domingo, 2 de enero de 2011

Los poetas malditos: significación


El escritor, hasta el siglo XIX, era un ser respetable y normalmente sofisticado, de elevada posición social y alto nivel de cultura, que cultivaba el arte para mayor gloria de Dios y de los hombres (excepto honrosas excepciones como Francois Villon). Los mecenas, nobles, príncipes, aristócratas, financiaban a los artistas y sus obras. En el siglo XIX aparecen los primeros autores que escriben por un nuevo motivo, que es el de ganar dinero, que firman contratos a destajo, a tanto por palabra, que deben escribir día y noche para pagar sus deudas y que deben entregar sus cuartillas repletas en la fecha fijada. En el fondo, quieren ser aristócratas, príncipes absolutos, pisar mullidas alfombras y frecuentar la alta sociedad. La imagen maldita del artista es sin duda la expresión de su desamparo, forzado a llevar una vida de marginado, más cerca del lumpen que de la aristocracia.
En realidad, un poeta maldito es un snob que quiere llevar la vida de un dandi. Un esnob (anglicismo que proviene del latín sine nobilitate) es una persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos para aparentar ser igual que ellos. Un dandi (del inglés dandy) es un hombre que se considera elegante y refinado, y cuya actitud ante la vida se caracteriza por la falta de deseo, la desgana, el aburrimiento y el desprecio por los gustos del vulgo.
La expresión “poetas malditos” se acuñó en el año 1832 cuando Alfred de Vigny llamó en su drama Stello a los poetas “la raza que siempre será maldita por los poderosos de la Tierra y se consolidó en un libro de Paul Verlaine llamado “Les poetes maudits”, publicado en 1888 donde realiza un homenaje a su amigo poeta y amante Arthur Rimbaud y en él evoca y elogia a toda una serie de poetas contemporáneos como Tristan Corbiere o Stéphane Mallarmé.También se les conoce bajo el nombre de Decadentismo. Nacido como reacción al realismo imperante, el decadentismo explora las regiones más extremas de la sensibilidad y del inconsciente, arremetiendo contra la moral y las costumbres burguesas, defendiendo la evasión de la realidad cotidiana y la celebración de la individualidad heroica o desdichada.

Por tanto, cinco rasgos caracterizan fundamentalmente a estos escritores:
1) Marginalidad. Se glorifica lo raro, el artista se considera como ser marginal, no común y maldito. Pero son malditos a su pesar, "cortesanos de rentas escasas", como se autodefine Baudelaire. Derrotados por todas las batallas, abatidos por los reveses cotidianos
2) El abuso de las drogas o el alcohol, la locura, el crimen, la violencia y ,en general, cualquier conducta no aprobada por la sociedad.
3) Sus vidas terminan con frecuencia de manera trágica o con muertes prematuras,
4) No llegan a recibir un reconocimiento en vida sino que su figura se hace famosa póstumamente.
5) Cultivan un arte de alto nivel poético, de oscuros significados.
Es muy común asociar también el término “poeta maldito” a autores como Baudelaire –cuya poesía encarna el sufrimiento-, Edgar Allan Poe, Thomas Chatterton, el conde de Lautréamont, Émile Nelligan, John Keats, García Lorca y otros tantos.
La figura del poeta maldito, en los últimos años, apareció muy ligada al mundo del rock: Janis Joplin, Brian Jones –uno de los fundadores de los Rolling Stones-, Jim Morrison, Jimmy Hendrix y Kurt Cobain representan perfectamente la figura del artista cuya vida se consumió antes de tiempo y que pasa a ser leyenda.

http://www.poeticas.com.ar/Biblioteca/Flores_del_mal/Poemario/la_modernidad.html
Si quieres ver completo el poema que Cernuda dedica a la extraña pareja de Verlaine pincha aquí
"BIRDS IN THE NIGHT - Luis Cernuda
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida
En esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,
Durante algunas breves semanas tormentosas.
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.

Escritores alcohólicos y adictos


Resultado de imagen de escritores alcoholicos y adictos bloggelesInternet es una inmensa tela de araña o madeja de tejer donde empiezas por un cabo y tirando, tirando, te vas encontrando con otros nudos. Empecé con la lista de escritores suicidas y he terminado por la de los adictos a todo tipo de sustancias, sobre todo al alcohol. La conclusión del primer artículo El club de los escritores suicidas era que los escritores se suicidan tanto como el resto de los mortales, solo que su muerte no pasa desapercibida, porque ellos mismos o sus biógrafos nos lo cuentan. De la misma manera, hay una irresistible y, a veces, incurable atracción a las drogas entre los escritores. Paralelamente a la definición del hombre como bípedo implume, con sed de ser eterno, podríamos acuñar la del escritor de pluma insaciable, con sed de beber para vivir o para morir. No es mi intención hacer apología de la drogadicción, ni un resumen de sus nefastas consecuencias; sólo pretendo informar de las relaciones entre las drogas y la literatura mostrando una galería de ilustres alcohólicos a los que les vendría bien el siguiente epitafio: Murió de haber bebido y de haber vivido; murió de sed y de ser.

