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lunes, 17 de marzo de 2014

El juerguímetro


La invención del juerguímetro se debe a dos grandes villenenses y cuñados entre sí:  Ernesto Rodes Martí y Trinidad Cuéllar Caturla. Ambos compartieron amistad y numerosos viajes en verano en bicicleta a la finca de Los Menores para visitar a sus entonces novias. Una vez casados, descubrieron que sus mujeres presentaban altibajos exasperantes en su estado de ánimo, a veces difíciles de detectar. La única manera de luchar contra ellos era el sentido del humor, que los cuñados poseían a raudales. Así que cuando había que hacer planes, siempre se hacia la misma pregunta: ¿Cómo va el juerguímetro? Cuando les respondían "a cero", ya sabían que ese día no era el propicio.
El juerguímetro es un dispositivo invisible capaz de detectar el estado de ánimo de una persona, solo con observar su semblante, se basa en las palabras, como un libro. No pesa, no hay que encenderlo o apagarlo, no tiene botón, no cuesta dinero y jamás registra erróneamente un sentimiento.
En cierta manera se puede decir que el invento les unió. Las dos familias permanecieron siempre juntas.

En la imagen, a la izquierda, Trinidad y a la derecha, Ernesto

domingo, 9 de marzo de 2014

Ayer murió mamá

Ayer murió mamá. Hoy la velaremos en el tanatorio. Justo veinte años después de la muerte de mi padre. Cerca de la primavera languidecen algunas vidas. Ya no queda nadie de esa generación en la familia. Ahora estamos todos en primera línea. 
Casualmente he encontrado esta divertida foto que se hicieron en Granada durante su viaje de novios (Agosto, 1947),  en el estudio de Emilio Ruiz. A Granada volverían después, en los años 70, allí pasaron los mejores años de su vida (y también el peor). Me gusta recordarlos así, jóvenes, guapos y felices, aunque el decorado, una mezcla de las carrozas del bando moro de Villena y de una película de CIFESA, sea de cartón piedra.


La segunda foto es del panteón de los Caturla en Villena,  donde ahora yacen juntos (26/12/14), curiosamente sigue teniendo ese aire morisco de la foto anterior.  En una caja de la casa aparecieron las tiernas y apasionadas cartas de amor que mi padre le enviaba a mi madre cuando estaban recién casados y él se ausentaba por motivos laborales. 



martes, 27 de agosto de 2013

Juicio de conciencia, novela inédita de Trinidad Cuéllar Caturla

Deshaciendo la casa de mis padres en Villena, donde han ido a parar todos los trastos que no cabían en Madrid, he encontrado todos los apuntes de la carrera de mi padre y el borrador de la novela, Juicio de conciencia, que mandó al premio Nadal en 1948 o 1949,  porque no aparece el año. Él nunca me habló de su aventura literaria, solo se lo oí comentar a mi madre que fue la que pasó el original a máquina. Sus 200 páginas me las he leído con emoción e interés en dos días. Me ha sorprendido su habilidad narrativa, sobre todo para hacer diálogos, y descubrir en él un espíritu joven e idealista muy diferente del talante de sus últimos años. Así era mi padre, todo un misterio, un hombre de ciencias enamorado de la literatura. La novela no le salió redonda, tiene un tufillo antiguo, propio de los años en que fue escrita; es una novela iniciática, de aprendizaje muy parecida a la de los escritores del 98, mezcla de literatura intelectual, sentimental y religiosa, con alguna que otra pincelada costumbrista, pero refleja fielmente las lecturas juveniles y su propia personalidad.
El tema fundamental es la defensa de las mujeres caídas a través de la historia de amor de dos jóvenes del mismo pueblo y de caracteres muy diferentes, la indecisión de él y la búsqueda de nuevas experiencias de ella les separarán. La novela comienza con el famoso Examen de Estado que varios jóvenes realizan en Alicante y que supone una ruptura con su antigua vida. Carmen Rosales y Pedro Torres irán a Barcelona, él estudiará Derecho y ella empezará la carrera de Químicas que no terminará porque en su camino se cruza un don Juan, el barón de Cornellá, del que se hará su amante. Se desarrolla entre 1927 y 1934, cuando se celebra el extraño juicio que en que la voz de la conciencia hace de abogado defensor y de fiscal. 
 El narrador se muestra claramente omnisciente, parece observar con un teleobjetivo la vida de sus criaturas, dialoga con el lector, anticipa conversaciones y acontecimientos, es testigo de cómo Carmen acusa de su caída al incrédulo Pedro "porque siempre se goza culpando a los mejores hombres de las faltas graves". Pedro, huérfano de padre ,inteligente e inmaduro, con grandes ideas y poco espíritu práctico, es un buen estudiante que lleva una vida diáfana en busca de la perfección y la felicidad: "Estudia, ama, siente impulsos de juventud por conocerlo todo".  Carmen es una mujer bella a la que la búsqueda de la felicidad le va a acarrear la desgracia: "Halagada por todos llora en silencio la existencia de un verdadero amor". Un hombre rico con una mujer enferma de tuberculosis que vive en Suiza, deslumbra a nuestra pueblerina. Carmen quiere vivir esa vida de lujo que no le ofrece Pedro. Cuando su mujer muere, la abandona compensándola con dinero. Después de dilapidar su fortuna en viajes, lujos, drogas  y amantes, abandonada por todos, esta femme fatal, decide ir contra su amigo y amor de juventud para solucionar sus problemas económicos. Le demanda porque de joven la corrompió con sus ideas librepensadoras sobre el amor libre, a través de un diálogo intrascendente entre el amor espiritual y el amor carnal que le leyó Pedro.
En este inusual folletín no podía faltar el final feliz, Carmen es redimida por el amor de Pedro. Junto a los dos personajes principales, aparecen muchos secundarios: una compañera de la carrera con la que Pedro tiene una relación fugaz, Julia Montañola,  muchos estudiantes que quieren vivir libremente fuera del conservadurismo que les rodea, una madre (Virtudes), una hermana de la protagonista, un cura y un marqués. Como fondo tres ciudades, Túrtula (nombre antiguo de Villena), Barcelona y Valencia.

