Tengo un animalito en mi casa que ha aparecido inesperadamente. La vi por primera vez en el patio entre las plantas, huía de mi presencia y se
escondía entre las grietas de las paredes. Alguna vez entraba en mi casa para
asustar a la chica que viene a limpiar. No hace daño a nadie, huye de la gente, es de color pardo, sale por la noche y devora insectos, cucarachas, gusanos y
grillos. Yo creía que era una Salamandra y la llamé Sandra, pero después de
consultar en internet, he averiguado que es una salamanquesa y desde ahora la
llamaré Teresa. Dicen que los animales domésticos se parecen a los amos, tal
vez tengan razón. Mi mascota te deja vivir a tu aire y no te exige absolutamente
nada, es curiosa, vivaz y huidiza. Por eso me gusta. La sorpresa fue que ayer
por la noche en la cocina apareció una cria suya que se quedó paralizada por la
luz. Teresa se ha apareado con un macho que parece que vive en el ático.
jueves, 15 de agosto de 2013
lunes, 12 de agosto de 2013
A la mierda el cuelga fácil
¡A LA MIEEEERDA EL CUELGA FÁCIL!
Lo aconsejo, es una buena terapia. No pienso volver a ver ninguno de esos programas que
muestran una publicidad engañosa. La próxima vez que tengamos que hacer una
ñapa, utilizaremos un taladro.
domingo, 14 de julio de 2013
Asco en el Tahrir pamplonica, Jesús Moreno Abad
Había pensado escribir sobre estas imágenes vergonzantes, pero he encontrado el artículo de Jesús Moreno Abad y me lo he ahorrado.
Es cierto que desnudarse en una plaza infectada de orangutanes borrachos no parece lo más inteligente del mundo; pero la candidez (o la estupidez) no es un delito. Sí lo es, sin embargo, la agresión o el acoso sexual.
Esta fotografía pertenece al chupinazo de Sanfermines de este año. No sé realmente qué veo, si la chica se desnudó libremente (bien) o la desnudan. Lo que sí veo son unos dedos de naturaleza absolutamente amputable bajándole el pantalón por detrás, y una marea de orcos, con aspecto de gente de reposadas lecturas, supurando babas y gruñidos a su alrededor. Luego se ven pares de manos que se dirigen hacia ella con algún tipo de licencia de barra libre carnal que no alcanzó a comprender. No sé el caso de esta foto en concreto, pero hay muchas parecidas circulando alegremente esta semana. En algunas se ven a chicas intentando bajarse las camisetas y apartarse las hordas de manos zombis que las acosan. Otras sonríen (si es con sinceridad y asentimiento, bien de nuevo). Lo que parece improbable es que todas esas jóvenes hayan dado su permiso para ser manoseadas por una turba de salidos. SIGUE EN PÚBLICO
martes, 9 de julio de 2013
La noche de los tiempos, Muñoz Molina
La publicación de La noche de los tiempos coincidió con el septuagésimo aniversario del fin de la Guerra Civil española. El autor y narrador omnisciente ("Qué raro imaginar con tanta claridad lo que no he vivido, lo que sucedía hace más de setenta años") nos acerca a este extraordinario fresco literario ("noticias desastrosas y opiniones ineptas") que salta de Madrid a Estados Unidos y mezcla personajes reales e imaginarios. Esta novela debería ser obligatoria en la asignatura de historia porque es un alegato contra la guerra, pero sobre todo contra la barbarie de la guerra civil española. El protagonista, inspirado en la biografía de Pedro Salinas y en la de Arturo Barea, es un arquitecto, cincuentón, casado y con dos hijos, abúlico y desencantado, que vive los tiempos inciertos y difíciles de los años treinta del siglo pasado, mientras disfruta sorprendentemente de una gran pasión amorosa fuera del tiempo y del espacio con una joven americana ("la obsesión insana de estar juntos"). La originalidad radica en el punto de vista, el estilo y la magistral utilización del lenguaje.
