sábado, 10 de mayo de 2025

Omar Castro Villalobos, Premio Loewe de Poesía y el problema de la vivienda

Omar Castro Villalobos (Lima 1992) ha ganado el pasado mes de abril el Premio Loewe de Poesía a la Creación Joven por ‘Habitación persona sola’, un poemario en el que denuncia las dificultades que tienen los jóvenes para independizarse. “Es alucinante lo poco que vale una vida en contraste con lo caro que es vivir”.

El joven poeta dedicó su premio a los jóvenes asesinados en las protestas en 2022 y 2023 en Perú, tras el intento de autogolpe y posterior destitución del presidente Pedro Castillo y leyó sus nombres en voz alta uno por uno. Entiende la poesía como "un acto de respiración y movimiento", su libro trata de recoger también el aire de este tiempo, "de un mundo en crisis, en llamas, en convulsión".

 https://elpais.com/cultura/2025-04-03/omar-castro-un-poeta-frente-al-problema-de-la-vivienda-es-alucinante-lo-poco-que-vale-una-vida-en-contraste-con-lo-caro-que-es-vivir.html



sábado, 3 de mayo de 2025

Figaro contra Braulio, las malas maneras del castellano viejo

Para terminar con la urbanidad en la Literatura, incluyo algunos fragmentos de un artículo de costumbres del s. XIX que he leído muchas veces con mis alumnos en clase cuando estudiábamos el Romanticismo.

Mariano José de Larra (1809-1837), escritor y periodista, empleó el sarcasmo y la ironía para provocar en sus lectores una reflexión sobre la necesidad de progreso y modernización en una sociedad profundamente tradicionalista. Larra critica en el artículo de costumbres El castellano viejo a los hombres maleducados, bastos, irrespetuosos, incultos, cuyo comportamiento se centra en las tradicionales costumbres castellanas. Braulio modelo de grosería y de ignorancia, con una “educación a la española”, se contrapone con el personaje de Fígaro, ejemplo de buenas maneras. El artículo empieza con el encuentro de Fígaro (Larra) con Braulio, un amigo al que no aprecia mucho, le invita a comer a su casa. Ya lo dice el refrán español: En la mesa y en el juego, se conoce al caballero.

Ya habrá conocido el lector, siendo tan perspicaz como yo le imagino, que mi amigo Braulio está muy lejos de pertenecer a lo que se llama gran mundo y sociedad de buen tono, pero no es tampoco un hombre de la clase inferior, puesto que es un empleado de los de segundo orden, que reúne entre su sueldo y su hacienda cuarenta mil reales de renta; que tiene una cintita atada al ojal y una crucecita a la sombra de la solapa; que es persona, en fin, cuya clase, familia y comodidades de ninguna manera se oponen a que tuviese una educación más escogida y modales más suaves e insinuantes. Mas la vanidad le ha sorprendido por donde ha sorprendido casi siempre a toda o a la mayor parte de nuestra clase media, y a toda nuestra clase baja. Es tal su patriotismo, que dará todas las lindezas del extranjero por un dedo de su país. Esta ceguedad le hace adoptar todas las responsabilidades de tan inconsiderado cariño; de paso que defiende que no hay vinos como los españoles, en lo cual bien puede de tener razón, defiende que no hay educación como la española, en lo cual bien pudiera no tenerla; a trueque de defender que el cielo de Madrid es purísimo, defenderá que nuestras manolas son las más encantadoras de todas las mujeres: es un hombre, en fin, que vive de exclusivas, a quien le sucede poco más o menos lo que a una parienta mía, que se muere por las jorobas solo porque tuvo un querido que llevaba una excrecencia bastante visible sobre entrambos omóplatos.

