martes, 22 de noviembre de 2016

Una escribe, la otra no

Estuvieron muy unidas. Vivían en el mismo barrio. Se conocieron en primer curso de Comunes, estudiaron la misma especialidad  (Filología Románica) y en tercer curso comenzaron la carrera de Periodismo. Sacaban más o menos las mismas notas. Compartieron los mismos profesores, confidencias, lecturas y amigos. Realizaron la tesina en el CSIC, una sobre los cantos de muerte y la otra sobre los de nacimiento. Se separaron poco después sin enfadarse, en silencio. Dejaron de caminar al mismo paso cuando se pusieron en evidencia las diferencias de carácter. Una, fuerte y segura, sabía lo que quería desde el principio;  la otra muy frágil, no. Tampoco ayudó que una se hiciera amiga del director, con despacho y beca y su amiga se convirtiera entonces en la muchacha pobre que se sienta en la mesa de los ricos. Una fue profesora de Universidad en el País Vasco; la otra, en un centro de secundaria en la capital.  Una se hizo especialista en literatura medieval; la otra siguió siendo aprendiz de todo. Una es alta y delgada; la otra no. A una, ETA le colocó una bomba lapa en los bajos de su coche; a la otra, unos alumnos un chicle en su silla. Una ha publicado libros, la otra escribe en un blog. En verdad os digo que vivieron vidas paralelas.

domingo, 20 de noviembre de 2016

El balneario Termás de Pallarés y el IMSERSO

Cuando viajaba con poco dinero por Europa en interminables jornadas de autocar, siempre me llamaban la atención los balnearios de Alhama de Aragón por su aire decadente y señorial. El paraje no puede ser más bello con edificios regios y un lago termal, rodeado de jardines y bosques, que permite bañarte incluso en pleno invierno.
Como el año pasado tuve una experiencia muy positiva con el termalismo del IMSERSO en el balneario El Salugral de Hervás, donde los de la tercera edad compartíamos habitaciones y espacios comunes con los  clientes, este año he pedido el balneario de Termas de Pallarés. Antes me documenté: miré fotos y videos del hotel en internet y me enteré de que el recinto cuenta con tres hoteles, dos de cuatro estrellas y uno de tres. Los termalistas de la tercera edad fuimos alojados durante más de diez días en el hotel Parque de inferior categoría que no se parece en nada a la publicidad de su página web:
"El encantador Hotel-Parque del Balneario Termas Pallarés (Alhama de Aragón Zaragoza) alberga la zona de tratamientos termales y lúdicos, lo que brinda la posibilidad de una incomparable inmersión en la cuna del bienestar y la salud. Una sobria elegancia arquitectónica y unas hermosas vistas a los exuberantes 68.000 m2 de jardines del Balneario Termas Pallarés reinan en las 90 habitaciones del Hotel Parque, evocando el clasicismo y el auténtico encanto del histórico Balneario Termas Pallarés del siglo XIX. Desde la galería de baños con bañeras de mármol de 7 toneladas, pasando por cabinas de tratamientos y espacios de bienestar orientados a conseguir relax, vitalidad y salud, como el Termaspa, el Hotel- Parque captura una sofisticación eterna que es tan distintiva como acogedora."


 La primera impresión fue entrar en el túnel del tiempo y volver a la casa de tus abuelos de los años veinte y al comedor del internado de los años sesenta, o dicho con las palabras de mi sobrino: "Es cutre de cojones". Algunas habitaciones y pasillos, como se puede ver en las fotografías, parece que han inspirado al guionista de la película El Resplandor. Nuestra habitación (267), con griferías obsoletas, orientada al norte, con vistas a la carretera y cerramiento de la ventana no aislaba de los ruidos. Imposible leer con la escasa iluminación o ver la televisión obsoleta que solo sintonizaba, y mal, algunos canales. Además no había wifi. La fotografía que ilustra esta entrada fue tomada a las dos de la tarde y todavía no habían arreglado la cama.



