
Tan poca vida
gira sobre la amistad masculina, el maltrato y la homosexualidad. Los
protagonistas son cuatro amigos treintañeros de Nueva York, excompañeros de
piso universitario que pasarán de tener
un escaso éxito laboral a triunfar en
sus profesiones: JB, un artista negro gay, Malcolm, arquitecto mestizo y niño
de papá, Willem, un apuesto actor del Medio Oeste y Jude, un brillante y
atormentado abogado. Pero el verdadero protagonista es Jude, víctima de
espeluznantes abusos sexuales descritos con inusitada crudeza. La novela es
desigual, algo maniquea (todos los personajes de la infancia del protagonista
son demonios y los de su juventud, ángeles) y le sobran muchísimas páginas.
James Rhodes nos cuenta su trepidante historia en Instrumental, mezcla de
exhibicionismo autocomplaciente, autoterapia y manual de ayuda, desde el
principio cuando fue violado por su profesor de gimnasia: “Si comparásemos
la vida con correr un maratón, los abusos sexuales en la infancia tendrían el
efecto de quitarte una de las piernas y cargarte con una mochila llena de
ladrillos en la línea de salida".
El pianista se salvó de sus demonios gracias a la música clásica y a los
músicos que utilizaban la creación musical para huir de la locura: “Me violaron
a los seis años, me internaron en un psiquiátrico. Fui drogadicto y alcohólico.
Me intenté suicidar cinco veces. Perdí la custodia de mi hijo (…) Pero no voy a
hablar de eso. Voy a hablar de música. Porque Bach me salvó la vida. Y yo amo
la vida.” Es inolvidable la frase del comienzo: "La música clásica me la pone dura”. Aconsejo leerlo mientras se oyen las
sinfonías y sonatas que recomienda en un link en las primeras páginas de su
libro.








La mayoría
son cultismos que proceden del participio pasivo latino llamado "de
obligación", formado con la terminación -ndus -a -um: servandus 'el que ha
de ser salvado', amanda 'la que debe ser amada', dicendum (neutro) 'lo que ha
de ser dicho', que a menudo se pueden traducir en forma refleja 'lo que se ha
de decir' o directamente activa 'lo que hay que decir', 'el / al que hay que
salvar', etc.; a veces se usa el giro 'digno de': amandus 'digno de ser amado',
o incluso un adjetivo en -ble: 'amable', etc. Estos participios latinos entran en la llamada
"conjugación perifrástica pasiva", con el verbo sum: patria servanda
est 'la patria ha de ser salvada', 'hay que salvar a la patria'; “la virtud ha
de ser cultivada por mí” (en activa “tengo que cultivar la virtud”); otros
ejemplos famosos son la frase atribuida a Catón el Viejo "Delenda est
Carthago" ('C. ha de ser destruida'), y el célebre artículo de Ortega en el periódico El Sol "Delenda est Monarchia", que ha
llevado a usos como "algo delendo".