La sociedad siempre ha sido ambigua al tratar los temas del alcohol y las drogas. El consumo no está bien visto, pero se tolera. A ninguno nos extraña que la mayoría de nuestra juventud dedique los fines de semana a beber o a ponerse ciegos de cualquier sustancia. Pues bien, la indulgencia es todavía mayor cuando se trata de artistas, de tal manera que la droga, el don de la ebriedad, se convierte en un ritual para el poeta, en un camino hacia sus infiernos y hacia sus paraísos. Muchos escritores nos dieron su opinión sobre su consumo; otros, en cambio, ocultaron el efecto de las drogas en su imaginación y en su vida. Tenemos que tener en cuenta que hasta 1912 no se establece la restricción en el empleo y tráfico de opio, morfina y cocaína, y es a partir de esa fecha cuando empieza la marginalidad en su uso.
La relación fructífera entre alcohol y literatura, la que ha producido textos literarios de incuestionable calidad, es más bien nueva en términos históricos, pese a que ambos caminan de la mano desde Homero y la Biblia. En todas las civilizaciones, desde la asiria hasta la actual del siglo XXI, el ser humano ha consumido todo tipo de drogas por distintos motivos: religiosos, rituales, medicinales, hábitos o costumbres, por distracción, hedonismo, etc. Las drogas se utilizaron fundamentalmente contra el dolor y para morir, para conseguir una búsqueda espiritual y como una forma de evasión. Su prohibición siempre ha producido más sed.

Confieso que he bebido
La revista Life presentó un interesante reportaje fotográfico famosos escritores, reconocidos alcohólicos y adictos:
Charles Baudelaire (1821 - 1867): Absinthe, Booze, Opium
Dorothy Parker (1893 - 1967): Alcohol
Philip K. Dick (1928 - 1982): Amphetamines
Elizabeth Barrett Browning (1806 - 1861): Opium
Ernest Hemingway (1899 - 1961): Booze
William S. Burroughs (1914 - 1997): Heroin
Brendan Behan (1923 - 1964): Alcohol
James Baldwin (1924 - 1987): Alcohol
Edna St. Vincent Millay (1892 - 1950): Alcohol
William Faulkner (1897 - 1962): Alcohol
Tennessee Williams (1911 - 1983): Alcohol, Amphetamine, Barbiturates
Françoise Sagan (1935 - 2004): Alcohol, Lots of Drugs
Scott Fitzgerald (1896 - 1940): Alcohol
Jack Kerouac (1922 - 1969): Alcohol
Ambrose Bierce (1842 - 1914), Alcohol
Sir Kingsley Amis (1922 - 1995): Alcohol
Jack London (1876 - 1916): Alcohol
Sinclair Lewis (1885-1951): Alcohol
Hunter S. Thompson (1937 - 2005): Everything
Anne Sexton (1928 - 1974): Alcohol, Drugs
Norman Mailer (1923 - 2007): Alcohol
Edgar Allan Poe (1809 - 1849): Alcohol
Dylan Thomas (1914 - 1953): Alcohol
Louisa May Alcott (1832 - 1888): Opium
Paul Verlaine (1844 - 1896): Alcohol, Absinthe, Drugs
Dashiell Hammett (1894 - 1961): Alcohol
Ayn Rand (1905 - 1982): Speed/Dexedrine
John Cheever (1912 - 1982): Alcohol, Various Drugs
P. Donleavy (1926 - ): Alcohol
Elinor Wylie (1885 - 1928): Alcohol
Jean Cocteau (1889 - 1963): Opium
Arthur Koestler (1905 - 1983): Alcohol
John Steinbeck (1902 - 1968): Alcohol
James Agee (1909 - 1955): Alcohol
William Styron (1925 - 2006): Alcohol
Charles Bukowski (1920 - 1994): Alcohol
Eugene O'Neill (1888 - 1953): Alcohol
Stephen King (1947 - present): Booze, Cocaine, Prescription Meds
O. Henry (1862 - 1910): Alcohol
Malcolm Lowry (1909 - 1957)
Gregory Corso (1930 - 2001): Alcohol, Heroin
Truman Capote (1924 - 1984): Booze, Various Drugs
Flann O'Brien (b. Brian O'Nolan, 1911 - 1966): Alcohol
Richard Brautigan (1935 - 1984): Alcohol
Raymond Chandler (1888 - 1959): Booze
John Berryman (1914 - 1972): Alcohol, Various Drugs
Me ha sorprendido, sobre todo, ver a Louise May Alcott, consumidora de opio y autora de la edificante novela Mujercitas. Y a Stephen King que era adicto al tabaco, el alcohol, la cocaína, tranquilizantes e incluso el jarabe para la tos; asegura que hay partes de Cujo que no recuerda haber escrito y que muchos días tenía que escribir con tapones en la nariz de los sangrados brutales que tenía.
Estas son algunas de las opiniones más destacables de esta lista de autores:
"Solo bebo en dos circunstancias: cuanto tengo sed y cuando no la tengo" Brendan Behan
"Estar siempre borracho... Emborracharse combativamente. Simplemente emborracharse." Charles Baudelaire
"Soy católico y no puedo suicidarme, pero mis planes son beber hasta la muerte" Jack Kerouac
"Soy alcohólico. Soy adicto a las drogas. Soy homosexual. Soy un genio." Truman Capote
"El alcohol es como el amor. El primer beso es mágico, el segundo es íntimo, el tercero es rutina. Después desnudas a la chica." Raymond Chandler.