 Después sorprende la masificación de los mayores y la  poca información (solo teníamos una monitora, a pesar de ser unos ciento cincuenta, frente a unos cincuenta clientes de los otros dos hoteles de superior categoría). Deambulábamos continuamente de un sitio a otro por pasillos fríos y sombríos como almas en pena, la recepción en un edificio, la recepción termal en otro; las habitaciones en uno, el comedor en otro con dos turnos donde los camareros apenas daban abasto para preparar el segundo. Lo mismo pasaba con los escasos tratamientos ofertados, en el aquaterma, en la niebla y en la cascada apenas podíamos movernos por la cantidad de personas que había. Confieso que en algún momento pensé que la finalidad era gasearnos. Además, los horarios, que no podías elegir, eran absurdos: dos días los tratamientos empezaban a las ocho de la mañana, cuando el desayuno era a las 8,30.  Al mismo tiempo, utilizaban un neolenguaje curioso:  a tomar las aguas, es decir, poner un vaso en una fuente, lo llamaban tratamiento hidropínico y para llegar allí había que pasar un tramo de suelo resbaladizo.
Por tanto, discriminación en horarios, en habitaciones y también, y esto es lo doloroso,  en el lago termal, los clientes "de pago" disponían de tumbonas gratis en primera fila (además del albornoz y las zapatillas) mientras los mayores permanecíamos en sillas detrás de un cerco de madera. Si queríamos utilizar las tumbonas, teníamos que pagar dos euros diarios.  Como el bar del casino tiene precios de un cuatro estrellas, los mayores no acudían (las pensiones no dan para tanto) y, para compensar, disponíamos de una sala con una máquina de café a un euro. De esa manera parecía que estábamos aislados en un asilo para que el resto de los clientes no gozaran de nuestra decrépita presencia.


La comida me pareció, en líneas generales, buena y abundante, aunque algo monótona. El equipo médico bien; el resto del personal, desigual, sobre todo en recepción. Los camareros y las encargadas de la limpieza estaban abrumados por unas jornadas interminables (esto es lo que nos ha dejado la crisis): poco personal obligado a estar en dos sitios a la vez, que siempre llegaba tarde y no era muy propenso a dar explicaciones.
A la vuelta, con conocimiento de causa, me he adentrado con paciencia en las páginas de internet y he buscado las críticas de los usuarios del IMSERSO y de algunos clientes de la temporada alta:
"Salvo las habitaciones del 4 estrellas, el resto está impregnado de una decadencia melancólica que tiene cierto encanto, pero que siendo realistas presenta la urgente necesidad de inversión y mantenimiento para estar a la altura de lo que se espera. Hacen una publicidad engañosa. Publicitan una habitación, cuya fotografía supuestamente aparece en la página web, concretamente, para el Hotel de Tres Estrellas, que después no se corresponde con la real de inferior calidad."
Lo sorprendente es la respuesta de la dirección a este comentario y a otros parecidos: "Lamentamos su estancia no fuese satisfactoria pero desde luego no discriminamos en absolutamente nada y disponen de las mismas habitaciones que cualquier cliente. Para nosotros todos los clientes son iguales en cuanto al trato e intentamos que se vayan lo más contentos posibles de cara a que repitan y recomienden nuestro Balneario"; "El grado de satisfacción de los usuarios que vienen por este Programa es realmente alto, como lo demuestra que la gran mayoría repitan la estancia. Es evidente que en un programa social uno no puede recibir lo mismo que una persona que viene a título particular (estaríamos entonces estafando a las personas que pueden permitirse pagar más por otro tipo de Programa y además uno no puede vender por debajo de coste)".
Como podemos ver, primero niega el trato discriminatorio y luego lo justifica. ¿Por qué un jubilado no puede recibir el mismo tratamiento que un cliente cuando paga una cantidad relativamente alta, dada la cuantía de las pensiones en este país, y el IMSERSO subvenciona el resto de la cantidad?  Si yo hubiese ido al  hotel de cuatro estrellas, no me sentiría estafada porque a los mayores le diesen un buen trato: se lo merecen con creces.
Sé que los jubilados de más edad que utilizan este programa no se van a quejar nunca, que comiendo a su hora con vino y, dada la cercanía del ave que va a Calatayud, repetirán la experiencia, porque lo que no quieren es estar solos en sus casas, además de paliar sus dolores. Son poco exigentes y prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer. Me dio pena saber que las compañeras de mesa de comedor de casi ochenta años reclamaron porque pasaban frío en la habitación y no les ayudaron; tuve que subir y descubrir que en vez de calefacción tenían aire acondicionado y no sabían encenderlo.
No me han dado ninguna encuesta para rellenar después de mi estancia, pero creo que los responsables del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad deberían hacer una inspección a fondo para revisar a dónde va el dinero público. Nuestros mayores se merecen lo mejor y no un trato discriminatorio. Todo indica que las subvenciones, que reciben por acoger a los de la tercera edad en temporada baja, se están aprovechando para rehabilitar los edificios de superior categoría. Berlanga, si reviviera, encontraría argumentos para volver a hacer la película Los jueves milagro. 
A pesar de lo expuesto, de la caída que tuve por el suelo resbaladizo y del constipado que me cogí por pasear con el bañador y el albornoz mojados por todo el recinto, he pasado unos buenos días de descanso y tranquilidad  con la experiencia inigualable de bañarme en el lago termal con la esperanza de que sus aguas alivien mi piel atópica este invierno.

