La literatura, esa es su grandeza, te acerca a la vida, a
historias y a personajes que no tienen nada que ver con tu experiencia
cotidiana y que solo conoces de oídas o por los periódicos. He leído este
último mes dos libros sobrecogedores que tienen como tema principal la
pederastia. El primero, la novela
Tan
poca vida de la escritora Hanya Yanagihara
y el segundo,
Instrumental,
el impactante libro de memorias del músico James Rhodes. Los dos se centran en
las víctimas de tan horrenda lacra, en
dos niños solitarios y sensibles que se convierten en presa de degenerados que
les destrozan la vida y el cuerpo, creándose un vínculo extraño entre el abusado
y el maltratador que les hace ser doblemente víctimas, tanto de los abusadores
como de sí mismos. Y algunos de esos niños que no saben cómo defenderse ante el horror,
rodeados de miedo y de silencio, acaban comportándose igual que sus
maltratadores. No solo les destrozan la infancia contaminándoles sino también
su futuro, serán incapaces de mantener relaciones amorosas mínimamente
equilibradas. Para enmascarar su culpa se ofrecen a otros hombres, abusan del alcohol y las
drogas o se autolesionan con cuchillas de afeitar. Buscan en el dolor el placer
que se les ha negado de otra manera. En su biografía son comunes las curas de
desintoxicación, los psiquiátricos y los hospitales, tras fallidos intentos de
suicidio. La imagen de la portada de
Tan
poca vida es ilustradora, nos muestra a un joven atractivo que exhibe lo
que parece ser una mueca de dolor y que en realidad pertenece a una serie del
fotógrafo Peter Hujar sobre el amor y la lujuria y se llama 'Orgasmic Man'.
Supongo que falta un libro que nos explique la degradada psicología del pederasta
que pasó de victima a verdugo sin salir del colegio o de la iglesia donde
creció.
Tan poca vida
gira sobre la amistad masculina, el maltrato y la homosexualidad. Los
protagonistas son cuatro amigos treintañeros de Nueva York, excompañeros de
piso universitario que pasarán de tener
un escaso éxito laboral a triunfar en
sus profesiones: JB, un artista negro gay, Malcolm, arquitecto mestizo y niño
de papá, Willem, un apuesto actor del Medio Oeste y Jude, un brillante y
atormentado abogado. Pero el verdadero protagonista es Jude, víctima de
espeluznantes abusos sexuales descritos con inusitada crudeza. La novela es
desigual, algo maniquea (todos los personajes de la infancia del protagonista
son demonios y los de su juventud, ángeles) y le sobran muchísimas páginas.
James Rhodes nos cuenta su trepidante historia en
Instrumental, mezcla de
exhibicionismo autocomplaciente, autoterapia y manual de ayuda, desde el
principio cuando fue violado por su profesor de gimnasia: “Si
comparásemos
la vida con correr un maratón, los abusos sexuales en la infancia tendrían el
efecto de quitarte una de las piernas y cargarte con una mochila llena de
ladrillos en la línea de salida".
El pianista se salvó de sus demonios gracias a la música clásica y a los
músicos que utilizaban la creación musical para huir de la locura: “Me violaron
a los seis años, me internaron en un psiquiátrico. Fui drogadicto y alcohólico.
Me intenté suicidar cinco veces. Perdí la custodia de mi hijo (…) Pero no voy a
hablar de eso. Voy a hablar de música. Porque Bach me salvó la vida. Y yo amo
la vida.” Es inolvidable la frase del comienzo:
"La música clásica me la pone dura”. Aconsejo leerlo mientras se oyen las
sinfonías y sonatas que recomienda en un link en las primeras páginas de su
libro.