No hay que hablarle, pues, de estos usos sociales, de estos respetos mutuos, de estas reticencias urbanas, de esa delicadeza de trato que establece entre los hombres una preciosa armonía, diciendo solo lo que debe agradar y callando siempre lo que puede ofender. Él se muere «por plantarle una fresca al lucero del alba», como suele decir, y cuando tiene un resentimiento, se le «espeta a uno cara a cara». Como tiene trocados todos los frenos, dice de los cumplimientos que ya sabe lo que quiere decir «cumplo» y «miento»; llama a la urbanidad hipocresía, y a la decencia monadas; a toda cosa buena le aplica un mal apodo; el lenguaje de la finura es para él poco más que griego: cree que toda la crianza está reducida a decir «Dios guarde a ustedes» al entrar en una sala, y añadir «con permiso de usted» cada vez que se mueve; a preguntar a cada uno por toda su familia, y a despedirse de todo el mundo; cosas todas que así se guardará él de olvidarlas como de tener pacto con franceses. En conclusión, hombres de estos que no saben levantarse para despedirse sino en corporación con alguno o algunos otros, que han de dejar humildemente debajo de una mesa su sombrero, que llaman su «cabeza», y que cuando se hallan en sociedad por desgracia sin un socorrido bastón, darían cualquier cosa por no tener manos ni brazos, porque en realidad no saben dónde ponerlos, ni qué cosa se puede hacer con los brazos en una sociedad.

A continuación, Larra explora la parodia, la caricatura y lo grotesco para satirizar los malos usos en el banquete. Le obligan a comer y beber a la fuerza en un lugar estrecho donde todos tropiezan. Braulio reprocha a su mujer que la comida no está a punto y ella culpa a las criadas. El trinchador deja caer el capón, el capón tira el vino, el criado corre a la cocina y se choca con la criada que trae otros platos… Además de otros muchos momentos desagradables: hábitos poco higiénicos de los comensales, un niño tirando aceitunas, un gordo que deja todos los huesos al lado del pan... La lectura nos recuerda a una película llena de gags del cine mudo o de los hermanos Marx. 

Los días en que mi amigo no tiene convidados se contenta con una mesa baja, poco más que banqueta de zapatero, porque él y su mujer, como dice, ¿para qué quieren más? Desde la tal mesita, y como se sube el agua del pozo, hace subir la comida hasta la boca, adonde llega goteando después de una larga travesía; porque pensar que estas gentes han de tener una mesa regular, y estar cómodos todos los días del año, es pensar en lo excusado. Ya se concibe, pues, que la instalación de una gran mesa de convite era un acontecimiento en aquella casa; así que se había creído capaz de contener catorce personas que éramos en una mesa donde apenas podrían comer ocho cómodamente. Hubimos de sentarnos de medio lado, como quien va a arrimar el hombro a la comida, y entablaron los codos de los convidados íntimas relaciones entre sí con la más fraternal inteligencia del mundo. Colocáronme por mucha distinción entre un niño de cinco años, encaramado en unas almohadas que era preciso enderezar a cada momento porque las ladeaba la natural turbulencia de mi joven adlátere, y entre uno de esos hombres que ocupan en el mundo el espacio y sitio de tres, cuya corpulencia por todos lados se salía de madre de la única silla en que se hallaba sentado, digámoslo así, como en la punta de una aguja. Desdobláronse silenciosamente las servilletas, nuevas a la verdad, porque tampoco eran muebles en uso para todos los días, y fueron izadas por todos aquellos buenos señores a los ojales de sus fraques como cuerpos intermedios entre las salsas y las solapas.

A todo esto, el niño que a mi izquierda tenía, hacía saltar las aceitunas a un plato de magras con tomate, y una vino a parar a uno de mis ojos, que no volvió a ver claro en todo el día; y el señor gordo de mi derecha había tenido la precaución de ir dejando en el mantel, al lado de mi pan, los huesos de las suyas, y los de las aves que había roído; el convidado de enfrente, que se preciaba de trinchador, se había encargado de hacer la autopsia de un capón, o sea gallo, que esto nunca se supo: fuese por la edad avanzada de la víctima, fuese por los ningunos conocimientos anatómicos del victimario, jamás parecieron las coyunturas. «Este capón no tiene coyunturas», exclamaba el infeliz sudando y forcejeando, más como quien cava que como quien trincha. ¡Cosa más rara! En una de las embestidas resbaló el tenedor sobre el animal como si tuviera escama, y el capón, violentamente despedido, pareció querer tomar su vuelo como en sus tiempos más felices, y se posó en el mantel tranquilamente como pudiera en un palo de un gallinero.