En sus páginas hay pocas descripciones, solo algunas pinceladas costumbristas de Villena: canciones populares, referencias a las fiestas de Moros y Cristianos, con comparsas muy distintas a las que hay ahora, y a José María Soler, ganador del prestigioso premio internacional Montaigne.  No puedo copiar toda la novela, pero he entresacado estos párrafos que dan una idea del estilo del autor.
"Ninguno de los protagonistas sabe lo que es el aburrimiento y están esperando que vengan las fiestas de la Virgen para pasarlas como las mejores de su vida.  Con ellas se escaparán de la rutina de las vacaciones y del trabajo. Los festejos como en años anteriores están anunciados con programas policromados. Se trata de las fiestas de Moros y Cristianos tan arraigadas en la región levantina.  Desde el cinco de septiembre hasta el nueve, todas las horas están ocupadas bien con simulacros de batallas y alianzas, bien con procesiones y sermones, bien con corridas de toros y charlotadas, bien con contrabando, bien con desfiles, bien con bailes o bien con conciertos. Tradicionalmente se ha ido elaborando el programa de festejos que difiere poco de unos años a otros. Su finalidad consiste en dar las mayores facilidades para que cada individuo del pueblo goce del mayor número de diversiones. La comisión que redacta el programa encauza los gustos de sus paisanos: no quieren que la iniciativa propia malogre lo que cuesta tantos sinsabores y dineros, y tan solo a las comparsas a altas horas de la noche les dejan cierta libertad para que organicen bailes y reuniones".
"Como el año anterior las Fiestas de Moros y Cristianos se celebraban con todo su esplendor y Rafael se sintió atraído por la policromía de los diversos trajes. Esos moros con sus dibujos arabescos y pantalones de raso, color encarnado, amarillo y azul. Los estudiantes con la misma vestimenta de los españoles célebres del Siglo de Oro. Los marineros con la sencillez de sus vestido calcado de los que llevan los trabajadores del mar, con la clásica camiseta de rayas horizontales blancas y azules. Los contrabandistas, viva estampa de los fieros bandidos de Sierra Morena; ni José María el "Tempranillo" llevaría el garbo que al andar esos turbulenses proporcionan a sus cuerpos disfrazados. Los americanos, retrato fiel de los hombres del Oeste de Norteamérica, pues también aquí en este rincón de España un puñado de jóvenes se sintieron atraídos por las luchas legendarios de Eddie Polo, William Duncan, Tom Tyler* y otros, y esos cinco días del 5 al 9 de septiembre, salen a la calle del pacífico pueblo a hacer realidad las aventuras de Él, Ella y el Bandido. Los Maseros o labradores manifestando el poder de la gleba, pues hasta en las fiestas se cuenta con ellos. Los romanos, hombres serios y graves que con los Cristianos cierran las últimas comparsas, para al final de los cinco días, después de haber permitido el triunfo de la morisma, acabar con ella y obligarla a la conversión al cristianismo en el santuario donde se venera a la Virgen.
De todas estas comparsas Rafael se sintió atraído por los Americanos, era la voz de la sangre la que se le inflamaba, pues tenían algo de aquellos pamperos que dominan con el látigo el potro salvaje y el toro de carne  de muchas arrobas. Y así él en las retretas, fiesta de noche en donde se permite todo cuanto inspire el vino, dejaba a sus amigos y se juntaba a estos festeros para correr y saltar al compás de los pasodobles que una música traída ex profeso de un pueblo vecino les seguía a todas partes".

