cada uno de los personajes. Está basado en un poema de Víctor Hugo Les pauvres gens (La gente pobre), como explica su director: “Cuando el pobre pescador, al quedarse con los hijos de la vecina fallecida, dice: Teníamos cinco hijos, ahora serán siete, antes de descubrir que su mujer se le había adelantado trayéndoles a casa, es conmovedor. Semejante bondad es ejemplar. Además, está la concordancia, el gesto de amor de ambos, el hombre y la mujer, iguales en su generosidad. Pensé que sería un magnífico final para una película. Solo quedaba encontrar una ruta contemporánea que llevara a ese punto”.
lunes, 16 de julio de 2012
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