Fígaro termina huyendo del lugar para rodearse de hombres educados que fingen estimarse aunque no se quieran:

Vístome y vuelo a olvidar tan funesto día entre el corto número de gentes que piensan, que viven sujetas al provechoso yugo de una buena educación libre y desembarazada, y que fingen acaso estimarse y respetarse mutuamente para no incomodarse, al paso que las otras hacen ostentación de incomodarse, y se ofenden y se maltratan, queriéndose y estimándose tal vez verdaderamente.


domingo, 27 de abril de 2025

Erasmo de Rotterdam (1530) y Agustín García Calvo (1985), las buenas maneras aplicadas a los niños

El texto De la urbanidad en las maneras de los niños (De civilitate morum puerilium) de Erasmo de Rotterdam, publicado  en 1530 en los Países Bajos y dedicado al Príncipe Enrique de Borgoña, constituye el primer intento de tratamiento sistemático de las buenas maneras aplicadas a la educación de los niños. Enseguida alcanzó un gran éxito, en vida del autor ya había sido traducido al inglés, al francés, al alemán y al checo. Sin embargo, la traducción al castellano no se produjo hasta 1985, con la edición bilingüe latín-español de Agustín García Calvo que incluye un comentario de la socióloga Julia Varela.

La obra de Erasmo está concebida también como una cartilla de buen latín, con los recursos gramaticales y léxicos y los tropos con los que un niño de once años debía estar familiarizado. Dividida en veinte epígrafes, los once primeros se refieren a los usos sociales del cuerpo, es decir, a las necesidades naturales del cuerpo que la civilización obliga a codificar como comer, escupir, estornudar, defecar etc. Sus usos son objeto de una regulación precisa y definida. Se detiene en los ojos, las cejas, la frente, las narices, las mejillas, la boca, los dientes para luego llegar al cabello y más tarde al porte, al andar, al sentarse o estar quedo.

Leyendo el ameno libro que debería leerse en las clases de tutoría, observamos que las costumbres, algunas indecorosas y poco saludables, que nos hacen inciviles no han cambiado a lo largo de estos casi cinco siglos. Hay criterios ideales que marcan la distinción entre bárbaros y civilizados, entre lo que está bien y está mal. Como aparece en la solapa del libro: "Frente a los que sostienen que la educación ha tenido como finalidad primordial el cultivo del espíritu, la saga de obras de urbanidad iniciada por Erasmo muestra más bien que el cuerpo fue y sigue siendo su soporte real, material y simbólico"*.

Sorprende comprobar que Erasmo es mucho más indulgente que las monjas de mi colegio (Ver algunas consideraciones y elucubraciones sobre el adoctrinamiento (y 7), sustituye la represión por la seducción, la orden por el consejo, como se puede ver en sus consideraciones finales:

A quienes les tocó en suerte ser de buena cuna, deshonroso les es no responder a su linaje con sus maneras; aquellos que Fortuna quiso que fuesen plebeyos, de condición humilde y aun campesina, con más empeño aún les toca afanarse en que aquello que la suerte les rehusó lo compensen con la elegancia de sus maneras. Nadie puede para sí elegir padres o patria; pero puede cada cual hacerse su carácter y modales. 

Séame dado añadir a guisa de colofón un preceptillo que a mí me parece casi casi que digno del lugar primero: parte principal es de la urbanidad que, en tanto que tú no cometes falta alguna, fácilmente disculpes las faltas de los otros, y no tengas en menos estima a un compañero por el hecho de que tenga algunas maneras un tanto desaguisadas; pues hay quienes la rudeza de sus maneras la compensan con otras dotes; ni se dan aquí estos preceptos en la idea de que sin ellos nadie pueda ser bueno. Pero si por ignorancia peca tu compañero en algo en todo caso que parezca de cierta importancia, advertírselo a solas y amablemente es de urbanidad.