"-No te mereces ser turbulense, si yo fuera tú, me las arreglaría para escribir un libro que retratase con fidelidad estas bellas tradiciones que han hecho conocer a tus paisanos. Eres muy serio en comparación con tanta alegría como se reparte por esas calle Túrbula.
-¿Y por qué tengo que ser yo quien escriba ese libro, cuando ya hay un Romancero turbulense y  hay gente como José María Soler que con un espíritu más histórico que el mío, que llevan toda su vida recogiendo datos para publicarlo?
-Pero nadie posee el sentimiento tuyo, amigo Pedro. Estoy seguro que tú descubrirías cada paso con la poesía que nos das a conocer cuando relatas los sucesos más importantes.
-Gracias, Rafael, por lo que me dices, pero si he hecho poesía alguna vez, ésta ha sido un poco trágica, algo existencialista y creo que describiría mejor la semana de Pasión que la semana de Fiestas".

"Tenía por norma Juan encabezar sus epístolas con adjetivos galantes que Carmen iba anotando en una libreta. Nunca se repetía y mientras duraron las ausencias le adornó las cartas con los siguientes piropos:
"Guapa, maja, jarifa, galana, venusta, linda, agraciada, peregrina, relinda, hechicera, jorguina, garrida, graciosa, mirífica, bondadosa, mayestática, álfica, armiñada, leda, etc."

* Los tres fueron actores del cine mudo y sonoro.


domingo, 16 de junio de 2013

Cuesta arriba


No se estaba nunca quieto, en las fotografías siempre aparecía movido, columpiándose en todo lo que pillaba de tal manera que mayores y pequeños aparecían descolocados, más pendientes de él que del objetivo. Un torbellino de cinco años que, sobre todo, inquietaba al padre Basilio por su espíritu indomable y su inteligencia fuera de lo común. Sus orejas de soplillo estaban atentas a cualquier novedad y sus ojos de miope le daban un aire maduro irritante. Cuando recibía la paga los domingos, salía disparado, con la fuerza que le daba su cuerpo pequeño, a comprarse golosinas y tebeos al quiosco de periódicos, luego se sentaba a silbar en un banco mientras leía. Iba a hacer la comunión junto a sus compañeros en la iglesia de los salesianos y  las horas de catecismo se le hacían interminables. El día que le tomaron la foto estaba escuchando en boca del salesiano: “Dios lo puede todo, es omnipotente, no hay nada que se escape a su sabiduría, es el creador del universo, puede hacer lo imposible…”. Emilito se rascó la nuca y le interrumpió:
-Padre, Dios no lo puede hacer todo.
El sacerdote se preparó para regañarle y le contestó:
-¿Cómo que no puede hacerlo todo?
-¿A que no es capaz de hacer una cuesta arriba que no tenga cuesta abajo?
Rojo de ira y sin palabras, el padre Basilio le dio un reglazo en toda la cabeza que le dolió más a él que al niño. Cuando llegó el fotógrafo, los alumnos, dóciles y calmados, siguieron las instrucciones. No hubo que repetir la instantánea.

domingo, 22 de enero de 2012

Sorpresas te da el blog


El blog me da muchas sorpresas. Ya he escrito alguna vez que todavía me sorprende que me lean o pinchen mis entradas ( lo sé por el contador de visitas); pero lo que más me sorprende es que gente a la que no conozco de nada se moleste en escribir un comentario, porque yo no lo hago, aunque la entrada me haya parecido estupenda.
Algunas de las respuestas han tenido un tono beligerante e insultante como correspondía a los meses anteriores a las elecciones que ha ganado por mayoría el PP. Menos mal que ahora están callados y tan a gusto. En la que a continuación copio manteniendo la ortografía, me llaman "perroflauta" y me confunden con un joven del 15M:
“Hmmmm, pues para querer cambiar el pais y el mundo creo yo que los indignados tienen unos métodos muy discutibles... http://www.youtube.com/watch?v=yyDZLA1o87g
Si tú opinas que son pijos, pues es tu opinión. Ser pijo no hace daño a nadie, ni ser ñoño (habría que ver tu concepto de valentía). Yo digo (no opino) que los que allí se confundieron de circo emplearon la violencia y el insulto, y eso es menos honroso que la reunión de los jóvenes. Si, claro que tienen muchos apoyos, no sólo en España, sino en el mundo. ¿No te da que pensar que por algo será? Mira, reprimido, podría rebatirte una por una tus elucrubraciones, tan empíricas y constructivas como caracterizan a los perroflautas, pero se me antoja que es más fácil hacer hablar a una piedra que llevar el raciocinio a tu cabeza. Ánimo, muchacho, sigue formando parte de esa sociedad de la que se avergüenza la humanidad. Por cierto, yo no soy cura ni monja, se hablar por mi mismo”.

