jueves, 14 de febrero de 2019

Quioscos de prensa varados en las aceras


Quiosco en san Bernardo 114
Es habitual encontrar quioscos de prensa abandonados en las aceras. Se asemejan a ballenas varadas en la playa, a pecios hundidos. Se han jubilado junto a sus dueños, después de haberse convertido prácticamente en una tienda de todo a un euro, repartiendo bricolajes, cacerolas y robots de cocina. Por muchos esfuerzos que hagamos no podemos evitar su agonía porque los tiempos están cambiando: los hábitos de lectura han variado y el papel está desapareciendo. A un golpe de click obtenemos gratuitamente toda la información y los jóvenes prefieren las redes sociales para des-informarse sin acceder a la pluralidad. Nuevos tiempos, nuevas formas, no sé si mejores o peores, pero diferentes.
En mi casa la lectura de periódicos era imprescindible, desde pequeña he disfrutado de revistas y periódicos de todo pelaje. Entonces los había diurnos y vespertinos. En Madrid, el ritual de los domingos por la mañana consistía en acercarse al quiosco para comprar el periódico con todos sus suplementos; el económico para mi padre, el semanal para mi madre, el tebeo para mí. Mis primeras colecciones de libros las realicé en esa cita semanal. En la transición, cuando la prensa escrita alcanzó su mayor tirada y se pusieron de moda las urbanizaciones en las afueras de Madrid, no entendía cómo la gente era capaz de vivir en un lugar sin prensa. Las vacaciones sin periódicos se me hacían largas. Es más, llegué a pensar, una vez abandonado el deseo de trabajar en una biblioteca o regentar una librería, en tener uno para poder acceder a todo ese mundo de imágenes y palabras. Ahora encontrar en una casa un periódico es tan difícil como descubrir una máquina de escribir, arrinconados ambos ante el paso arrollador del ordenador y google. Recuerdo cómo tiznaban las manos; la dificultad de doblar un tabloide; el olor de la tinta tan agradable como el olor del pan recién hecho; el saludo del quiosquero, tendero de cultura y pluralidad, detrás de montañas de hojas recién salidas de la rotativa; la pena de tirarlo a la basura una vez leído. Ya nadie recorta las noticias o las recetas, ni envuelve con sus hojas, que ya ni siquiera sirven para proteger y guardar. 
Quiosco en san Bernardo, esquina Pez, delante del Conservatorio 
El declive empezó cuando llegaron los periódicos gratuitos para amenizarnos los viajes en metro. En mi calle, San Bernardo, desde Santo Domingo a Quevedo había seis, ahora solo quedan tres sobreviviendo a duras penas.
Hace unos años se les intentó renovar con un diseño moderno que uniera lo tradicional  con lo confortable para que el quiosquero no estuviese tan expuesto a las inclemencias del tiempo; algunos, demasiado grandes, se colocaron en sitios poco apropiados. Ahora son cadáveres abandonados en ataúdes de hierro y cristal, molestan al transeúnte al pasear, estropean la perspectiva y, sin su decoración de revistas multicolores, son grises, absurdos, tristes. 
Solo pido que el Ayuntamiento retire estos esqueletos inservibles de la acera para descongestionar un poco la ciudad y evitar así pintadas y actos vandálicos. Mas los quioscos de prensa eliminados dejarán cicatrices en las calles y en mi alma.

Anónimo dijo...
Pues que coloquen allí las vespasianas.
Otro anónimo dijo...
Mejor que sirvan de refugio a los sin techo.
Un anónimo osado dijo...
Que sirvan de encuentro para amantes clandestinos.


P.D. (4/3/19) Me ha llegado de fuente anónima esta foto tomada hace unos días en la que aparecen libros forrados con periódicos, como hacíamos antaño cuando no había plásticos ni papel especial para forrar los libros del colegio y nuestra vida austera estaba muy cerca de los ideales de reciclaje actuales. El mantel de hule del fondo, rescatado para la ocasión, es otro clásico de nuestra infancia. Así que me retracto, todavía hay gente que envuelve los libros con papel de periódico que, afortunadamente, ya no tizna. Mis ternillas están más enternecidas que nunca ante esta fotoforro. 

martes, 12 de febrero de 2019

Vespasianas (urinarios)


Entre todos los sinónimos de urinario (lavabo, servicio, excusado, retrete, aseo, baño, tocador, wáter, letrina. garita, letrina, retrete, evacuatorio, servicio, mingitorio) el primero que me vino a la mente para mi entrada en el blog sobre el que colocó el Ayuntamiento delante de las Salesas Nuevas fue el de urinario porque me parecía menos eufemístico y más arcaico. Le podría haber llamado vespasiana, que apenas se usa en castellano, pero el de san Bernardo era gratuito.