Aquí puedes leer y descargar la edición bilingüe de Agustín García Calvo.

sábado, 19 de abril de 2025

Lecturas republicanas en época de guerra: Cartilla popular antifascista (y 2)

 En época de guerra, en 1937el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes publicó la Cartilla escolar antifascista caracterizada por su marcado contenido proselitista. Fue una herramienta para erradicar el analfabetismo y promover el ideal republicano entre los jóvenes milicianos. Entre sus redactores figura Fernando Sainz, un célebre Inspector de Enseñanza Primaria y un autor bien acreditado en el mundo pedagógico. La maqueta de la primera edición de la Cartilla, con una tirada de 25.000 ejemplares, fue realizada por el diseñador de origen polaco Mauricio Amster, con fotos de José Val del Omar y José Calandín. La segunda edición, con una tirada de 100.000 ejemplares, incluía además un cuaderno de ejercicios y una cartilla aritmética, también realizados por Amster,

"La obra estaba destinada a combatir el analfabetismo, algo que robusteció la imagen de la República que ni siquiera en momentos tan trágicos le dio la espalda a la cultura popular. Sus ilustraciones están enmarcadas en el ambiente de lucha que vivía el país. Además la República de 1937 ya no era la del Bienio radical-cedista. Las circunstancias se habían radicalizado, y los partidos que gobernaban la república también. La importancia de esta obra reside en que aspira a desarrollar un método simultáneo de lectura y escritura, partiendo de una consideración global del proceso de aprendizaje: Así cada ejercicio comienza con una frase, que luego se analiza y descompone en sus sílabas y letras. Estos elementos se usan después para crear nuevas palabras y frases. Esta técnica se denomina Metodología global o “Analítico-Sintética”, propuesta por el movimiento pedagógico en Europa de la Escuela Nueva desde finales del XIX. No se volverá a utilizar en España hasta los años 70 del XX.
 La Cartilla acaba sus páginas con una frase que dijo Azaña durante un discurso en Valencia, y con una carta del ministro Jesús Hernández, en la que se arengaba a los soldados por haber sabido mantener con una mano la Cartilla y con la otra el fusil"*.

A través de la Cartilla escolar, se enseñaba a los soldados republicanos a leer, a escribir y a contar a partir de eslóganes políticos y bélicos como «Todos los esfuerzos para vencer», «Guerra de independencia nacional», «Luchamos por nuestra cultura», «No seremos nunca esclavos», «Venceremos al fascismo», «La tierra para el que la trabaja», «La Unión soviética nos ayuda» o «Lenin, nuestro gran maestro». Para que aprendieran simples operaciones aritméticas, se utilizaban ejemplos concretos relacionados con el campo de batalla: «Sumando cartucho a cartucho formaremos una caja de cartuchos», «Cada disparo de la ametralladora resta un cartucho al peine», «Dos cañones multiplicados por dos forman una batería», «Una escuadra se divide en cinco hombres» o «Dividamos al enemigo y venceremos».

Fernando Martínez apunta que la Cartilla «representa el epítome de una utopía pedagógica que despega con la II República y naufraga (trágica pero temporalmente) en nuestro país con la victoria militar del franquismo y la dictadura».

 *M.F. Cárcar, La educación durante la segunda república española (1931-1939). Un acercamiento a los libros de texto.


lunes, 14 de abril de 2025

Lecturas republicanas: El niño republicano y Lecturas Ciudadanas (1)

Edición Madrid,1932
 La llegada de la segunda República, en la primavera del 1931, fue para muchos españoles un hito fundacional, el comienzo de una nueva era de libertad y regeneración La República siempre estuvo convencida de que el atraso español y la enorme tasa de analfabetismo (fuentes oficiales indicaban cerca de un 60%) se podía superar con un sistema educativo adecuado que intentara erradicar la presencia social de la iglesia. El establecimiento de la escuela laica (con supresión de la enseñanza de la religión y reconocimiento de la libertad religiosa) encontró una fuerte oposición entre los sectores más reaccionarios y conservadores. Introducir la coeducación (niños y niñas en una misma clase) no resultaría tarea fácil. 

La reforma en la enseñanza primaria tenía básicamente tres objetivos: la mejora de las condiciones de los maestros, la creación de los consejos de protección escolar (constituyéndose como el precedente de la participación de la sociedad en la escuela) y la mejora de los recursos escolares. Los cambios en los libros de texto en la enseñanza primaria son prácticamente inexistentes, y por eso se siguieron utilizando los que persistían en el tratamiento tradicional de la historia de España. En las escuelas laicas leían El niño republicano y Lecturas Ciudadanas, libros que divulgaban las nuevas ideas a la ciudadanía desde un punto de vista histórico de la manera más clara posible. 