Otras me han reprochado falta de rigor y, como tienen razón, se la he dado. Y muy pocas han entendido el tono irónico a modo de desahogo que una persona tímida como yo utiliza no se sabe muy bien por qué. Me resulta difícil relacionarme con las personas y en cambio me expongo públicamente.  Muñoz Molina lo explica mejor que yo: "el valor de los cobardes, la resistencia de los débiles, la osadía de los pusilánimes".

Una sorpresa agradable ha sido la de conocer a un primo segundo, Vicente Soler Caturla, que anda elaborando un árbol genealógico de la familia Caturla y se encontró por casualidad una entrada mía en la que hablaba de la fábrica de punchas de mi bisabuelo en Villena. Mi padre y su madre, Ángeles Caturla, se querían mucho y se encontraban por Madrid, pero yo a él no llegué a conocerlo. Apareció en casa con una foto de la balsa de la fábrica (1953) y por misterios de la genética fue como reencontrarme con mi abuela y con mi padre, eso sí, más alto, porque se parecen mucho. Ahora andamos los dos buscando fotos de la familia; él está jubilado y parece incansable en esta aventura de dejar testimonio de unas personas singulares en una época de desarrollo industrial.

Otra alegría me la ha dado Joaquín Alastrué, hijo de un compañero de mi padre que está escribiendo la historia de "El Fargue" de Granada y que se puso en contacto conmigo a través del blog. Compartimos los recuerdos de “El Refino”  de aquellos años setenta en Granada.  Admiro su ánimo, su espíritu juvenil, su simpatía y su buena pluma. Es un placer recibir noticias suyas y estoy deseando leer el libro que anda en busca de editor. Me ha mandado varias fotos en la que aparecen nuestros respectivos padres. Esta es del año 1973 en la entrega de premios en Santa Bárbara.
Y la última de todas  me la ha brindado Beatriz García, sobrina nieta de Virtudes Ferriz Caturla, y que ha respondido a mi llamada para completar los nombres de las personas que aparecen en la foto de la boda de Retratos de familia. Entusiasmada comenta: “Yo solo he estado una vez en Villena, pero mi madre y mi tía vivieron allí de pequeñas y les ha encantado ver la foto y leer un poco. Cuando hable con mi abuela quizá pueda darte más información. Un buen trabajo. Es increíble. La de historias emocionantes que puede haber con las personas con las que compartes ADN".


domingo, 13 de junio de 2010

Museo del Botijo en Villena (Alicante)


Mi tío Pablo Castelo explica así el origen de su colección: «Mi suegra, Dolores Caturla, tenía un botijo de corcho y metal que llegó a mis manos como regalo. Lo coloqué en un lugar preferente, pero cuando lo miraba me daba pena verlo tan solo. Así que me decidí a tener algunos más». Desde entonces los fondos se han incrementado hasta alcanzar más de 1200 ejemplares de todas las partes del mundo que constituyen un museo abierto al público.


Como he estado recogiendo información sobre mi familia en internet, una referencia a mis padres ha aparecido en uno de los botijos más singulares de la colección comprado en Granada “De la Rambla de Córdoba. Comprado en Granada, en la Alcaicería por María del Carmen Bullejos, amiga de Rosaura y lo trajeron a Villena Carmen y Trino Cuéllar”.
Coincidencias de la vida. Hoy, que he escrito esta entrada en el blog, he recibido la noticia de su muerte. Otra buena persona que desaparece.

 Castelo escribió un libro de memorias sobre su experiencia en la División Azul (Aguas frías del Wolchow). Se alistó mientras prestaba servicio en el Ejército, concretamente en la 3ª Cia. del batallón de Transmisiones del Primer C.E., establecido en el Pardo (Madrid). Resulta entrañable leer sus jóvenes sentimientos: "Todavía estábamos en Polonia cuando llegó el día cinco se septiembre, era sábado y me acordé mucho de las fiestas de Moros y Cristianos, de la Entrada, de toda la familia, de la Virgen de las Virtudes y de mi novia Lola. Aquel día estuve muy triste, o, mejor dicho, parte de él, porque al llegar la tarde cogí una botella de ron, solo, retirado de la tienda de campaña, hice la entrada, y poco a poco el contenido de la botella fue desapareciendo hasta que por fin me tuve que acostar para dormir la mona." (pág. 58)

La Meca del botijo, artículo publicado en ABC (2017) sobre el museo. 