Acción poética Aluche en el IES Iturralde
Últimamente la fachada del instituto me sorprende. Por las mañanas he encontrado, además de vallas levantadas que aumentan la sensación de estar en una cárcel, pintadas poéticas que me provocan una sonrisa cada vez que las leo. Sería una buena solución colocar poemas en todo el perímetro para evitar que gamberros ensucien la pintura. Gracias a esos poetas anónimos (Acción poética Aluche):
Las sonrisas duran
instantes y se añoran siglos
Preferiría no hacerlo
miércoles, 3 de julio de 2013
Elogio del oficio de enseñar, Julián Moreiro
Ayer asistí a mi último claustro (siento un poco de vértigo). Con ese motivo, y a modo de despedida, leí ese texto que comparto ahora con vosotros.
elogio
del oficio de enseñar
Cuando empecé a dar clase, Franco
todavía no se había muerto, que ya eran ganas de fastidiar. Fue en un colegio
semiclandestino de Vallecas, regido por dos enigmáticos personajes que debían
de pertenecer a alguna secta y por un conserje mucho menos subrepticio que aún
llevaba en la frente la huella del tricornio. No sé muy bien qué hice, cómo
sobreviví al miedo escénico y qué diablos pude enseñar a aquellos vociferantes
zangolotinos de octavo de EGB. Yo no había llegado a la enseñanza por vocación,
aunque tampoco recuerdo que lo hiciera por descarte o por despecho; no sé, a lo
mejor lo hice porque, como dijo George Bernard Shaw, “el que sabe hacer una
cosa, la hace; el que no sabe, la enseña”. El caso es que muy pronto me noté en
mi medio natural, como si hubiera nacido para esto. Hoy estoy seguro de que, de
no haber sido profesor, solo hubiera sido un cantamañanas que sabía hacer
cosas.
En
mi despedida, quiero afirmar algo que he dicho otras veces, una de las pocas
certezas que he adquirido con los años: este es el mejor oficio que existe. Y
no por aquellas tres famosas razones que
esgrimían los cínicos: julio, agosto y septiembre (por cierto que ya no sirven:
la tercera de esas razones se ha esfumado y hay cenizos que ven la primera en peligro).
No.
Yo creo que este es un oficio inestimable porque las relaciones laborales han
sido siempre en él menos importantes que las relaciones afectivas. Porque la
experiencia mágica de notar cómo de pronto, en una clase, un martes cualquiera,
se establece una comunión absoluta con los alumnos, es difícilmente igualable (aunque
esporádica: no se puede ser sublime sin interrupción, diga lo que quiera
Baudelaire). Porque tratar siempre con personas que tienen la misma edad
mientras uno va atravesando las crisis que trae cada nueva decena es lo más
parecido que puede vivirse a la ilusión de la inmortalidad (aunque un amigo
mío, un punto descreído, dice que es como no salir del día de la marmota). Porque
ver crecer a niños que aprenden menos de lo que desearíamos pero mucho más de
lo que solemos creer y de lo que alcanzamos a comprobar es un espectáculo
maravilloso, como todos los que ofrece la Naturaleza. Porque, como dijo no sé
quién, enseñar es aprender dos veces. Porque, en un mundo tan sobrado de
individuos hoscos, insatisfechos y desabridos, tratar a diario con adolescentes
que siempre parecen felices es una suerte. Y en fin, porque compartir intereses
con todos los compañeros de trabajo, afinidades con muchos y cierta intimidad
con algunos es un privilegio que ninguna orden de principio de curso puede arrebatarnos.
Ahora
que corren malos tiempos sigo pensado lo mismo, a despecho de reformas ominosas,
de instrucciones furtivas y de autoridades maleducadas, malencaradas y
malintencionadas. Como ya tengo pie y medio fuera, puedo decirlo sin pudor:
somos gente importante y no podemos tolerarnos el desaliento. Este oficio, a
prueba de ocurrencias y descarríos legales, trasciende nuestra propia
circunstancia; lo dijo Henry Brooks Adams, un intelectual americano
que vivió entre el siglo XIX y el XX: “Un profesor trabaja para la eternidad:
nadie puede decir dónde acaba su influencia”. Ya dije antes que somos un poco
inmortales…
Hasta
siempre. Salud y Escuela Pública.
Julián Moreiro 28/6/2013
La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero
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