jueves, 19 de mayo de 2016

Sin protector solar

Había salido rubísima, con una piel transparente que relucía al sol. En el siglo XIX habría causado furor; pero, en los años sesenta del siglo XX se sentía como el patito feo del cuento, desentonaba con la familia que era de tez morena.  En la playa, debajo de un sombrero, a las horas de más calor, cubierta por una camiseta y con crema Nívea en la punta de la nariz, observaba como los demás se iban tostando lentamente al sol y adquirían un atractivo bronceado. Al volver a casa, descubría que se había quemado todo lo que sobresalía: la raya del pelo, la frente, las rodillas y el empeine del pie. La piel empezaba a arder al atardecer y no se aplacaba en toda la noche, de nada servían las friegas de vinagre. Su hermana y sus primas se asaban alegremente, tumbadas al sol como en una barbacoa, aderezadas con la crema de la vaca o con un mejunje de aceite y vinagre que olía a ensalada. Y estaban guapas y saludables cuando salían por la noche, mientras ella se quedaba ardiendo en su habitación. Su piel después del color rojo tomate, pasaba a un suave salmón, se pelaba y se poblaba de pecas como si hubiese tomado el sol a través de un colador o se hubiese espolvoreado canela. Pero cómo quedarse en casa, si lo único que le gustaba de verdad era meterse en el mar, fundirse con las olas, bucear, nadar, sentir el sabor salado en la boca y el escozor en los ojos.
Hubiese vendido su piel al diablo con tal de conseguir una nueva, más resistente, que la protegiera del sol y de los comentarios maliciosos que provocaba. Entonces no existían las cremas con factor de protección y ella pertenecía a ese 5% de la población mundial de fototipo 1, raro y anómalo, que presenta una piel pálida y rosada sin melanina. Ya mayor, guarda la memoria de esos años como su piel guarda la memoria de las quemaduras pasadas. Tiene que ir una o dos veces al año al dermatólogo para eliminar las manchas precancerígenas del rostro (una quemadura con otra se quita) y luchar con las dermatitis, irritaciones, rojeces y granos que se apoderan de su cuerpo. A veces, en las noches de insomnio, piensa en las extrañas relaciones que se establecen ente la piel y la personalidad. 

Usa protector solar

Este vídeo, basado en un poema-discurso de Mary Theresa Schmich (1997) titulado Wear Sunscreen (Usa protector solar) se realizó en 1999 por la agencia publicitaria brasileña DM9. Aunque no me gustan nada los textos de autoayuda, este optimista texto con ecos de Palabras para Julia de Goytisolo se puede utliizar en clase de tutoría.


Mi amiga Lina

Siempre la recordaré sonriendo, cerca de la treintena, con su larga melena rizada, su corta falda negra de cuero y sus medias de rejilla. Era muy atractiva, tenía una talla 44 y ningún complejo. Entró en el colegio para sustituir a un profesor que daba clases a los difíciles alumnos de graduado escolar, a los que enseguida se llevó a su terreno. Nos hicimos muy amigas. Los viernes entre confidencias y filosofías nos acercábamos al bar El Dormilón a esperar a que terminara de trabajar su novio. Al curso siguiente ambos decidieron irse a vivir juntos en una casa baja del barrio de Prosperidad. La casa era inhóspita y lúgubre, pero ellos la hicieron atractiva con kilos de pintura y una farola que encontraron abandonada en una calle. Nunca la vi tan feliz. Pero todo se torció cuando prescindieron de sus servicios sin previo aviso. Había estado trabajando sin contrato. Decidió denunciar a la empresa y necesitaba un testigo. Recurrió a mí. Cómo le iba a decir que no, si era mi amiga y una injusticia. Afortunadamente, no llegaron a los juzgados, firmaron un acuerdo y no tuve que testificar. Consiguió el reconocimiento por su trabajo y una miseria de pesetas que fueron a parar a su hermano que estaba rehabilitándose en Proyecto Hombre. Yo me quedé en una posición incómoda en un centro educativo que se llenaba la boca hablando de experimentación pedagógica y socialismo. Ya distanciadas por la vida, supe que se había ido a vivir fuera de Madrid y que había tenido varios hijos. Siempre generosa y maternal, había realizado sus sueños.