Un poco de historia: Días de vino y rosas
Catulo, poeta y borracho declarado, cantaba las glorias del vino pero también se burlaba del alcoholismo de sus contemporáneos, y de sí mismo, en el siglo I de nuestra era. Del poeta chino Li Pai (701-762) , el mayor poeta romántico de la dinastía Tang.Li Bai, se dice que murió ahogado en el río Yangzi, habiendo caído de su bote al intentar abrazar el reflejo de la luna, estando bajo los efectos del alcohol.
El vino fue inseparable del dramaturgo Lope de Vega. También del poeta Francisco de Quevedo y del siglo de oro español en general. En la saga de El Capitán Alatriste, Arturo Pérez-Reverte rinde homenaje a Lope de Vega mostrándolo como espadachín, borracho y mujeriego en un ambiente de sucios mesones donde fluye el vino.

Romanticismo
Sabemos que Coleridge era adicto al opio para paliar los dolores de sus enfermedades, su famoso poema Kublai Kan (1798) lleno de imágenes extrañas y oníricas se lo inspiró un sueño inducido por el opio.
Otro gran escritor, Edgar Allan Poe (1809 -1849), nacido en Boston, EE.UU., sufrió desde muy joven graves depresiones, y la botella se convirtió en el catalizador de sus penas. En 1849 se le encontró tirado en la calle frente a una taberna en un estado de delirum tremens.
Pero, los primeros acercamientos realmente productivos e interesantes entre droga y literatura se dan a finales siglo XIX, de la mano de autores como Baudelaire, Swinburne, Verlaine, o Thomas de Quincey (con sus Confesiones de un Comedor Inglés de Opio, 1821,) -y por supuesto, los maestros rusos como Dostoyevski y sus contemporáneos-, quienes veían en el alcohol –y, por extensión, en las drogas- una manera de expandir el horizonte creativo del autor, derribando los límites impuestos por la razón y entregándole una libertad creativa aún sin explorar y probablemente, muy fructífera. Para ellos, la creatividad florecía por completo cuando las constricciones que inhibían la vida diaria eran barridas por el efecto del alcohol, abriendo las ventanas del alma.
Charles Baudelaire (1821 – 186) escandalizó durante su juventud a su familia por su estilo de vida bohemio, sumado al excesivo consumo de drogas y frecuentes visitas a prostíbulos parisinos, donde contrajo sífilis. Conocido por sus obras Las flores del mal y Los paraísos artificiales, escribió:«Nada puede igualar, oh botella profunda, / el penetrante bálsamo que tu panza fecunda / guarda para el poeta de las piadosas voces».
El alcohol se sirvió con abundancia bajo la forma de champaña en las fiestas en las cuales dilapidó su fortuna Alejandro Dumas y con moderación en las escasas visitas que recibió Marcel Proust, un autor que vivió de noche y durmió de día.