Pablo Castelo hijo está fotografiando uno a uno los botijos agrupándolos según la temática. 

viernes, 11 de junio de 2010

Retratos de familia

EL CORONEL SÍ TIENE QUIEN LE ESCRIBA
Texto publicado por primera vez en el Pápeiron, revista del IES Luis Buñuel, en diciembre del 2005



No puedo recordar el día de la muerte del coronel porque todavía siento su presencia. Este 20 de junio hubiera cumplido 87 años. Hace más de diez años que ha muerto, pero sigo acordándome de su cumpleaños, porque su santo es mucho más difícil: la fiesta es movible. Mi padre se llamaba Trinidad, antes que la película, y se pasó toda su vida recibiendo cartas con el membrete de Sra. Doña. Para nosotros era Trino, un nombre mágico que era tres personas a la vez y no estaba loco. El nombre lo heredó de su abuelo, un zapatero emprendedor que hizo con sus hijas todo un imperio con fábricas de curtido, de calzado y de punchas (clavos), entonces muy importantes para el calzado. El abuelo también odiaba el nombre, pero cuando nació el último nieto cambió de opinión y decidió que se tenía que llamar como él. Nadie se opuso. Todos sabían lo duro de su carácter, era un vegetariano que los domingos comía paella mixta porque los cristianos también pecaban. El dichoso nombre nos trajo complicaciones hasta después de muerto, un funcionario  que desconocía que los nombres relacionados con los principios religiosos no tienen sexo: Pilar, Virtudes, Trinidad, Felicidad, le confundió con una mujer y consiguió que fuera la primera mujer coronel del glorioso ejército español y el primer matrimonio homosexual con hijas naturales. Mi madre tardó meses en cobrar la pensión.
Se educó con los principios republicanos. A los dieciocho años tuvo que ir a la guerra. Estudió Matemáticas en la Universidad de Barcelona, en el título pone Ciencias Exactas (¡lo que cambia la ciencia!) y para poder sobrevivir en la posguerra volvió a vestirse el uniforme. Fue amenazado en plena transición por ser un coronel demasiado tibio, partidario de la UMD (Unión Democrática Militar) y por votar a Suárez. Su trabajo, era ingeniero de Armamento y Construcción, le hacía estar pendiente de él las 24 horas al día. Como en la película El salario del miedo, transportó nitroglicerina desde Murcia hasta Valencia, como quien lleva naranjas. Era pequeño, “amañosico” como decimos en Villena (fuimos colonizados por aragoneses), inteligente, honrado y bondadoso. Escribió una novela que envió al premio Nadal sin ningún éxito. Y se metió siempre en aventuras editoriales, escribiendo en revistas que no leían ni los propios redactores. Siempre estuvo con los que sufrían y nunca alabó al poder zafio, irresponsable y jerarquizado. Tenía un amigo anarquista de la juventud y se iban los dos en las tardes de verano a pasear por el castillo de Villena, a donde sólo acudían los enamorados furtivos y los ladrones, a hablar tranquilamente de sus cosas, de sus ilusiones perdidas. Sufrió un exilio interior extraño, no comulgaba con los principios de la época, pero no tuvo valor par dar carpetazo a esas páginas de su vida y abrir otras nuevas. Su verdadera vocación fue la de profesor. Al final de su vida no fue feliz y, si lo parecía, era para contentar a su familia. Se quedó esperando el ascenso a general.
Aunque no he heredado ni su pelo liso ni su valentía, digo las mismas cosas que él decía, tengo frases para todo:
-“El matrimonio es una plaza sitiada, los que están fuera quieren entrar y los que están dentro quieren salir”.
-“La vida es, en la mayoría de los casos, un esfuerzo inútil”.
-“La gente se divide en cuatro clases: tontos-tontos; tontos-listos; listos-listos y listos-tontos. Los peores son los tontos que se creen listos y son los que suelen tener los puestos más importantes”.
-“Lo difícil es querer por los defectos, no por las virtudes”.
-“El primer día que conoces a una persona te fascina, pero luego te darás cuenta de que repite siempre lo mismo”.
-“No te preocupes excesivamente por las cosas, piensa que dentro de diez años ya no te acordarás de lo que sufriste”.
-“Lo mejor de los viajes es el reencuentro”.
“La mujer es como un buen puro habano, hay que saberlo saborear. Desconfía del hombre que no sabe encenderlo”.
-“Cuidado con los regalos envenenados o con las jaulas de oro”.
-"Dejas de ser joven cuando el padre de tu amigo te llama de usted".
-"La fantasía es un puente entre la verdad y la mentira".
Era un hipnotizador de las palabras. Su sentido del humor lo llenaba todo. Contaba los chistes y los trabalenguas como nadie. Siempre estabas ahí, tendiéndome tu mano inmensa.
Te fuiste sin que te pudiera decir todo lo que te quería. Me duelen los besos que no te he dado. Lo que daría para que me llevases otra vez sobre tus hombros, a “cosqueretas”, y me comprases caramelos de la viuda de Solano, como cuando era niña. Gran coronel, pequeño gran hombre, pequeño filósofo, papaíto, te quiero.