 En la escuela republicana, podemos establecer dos fases claramente diferenciadas: época de paz y tiempos de guerra. La primera, centrada en combatir el analfabetismo y preocupada por el definitivo asentamiento de la pluralidad democrática. La segunda, en época de guerra, se podría caracterizar por su marcado contenido proselitista y consignatario. Un ejemplo es La Cartilla escolar antifascista (abril de 1937).

 Joaquín Seró, El niño republicano

El niño republicano fue un libro de lectura para la escuela primaria, una especie de evangelio de la República diseñado para la formación de la conciencia republicana de la infancia siguiendo el tradicional método de preguntas y respuestas. Su autor fue el maestro santanderino Joaquín Seró y se publicó por primera vez en Barcelona en agosto de 1932.
Está organizado en 39 capítulos que ofrecen una serie de lecturas breves para los niños, centradas en la comprensión del significado de la República, sus símbolos, los acontecimientos históricos que la precedieron y algunos de los personajes históricos más representativos del espíritu republicano. Al final de cada lectura se realizan unas preguntas para facilitar su comprensión (Conversación) y una redacción (Práctica). Fue especialmente significativo por lo excepcional y por la divulgación que tuvo.

En las páginas 10 y 11 del libro, leemos:

“(…) No ha habido, no hay, no habrá ni puede haber régimen alguno que sea capaz de substituir a este en el que cada ciudadano, en una sociedad de orden, de trabajo, de mutua inteligencia, goza de libre albedrío para intervenir en la cosa pública con la expresión de su voluntad, que es el voto.
La República es el gobierno del pueblo por el pueblo, el gobierno de todos para todos.
(…) La República es un régimen de dignidad humana. El pueblo republicano tiene para regular su vida las leyes que él mismo se da por medio de sus representantes y las mejora o las substituye a conveniencia para que rindan un beneficio igual para todos (...)
(…) La libertad es el más sabio de los principios que conducen al orden y al respeto, pues tiene un límite natural que nadie discute, esto es: la libertad de un ciudadano termina donde comienza la libertad de otro ciudadano. El límite de la libertad lo fijan las leyes (…)”

Lo puedes leer y descargar aquí:

*Eduardo Haro Tecglen utilizó este mismo título El niño republicano para el libro de sus memorias, publicado  en 1999, en el que mezcla los recuerdos del niño que fue durante la República con otros muchos temas:
"Me gusta utilizar en ordinal la II República, por la esperanza de que pueda haber una III. El sentimiento de lo republicano es el de una aspiración de libertades (no hay libertades: hay aspiración, como sucede con la democracia, la felicidad y otros elementos equívocos de nuestras vidas)".


 Victoriano F. Ascarza, Lecturas Ciudadanas (Educación Cívica)

 Victoriano F. Ascarza en el prólogo de Lecturas Ciudadanas de 1932 escribe Dos palabras al lector:

(…) La libertad es el más sabio de los principios que conducen al orden y al respeto, pues tiene un límite natural que nadie discute, esto es: la libertad de un ciudadano termina donde comienza la libertad de otro ciudadano. El límite de la libertad lo fijan las leyes (…)”

 “(…) Ello aconseja llevar a la escuela y dar a los niños y niñas, desde los primeros años, las nociones fundamentales de la democracia y los preceptos constitucionales, para que vayan encarnando en las costumbres y en el corazón del pueblo”.

Para ello ofrece a los niños ejemplos de ciudadanos ilustres (Francisco Pi y Margall, Emilio Castelar, Nicolás Salmerón, Joaquín Costa, Pablo Iglesias) que ayudaron a conquistar el régimen democrático. lecturas en capítulos breves para que puedan ser objeto de comentarios, de resúmenes escritos y de temas de redacción.