sábado, 14 de mayo de 2016

La España de los colegios concertados




España es el segundo país con más alumnos en aulas concertadas (privadas subvencionadas) o completamente privadas, solo tras Bélgica, y se sitúa hasta 22 puntos por encima de la media —en el caso de primaria— en el porcentaje de estudiantes que se educan en centros bajo una gestión o capital privados. La Iglesia ha estado históricamente detrás de la educación concertada y privada de España —también en el caso de Bélgica, donde la fuerte influencia eclesial y el apoyo de las fuerzas políticas liberales a la educación privada explican su tradicional apuesta por este modelo. En general, los sistemas segregadores obtienen peores resultados que los generales, suele aumentar el rendimiento de una parte de la sociedad, pero no del conjunto.

Ahora que volvemos a estar de elecciones, conviene recordar estos datos para que la nueva izquierda aborde este tema. La escuela concertada acaba de cumplir desvirtuada 25 años: Los centros públicos asumen el 90% de los inmigrantes y la gratuidad de los concertados es incompleta. Los creadores del sistema, por una ley socialista, admiten su actual distorsión. Sigue leyendo el artículo de Diego Barcala en el diario Público
Para saber más: Antonio Ortuño Escarabajal La España de los colegios concertados en el diario Información de Alicante.

Dinero Público, educación pública 

lunes, 9 de mayo de 2016

La importancia del título

En la actualidad, el titulo es fundamental para un libro, sobre todo para una novela, tiene que ser original, atractivo, fácilmente memorizable, coherente, corto o largo, pero siempre sugestivo, porque es el resumen del argumento, lo que el escritor ha querido comunicar.  Un buen título es la carta de presentación de un libro, una presentación adecuada puede acercarlo a más lectores. En alguna parte del texto tiene que ser explicado. Si el autor no es muy conocido, el título tendrá la máxima importancia. Un consejo: un título no debe dar muchas pistas sobre qué la historia o el lector perderá el interés. Debe ocultar siempre la verdadera clave de la narración, permitir que quien lo lea se sorprenda por sí mismo. Los hay de todas clases, con el nombre del protagonista ("Marianela");  con una sola palabra ("La Busca", "La colmena");  con toda una oración ('La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada' de Gabriel García Márquez, "El guardían entre el centeno" de Salinger); con títulos extraños y sorprendentes ( "El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson, "Las ardillas de Central Park están tristes los lunes" de Katherine Pancol, "Cuando Hitler robó el conejo rosa" de Judith Kerr); con una metáfora evocadora ("La sombra del viento" de Ruiz Zafón). El título llega siempre a la mente del escritor al comienzo o al final de la creación de una forma mágica.

Todo esto lo explicaba el profesor a sus alumnos somnolientos y desinteresados. Sus títulos preferidos eran los que constaban de sustantivo y adjetivo: lo objetivo y lo subjetivo, lo esencial y lo accesorio. Siempre pensó en un banco de títulos gratuitos que ayudaría a los escritores poco inspirados en la difícil tarea de ser originales. Y empezó a coleccionarlos de lecturas de aquí y de allí: Aletargado aburrimiento, Amada mascota, Acciones borradas, Atención maniática, Ávida vida, Vinoso ponto, Bellos públicos, Brutos secos, Caótica belleza, Casa fuerte, Cicatrices ocultas, Complaciente papanatas, Conjunción copulativa, Cubiertas desgastadas, Desengaño despiadado, Desorden preciso, Dulce mar, Entrañas extrañas,  Entrañas palpitantes, Equilibristas ciegos, Estado conectado, Espectador domesticado, Estrategias narrativas, Extraño Esclavo, Estados excitados, Feroz felicidad, Franco fresco, Frugales fruslerías, Fuegos fatuos, Habas vanas, Heridas abiertas, Heteronimia ominosa, Horda devoradora, Implacable rudeza, Impúdico imprudente, Indigencia insignificante, Indigencia intelectual, Olor húmedo, Larga pesadumbre, Larvado resentimiento, Lava candente, Manchas limpias, Masa amorfa, Mate amargo, Mentiras contrastadas, Mezcla perfecta, Misericordiosa inconsciencia, Misógino contumaz, Niebla meona, Obcecado ludópataOtoño dorado, Paisaje sonoro, Parálisis general, Placer culpable, Plazo aplazado, Puro humo, Realismo visceral, Recuerdos materiales, Repugnante vileza, Rigor artis, Salvajismo jovial, Secreta receta, Silencio espeso, Silencios elocuentes, Sucio socio, Sol mustio, Sospechoso inocente, Sueño invencible, Tradiciones brumosas, Tensa espera, Trivial deseo, Vacas salvajes, Vivos colores. Al final, confesó que su favorito era Agua frita y papel asado. Y de los ya publicados, Papel mojado de Juan José Millás. 