En el año 2013, finalizó su tesis doctoral Francisco González Arroyo (La Fábrica de Polvoras y explosivos de Granada; págs 496-501) donde realiza una semblanza de mi padre que le agradezco: "Durante los largos siete años que estuvo dirigiendo los destinos de nuestra fábrica, dejo bien patente su enorme bonhomía y su acendrado sentido de la justicia social".




Aquí estoy en brazos de mi padre en la colonia militar Arroyo Meaques por el año 1956 (Campamento, Madrid).





Mi hermana Mª Carmen una de las pocas veces que se estuvo quieta y se dejó retratar.

Mi madre, Carmen Bravo Prats, maestra como su madre y su tía (Carmen y Matilde Prats Nadal, nacidas en Onteniente).



Mi padre, Trinidad Cuéllar Caturla, coronel ingeniero de Armamento y Construcción, director de "El Fargue" de Granada. Fue socio fundador de la comparsa "Los Piratas" . Tradujo del inglés en 1966 Fundamentos de Matemáticas preuniveritarias y Fundamentos de Álgebra (1969) en ediciones del Castillo. Escribió una novela que mandó al premio Planteta  Juicio de conciencia y fue director de la revista FA-MA de la fábrica de pólvoras de La Marañosa.


Mi tío y padrino, Antonio Cuéllar Caturla, que en 1940 fue alcalde y luego archivero de Villena (Alicante). Durante un tiempo también tuvo una fábrica de zapatos. 


Mi abuela, Ángeles Caturla Díaz, hija de Trinidad Caturla, fundador de la Fábrica de punchas de Villena, una de las empresas dedicadas al calzado más mecanizadas de la provincia de Alicante (1907) que exportaba materiales a Europa, sobre todo, durante el periodo de las dos guerras mundiales. En esa época los zapatos eran claveteados, el empeine iba unido a la suela mediante clavos metálicos, lo que se conoce popularmente como "chinche" o semence.  A él se debe el acierto de unir las empresas que se dedicaban al calzado: los curtidos, las punchas y la confección.




Mi abuelo, Emilio Cuéllar de la Torre, nacido en Campanario (Badajoz), revisor jubilado de RENFE, que fue posteriormente gerente de Industrias Caturla y concejal del ayuntamiento. En la fotografía inferior, con gafas y boina,  aparece rodeado de algunos de los empleados de la fábrica en 1950.



En la foto siguiente está con los hijos de Ruperto Chapi con motivo del centenario de su nacimiento en el monumento inaugurado en 1947.




Mis primos Roberto Marco Cuéllar y su hermano  Emilio José fueron para mí los hermanos mayores que nunca tuve. Los dos fueron profesores en la facultad de Medicina de la Autónoma de Madrid. Desgraciadamente, han desaparecido demasiado pronto. Su hermana Mª Ángeles, la de Valencia, como la llamábamos para distinguirla de la otra prima, me envió estas emotivas líneas que transcribo a continuación:
" En Villena, hasta que mi padre hizo su casa, siempre estábamos con los abuelos, y a mi me encantaba. Todas las vacaciones íbamos, la abuelita, aunque ya se veía poco, me enseñó a hacer punto de media y labores. Yo disfrutaba con ella. Y del abuelito, qué te puedo decir. Era el hombre mejor del mundo. Era muy expresivo. Demostraba su cariño continuamente, y fíjate si yo lo admiraba, que siempre pensaba que quería un hombre como él para mí. Obviamente me equivoqué o yo pedí demasiado.
Recuerdo entrar en su casa  corriendo y saltando preguntar: ¿Qué hay de comer?. Si estaba tu padre,  le oía decir "Agua frita y papel asao" y yo reír y decir No,NOOO,¿Qué hay de comer?
El abuelito siempre decía que sus apellidos eran Cuéllar y de la Torre, y que había nacido en Campanario (Badajoz). El abuelo no tenía mucho trato con su familia. Parece ser que no eran del agrado de la abuelita, Ya de mayor, un día conocí a un hermano suyo. Eran muy parecidos, no sólo en el físico, sino, sobre todo en la forma de hablar. Y aquí en Valencia, vivía una sobrina de él. A menudo venían a visitar a mi madre, pero ya hace mucho tiempo que no sé nada de ellos.
Yo también recuerdo las visitas de aquella casa. Las hijas de una hermana de la abuelita que venían de Alicante. Yo me quedaba admirada oyéndolas y viéndolas vestidas tan modernas y tan guapas. Otro sobrino, Miguel Ferriz Caturla, quería un montón a la abuelita; era guapísimo, y yo los encontraba a todos simpatiquísimos.
Hay una virtud muy sobresaliente en ellos, mi madre la heredó y también nos la inculcó a nosotros, el no hablar mal de nadie.  Si tuve una infancia feliz, a ellos le pertenece. Me gustaría que cuando yo ya no esté, los míos me recuerden con tanta intensidad como yo sentí su presencia y su ausencia."