El patriotismo y el talante ciudadano eran dos de los valores sociales más repetidos en estas obras. En las páginas 7 y 8, dentro del apartado Yo soy español, podemos leer: 
“…España tiene un gobierno republicano democrático que hace a todos los españoles iguales ante las leyes (…) En otros tiempos había personas privilegiadas que disfrutaban preferencias especiales, solamente por el hecho de haber nacido de padres que también tenían esas preeminencias (…)” 
En la página 9 y siguientes, dentro del capítulo España, una y varia, se argumenta:
 “(…) A su vez el suelo español, tan quebrado y tan distinto en clima y productos, crea condiciones de vida y aspiraciones muy diferentes, las cuales, en lo posible y sin atentar la unidad nacional deben tenerse en cuenta para la organización social y política española. Los recuerdos históricos, las influencias de raza, y las condiciones del suelo han dado origen a lo que se llama regionalismo, que consiste en la aspiración de varias regiones a gobernarse por sí mismas, en aquello que les es propio y peculiar, pero conservando la unidad nacional.” 

Lo puedes leer o descargar aquí: https://www.centromanes.org/?page_id=6321&print=pdf


Antonio Benaiges, el maestro que prometió el mar 


Todos estos cambios calaron en los textos y en el profesorado, los colectivos docentes se interesaron por los aspectos prácticos de estas ideas. El libro El maestro que prometió el mar (ed. Blume, 2023) es un ejemplo de ello. Gracias a una metodología de enseñanza pionera y revolucionaria para la época, basada en la participación activa de los niños y el uso de la imprenta, el maestro Antoni Benaiges, en 1934 comenzó a transformar la vida de sus alumnos y la del pueblo. A finales de julio de 1936, justo al inicio de la Guerra Civil, lo mataron. Su cuerpo se encuentra aún desaparecido en una fosa común.



lunes, 7 de abril de 2025

Algunas consideraciones y elucubraciones sobre el adoctrinamiento (y 7)

En las entradas anteriores sobre algunos de los manuales escolares más representativos de la escuela española de hace siglo y medio, he intentado reflejar la información que he leído por casualidad y que desconocía porque no he estudiado pedagogía. 
En el censo de los manuales y sus años de edición ocurre lo mismo que con los recortables, hay pocas fuentes disponibles, los títulos tuvieron muchas ediciones y es muy difícil saber cuál fue la primera. Como sabemos los manuales escolares se van deteriorando con el uso y acaban destruyendo, además no se valoran y la mayoría terminan en la basura. Aunque en este caso la autoría está demostrada. 

Debo confesar que jamás leí un libro de urbanidad, aunque en mi colegio de monjas se leían normas de buenas maneras en el comedor y teníamos una cartilla escolar donde nos valoraban el comportamiento a base de quitarnos puntos cuando este no era correcto, la puntuación final aparecía en las notas escolares. La buena educación y las normas eran fundamentales tanto en la casa como en el colegio, también los castigos, aunque, afortunadamente en mi caso, sin violencia física. Todavía recuerdo la vergüenza que pasábamos las niñas cuando nos pillaban comiendo chicle y teníamos que llevarlo pegado en la punta de la nariz todo el día. Una supuesta falta de respeto se pagaba con el ridículo público. Eran otros tiempos y otras costumbres.