La leyenda del santo bebedor
El libro fue escrito por el novelista austríaco de origen judío Moses Josep Roth. El protagonista, Andreas, es un hombre sin futuro, sin dinero y dependiente del alcohol, pero orgulloso y digno. Un día que anda desesperado, encuentra a un hombre que le regala 100 francos, él promete devolverlos, dejándolos en el cepillo de una iglesia. La vida dará vueltas y siempre que va a devolverlos ocurre una circunstancia (casi siempre alcohólica) que lo impide. Y así será un día tras otro, parece imposible que pueda poder devolver aquel dinero.
Muchos nombran este libro como el testamento de Joseph Roth, una pintura de su vida: la imposibilidad de vivir la culpa manteniendo el ideal. En él refleja su vida en París; hoteles de mala muerte, pobreza, préstamos, alcohol - mucho alcohol-, amigas esporádicas, amigos eternos y aprovechados. El deambular por las esquinas, por los bares, vivir el momento donde nada se deja para el pasado porque nada hay del pasado; donde no tiene, no conserva ni siquiera un poco: lo que pide prestado lo da o lo gasta. Roth Tras sufrir un desvanecimiento, agravado por un ataque de delirium en el bar del hotel, fue internado en un hospital de París donde falleció el 27 de mayo de 1939. Contrariamente a lo que afirman las escuetas notas biográficas en algunas ediciones de sus libros en español, no se suicidó a la entrada de los nazis en Francia. Su último libro se cierra con una frase que no se cumplió: "Que Dios nos dé a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte".

Norteamérica: la generación perdida y la Generación Beat
El alcohol se quedó para siempre “en la sangre” de los escritores norteamericanos. De sus 7 premios Nóbel, 5 de ellos eran alcohólicos (Sinclair Lewis, Eugene O’neill, Wiliam Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck). Otros autores como: Jack London, F. S. Fitzgerald, Hart Crane, Thomas Wolfe, Dashiell Hammett, Djuna Barnes, Tennessee Williams, Carson McCullers, John Cheever, Truman Capote, Raymond Carver, Robert Lowell, etc.. creyeron que la forma correcta de acercarse a las “musas” era bebiendo constantemente. La llamada “Generación Pérdida” (the Lost Generation, 1909-1921), se conoció como la “Generación Húmeda o Mojada” (the Wet Generation). Las ideas y actitudes “modernas” de sus personajes, hicieron que el “beber mucho” fuera un signo de estilo, lo que creo una asociación entre lo moderno y el alcohol en el inconsciente colectivo. Ellos crearon una literatura que se definió como “la retórica auténtica del verdadero borracho, sus oscuridades e ironías, su tristeza universal.”
Aldous Huxley (1894 – 1963) autor de la novela Un mundo feliz en la década de los 50descubre el uso de las sustancias psicodélicas (mezcalina, LSD, psilocibina) lo que lo llevan a escribir las novelas Cielo e infierno y Las puertas de la percepción (la cual sirvió de inspiración para el nombre de la banda "The doors").
A partir de Octubre de 1955, recuperarán la idea original de utilizarlas como forma de expandir la conciencia, retomando su concepción originaria: alcohol y las drogas, eran ahora, canales con los que también podía llegarse al conocimiento de las cosas. En esa fecha, en San Francisco, Allen Ginsberg leerá por primera vez Howl (Aullido) y nace el movimiento beat con Kerouac y Neal Cassidy. Todos fumaban marihuana o volaban con benzedrina. Mezclaban alcohol, drogas y cigarrillos. Los beats no escribirán sobre las drogas. Se drogan, escriben y punto. En cambio, la obra de William Burroughs (1914 – 1997) tiene una importante carga autobiográfica, y en ella se plasma su adicción a diversas sustancias, como la heroína. La experimentación, el surrealismo y la sátira constituyen, además, algunos de los elementos más destacados de sus novelas. Una de las ultimas apariciones de Burroughs el video clip The last night on earth de la banda irlandesa U2, donde realiza un pequeño personaje.
También era aficionado al alcohol Vladímir Nabókov, un escritor de origen ruso, nacionalizado estadounidense. Se hizo internacionalmente famoso con su novela , Lolita (1955), un retrato de la sociedad americana a través de la metáfora del viaje, en cuyo trama un hombre de mediana edad se enamora y sostiene una relación con una adolescente.
El proceso de autodestrucción de un alcohólico lo narra muy bien John O'Brien, autor de Leaving Las Vegas (1990).

Ingleses e irlandeses

El irlandés James Joyce también era adicto al whisky y Samuel Beckett, quien fue su secretario por un tiempo, heredó su gusto por el preciado líquido. Lawrence Durrell, autor del Cuarteto de Alejandría que, pese a su conocida capacidad para absorber alcohol, era capaz de componer y dejar lista para la imprenta una novela en siete semanas de trabajo.
Graham Greene es otro autor inglés que podía recoger información para sus documentadas novelas sin apearse de la botella. Malcolm Lowry (1909-1957) retrata de una manera lírica, objetiva e intensa las miserias y desdichas del alcoholismo, en la medida en que, para él, la literatura no era sino un espejo que le devolvía su propio reflejo. Bajo el Volcán (1947), su obra maestra, es el resultado de su larga experiencia como borracho. Fue quien escribió: “Nuestro ideal de vida contiene una taberna”.