En la cuna de Chapí no podía faltar un primo de mi padre músico, Alberto Pardo Caturla., compositor del pasodoble «Día 4 que fuera»


Hurgando por casa he encontrado dos fotos de estudio de las dos familias como debía ser costumbre por aquellos años. La primera es una post-card, fechada en Villena ( 8-IX-1919) dedicada a la Señorita Virtudes Caturla ("Tus hermanos y sobrinos que mucho te quieren te felicitan el día de tu santo"). Mi padre, vestido de niña y al que llamaban "Trinito", es el del centro. A la derecha, con sus mejores galas, está mi tía Leonor.



La otra es de la familia Bravo Prats, realizada unos años después sin que figure la fecha, en el estudio del  Martínez Fuentes. Mi madre es la del lazo y está rodeada de sus hermanas Mª Luisa e Isabel. En la foto falta el hermano pequeño Antonio Bravo (1928-1952) que murió a los veinticuatro años de una "afección respiratoria". En la foto siguiente, se puede observar que era el más parecido a mi madre. Mi abuela no se repuso nunca de esa muerte, que ocurrió solo ocho años después de la de su marido, Antonio Bravo (1889-1944). Todos eran nietos por línea paterna de Juan Bravo Cerdán y de Catalina Hurtado Pardo, naturales de Villena; y por línea materna de Vicente Prats Calabuig y de Concepción Nadal Simó, naturales de Onteniente. 

Anuncio de la Revista Azul 1940

He seguido indagando sobre la familia de mi padre y gracias a la ayuda de mi prima Mareli he conseguido una foto de los retratos de los bisabuelos que presidían el salón de la casa de La Corredera. En primer lugar, los de mi abuela: Trinidad Caturla Álvarez y su mujer Ángeles García Navarro; y en segundo lugar, los de mi abuelo: Antonio Cuéllar y Leonor de la Torre. La anécdota es que las fotos vinieron sin nombre y no sabía a quién pertenecían; pero no había duda: la nariz chata de los Caturla es inconfundible.





También he tropezado con una foto de 1945, tomada en Madrid el 8 de junio, en la Parroquia Perpetuo Socorro, donde figura la mayor parte de la familia Caturla, en la boda de Virtudes Ferriz Caturla. Me llama la atención el aire inglés y elegante de las mujeres con sombrero, las de luto parece que han ido a la misma modista. En la tarea de averiguar  quién es quién me han ayudado Vicente Soler Caturla y la sobrina nieta de la desposada, Beatriz García. Aunque todavía quedan personas sin localizar:
En la primera fila de izquierda a derecha: José Trinidad Caturla Palao; Trinidad Cuéllar Caturla; María Pardo Caturla; Ángeles Caturla; Pepita Rodríguez Caturla; en medio de las tres señoras de luto, Emilia Palao Tomás; Ángeles Caturla Palao y Miguel Ferriz Caturla. 
En la segunda fila: Emilio Cuéllar de la Torre, Roberto Marco Auhir, José Rocher Tallada, Miguel Caturla y detrás de una señora con sombrero, que casi no se le ve, Francisco Ferriz Caturla. 



En el periódico El Eslabón de Villena hay varias referencias a la fábricas familiares. En una de ellas se  recoge un artículo de la Revista Estampa (1930) donde se entrevista a Miguel Caturla (hijo de Trinidad Caturla), hombre emprendedor que llegó a viajar a América del sur para abrir nuevos mercados y fue presidente de la Asociación de Fabricantes de Calzado. En 1930 aparecerán las primeras cooperativas para la producción, al amparo de la Ley de Cooperativas de 1927, promulgada en 1931 durante la II República. La primera cooperativa de calzado la fundó Miguel Caturla y se llamó “El  Progreso”.  Duró cuatro años y tuvo que cerrar debido a la crisis económica que se padecía en España. En ambientes radicales, la idea de la Cooperativa nunca les gustó, como cantaban en la copla popular:

                                   “En la fábrica El Progreso pagan muy buenos jornales
pero aquí si no trabajas, te tratan como animales.
No quiero cooperativa, ni tampoco cooperar,
que toda la directiva será la que progresará








Para ver mejor el reportaje pinchad en los siguientes enlaces

Estas dos fotografías son de la fabrica y de sus oficinas en los años treinta, Mª Virtudes Várez Pérez cuenta en una entrada titulada La revolución de las camisas blancas, como en ella se dio la oportunidad de trabajar a un grupo de seis mujeres formadas en la llamada "Sociedad".