A pesar de mi desconocimiento teórico sobre el tema, las variadas lecturas me han permitido llegar a algunas conclusiones:
1) Ha sido un duro camino crear ciudadanos con derechos y deberes en libertad en lugar de súbditos domesticados a base de lecciones morales, utilizando el castigo y el miedo como armas. Pero, a veces, se ha olvidado que unas normas de comportamiento basadas en el respeto a los demás facilitan la convivencia y nos hacen más humanos. Los viejos códigos sociales de comportamiento ciudadano adaptados a la sociedad del siglo XXI, sin distinción de género, deberían ponerse de moda otra vez en los centros de enseñanza de primaria y secundaria porque damos por sentado que nuestros alumnos ya vienen educados de casa y no es así. Vivir en sociedad es una tarea, en ocasiones, complicada porque se están perdiendo muchas muestras de cortesía como dejar salir antes de entrar, caminar por la derecha, saludar, ceder el sitio a los mayores, hablar bajo, no hablar con la boca llena, no tirar basura, cuidar el mobiliario urbano, no pintar lugares públicos y privados, respetar espacios reservados para personas con discapacidad, etc.
2) Los manuales escolares nos sirven en la actualidad para comprender las peculiaridades de determinados periodos históricos, porque permiten examinar las ideologías, los conceptos y valores de los grupos sociales que ostentaban el poder, casi siempre una mezcla de innovaciones modernizadoras y persistencias arcaizantes*.
 3) Durante muchos años la enseñanza
tradicional religiosa cambió muy poco
Modernización en s. XIX de las portadas de La buena Juanita
sus libros moralizantes, como mucho modernizó sus portadas. La renovación pedagógica empezó en la primera República (1873) y siguió en la Institución Libre de Enseñanza (1876) con la intención de impartir una enseñanza no confesional, basada en las nuevas corrientes de la pedagogía, en la libertad de ciencia, la tolerancia y el contacto con Europa. La segunda República continuó con las reformas progresistas encaminadas al fomento de la alfabetización y permitió que la mujer fuera una ciudadana de pleno derecho y no solo ama de casa, pero el franquismo la devolvió al hogar. Los libros de texto fueron un instrumento para moldear y encauzar a los niños y niñas en los ideales del momento: el nacionalcatolicismo. Las Enciclopedias Álvarez se impusieron como texto escolar de referencia en nuestra infancia. De modo que el sistema educativo que había sentado sus bases en 1857 llegó hasta 1970 con escasas modificaciones:
1. Educación religiosa en todos los centros y marcado contenido moral de todo el saber. El amor a la Patria debía impregnar cualquier hecho educativo.
 2. Prohibición de la coeducación. El sacrificio y la disciplina se considerarán el motor del éxito.
 3. Valor fundamental de la familia como eje vertebrador de la vida española. La mujer, garante del bienestar familiar al servicio del marido y los hijos.

Edición de 1942
He intentado en las entradas Juanito y La buena Juanita evitar los comentarios irónicos que me surgían mientras intentaba informar objetivamente del contenido y del contexto de los libros reseñados. No recomiendo su lectura completa porque el lenguaje decimonónico a veces se hace insufrible, pero sí hojearlos para valorar lo que hemos cambiado en la actualidad gracias al feminismo. He acabado harta de tanta bondad y sumisión, empachada de tópicos, de moralejas y de diminutivos, de virtudes varoniles y de metáforas frutales aplicadas a las mujeres. Menos mal que llegó Diana y nos hizo vislumbrar la mujer del futuro.

Lo que si tengo claro claro es que estos manuales de lectura auspiciados por la iglesia católica no enseñan, adoctrinan, justo lo que ahora los centros concertados religiosos critican a las nuevas políticas educativas de la sociedad democrática. La caridad no puede remediar las injusticias sociales. Segregar no es lo mismo que convivir. Discriminar es lo contrario que integrar. Las buenas costumbres no tienen nada que ver con la mojigatería y el puritanismo. Respetar el orden social no significa que tengamos que ser sumisos. La visión idílica de la infancia es tan contraproducente como una visión tremendista. La libertad no tiene nada que ver con la mala educación. Y la felicidad no va unida, desgraciadamente, a la bondad. 

Alejandro Tiana Ferrer, El libro escolar, reflejo de intenciones políticas e influencias pedagógicas

Algunas elucubraciones malvadas sobre las lecturas

La boda cortés de Juanito con Juanita. 

En consecuencia con lo que he leído, me atrevo a hacer un resumen final: el buen niño Juanito se casó con la horma de su zapato, la buena Juanita, y formaron un matrimonio burgués de provincias, aburrido, sano y santo como lo manda la Santa Madre Iglesia. Comieron perdices en el florido pensil de su hogar y perpetuaron a través de sus hijos el sistema social dominante. Finalmente, sus nietos asfixiados por tanta represión buscaron la libertad como caballos desbocados.

Jaimito frente a Juanito

En algunos pasajes de Juanito me acordé por paronomasia del temible y travieso Jaimito de los chistes de mi infancia, caracterizado por su descaro y malicia que fastidiaba con sus preguntas a su profesora y perturbaba el orden con sus travesuras. Jaimito es el contrario, el antagonista de Juanito. Estoy convencida que su creador lo escribió en venganza por haberse visto obligado a leerse el libro de pequeño, por eso la mayoría de sus chistes son verdes y zafios, pero graciosos y comprensibles para un público amplio. El nombre Jaimito proviene o coincide con el del cómico del cine mudo norteamericano 
Larry  Semon, que se llamó en España primero Tomasín y en las reposiciones a partir de 1941 Jaimito. Su popularidad entre nosotros fue tan grande que protagonizó todos los chistes de una época. “¿Sabes ése de Jaimito que va y…?”, era una de las frases seguras que surgían en cualquier reunión.
El nombre de Jaimito coincide también con el de una revista de historietas infantiles publicada entre entre 1945 y 1985 por una editorial de Valencia. Antes, en España, los tres sobrinos traviesos del pato Donald en las historietas producidas por Disney se llamaron Juanito, Jaimito y Jorgito.

