viernes, 20 de septiembre de 2019

Cat Stevens: O Caritas, una canción en latín contra el cambio climático


Esta vez regalo una canción del polifacético Cat Stevens* (hoy llamado Yusuf Islam), especialmente, a los profesores de latín y, de paso, a los de biología. A mí me vino muy bien cuando la utilicé el primer año de mi vida profesional en el que me tocó dar Latín en Bachillerato, asignatura para la que no estaba especialmente preparada (pido perdón a todos los que me padecieron). Recuerdo con emoción la alegría de una alumna al oírla después de una charla inicial sobre la utilidad de esta lengua que no está tan muerta dada la importancia del latín en nuestra cultura. Y, qué narices, que sin tenerla aprobada no podrían cursar COU.
O caritas, perteneciente al álbum "Catch Bull at Four" de 1972, fue compuesta en latín e inglés. No sé si la traducción que incluyo es buena o macarrónica, pero espero que sirva para entender esta canción que entronca con la filosofía hippy (rebeldía, paz y amor ante un mundo cruel), al mismo tiempo que nos advierte de los peligros de su destrucción por el hombre y nos acerca a los actuales jóvenes indignados que asumen hoy la lucha contra el calentamiento global del planeta. Resulta curioso que los jóvenes estén ahora más cerca de la ideología de sus abuelos que de la de sus padres.


No quiero perder la armonía del universo.
Veo todas las cosas ardiendo, me escucho gritando.
Ahora es la luz del mundo y las estrellas las que se apagan.
Ahora la culpa de todo este desastre recae sobre los hombres.
El sufrimiento es intenso con lágrimas y tristeza.
Grandioso es el ruido de la tierra y los océanos.
Oh amor!, oh amor!,
quédate por siempre con nosotros.
Los que falleceremos saludamos a la muerte.
La vida sigue su rumbo sola!
(
bis)

Ah, este mundo se está quemando rápidamente.
Oh, el mundo nunca durará.
No quiero perderlo.
No quiero perderlo.
No quiero perderlo aquí,
en mi época.
Dame tiempo para siempre.
Dame tiempo para siempre.
Dame tiempo para siempre aquí,
en mi época.

Como coda, otra canción dedicada a su primer hijo: Rubylove, esta vez a ritmo de sirtaki con una estrofa en griego moderno.


Quién será mi amor
Tu serás mi amor
Tu serás el cielo sobre mí
Quién será mi luz
Tu serás mi luz
Tu serás mi día y noche
Tu serás esta noche mía
Roupi Glukeia.
(Rubí dulce regresa)
Ela xana konta mou
(Regresa a mi lado)
Ela prwi, Me thn augh
(Entra en la mañana con el alba)
Esu soun san hliou actida
(Tu eras como un rayo de sol)
Rouph mou mikrh
(mi pequeño Rubí)
* Steven Demetre Georgiu (Londres, 1948) de padre grecochipriota y madre sueca, estudió Bellas Artes, algunas de las portadas de sus discos son obra suya. Sus canciones reflejan su interés por la música clásica, brasileña, latinoamericana, rock, y las canciones tradicionales de la tierra de su padre. En 1977 se convirtió al Islam y abandonó la música, por lo que recibió numerosas críticas. Retornó en 1990, después de haber sido duramente criticado por unas supuestas palabras suyas contra Salman Rushdie.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Extraña escultura


Extraña escultura, ¿un monumento al perfecto equilibrio? La vi al fondo de la piscina y me llamó poderosamente la atención, se daba de bofetones con el mobiliario restante. No supe distinguir lo que era hasta que me acerqué: una antigua carretilla de hierro sin ruedas encima de unos ladrillos y sobre ella una rejilla. Vi en su interior restos de brasas. Ya no me cabía duda, era una barbacoa rudimentaria e improvisada para cocinar sabrosos pinchos de carne. El ingeniero había utilizado todo lo que tenía a mano para realizarla. Estaba a la altura perfecta para cocinar sin deslomarse. Sólida y fuerte, seguro que había servido para alegrar el paladar de los bañistas. Todo un monolito dedicado a la agudeza y arte de ingenio, pero indudablemente una tumba para la estética.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Además de blogópata, hipocondríaca


En anatomía la palabra "hipocondrio" se utiliza para denominar a la región del abdomen inmediatamente debajo de las costillas (que tienen cartílago), por lo que se llamó "hipocondriacos" a las personas que tienen la fama de tocarse esta zona cuando fingen (o creen) estar enfermos.

Zelig, Woody Allen
Lo de blogópata es cierto y hay pruebas, aunque lo quiero dejar; lo de hipocondríaca no lo tengo tan claro después de una infección urinaria que me ha llegado a los riñones. Ahora entiendo la expresión coloquial "Esto es para mear y no echar gota", o a los hombres que recuerdan con nostalgia cuando eran chiquillos y podían jugar a ver quién mea más lejos. Tener ganas de orinar y no poder hacerlo cuando salen dos gotas que producen dolor, es un tormento insoportable, igualable al suplicio de Tántalo. Después de casi tres meses, de tres análisis de orina plagados de leucocitos, de la ingesta de antibióticos y de las subsiguientes pruebas y molestias, debo admitir que me he tocado la zona del hipocondrio en innumerables ocasiones. No suelo quejarme, no soy morbosa, nunca he fingido una enfermedad que no quiero tener, pero a veces me he sentido enferma imaginaria porque los síntomas persistentes eran semejantes a una gripe leve, ¿y si me la estaba inventando? De todas maneras, lo que más me inquieta son las preocupaciones y problemas que puedo acarrear a los demás, por eso estoy como ausente, enquistada, fuera de juego, aislada del círculo social. Solo deseo sentirme firme, no enferma.