Recomiendo esta páginas para saber más de la curiosa historia del balneario que refleja muy bien la realidad española del s. XIX:


domingo, 13 de noviembre de 2016

Todo esto te daré, Dolores Redondo

Me ha costado terminar el libro galardonado con el último premio Planeta, a pesar de haberme leído con mucho gusto La trilogía del Baztán.  Todo parece indicar que esta novela de cartón piedra se escribió antes que las anteriores y que trata de aprovecharse de su éxito.  Se me ha hecho una bola, como ocurre cuando intentas tragar un pescado demasiado hecho aunque bueno. Es una novela como otras tantas, pesada de leer y perfectamente olvidable,  que habla de una muerte accidental que se convierte en un asesinato. La única novedad, que el encargado de averiguar el suceso es el marido del asesinado al que acompañan en sus investigaciones un cura y un guardia civil retirado, que es descrito al principio como el personaje cinematográfico Torrente. El marido, famoso escritor, extrañamente no sabía nada de la vida del hombre con el que llevaba años compartiendo su vida. El pazo gallego, donde transcurre la trama parece Falcon Crest por la cantidad de pasiones y secretos que oculta y a ratos insinúa un ambiente mágico. Es un batiburrillo de descripciones idílicas y soporíferas de la Rivera Sacra, donde deambulan un niño, un camello, un perro feo y leal y unos hombres capaces de llorar durante horas hasta llegar al ridículo. 

Bibliopegia antropodérmica


La bibliopegia antropodérmica es la técnica de encuadernar libros con piel humana. Aunque en la actualidad es una práctica extremadamente inusual, alcanzó su momento de esplendor en el siglo XVII.
 El artículo La espeluznante historia de los libros forrados con piel humana de Jaime Noguera pone literalmente la piel de gallina y me recuerda una vez más que la literatura copia a la vida y hace todavía más creíble la obra de Jonathan Swift Una modesta proposición.

jueves, 10 de noviembre de 2016

En la era de la prosa cipotuda, Iñigo F. Lomana

 Hoy, hojeando la prensa, he encontrado un nuevo concepto: prosa cipotuda, caracterizada por la virilidad y la rimbombancia. Parece ser que Arturo Pérez-Reverte, Manuel Jabois, Juan Tallón y Antonio Lucas, son exponentes de esta prosa. Falcó -personaje que da título a la nueva novela de Pérez Reverte, ambientada en la guerra civil- encarna al héroe más cipotudo que rebosa mujeres, alcohol, armas, testiculario y equidistancia ideológica. Dicho con otras palabras, machismo puro, el rayo que no cesa.
En su artículo, Iñigo F. Lomana analiza con humor este estilo que poco tiene de nuevo, salvo su adjetivo.