Vespasiana es una palabra que no está recogida en el DLE, aunque sí en el Diccionario de americanismos, que la considera un chilenismo en desuso. Se denominaba así a una pequeña construcción que albergaba un urinario público para hombres. Recibió este nombre por el emperador romano Vespasiano (69-79 d.C.), quien, en su afán recaudatorio, creó un impuesto sobre la orina que utilizaban los artesanos para curtir pieles y blanquear telas. Suetonio recoge que cuando su hijo Tito le recriminó la idea, el emperador le puso delante una de las monedas recaudadas y le preguntó si le olía mal. Al negarlo Tito, Vespasiano respondió: "Pecunia non olet" (el dinero no huele). Frase que se emplea en nuestros días para señalar con cinismo que el dinero vale lo que vale, independientemente de la nobleza o vileza de su origen. El nombre de Vespasiano se asocia todavía hoy a los urinarios públicos: Francia (vespasiennes), Italia (Vespasiani) y Rumanía (vespasiene).
 Entre otros, la célebre sentencia de Vespasiano aparece en el relato Sarrasine de Balzac en relación con la misteriosa procedencia de la fortuna de una familia parisiense. Asimismo, es probable que Scott Fitzgerald aludiese a ella en su novela  El gran Gatsby, cuando se refiere al dinero como "no olfativo". Non olet también es el título de un libro de ensayos del escritor español Rafael Sánchez Ferlosio donde reflexiona sobre las luces y las sombras del beneficio económico.


En busca de un relator



Hoy me he paseado por la calle de Los Relatores, entre la plaza Jacinto Benavente y Tirso de Molina, por si encontraba un relator que me explicase su oficio. Dice la tradición que la calle recibe su nombre por haber vivido en ella unos relatores de la audiencia, funcionarios de los tribunales de justicia encargados de dar a conocer (realizar la relación) de los expedientes judiciales. 



lunes, 11 de febrero de 2019

Anagrama ambiguo de Max: ERY BRNAOC/ REY CARBÓN



Me sorprendió  gratamente ver la tira de Max (seudónimo de Francesc Capdevila) en el suplemento cultural Babelia de El País (17/11/2018), donde colabora semanalmente este historietista e ilustrador barcelonés, uno de los autores fundacionales de El Víbora
Al principio pensé que ERY BRNAOC se trataba de un anagrama crítico con el rey (Rey Cabrón) y, después, descubrí que se refería al título de su último libro: Rey Carbón, donde parte de la historia de Plinio el viejo (siglo I d.c.): Kora, una joven corintia desesperada por la inminente partida de su amor al extranjero, vio con ojos nuevos la sombra que del perfil de su amado formaba la luz de una vela en la pared. Ni corta ni perezosa, repasó con carboncillo el perfil de la sombra para quedarse así con la imagen de su amante. El padre de ella, que se llamaba Butades, modeló en arcilla el busto del joven a partir del dibujo de su hija, cociéndolo después en el horno. La hija dio origen a la pintura; el padre fue el modelador de la primera escultura. De tal modo que el dibujo nace a partir de la sombra de lo real, no de lo real. Lo que indica que el dibujo es una cuestión de percepción subjetiva. Puede que en el origen del dibujo esté el sentimiento del amor, el deseo de acercarnos a los otros y el intento de detener el tiempo.
Como afirma su autor, el rey Carbón vive en soledad absoluta, es el rey de sí mismo y de la montaña, porque no hay nadie más. Físicamente es un "filiforme", un personaje en forma de hilo: "Eso viene de una vieja revista alemana, Fliegende Blätter, en la que durante una época se puso de moda que sus dibujantes hiciesen personajes como palos, como bastones. Es un tipo que descubre la magia del dibujo, algo que le vuelve loco hasta el punto de que no puede parar de dibujar”.

sábado, 9 de febrero de 2019

Más Malasaña


Ayer, subiendo la cuesta de San Bernardo, me di cuenta de que el urinario situado en la fachada de las Salesas Nuevas había desaparecido. ¡Por fin algo se mueve en Malasaña! Antes había leído en El País que Manuela Carmena había propuesto la creación de un comisionado para resolver las peticiones vecinales: “una persona que se centrará en los problemas del barrio y que incluso facilitará un contacto a los vecinos vía whasapp”, justo lo que estamos haciendo ya algunos. En esa reunión también estaba el concejal de Centro, Jorge García Castaño, al que le he mandado vía e-mail todas las denuncias que he recogido en mi blog. Me consta que, aunque el periódico no lo cite, también se habló de la mala ubicación del nuevo parque de los bomberos y de los problemas de ruido y seguridad vial que plantea. No sé si todo se quedará en agua de borrajas después de las elecciones, pero me llevé una gran alegría. La misma que experimento cuando me vuelvo a encontrar con una amistad que ya creía perdida. 

