Revisando papeles, me
he encontrado con un texto de hace unos años que escribí para desahogarme, como casi todos. Ahora que
estoy fuera del sistema educativo, me doy cuenta, como nunca, que los profesores
son los quijotes de nuestro tiempo: solitarios, infravalorados y luchando
siempre contra lo imposible.
"Y ahora estaba esa clase insolente, veintisiete chavales de catorce años exaltados, indiferentes a la gramática, a la historia de los hombres, a la poesía italiana: versos que a ellos no les decían nada, tan solo eran sonidos, como tantos otros en la estridente cacofonía del mundo".
Un día perfecto, Melania G. Gamuzzo
En el instituto algunos días hay enfrentamientos entre profesores y alumnos. Es normal, forma parte del aprendizaje, del crecimiento como personas. Si son aislados, no tienen importancia. Unas veces se extralimitan los alumnos, son adolescentes, qué le vamos a hacer; y otras veces los profesores perdemos los papeles, porque esta profesión puede ser la más bonita del mundo y a la vez la más dura. Todo se soluciona hablando y se queda en mera anécdota. Si estos enfrentamientos se repiten y siempre los protagonizan las mismas personas estamos ante un problema grave.
Soy tutora de un curso problemático, un cuarto de la ESO
donde han ido a parar todos los repetidores y los alumnos que han pasado por
imperativo legal, o dicho con otras palabras, los alumnos que llevan sin dar un
palo al agua desde que entraron en el instituto y que no se caracterizan
precisamente por su buen comportamiento. La mayoría tiene 14 asignaturas que
aprobar; este curso, si no lo consiguen, se irán sin titular después de seis años.
Junto a ellos hay alumnos que quieren estudiar bachillerato, pero que
contagiados por los primeros no están rindiendo lo que se esperaba. En las dos
evaluaciones que llevamos solo uno ha aprobado todas las asignaturas. Algunos
rechazaron ir a un PCPI o a diversificación “porque eso es para tontos”. Un alumno cubano, recién llegado de su país,
que apenas sabe leer y escribir no quiso
ir a diversificación de 3º porque según él (y su padre) su nivel era superior,
ni que decir que solo ha aprobado una. Se les han dado mil consejos
orientadores y todos los han rechazado. Los padres son conscientes de lo que
pasa, pero no quieren ver la realidad, no saben qué hacer con sus hijos y echan
balones fuera. Resumiendo: todos los alumnos se creen muy listos y la culpa de
todo la tienen los profesores.
Ha sido un error que el equipo directivo los pusiera en la
misma aula. Ante una clase así, enseñar es casi imposible: no atienden, hablan
constantemente, si les mandas que hagan los ejercicios en clase, no los hacen; si se lo pides para el
día siguiente, no lo traen hecho. No llevan los estudios al día, cuando hay un
examen aprovechan las clases anteriores para estudiar. O están dormidos o dando
la lata. Son infantiles y maleducados, no consienten que se les llame la
atención, se rebelan continuamente, defienden lo indefendible, son mentirosos,
impredecibles, y llegan a acusarse los unos a los otros. Están prohibidos los
móviles, pero los utilizan en clase; llegan tarde porque les da la gana y no lo
justifican, no sienten ninguna empatía por nadie. Impasible al desaliento lo he
intentado todo por ellos, les he dado mil y una oportunidades, he razonado con
ellos todo lo que he podido. Les hago exámenes cada dos temas, les digo antes
lo que va a entrar, pero ni por esas. Como tutora solo me falta llevarlos de la
mano a los exámenes de recuperación de las asignaturas de los cursos anteriores.
En compensación, casi todos los días tengo
muestras de comportamientos inaceptables. Cuando se los afeo, me tachan
de intransigente y absurda. Encima me toca animar y reconfortar a las madres
que desfilan desesperadas una vez a la semana.
En una actividad extraescolar, un grupo se coló en el
autobús sin pagar y robó comida en un chino. La explicación inaceptable que me
dieron es que todo el mundo lo hace. No hubo sanciones graves, porque. aunque
una de ellos lo confesó públicamente, "es muy difícil de demostrar",
según la dirección. Otro ha estado expulsado de una asignatura casi un mes
porque casi se pega con un profesor. Se levantan cuando les da la gana y para
demostrar la alegría que sienten cuando falta un profesor, dan un golpe en la
pared. El vaso se colmó este viernes, lo que empezó como un juego en el que
todos estaban participando en un clima relajado (hacíamos crucigramas) acabó en
un insulto. Un alumno al que llevé la contraria, después de levantarse entre
gritos y aspavientos, cuando se sentó, me llamó "puta". Cuando le puse una
sanción grave, se armó el alboroto. Todos opinaban indignados que le tengo manía, que he sido injusta. Que el insulto no
iba contra mí, que es como cuando alguien dice: " me cago en Dios". Ha sido
sancionado con un día sin venir al instituto. ¿Ocurriría esto mismo en la
enseñanza privada?
Las razones de la sinrazón. Estamos creando monstruos. Miramos
para otro lado.