jueves, 21 de marzo de 2019

Otros retratos colectivos de Esquivel


En 1846, Esquivel pintó también Ventura de la Vega leyendo en el Teatro del Príncipe que dejó inacabado y que podemos admirar en el Museo del Romanticismo. En él realiza otro retrato de grupo, esta vez ambientado en el madrileño Teatro del Príncipe, una de las instituciones más emblemáticas de la época cuya trayectoria como corral de comedias se remontaba al siglo XVI, en el que quedan reflejados algunos de los actores más célebres del momento, como Julián Romea, Teodora Lamadrid o Carlos Latorre. La arquitectura interior aparece descrita con detalle, con la distribución de la platea y los espacios en torno al palco real, oculto tras la cortina y los dos palcos laterales reservados para las autoridades. La reunión tiene lugar en el propio escenario del teatro, en cuyos laterales vemos las tramoyas de los distintos decorados y las figuras que se distribuyen ordenadamente en tres filas alrededor de Ventura de la Vega, que lee unas cuartillas a todos los actores que, en la mayoría de los casos, aparecen distraídos o ajenos al acontecimiento trascendental que les reunía: la lectura del proyecto de creación de un Teatro Nacional con compañía propia. Aunque para otros autores, Ventura de la Vega estaría leyendo su célebre obra Un hombre de mundo, estrenada sobre esas mismas tablas el 2 de octubre de 1845.
Como retrato colectivo de los principales actores del Madrid isabelino, se pueden identificar a los siguientes personajes: Fernando Osorio Romero (1831-1862), Antonio Guzmán (1786-1857), Juan Lombía (1806-1851), Vicente Caltañazor (1814-1895), Joaquín Lledó, Teresa Baus, Javiera Espejo (doc. 1852-1868), José Valero Villavicencio (1808-1891), Carlos Latorre (1799-1851), Florencio Romea Yanguas (doc. 1840-1862), Josefa Valero (1820-1850), Manuel Osorio Romero (1827-1890), Jerónima Llorente (1815-1848), Joaquín Arjona (1817-1875), Cristina Osorio Romero (1835-1920), ¿Rosa Tenorio? (doc. 1872), Cándida Dardalla (1841-1903), Pepita Hijosa (doc. 1857-1899), Bárbara Lamadrid (1812-1893), Ántera Baus (1787-doc. hasta 1834), Teodora Lamadrid (1820-1896), Julián Romea Yanguas (1818-1868), Matilde Díez (1818-1883), Ventura de la Vega (1807-1865).

Para terminar mencionar el boceto que se encuentra también en el Museo del Romanticismo, titulado Reunión Literaria. Reparto de premios en el Liceo, que guarda similitudes estilísticas con los otros dos citados. Algunos investigadores han querido ver en este retrato colectivo a las figuras de la reina Isabel II y al célebre actor Julián Romea.
En los tres lienzos citados, presenta a los grupos en disposición circular o elíptica y los integra en la arquitectura, siendo esta parte importante de la composición. El pintor sevillano lleva a cabo una minuciosa descripción de cada uno de los personajes representados, encontrando entre las figuras multitud de posturas, actitudes e indumentarias: unos están de pie, otros están sentados, algunos entablan conversaciones animadas con las damas. 

miércoles, 20 de marzo de 2019

Reconociendo a Los poetas contemporáneos de Antonio Esquivel

El cuadro Los poetas contemporáneos. Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor aparecía en el manual de Literatura Española Contemporánea de Preuniversitario de Lázaro Carreter y Correa Calderón (1966) con el que yo estudié. La foto pequeña, borrosa y en blanco y negro, hacía imposible saber quién era quién en esa galería de escritores románticos. Casualmente, por Instagram, Un cuadro del Museo al día, he descubierto que el lienzo pintado en 1846 por el sevillano Antonio Esquivel se encuentra en el Museo del Prado desde 1971. La escena se enmarca en el estudio del pintor, un salón iluminado por un gran ventanal lateral, junto al que se sitúa en un pedestal el busto de la reina Isabel II, en el reúne de forma ficticia a los literatos, pintores, músicos e historiadores más relevantes de su tiempo, pertenecientes en su mayoría al Liceo Artístico y Literario de Madrid (1831-1851) que no contó con la presencia de ninguna mujer. Las paredes aparecen cubiertas con lienzos del propio autor y otras obras de su colección privada, entre ellas destaca una Venus púdica cuya zona púbica está cubierta por una tela transparente. La composición está centrada por las dos figuras centrales: el dramaturgo José Zorrilla que lee unas cuartillas y el propio pintor que se autorretrata ante el caballete. En total, cuarenta y un personajes retratados, más dos cuadros: el duque de Rivas a la izquierda que no se encontraba en Madrid en esos momentos, y el de Espronceda a la derecha, como homenaje póstumo. Sin que haya sabido la razón, faltan llamativamente dos literatos ilustres de la época: Antonio García Gutiérrez y Mariano José de Larra, en cuyo entierro se dio a conocer Zorrilla con una elegía (1837).