Las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes

 
Las chicas buenas, la sumisas y modosas Juanitas del siglo XIX, no cuestionaban lo que les enseñaban los viejos manuales, solo tenían deberes, las habían controlado y separado. La Diana del libro de los años treinta fue el modelo que anticipó el futuro, una chica que aprendió a comprometerse con la realidad y a buscar su propio camino. Las primeras chicas malas buscaban cambiar las normas, no se sometieron, se hicieron autónomas a través de la educación, no se quedaron en casa y ejercieron sus derechos como ciudadanas. Fueron el germen de la famosa frase "las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes", siendo abanderadas de la libertad sexual, la igualdad laboral y política. A la frase se le atribuyen diversas paternidades: la actriz Mae West, un eslogan de mayo del 68, el dibujante Quino, o a la psicóloga alemana Ute Ehrhardt. Todos contribuyeron en el siglo XX a que el ángel del hogar moviese sus alas y abandonase su jaula para reconquistar su libertad. También me vino a la mente la frase complementaria : "Cuando soy buena, soy buenísima. Cuando soy mala, soy mucho mejor".

domingo, 30 de marzo de 2025

La familia Cortés de Luis Carandell: Manual de vieja urbanidad (6)

Manuel de Blas, coleccionista y experto en el tema, ha elaborado una lista de los principales libros de Urbanidad y entre ellos destaca la novela de Luis Carandell La familia Cortés: manual de la vieja urbanidad (Aguilar, 2000) que es todo un ejemplo de instruir deleitandoEl periodista no desaprovechó la oportunidad que le dieron sus editores de publicar un libro lleno de humor sobre la vieja urbanidad.

 De lo que se trata, nos dice Carandell, no es de contar la historia de esta familia burguesa sino de imaginar como seria su vida si cumpliera a rajatabla con las recomendaciones de los Manuales de Urbanidad, es decir de las recomendaciones de los autores citados en la selecta bibliografía del libro “del barón de Andilla, del Rvdo. Codina, de doña Pilar Pascual de San Juan, de don Ezequiel Solana o, en fin, de los muchos autores españoles y extranjeros que cultivaron la delicada ciencia, el arte primoroso de la Urbanidad”. Por sus páginas discurren los avatares de la familia Cortés desde el despertar, la familia se levanta antes de que salga el sol, hasta el ocaso. Ya por la mañana aparecen los padres correctamente vestidos y los niños aseados. Todos se disponen a tomar el desayuno en el comedor. Los hijos besan la mano del padre “¿Ha dormido usted bien papa? ¿Tiene usted algo que mandarnos? Y cada uno se dispone a sus quehaceres. El libro, más que para contarlo, es para leerlo y disfrutarlo, las más veces con la sonrisa en los labios.) y en la que agudamente, haciendo gala del ingenio que le caracterizaba, el autor imagina a una familia de la clase media acomodada que viviera en cualquier ciudad española entre, más o menos, 1870 y 1920.

—La Urbanidad, querido Nicolás, es el arte de agradar, de tratar a todos con la debida consideración y en conformidad con las buenas costumbres del país en el que vivimos. Cuando seas mayor y estudies latín, aprenderás que la palabra viene de urbs, que quiere decir «ciudad» y se refiere a Roma, la capital del mundo en la Antigüedad. Decía Cicerón, el gran orador, que aquellas obligaciones que contribuyen a la conservación de la sociedad y unión de los hombres, se deben anteponer a las que provienen del conocimiento y la sabiduría. ¿Comprendes?*

Leer o descargar el libro aquí 

*http://manuelblascuatro.blogspot.com/2021/12/la-familia-cortes-manual-de-vieja.htm.