La comisionada de Malasaña es Mar Barberán, atenderá a los vecinos en comisionadomalasana@madrid.es

lunes, 4 de febrero de 2019

Primo Levi, El sistema periódico


Nunca me aprendí la tabla de los elementos químicos* en cuarto de bachiller, no sé si culpabilizar a las malas profesoras que tuve en el colegio de monjas o a mi propia incapacidad. De mayor me parece una representación del hemiciclo del Congreso de los Diputados colocados en función del número de votos*. Para conmemorar su siglo y medio de vida, Naciones Unidas ha declarado 2019 su Año Internacional y he descubierto que Primo Levi, escritor, químico y superviviente de Auschwitz con el número 174517 tatuado en su piel, hizo su particular homenaje en El sistema periódico (1975), uniendo literatura y ciencia. Editado en España por Alianza en 1999, el libro cuenta nada menos que con Carmen Martín Gaite como traductora. El sistema periódico está compuesto por 21 capítulos dedicados, cada uno de ellos, a un elemento químico, que el autor convierte en distintas metáforas para hablar de las relaciones humanas en tiempos bárbaros. Levi recuerda al lector al terminar el libro que: “al llegar a este punto, se habrá dado cuenta de sobra de que éste no es un tratado de química. (…) No es tampoco una autobiografía, sino dentro de los límites parciales y simbólicos donde cabe considerar como autobiografía cualquier escrito, es más, cualquier obra humana. Pero historia, en cierto modo, sí lo es”. 
Microhistoria de toda una generación, El sistema periódico fue recibido por Ítalo Calvino como «un libro extraordinario y fascinante que no puede por menos de dejar una profunda huella en el lector».

Aquí puedes descargártelo en pdf.

* Tabla donde todos los elementos se ordenan por su número atómico (número de protones). Fue en 1869 cuando el químico ruso Dimitri Mendeléiev presentó su sistema de ordenación. Hasta ahora se han descubierto y confirmado 118 elementos. Los cuatros últimos son nihonio, moscovio, teneso y oganesón, nombres que parecen los personajes de una tragedia shakesperiana, pero no, aluden a Japón, Moscú, Tennessee y al físico ruso Yuri Oganessian.

*Conferencia "Química y política" de Alfredo Pérez Rubalcaba.

domingo, 3 de febrero de 2019

La extraña costumbre de regalar cubiertos por la comunión


En la serie de televisión de Paco León Arde Madrid, ambientada en los años sesenta, me llamó la atención una escena en la que regalan a una niña gitana por su primera comunión un estuche con unos cubiertos de plata, porque me acordé de que ese era el regalo que nos hacía mi abuelo a todos los nietos. El juego estaba compuesto por un cuchillo, un tenedor, una cuchara y un servilletero tamaño cadete, grabados con las iniciales del nombre y la fecha de celebración. Nunca entendí el significado de este regalo que, sin duda, era valioso y estaba destinado a recordar la celebración en el tiempo. Ni qué decir tiene que puse la misma cara de extrañeza que la niña de la serie, no creo que pueda haber un regalo menos atractivo para esa edad. Los cubiertos, después de permanecer en su estuche un tiempo, acabaron en el cajón junto a los demás. Al principio me los ponían todos los días hasta que se quedaron chicos, luego tal vez se perdieron en la basura o los robaron. En internet, para mi extrañeza, he descubierto que todavía perdura la costumbre de regalarlos en bautizos y comuniones, tanto en acero inoxidable (unos 50 euros) como en plata (en torno a cuatrocientos euros). Según mis padres el regalo simbolizaba el rito de tránsito hacia la pubertad y el bagaje con el que había que acudir al colegio privado si se era interno o mediopensionista para evitar contagios ¿Alguien sabe algo sobre el origen clasista de esta costumbre?

Anónimo dijo...
Quizá esto del regalo podría tener que ver con el dicho inglés (o por ahí) de "nacer con una cuchara de plata en la boca", para los niños de buena familia, y la novela de Galsworthy. Yo también tuve ese regalo, pero al nacer, y debo tener alguna pieza guardada.