Los nueve personajes sentados son, de izquierda a derecha, Juan Nicasio Gallego, Antonio Gil y Zárate, Bretón de los Herreros, Antonio Ros de Olano, Francisco Javier de Burgos, Francisco Martínez de la Rosa, Ramón de Mesonero Romanos, el duque de Frías y Agustín Durán.
También de izquierda a derecha, parados en pie, posan: Ferrer del Río, Hartzenbusch, Rodríguez Rubí, Gil y Baus, Rosell, Flores,  González Elipe, Escosura, el conde de Toreno, Pacheco, Roca de Togores, Pezuela, Tejado, Amador de los Ríos, Carlos Doncel, el mencionado José Zorrilla leyendo, Güell y Renté, Fernández de la Vega, Ventura de la Vega, Luis de Olona, el propio pintor, el actor Julián Romea, Manuel José Quintana, José María Díaz, Campoamor, Manuel Cañete, Pedro de Madrazo y Kuntz, Fernández Guerra, Cándido Nocedal, Romero Larrañaga, Asquerino y Manuel Juan Diana.


El retrato colectivo, inusual en la época por su carácter gremial, nos permite apreciar un catálogo muy completo de la moda masculina de mediados del siglo XIX: trajes oscuros compuestos por frac, pantalones y chaleco generalmente de color claro. También, la importancia del cuidado del cabello y de la barba. Destacan lacias o rizadas melenas brillantes de pomada y  la mayoría porta barba, bigote y grandes patillas, pocos aparecen totalmente rasurados. Esa uniformidad en el vestir había servido para unificar a la burguesía y a la nobleza para distinguirla de las clases populares. Cuerpo de dandy y cabeza de artista, así podemos resumir los cánones de su indumentaria.

No me extraña que, en el vídeo que incluyo en esta entrada, se relacione estéticamente a estos hombres atildados con los modernos de ahora tan preocupados por su aspecto externo. Si los románticos compartían un espacio físico común (tertulias, sociedades, cafés) para relacionarse, los de ahora lo hacen a través de las redes sociales.


Para finalizar, una anécdota curiosa. Se dice que el retratista Antonio María Esquivel, aquejado de una profunda ceguera, intentó en noviembre de 1839 por dos veces seguidas poner fin a su vida románticamente, arrojándose al río Guadalquivir. Fue rescatado a tiempo y con posterioridad se recuperó gracias a una exitosa intervención quirúrgica en Francia que sufragaron sus compañeros del Liceo. No me imagino pesadilla mayor para un pintor que no poder ver.

Con motivo de la celebración de los doscientos años del nacimiento del poeta y dramaturgo José Zorrilla (2017), el Museo del Romanticismo sorprendió a sus visitantes con distintos dioramas formados por Clics de Playmobil, los famosos muñequitos de plástico. Uno de ellos era precisamente  Los poetas contemporáneos.


lunes, 18 de marzo de 2019

Ligera de equipaje

Cuando llegue el día del último viaje, 
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, 
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
                                  Retrato, Antonio Machado 

Hace dos días desapareció la foto monigote de mi perfil del blog, supongo que como un daño colateral de Google+ que ha cerrado y que tantos quebraderos de cabeza me ha dado. Así que le voy a facilitar la tarea eliminando otras fotos que se han quedado obsoletas, porque mi blog, que ha cumplido más de ocho años, se ha ido desmarcando de la ruta original que era acompañar a mis alumnos en el viaje de la vida con el equipaje de la experiencia de los libros y la literatura. Ahora solo es un cuaderno de bitácora, como el que obligaba a escribir a mis adolescentes por lo menos una vez a la semana. Y es que el peso de tanta maleta me está pasando factura, quiero transitar ligera de equipaje.

