He recibido últimamente algunas llamadas de El País,
ofreciéndome diversas fórmulas para abonarme a él. Les he contestado con mucho
respeto que, desde hace año y medio, no lo compro porque no me gusta la línea
editorial del mismo, contradictoria y cada vez más aduladora con el partido del poder vigente. Leer
un editorial actual me hace cerrar el periódico de golpe y me pone de mal humor,
a pesar de que soy asidua lectora desde su fundación hace casi cuarenta años. El nuevo director ha traído cambios para
peor. Primero fue la huida de Maruja Torres; después la salida de otros
periodistas menos conocidos y, por
último, el cese fulminante de Miguel Ángel Aguilar por decir la verdad de lo
que pasa con el grupo Prisa. No cuesta dejar la lealtad a un periódico, cundo
el mismo no la tiene ni con el público ni con sus periodistas fundadores.
Prefiero leer periódicos digitales, donde encuentro artículos de opinión que
comparto y una información menos sesgada.
Franco (personaje que representa al director de El Mundo en
la novela
Los corruptores, de Jorge Zepeda) expresa muy bien esta
reconversión de la mayoría de los periódicos de papel: "El periódico
perfecto debía ser de izquierda en materia social, de centro en asuntos
políticos y de derecha en temas de economía".