 Dylan Thomas, que desde joven (17 años) cogió el hábito que lo llevaría a la muerte. Bebía muchísimo, como buen galés, para evitar el aburrimiento y la rutina que le perseguía como mal endémico; como se puede ver en “Un Sábado Caliente” de Retrato del Artista Cachorro. Sin embargo, D. Thomas siempre escribió sobrio y su relación con el alcohol no pasa por la literatura, Murió de una crisis etílica después de ingerir 18 whiskies.
Patrick Hamilton (1904 - 1962) murió de cirrosis hepática y fracaso renal agudo provocados por los estragos del alcohol en su organismo.

No es fácil encontrar una imagen de Kingsley Amis en la que no aparezca cerca de una botella o con un vaso en la mano. Un hombre imprevisible que resume su existencia en vivir como uno quiere, contra quien sea. Le gustaba decir: «Llevo mis pecados conmigo, nadie puede perdonarlos». Por algo es autor de uno de los libros esenciales del etilismo: Sobrebeber.

Dejo para otra entrada a los escritores hispanoamericanos y españoles. Para abrir boca consultad el siguiente enlace:
http://escritores.wordpress.com/2008/04/08/drogas-y-literatura-articulo-de-ediciones-amargord-sobre-su-nuevo-libro-el-paraiso-de-los-escritores-ebrios-de-marta-herrero-gil/

Para saber más:
-Baudelaire: el artista moderno y las drogas
http://www.babab.com/no23/baudelaire.php

-¿Por qué beben los escritores? Olivia Laing sigue los pasos de seis autores alcohólicos (John Berryman, Raymond Carver, John Cheever, F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Tennessee Williams) en busca del nexo misterioso entre literatura y bebida en el libro 'El viaje a Echo Spring'. Echo Spring» es el nombre con el que el personaje de Brick, en la conocida obra de Williams La gata sobre el tejado de zinc, bautiza al armario donde se guarda el licor en la mansión.
Cinco escritores que no hubieran sido lo que fueron siendo abstemios, Entrevista a Carlos Mayoral, autor de Etílico


Recomiendo la lectura del relato breve Morfina (1926) del escritor y médico Bulgákov que da testimonio de la adicción que sufrió para paliar su dolor crónico motivado por las heridas que había recibido en la Gran Guerra. Escrita con una precisión admirable y, por supuesto, sin recrearse en moralejas ni tampoco en dramatismos innecesarios —más que suficiente es la descripción del laberinto en que, poco a poco, se va internando el protagonista— en Morfina podemos ver, quizás por primera vez formuladas, muchas de las reacciones que hoy se han vuelto recurrentes a la hora de caracterizar a un adicto a las drogas, pero que entonces eran sorprendentes y deslumbrantes por lo nuevas, por lo sinceras, por lo directas: el cargo de conciencia, la promesa continua de dejarlo, el autoengaño…
Drogadictos, un libro que reúne relatos de 12 autores españoles y latinoamericanos sobre el tema de las adicciones (Marta Sanz, Mi vida con el lorazepam).


miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lo tuyo es puro teatro II


Artículo de El País Los oficios invisibles de la escena 




Existen unos libros de teatro para niños y jóvenes que, a la vez que te aportan un texto teatral ameno y divertido cuyo tema principal está relacionado con alguna materia escolar (lenguaje, manualidades, expresión corporal, segundo idioma…) están llenos de juegos e ideas para el profesor/monitor o director/actor.
“EL LADRÓN DE PALABRAS”
“Se trata de una obra de teatro muy divertida, que conjuga con maestría el texto teatral con juegos lingüísticos…”
“LA SOMBRA MISTERIOSA”
“Entretenida obra de teatro, con argumento de aventura fantástica, que explica además, con juegos relacionados directamente con la obra, técnicas básicas de teatro de sombras…”
“MI AMIGO FREMD HABLA RARO”
“Divertir, aprender, conocerse, respetar…”
Editorial: Ediciones de la Torre http://www.edicionesdelatorre.com
Autor: Antonio de la Fuente Arjona http://delafuentearjona.viadomus.comAquí podrás encontrar fotos, críticas y hasta fragmentos de estas obras