domingo, 10 de marzo de 2019

De Chagall a Malévich: el arte en revolución


A principios del siglo XX Rusia se consolidó como uno de los centros de la vanguardia artística mundial del que surgieron algunas de las propuestas más radicales y revolucionarias del arte y el diseño modernos. Muchos artistas del país viajaron a Francia y Alemania, donde entraron en contacto con los movimientos culturales más avanzados. Estos artistas anunciaron y acompañaron al proceso revolucionario que desembocó en la Revolución de Octubre, hasta los años treinta, momento crítico en que ven reducida su capacidad de acción ante la evolución del régimen a un estado totalitario. La muestra de la Fundación Mapfre tiene como figuras de referencia a Marc Chagall y Kazimir Malévich, que representan dos polos opuestos en las innovaciones de la vanguardia pictórica: el caso de Chagall, más poético y narrativo, abre el camino al surrealismo; el de Malévich, más radical y tendente a la abstracción geométrica. Entre ambos se despliega la obra de otros veintisiete artistas, entre ellos, Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, Vassily Kandinsky o Alexandr Ródchenko.
La mujer leía esto en el programa de la exposición, mientras pensaba que hubiese sido mejor dejarse llevar por el placer de observar unas obras tan originalmente bellas y dejarse de tanta información previa. En casa ya buscaría el verdadero significado de la jerga artística: constructivismo, suprematismo, cubofuturismo, neopositivismo, rayonismo.
El cuadro de Chagall El paseo (1917) la tenía hipnotizada, por ser un canto a la alegría y al enamoramiento a los que hay que agarrarse porque son efímeros. La pintura, nada realista, muestra a una pareja paseando por el campo en un día luminoso: el pintor y su esposa Vera. Ligeramente a la izquierda está la figura masculina que parece empequeñecida al lado de la mujer que, como una cometa, vuela a la derecha con un vestido violeta, cogida a la mano de su amado que sostiene con la otra mano un pájaro. Los dos van elegantemente vestidos, con una vestimenta no apropiada para un picnic. De fondo Vitebsk, la ciudad natal del pintor, con casas cubistas de madera tapizadas con el mismo verde que el campo y un templo en rosa. En la parte inferior izquierda aparece un bodegón sobre el rojo brillante de la tela del mantel. Contraste de colores sutiles, de figuras esbeltas, de libertad, de realidad y deseo, que reflejan un mundo onírico.
De Malévich la sorprendió el cuadro Deportistas (1930) por su aparente simplicidad, en él aparecen cuatro figuras masculinas idénticas, realizadas con formas geométricas, sobre las que combinan los colores primarios aleatoriamente a modo de vestimenta deportiva. Todas en la misma postura rígida del cuerpo, no presentan ningún rasgo de un rostro que los individualice. Parecen atrapados en una habitación. Pese al título, no hay nada que los identifique como deportistas, porque también podrían ser maniquíes vestidos con uniformes militares o disfrazados de arlequines. En el cuadro no hay emoción, solo geometría y uniformidad, arte abstracto puro. La postura de sus manos en forma de gancho le recordaba a las figuras  de Playmobil. Al llegar a casa leyó que el artista, poco antes de iniciarlo, había pasado por prisión por sus desacuerdos y críticas a la política cultural de Stalin, que apostaba fuerte por el realismo socialista y la supremacía del deporte. Los autorretratos de los dos pintores explican sin palabras la forma de entender cada uno de ellos el arte de la pintura.

sábado, 9 de marzo de 2019

Semblanza de la poeta Delmira Agustini, víctima de un feminicidio (1914)