Un fotograma fugaz (Fuenteovejuna, 1947)

Ese director de cine, en 1947, en los tiempos convulsos de la posguerra, adaptó al cine una de las obras maestras de Lope de Vega, Fuenteovejuna, que conocía bien desde sus tiempos en el Teatro Universitario de La Barraca, durante la Segunda República. En las representaciones había podido comprobar la especial fascinación que ejercía sobre el público. Incluso fue testigo de que en algunas representaciones los espectadores llegaban a invadir el escenario para linchar al comendador. Ahora era colaborador y director de películas propagandistas del régimen franquista (Raza, Los últimos de Filipinas) y tenía que tener mucho cuidado. Aunque no se pueda decir que la obra de Lope discutiera el orden social establecido, ni que fuera políticamente subversiva, sí justificaba la rebelión frente a un poder corrompido y, en definitiva, podía llegar a interpretarse en un sentido revolucionario al grito de "¡Muerte a los tiranos! Román y el guionista José María Pemán sabían de que ese germen revolucionario debía minimizarse;  pero un fotograma fugaz que no era necesario, supongo que muy consciente, presentaba al comendador ejecutado por el pueblo, colgado boca abajo como las fotos que habían llegado en 1945 del cadáver de Mussolini y otros jerarcas fascistas, capturados  por la Resistencia italiana. Precisamente ese fotograma es el que hace más interesante la película al espectador actual y la hace excepcional en su tiempo. ¿Cómo es posible que la censura no se diera cuenta de esa similitud ? A mí solo se me ocurre explicarlo por los extraños lazos que se establecen entre la realidad y el deseo, o mejor, por la impronta dejada por García Lorca en el director. 

* No he sido capaz de capturar la imagen del cadáver del comendador, que se puede ver en el vídeo de Youtube (106,36) para que se pueda observar el paralelismo. 

lunes, 2 de mayo de 2016

Lectores y escritores a la carta



Mi padre, en Madrid, en el año 68, estableció una breve relación epistolar identificadora con el escritor Baltasar Porcel, que vivía en Barcelona, cuando empezaba a ser reconocido. Y no me he podido resistir a fotocopiar una carta manuscrita para que sirva de ilustración a esta entrada. 