domingo, 23 de octubre de 2016

Amores pletóricos (perdón, platónicos)


-No sé si sabrás que varias generaciones de mujeres se han enamorado de ti y de tus canciones, pero no les ha quedado más remedio que acostarse con otros.
-¡Pues que alegría! (Risas). Menos mal que se acostaban con otros porque con todas no hubiese podido.
Entrevista a Aute para el periódico El ojo de la libertad, del I.E.S Luis Buñuel de Alcorcón

Creo que solo he tenido dos amores platónicos en mi vida: Luis Eduardo Aute y J. M.; el primero está recuperándose de un fatal infarto y el segundo ha muerto este otoño.  Con los dos compartí momentos pletóricos en el IES Beatriz Galindo en distintos cursos de reciclaje. Ya sé que los amores platónicos se basan en la búsqueda de la persona ideal y no desean el contacto físico para no darte cuenta de que son como el resto de los mortales, hechos de barro y de miserias; pero la posibilidad del encuentro y la sensación de plenitud ante su presencia han desaparecido. Solo (y ya es bastante) me quedarán su obra y su recuerdo.
En el 2006 me declaré AUT-tista (seguidora incondicional hasta el ridículo) en el artículo del periódico escolar que transcribo:

La profesora que se quedó encerrada

Me declaro autista (seguidora incondicional hasta el ridículo del cantautor Luis Eduardo Aute). Mi despertar musical siempre ha estado unido a él. En tiempos pretéritos, cuando gobernaba el invicto, oí por primera vez que podíamos desear lo imposible (Rosas en el mar) y me enamoré de su pelo liso, de sus grandes ojos, de su cara redonda y de sus manos de artista. En Algunas de las primeras manifestaciones canté Yankee go home y descubrí que había muchos Fantasmas. Disfruté del amor sin velos de novia (Anda, quítate el vestido) y del desamor (De alguna manera tendré que olvidarte). Asistí atónita a los últimos fusilamientos de Franco (Al alba). Incluso pasamos los dos una larga temporada tristes, él cada vez más críptico e irónico (Si estás triste que te cuenten algún chiste). Sólo una vez le fui infiel con Hilario Camacho. En los ochenta llegó la movida y tiempos de no pensar. Surgieron Krahe y Sabina. Muchas le abandonaron por Sabina, más seguro de sí mismo, más exhibicionista (Mira que eres canalla). Yo me quedé con Aute, con el tímido e inteligente, con el monógamo que por aquel entonces quería cambiar a la de cuarenta por dos de veinte. Empezó a adelgazar hasta convertirse en espíritu impuro, al contrario que todos nosotros que ahora degustábamos la nueva cocina. Me subí en el Suburbano y me enteré por mi amiga Lina que sus hijos no le habían salido muy estudiosos en un colegio cercano a la Fuente del Berro. Le vi en la Feria del Libro firmando autógrafos de su primer libro y no me atreví a saludarle, me moría de vergüenza, los amores platónicos deben seguir siéndolo. Escribí musarañas mientras él escribía poemigas. He visto Un perro llamado dolor cuando les ponía a mis alumnos El perro andaluz. He observado su curiosa pérdida de pelo sin llegar a tener canas, mientras me teñía el mío. Nos hemos puesto gafas al mismo tiempo, el de hipermétrope y yo de presbicia. Sus manos de artista, que parecen odiar los instrumentos cortantes, no envejecen. La cabecera de nuestro periódico se parece al inicio de su página web.
Yo también creo que Las palabras son falsas y traidoras y que, de todas las palabras, nación es una de las más feas. Que el peor enemigo de Dios son las iglesias, que la aldea global perfectamente se podría llamar esfinternet, que todos llevamos la piedra de Sísifo en un riñón, que no hay que dar órdenes, que el hombre está en perpetuo desvalimiento, que los cuerpos después del amor apestan a alma y que lo peor que le puede pasar a uno es una muerte colateral, que persiste siempre el erotismo y la mirada y que deberíamos tener el derecho de ausentarnos y hacernos invisibles. Comparto con él la curiosidad por el mundo y el hastío que la política produce. También me asombra que no haya femeninos de algunas palabras (la Dios, la yo, buenhembría); Incluso el año pasado pusimos una pintura suya en el periódico para ilustrar el tema del maltrato a la mujer (Mortal de necesidad).
Menos mal que nos queda, me queda, Aute