Novela de amor



 Este poema, que es un prodigio de síntesis más cercano a la prosa que a la poesía, expresa con rotundidad el sentimiento de pérdida dolorosa de una historia de amor. Es de Jaime Villanueva Donoso y pertenece al poemario "Los silencios bien guardados", publicado en Chile en 2013. Merece la pena adentrarse en sus páginas para hallar respuestas. 
Cristina Peri Rossi retoma el poema 20 de Neruda y en una poesía prosaica da la verdadera clave:

 

martes, 10 de septiembre de 2019

Solo me acuerdo de Santa Bárbara cuando truena


Casa Zoilo (Villena, agosto 2019)
Desde pequeña, las tormentas me fascinan, si son en verano, mejor. Las nubes que las presagian, el olor a tierra mojada y el silencio posterior me tranquilizan. Aunque ya se sabe que en la zona de Levante llueve poco y mal y nunca a gusto de todos, la mayoría de las tormentas va acompañada de granizo que destroza todo lo que pilla. Si a los urbanitas nos duele que una planta se estropee, no puedo ni imaginarme el drama que supone para un agricultor ver destrozada su cosecha, el trabajo de todo un año. En ningún caso me refiero a la gota fría que nos acerca a las zonas donde abundan los ciclones. Yo he vivido con horror, pensando en el fin del mundo, los monzones en la India y las tormentas tropicales en Cuba, la furia desatada de la naturaleza que arrambla con todo: personas, cosechas, animales, coches, puentes, construcciones... Sin embargo, justo ahora, han dejado de gustarme las tormentas, hasta las más leves. La causa es la casa de mi abuelo construida en 1927, invendible y a punto de no pasar una inspección técnica, que está haciendo aguas en el sentido literal porque el tejado filtra aguas. Como el arreglo no solo depende de mí y no sé cómo solucionarlo, cada vez que oigo que hay gota fría por la zona, me echo a temblar. Es más, estoy a punto de encomendarme a los santos de la Piedra, Abdón y Senén de La Algueña.Un ejemplo más de que los problemas existen, pero solo cuando te atañen, te preocupan. Solo me acuerdo de Santa Bárbara cuando truena, aunque desde pequeña he vivido rodeada de imágenes de la santa, patrona del cuerpo de Armamento y Construcción, en el entorno militar de mi padre.

La leyenda de Santa Bárbara

Por cierto, cuenta la leyenda que santa Bárbara fue decapitada por su propio padre que terminó alcanzado por un rayo. Extrañamente por eso se convirtió en la patrona de todos los artilleros  y de las profesiones que tienen que ver con explosivos y fuego: mineros, bomberos, canteros, electricistas... Eugenio Garcés i Bonet, Teniente Coronel de Artillería, aporta otra versión de los hechos que define mejor la relación entre santa Bárbara y los explosivos, y por extensión, con la Artillería. Bárbara siguió los pasos de su padre en sus estudios y juntos descubrieron una mezcla explosiva que utilizaron para defender la ciudad Hippone, en el norte de África, del ataque de unos bárbaros. Muere el padre y la hija, que ha ingresado en un convento, utiliza durante 14 meses los conocimientos de pirotecnia para mantener a los atacantes a raya. Finalmente los bárbaros consiguen penetrar en la ciudad y al llegar al convento, la Santa lo hace volar por los aires mediante cargas explosivas que había preparado con antelación, evitando así caer en sus manos tanto ella como sus compañeras.

Destrozos de la última tormenta con granizo  (2015)

domingo, 8 de septiembre de 2019

Enid Blyton: ¿Sexismo, racismo y homofobia?


Creo que nos rodea un nuevo puritanismo en aras de lo políticamente correcto. Leo en el periódico que el Reino Unido acaba de negar un homenaje a Enid Blyton, la autora de la saga de Los cinco, por la incorrección de sus textos que presentan rasgos de sexismo, racismo y homofobia. No lo dudo, pero me enseñaron desde la juventud (Saussure tuvo la culpa) que cualquier fenómeno tenía que ser analizado desde dos puntos de vista, sincronía (lo que supuso en su momento) y diacronía (lo que ha ido cambiando con el paso del tiempo). Por lo tanto, no se debe juzgar el pasado solo desde las perspectivas de nuestro tiempo, pero se hace constantemente. No basta con saber que su obra sigue viva y apreciada por sus lectores, sino que además exigimos progresismo y modernidad a una mujer que nació en 1897 sin tener en cuenta el contexto histórico. 
En las interminables vacaciones de verano de tres meses de mi infancia, mi interés por la lectura para matar el aburrimiento comenzó con sus libros. Me gustaban porque esos niños tenían libertad y se pegaban unas merendolas estupendas, no tenían que ir a misa y les importaba un bledo lo que pensaran los mayores. En un país donde el sexismo, el racismo y la homofobia eran habituales, no éramos conscientes de esos términos. 



jueves, 5 de septiembre de 2019

La vuelta al cole


Un recuerdo a todos los profesores que comienzan el nuevo curso, sois mis héroes. Ayer recibí un correo de una profesora mayor de 55 años contándome su jornada semanal: 20 horas de clase, 3 grupos de 1º, 3 grupos de 2º, 2 grupos de 3º, 1 grupo de 4º y un primero de Bachillerato, más poner en marcha la biblioteca. ¿Alguien da más? La foto de esta niña inglesa, antes y después de clase, refleja muy bien las jornadas agotadoras para profesores y alumnos. Mucho ánimo.