El poeta Manuel Martínez Forega, amigo de Ángel Guinda, está subiendo a facebook la conferencia que pronunció en la Universidad de Zaragoza en 2008 (Cátedra "José Martí"); en la Bibliothèque de l'Abbé en Brantôme (francia, 2010); y en el centro "Joaquín Roncal" (2012). En ella analiza una serie de figuras femeninas representativas de la literatura universal. 
Incluyo aquí, por su interés, la primera entrega, la semblanza sobre Delmira Agustini, escritora uruguaya desconocida para el gran público, que fue víctima de un feminicidio.
1. DELMIRA AGUSTINI
Tan contingente es el ejercicio de escribir un poema, que citaré a una poeta que resume dos hechos sustanciales: la afinidad poética de su carácter y la afinidad contemporánea de su destino vital.
Rubén Darío equiparó a Delmira con Teresa de Ávila, advirtiendo en ella la convicción, como en la abulense, de estar expresándose como mujer. Delmira Agustini fue una moderna Safo que murió asesinada a los veintisiete años. Poeta precoz en ese tiempo (escribía desde que era niña), compuso tres libros de poemas (otros tres aparecerían póstumamente). Pero querría destacar uno de su libro "Cálices vacíos", donde vierte un sensualismo iconoclasta considerando que es una mujer nacida en 1886, cuando el erotismo era un asunto clandestino y que, en su versión literaria, tenía, en todo caso, sólo cabida en la experiencia masculina. Delmira fue admirada por sus contemporáneos, pero con qué escasa fortuna ha calado en España esta poeta uruguaya de verso límpido, elegante y, además de modernista, extraordinariamente moderno que se adelantó a las corrientes vanguardistas de los años veinte. Ya no la sensualidad que se aprecia en Safo, sino que su lenguaje aderezado de desinhibida lubricidad confieren a Delmira Agustini la paridad total con la expresión poética reservada a los hombres hasta no hace mucho. Delmira es el antecedente formal de cuantas poetas hoy en el contexto hispanoamericano han abrazado su erotismo como un valor destacado y, por lo tanto, legítimamente expresable tanto desde el sensual y gozoso intimismo como desde su perfil biológico inexcusablemente femenino. A este respecto, podríamos citar, por ejemplo, a Cecilia Vicuña, a Gioconda Belli, a Idea Vilariño o a María Auxiliadora Álvarez. Pero leamos el soneto de Agustini:
Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...
pido a tus manos todopoderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo desmayado en rosas!
La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra estirpe sublimemente loca!
Es el último terceto el que designa con evidencia constatable un argumento en su fondo social y literariamente revolucionario. La poeta no se conforma con expresar un deseo cierto de la carne sobrecogida de amor, sino que está proclamando un cambio de actitud que dé paso a una nueva progenie capaz de equipararse al hombre en la comunicación de sus emociones y anhelos tanto como en la aceptación natural de esos valores.

viernes, 8 de marzo de 2019

Iñaki Gabilondo: Yo también soy " feminazi"



¡Ole y Ole!

miércoles, 6 de marzo de 2019

Exposición: Nasca, Buscando huellas en el desierto



En el viaje que tengo programado a Perú para esta primavera no se incluyen las líneas de Nasca (o Nazca), situadas en su costa meridional -en la cuenca del Río Grande-  y realizadas entre el 200 a.C. y el 650 d.C.; pero, gracias a la exposición de la Fundación Telefónica, he podido acceder a esta enigmática cultura a través de audiovisuales, paneles, planos geológicos y dioramas. Sin necesidad de madrugones, de cuatro horas en autobús, de los avatares y mareos que puede producir un vuelo en avioneta, he observado con total nitidez sus geoglifos, marcas en la tierra, a través de las cuales los antiguos habitantes de Nasca transformaron un terreno pedregoso en un espacio ritual definido por miles de líneas y figuras que representan imágenes gigantescas de animales, seres humanos y diseños geométricos. Además de muestras la cerámica, tejidos y objetos de metal de esta cultura que empezó a estudiarse a principios del siglo XX y que, paradójicamente, no dejó ningún documento escrito. 

El mono
Durante años las piedras que estaban en la superficie se oxidaron y crearon el llamado “pavimento del desierto” que podía observarse desde las montañas cercanas. Para crear el geoglifo simplemente había que retirar manualmente las piedras oxidadas dejando al descubierto el suelo claro que hay debajo. Las líneas y sus formas están realizadas con una perfección inusitada a pesar de que algunas de ellas pueden ocupar varios kilómetros de largo y todas ellas se extienden sobre más de 500 kilómetros cuadrados. El ancho de las líneas trazadas en el suelo oscila entre los 40 y los 210 centímetros. Debido a que el clima es muy cálido y una de las zonas más secas del planeta, han impedido que estas líneas se borren porque el aire caliente obliga al viento a cambiar de dirección. 
Lejos de las teorías pseudocientíficas que nos indican que pudieron llevarlas a cabo extraterrestres o que los nasca utilizaron cometas para sobrevolar sus dibujos, los expertos nos dicen que se pudieron realizar con cuerdas, estacas, y miras verticales hechas colocando unas piedras encima de otras. En la actualidad se piensa que las líneas, sobre las que peregrinaban,  estaban relacionadas con el agua, tan importante para sobrevivir en el desierto, para marcar su ubicación y/o dar las gracias a las divinidades.

El único inconveniente de la exposición es la iluminación de la sala. Falta luz, muchos focos están apagados o mal dirigidos. Algunos de los objetos, sobre todo las telas, no se pueden apreciar porque están en penumbra.