J. era mucho más cercano porque le podía tocar y abrazar cuando me lo encontraba de Pascuas a Ramos, casi siempre rodeado de profesoras, en la presentación de sus libros. Era encantador. Con su tranquilidad y sonrisa perenne te dulcificaba la vida. Sabía escuchar y me ayudó mucho cuando, ante su perplejidad, le expliqué cómo era víctima de acoso laboral en un instituto. Fue en el café Comercial, ¿te acuerdas? Eran las siete y diez de una tarde triste de invierno y no nos retrasamos ninguno de los dos. 

jueves, 29 de septiembre de 2016

¡Vivan las canas!

La presión social que se ejerce sobre las mujeres mayores que deciden dejarse su pelo al natural es tremenda.  “Las canas hacen interesantes a los hombres y viejas a las mujeres”, oímos desde muy pequeñas en boca de los perpetuadores del machismo. Así que nos aferramos al tinte como a un talismán de la juventud, sometidas a la tiranía de retocarnos continuamente el pelo que crece inmisericorde a razón de un centímetro al mes, lo que dificulta el camuflaje y prende nuestra cabellera de increíbles colores que pretenden ser naturales cuando solo se asemejan al pelo artificial de las muñecas de nuestra infancia. Es bien sabido que las canas se reparten en las familias de forma aleatoria por edad y carga genética y no están unidas forzosamente a la senectud. Antes no se ocultaban, inspiraban respeto, eran señal de experiencia y sabiduría, aunque siempre fueron denostadas por los poetas que nos hablaban del ocaso, del tiempo airado, del viento helado. Pero las canas son como la tarde al día, como el invierno al verano, el nácar que nos envuelve dándonos más valor, nieves perpetuas que nos alimentan.
Ni estamos más jóvenes ni más guapos por teñirnos el pelo. Tenemos la edad que tenemos, es decir, la que sentimos. No podemos recuperar lo que antaño nos perteneció. Siempre me vienen a la memoria imágenes patéticas de esta impostura: la última escena de la película Muerte en Venecia donde a Dick Bogarde se le derriten al mismo tiempo la vida y el tinte en forma de goterones negros, mientras observa la turbadora imagen del efebo Tadzio en la playa;  un matrimonio amigo que compartía el mismo tinte pelirrojo que les convertía en extraños hermanos; y  la imagen patética de un presidente del gobierno de nívea barba y reluciente pelo negro.


Durante diez años he estado tiñéndome el pelo para no oír las voces juveniles que asocian la cumbre nevada a la vejez y me prometí que dejaría de hacerlo cuando me jubilase. La sublime decisión la tomé en solitario, desoyendo los consejos de todas las peluqueras, deseosas de que su oficio no desapareciese,  que me hablaban de terrores sin fin. El paso me daba miedo, pero una de las alergias raras en mi cuero cabelludo ha sido el detonante. Llevo tres meses sin pisar la peluquería y día a día he ido observando con sorpresa cómo brilla en mi cabellera un penacho de cabellos blancos con un fulgor hasta ahora escondido. Ya puedo decir que las nieves del tiempo platearon mi sien, que peino canas y, lo mejor, puedo echar una cana al aire. Además, ahora el pelo gris está de moda porque modelos y cantantes jóvenes se tiñen de este color como un símbolo de modernidad para ir contra corriente.
¡Vivan las canas que nos libran de las cadenas de la servidumbre de los prejuicios!

Continuación de la entrada Tomadura de pelo (2013)