martes, 21 de diciembre de 2010

Valorar al profesor


JOSÉ LÓPEZ FERNÁNDEZ
Cartas al director, El País 19/12/2010
¿Hasta cuándo aguantaremos los funcionarios de la enseñanza? Hemos visto cómo nos han rebajado los Gobiernos central y autónomo parte de nuestro sueldo y cómo los sindicatos se movilizaban tarde, desunidos y proponiendo medidas demasiado vistas e ineficaces. Esperamos que sean los de arriba los que nos saquen las castañas del fuego, resignados ante lo inevitable. Además de ense-ñantes nos hemos convertido en enfermeros, padres, policías, atendemos al público (padres), somos responsables del cuidado de los alumnos y lo que nos echen; todo en el mismo sueldo. Seguimos cumpliendo con nuestro trabajo, pero realizamos tareas que van más allá: participamos en concursos, grupos de trabajo, proyectos, certámenes, semanas de..., días de... Acompañamos en las vacunaciones, colaboramos con entidades privadas o públicas en múltiples actividades, controlamos el estado de libros de gratuidad, participamos en los consejos escolares y formamos profesores en prácticas. Y hacemos excursiones, viajes de estudio o intercambios de idiomas fuera de nuestro horario escolar sin ninguna compensación horaria o económica. Nada de todo esto es obligatorio, pero lo hacemos, siendo encima poco valorados y criticados por ser funcionarios. ¿Qué ocurrirá si como medida de presión empezamos a dejar de hacer todas o parte de estas funciones?

domingo, 19 de diciembre de 2010

Ángel Guinda premiado


Me produce una alegría inmensa saber que has sido reconocido y galardonado en tu tierra. Para todos los que te queremos y hemos trabajado codo a codo contigo no es ninguna sorpresa, sabíamos que tarde o temprano iba a suceder. Ahora esperamos que te concedan el Premio Nacional.
Maestro, tu corazón es aún más grande que tu poesía. Escribes como vives, con generosidad y pasión. Nos has enseñado que la poesía es un arte útil. El próximo 23 de abril tenemos muchas cosas que celebrar.

Cortafuegos


Acabo de leer la novela Cortafuegos (998) de Henning Mankell de un tirón. No es la primera que leo y he visto alguna de sus adaptaciones televisivas. Lo de menos es la intriga, siempre apasionante (aunque en este libro se dejen muchos cabos sueltos) que me hace olvidar los problemas cotidianos; lo más importante para mi es su protagonista que me resulta ya un viejo conocido.
Kurt Wallander es un amable cincuentón que soluciona todos los casos con gran inteligencia y que, sin embargo, es un anti-héroe en la vida cotidiana: amante de la ópera, melancólico, solitario, tímido, sin ningún éxito con las mujeres, con problemas en el trabajo, incapaz de comprender la nueva sociedad sueca. Lastrado por el sobrepeso, se alimenta de medicamentos, comida basura y alcohol. En esta entrega está cuidándose una diabetes incipiente, ha intentado contactar con una agencia de parejas y sigue enganchado a un antiguo amor que vive en Riga. Duerme mal y se sume en penosas reflexiones acerca de la vulnerabilidad de la sociedad y de su propia vida. Observa sin comprender a la gente joven que antes de terminar los estudios, ya ha perdido la fe en su propio valor cayendo en el consumo de drogas y el alcohol. En el trabajo le ponen zancadillas, poniendo a prueba su capacidad de adaptación y renovación...
En la novela se ponen cortafuegos informáticos a una amenaza terrorista con éxito; en su vida cotidiana él tiene también cortafuegos en su interior que no sabe como salvar. En fin, un magnífico perdedor.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Textos breves para trabajar en clase


José Hierro

Ha estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos, me ha acariciado con mucha ternura. Me ha dicho que no volverá a atormentarme con lo de mis ronquidos, y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea. Desde que nos casamos -será más exacto decir desde un par de años después de habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche: «Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia; qué pena que no puedas oírte». Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces me echaba a llorar, lo que servía para irritarle más aún: «Cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es que no voy a poder dormir tranquilo?» Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me quejaba, sólo le pedía perdón. Hasta fui al médico, a ver si eso de los ronquidos tenía algún remedio, y me dijo que no.

Ahora, esta noche, me ha acariciado, me ha pedido perdón, me ha dicho que soy una santa y él un bruto. Y que nunca se perdonará haberme hecho sufrir tantas y tantas noches. El viaje lo ha cambiado extrañamente. Ha estado fuera una semana, en no sé qué congreso al que asistió por cuenta de su empresa. «Por lo menos ─dijo al marcharse─ estaré una semana sin escuchar tu orquesta. Dormiré a pierna suelta». Eso es lo que me dijo. Y ahora, al volver, me pide perdón por todo lo que me ha hecho sufrir. Y por todo lo que he callado. «Porque tú ─me dice─ podías haberme dicho que yo ronco también, no sé si tan escandalosamente como tú, pero ronco toda la noche». Es cierto que ronca. Y que nunca se lo dije por no humillarlo. Pero ahora él sabe que ronca, y me pide perdón, y todo se ha arreglado. Y me abraza, y me dice que soy una santa y él un miserable.