Mi primo Vicente Soler Caturla me ha pasado una foto de 1915 de su abuelo  Manuel Caturla García, el primogénito de Trinidad Caturla y una curiosa tarjeta (1930), con dibujos muy típicos de la época, de un representante de la empresa que se encargaba de recorrer toda la geografía española antes de cada temporada ofreciendo sus productos y recogiendo pedidos. Él ha elaborado el árbol genealógico de los Caturla que se remonta a Juan Caturla (1470) nacido en Cangas de Onís, sus descendientes llegaron a Alicante en 1590. También tiene todos los datos con fechas de nacimiento y defunción de los descendientes del patriarca.





Membrete de la empresa  


Anuncio publicado en la revista de fiestas Villena  de 1978 




Todo apunta a que los hermanos se separaron por sus diferencias políticas:  por un lado, Miguel Caturla, que se hizo cargo de la fábrica de calzado y por el otro, Manuel y sus hermanas, que se quedaron con la fábrica de punchas. Esta fue languideciendo poco a poco porque el calzado acabó pegándose y la maquinaria quedó obsoleta. También influyó que la tercera generación ya no tenía el empuje empresarial de las anteriores y no se quería invertir dinero. A finales de los años setenta se liquidó la Sociedad Anónima y se vendió la fábrica (calle Sancho Medina esquina a San Isidro). El huerto fue utilizado en los años 60 y 70 como sala de fiestas por las comparsas de Piratas, Realistas y Moros Nuevos. Ahora en su lugar se encuentra  un edificio horrible, testimonio del gusto por el ladrillo de esos años. Solo resisten junto a una pared  restos del  borde de la balsa en la que nos bañábamos en verano. En la fotografía, fechada en 1953 y tomada en la balsa de los jardines de la fábrica, se puede ver a Angelita Caturla con sus tres hijos, a Antonio Cuéllar con dos de los suyos y a Miguel Ferriz.


La antigua  fábrica de calzado de Miguel Caturla (situada en el camino de San Juan), convertida una fábrica de lámparas con el nombre de "Serrano", se quemó en 1979. Supuso el fin de una época que no llegó a cumplir un siglo.  Qué pena que no estuviese más atenta a las historias que me contaba mi padre sobre la familia para poderlas relatar. La repetición de los nombres y el no haber conocido a los protagonistas me confundían. Yo siempre le decía que tenía que escribir una novela sobre los Caturla, a modo de La saga de los Rius ( Ignacio Agustí), serie muy famosa en aquella época que trataba del desarrollo industrial en Cataluña.




Anuncios revista Azul 1939-1940

Buscando en internet he encontrado la respuesta a mi pregunta sobre dónde había ido a parar toda la maquinaria:  a la empresa Caturla y Robledo que se fundó  en 2010 y, aunque su página web dice que tiene su sede en Villena, la dirección de la fábrica está en Elda. Supongo que habrá que seguir investigando, pero ahora sé que todo el esfuerzo de mis antepasados no fue en vano. 

Caturla y Robledo, S.L.
Fábrica de Clavos y Herramientas
P.I. Campo Alto, Calle Alemania ˙ Nº 96
03600 ELDA (Alicante)

El 11 de diciembre del 2021, la Covid y un linfoma se han llevado a mi primo Emilio Cuéllar Díaz. Con él se pierde el nombre de mi abuelo porque no se lo puso, como era tradición, ni a su hijo ni a sus nietos. Ha muerto prematuramente a los 75 años, a la misma edad que mi padre; precisamente, la última vez que lo vi fue en el cementerio, porque él se encargó del entierro de sus cenizas. Era el más guapo de los primos y el más parecido al abuelo: alto, rubio, con los ojos azules, parecía un galán de cine de finales de los sesenta. Y también era simpático, sensible y cariñoso. Tuvo cuatro hijos y numerosos nietos; en la foto que su mujer Pilar tenía en whatsapp aparecía rodeado de sus nietos, y se podía ver cómo la lotería genética ha repartido salteadas sus características físicas a su progenie, todos se le parecen pero solo un poco.  Durante sesenta años vistió el blanco y negro de la comparsa de Estudiantes. Hoy el luto lo llevamos todos los que le conocíamos. 

Emilio con Pilar, sus hijos y algunos de sus nietos

Me he dado cuenta de que la entrada, que se ha ido haciendo a medida que iba teniendo noticias de la familia, está un poco confusa. Espero tener tiempo y poder reestructurarla para que quede todo más claro. Gracias a todos los que me habéis ayudado. Seguiré en ello.

Si queréis mandar fotos o información, lo hacéis a mi correo gelescue@gmail.com