Todo ha cambiado, ya lo dije, a la vuelta de su viaje. Estuvo en un congreso en Palma de Mallorca. Viene más moreno, más alegre y hermoso, más tierno. Nunca le preguntaré quién le ha dicho que ronca.

El eclipse, Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis –les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Luis Landero, Caballeros de fortuna
Sus alumnos, a los que llamaba de usted y trataba con la misma cortesía exquisita e inescrutable que usaba para todo el mundo, quizá no lo escuchasen, y hasta puede que por la letanía de la costumbre ni siquiera reparasen en aquel hombre enjuto de modos académicos que todas las mañanas desde hacía muchos años subía al estrado, extraía algunos útiles pedagógicos, los desplegaba sobre la mesa, dejaba la cartera a sus pies [...], se recogía unos momentos en sí mismo e iniciaba la exposición. Su voz era grave y disertadora, con mucho caudal erudito, y los jóvenes la oirían con la misma incredulidad soñolienta con que miraban la cartera: al fin y al cabo como dos estantiguas que se hubieran confabulado contra la ardiente y despreocupada juventud. Sin embargo, también se habían acostumbrado a respetarlo, aunque sólo fuese porque la exactitud y la severidad iban acompañadas siempre por la tolerancia, y nunca nadie lo había oído alzar la voz ni menos aún hacer un aspaviento. Le era suficiente, en último extremo, mirar con un pronto fulgurante de halcón para restablecer la frontera entre lo tolerado y lo prohibido. Todo lo razonaba con una paciencia amable y rigurosa. Si alguien tenía una duda, se la resolvía sin prisas y al instante, y si ignoraba la respuesta, le bastaba inclinarse hacia la cartera y meter la mano en aquellas honduras para encontrar la solución. Los exámenes los devolvía minuciosamente corregidos. En un redondel verde encerraba las faltas de ortografía; las de sintaxis, en un redondel amarillo; las de léxico, en azul; las de concepto y orden expositivo, en círculos rojos, y si el error era muy grave, con advertencias en forma de rayos, flechas y exclamaciones. Al final, el examen semejaba una traca de fantasía. Cada quincena hacía inspección de cuadernos de apuntes, y los exigía limpios, claros y concienzudos, a imagen y semejanza de sus disertaciones y de su propio ejemplo personal. Y toda esa liturgia venía a ser una representación exacta de su vida: la pasión por el orden, el anhelo de rodearse de fidelidad y de decoro, el rechazo de la vicisitud y el descanso en la permanencia, la comprobación en cada instante de que era dueño de un territorio invulnerable a los ultrajes y caprichos de la actualidad. Porque su tiempo, en efecto, era otro, y por eso unos minutos antes del final de la clase, se apresuraba a rescatar la cartera y, desembocando en los desmayos de un tono conclusivo, distribuía por ella el bagaje didáctico, se levantaba, bajaba del estrado y, ya junto a la puerta, remataba el discurso. Justo en ese instante sonaba el timbre, cuya duración era la tregua que él necesitaba para ganar el pasillo y escapar a los gritos, carreras y saltos de los jóvenes, a aquella explosión de vitalidad que era lo que peor llevaba de su oficio.

Las ganas de estudiar de Massimo Piatelli (1992)
Todos vivimos, una vez al año, un breve y mágico momento en el que nos entran unas tremendas ganas de estudiar. Se trata del momento en que, con la lista en la mano y el dinero contante en el bolsillo, el regreso a la escuela nos regala la excitación especial que reina en la papelería-librería, o en el ocasional "departamento de vuelta al colegio" de los grandes almacenes. Estas secciones de artículos se convierten en auténticos templos de las ganas de estudiar. Los verdaderos ministros del culto, más que los padres y que los vendedores, son las plumas nuevas, las blancas gomas de borrar, las escuadras, las cartulinas, los estuches, los cuadernos inmaculados, el montón de libros de texto, el olor de cuero de las carteras, el crujido de las mochilas sintéticas. ¡Ah, sí! Te meten en el cuerpo las ganas de estudiar.
De vuelta a casa, empezamos a hojear los libros, a mirar las ilustraciones, a forrarlos, a poner etiquetas. Armoniosamente ordenadas se alinean todas las municiones para nuestra nueva expedición de caza en tierra desconocida. Nos acordamos de los antiguos compañeros y nos imaginamos cómo serán los nuevos, con apellidos nuevos que, sin embargo, nos parecerá haber oído ya antes. Quizá este año tendremos en clase al primo de Roberto o a la hermana de María; lástima que ya no esté Bianchi. Por no hablar de los profesores nuevos, o que conocemos sólo de vista. Aquel nuevo de letras, que dicen que es horrible; en cambio, la de matemáticas parece que es buenísima y simpática.
Es un momento bendito el del regreso a la escuela. ¡Ah, ojalá fuera posible prolongar esta excitación y estas ganas durante todo el año!

Educar. Gabriel Celaya
Educar es lo mismo
que poner motor a una barca,
hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco -ese niño-
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos
seguirá nuestra bandera enarbolada.

Ella empezó a mirarme en Ríos Rosas.
J.J. Millás

Me metí en la línea 1 del metro porque creo que es la más larga y te da tiempo a todo. Estaba dispuesto a contar el número de los que entraban y salían en cada estación para ver si podía relacionar una cantidad con otra y descubría algún secreto numérico semejante a los de las pirámides de Egipto. Trabajo para una revista de temas esotéricos y al director le encanta que le vayas con historias de éstas. Al final me di cuenta de que era imposible llevar la contabilidad, incluso si te concentras en un solo vagón, y escribí un rollo, que también gustó mucho, sobre la gente que parece que va a entrar, pero al final se queda fuera, y la que parece que va a salir, pero al final se queda dentro.

Afirmé que el fenómeno ocurría sobre todo en Bilbao y el caso es que recibimos en la redacción un montón de cartas dándonos la razón. Gente que vivía en esa zona nos contaba que tenía que coger el metro, o bajarse de él, en la parada anterior, o en la posterior, porque había una fuerza magnética que les impedía hacerlo en esa parada. A veces, con estas cosas, aciertas sin querer. La cuestión es que desde entonces yo mismo me quedo como paralizado siempre que paso por Bilbao, donde, por otra parte, está la redacción de la revista.

Pero a lo que iba es que una vez que renuncié a contar a los que entraban y salían, me concentré en una chica de pelo corto que iba junto a la puerta y que no dejaba de mirarme desde Ríos Rosas. Pensé que a lo mejor me conocía de la revista esotérica, porque dan mis artículos con una foto, aunque a veces se equivocan y meten la de un imbécil que tiene un apellido parecido al mío y que está especializado en apariciones marianas. El caso es que me acerqué un poco y comencé a mirarla yo también, aunque procurando que mi mirada no resultara tan impertinente como la suya.

Entonces, de súbito, me di cuenta de que la chica respiraba. Ya sé que todo el mundo respira, no es eso, lo que quiero decir es que vi su respiración, como si la hubieran coloreado para distinguirla del resto de la atmósfera. O sea, que veía el caudal de aire que entraba por sus narices, porque aspiraba por las narices, y luego lo veía salir por la boca un poco desgastado por el uso que las células o las bacterias habían hecho de él dentro de su cuerpo. Era fascinante y un poco enloquecedor en el mejor sentido, porque si le ves a alguien el aliento de ese modo es como si le vieras el alma y, claro, cuando le ves el alma a alguien te enamoras, aunque sepas que te va a hacer daño.

En esto, advertí que también mi respiración se diferenciaba del resto del aire y que ella podía verla como yo la suya. Entendí por qué había empezado a mirarme con esa intensidad en Ríos Rosas. Entonces, aunque estábamos como a medio metro de distancia y había una cabeza oscilante entre los dos, nuestras respiraciones empezaron a jugar, quiero decir que se encontraban a medio camino y luego iban de su boca a la mía ejecutando formas que nos hundían en el delirio y nadie más que ella y yo nos dábamos cuenta, y era como hacer el amor, como follar quiero decir en medio de todo el mundo. Y el ruido del tren era en realidad un aullido de placer, pero sólo ella y yo lo sabíamos.

Desde entonces, coincidíamos sin hablar todos los días en la estación de Plaza de Castilla y nos hacíamos la línea 1 entera sin parar de follar, con perdón, ya digo, con nuestros alientos. Lo que pasa es que un día ella se bajó en Bilbao indicándome que la siguiera con la mirada. Pero como yo no puedo apearme en Bilbao por esa cosa paranormal que decía antes, me quedé dentro y ella se ha debido imaginar que me he cansado porque no he vuelto a verla en esta línea.

El paraíso era un autobús, J.J. Millás