Cuando acabamos un libro de esos que te dejan huella, nos encantaría darle la enhorabuena al autor, preguntarle determinadas dudas, debatir con él; pero la mayoría nos cortamos, solo unos pocos se atreven a establecer una comunicación más cercana. Los autores para darse a conocer acceden a las imposiciones de las editoriales, tanto por razones económicas como por vanidad, en presentaciones de libros, encuentros literarios, conferencias y ferias de librosTradicionalmente, el máximo contacto que podía tener un lector con un escritor consistía en asistir a una firma de libros y pasarle el ejemplar del mismo para que se lo dedicase; y si había suerte, hacerse una foto. Si el admirador se hacía con la dirección del escritor, se establecía una relación epistolar más o menos intensa, sobre todo si el lector era a su vez un escritor en ciernes. Conviene recordar que los escritores no son nadie sin sus lectores y que empezaron leyendo a otros; aunque algunos escritores consagrados odian estas costumbres. Todos nos acordamos de Fernando Fernán Gómez, harto de estar harto, casi al final de su vida, mandando a la mierda a ese lector que le pedía una dedicatoria. En cualquier caso se cumple la máxima de que los escritores son responsables de los libros que escriben, nunca de sus lectores, el lector elige lo que lee, pero el escritor no puede elegir a sus lectores y a veces estos se convierten en una remora insufrible. Julio Llamazares lo explica muy bien en su artículo Aznar y yo" Aznar empezó a decir que su novela favorita era una mía, Luna de lobos, sobre los maquis, cosa que a mis vecinos y a algunos familiares muy lejanos les llenaba de satisfacción. Hasta me felicitaban por la calle en aquel tiempo sin saber que para mí la elección de Aznar, en vez de enorgullecerme, me llenaba de estupefacción ¿Cómo podía ser que alguien que representaba lo más opuesto a lo que yo pienso de la vida me tuviera entre sus autores preferidos y citara entre sus favoritas mi novela más roja y más radical?
Pero yo recuerdo al poeta Ángel Guinda emocionado en cada una de las presentaciones de sus libros de poesía, recibiendo el caluroso apoyo de sus compañeros y admiradores.  Rosa Montero en un encuentro de clubs de lectura en Asturias, comenzó haciendo un elogio a los lectores y dijo sentirse privilegiada: “Si calculas que una persona lee un libro a la semana desde los ocho años hasta los ochenta años, en su vida habrá podido leer ‘sólo’ 3.000 libros. Entonces teniendo en cuenta el poquísimo tiempo para leer de nuestras breves vidas incluso si lees mucho, teniendo en cuenta la cantidad de escritores que existen, que haya gente que me lea es una gran suerte. La historia de la literatura está llena de escritores que perdieron a sus lectores, que fracasaron, que no pudieron llegar a ser leídos y que se volvieron locos o hicieron de su vida un disparate o se suicidaron incluso y esto es así porque llegar al lector es fundamental para el escritor."
Gracias a internet, y sobre todo a las redes sociales, todo esto está cambiando, los encuentros son ahora digitales. El escritor Eloy Moreno explica muy bien esta nueva relación: " Creé un perfil en Facebook, para poder conocer de primera mano las opiniones de los lectores, para poder charlar con ellos. Otra consecuencia es que si la novela gusta, el boca a oreja "digital" es mucho más rápido que el tradicional, y en poco tiempo las opiniones de los lectores pueden conseguir que el libro empiece a funcionar, son ellos quienes deciden. En mi caso, he conseguido mantener una relación muy estrecha con todos los lectores, de hecho, en la última página de cada ejemplar escribí un agradecimiento a todos ellos. Siempre me han apoyado recomendando la novela, y yo siempre que puedo realizo acciones para compensarles por toda su ayuda."
 La web de Laura Gallego es aleccionadora por lo disuasoria y clara que es para establecer el contacto con sus admiradores, que parece que son legión y le piden lo mismo que a una estrella del rock:
1) Para los que quieren ser escritores, no está en mi mano leer y opinar sobre tus obras.
2) No envío fotos dedicadas.
3) No puede atenderte por correo electrónico.
4) Contesto a todo el mundo aunque tarde varios meses.

Recomiendo leer el artículo de La Nación Escritores a la carta, donde la autora, Silvina Dell´Isola recoge divertidas anécdotas de grandes escritores. Me quedo con la última: " A comienzos de la década del 30, al poeta español Juan Ramón Jiménez le llegó una carta de un admirador que le pedía consejo para los más de mil versos compuestos que tenía sin publicar: "Soñador, como tantos, quiero ir a Madrid. Abandonaré las cabras y con el escaso cobre que puedan darme tomaré el tren de aquí a una quincena de días para la corte. ¿Podría usted, dulcísimo Juan Ramón, recibirme en su casa y leer lo que le lleve? Hágalo por este pastor un poquito poeta, que se lo agradecerá eternamente." La firmaba un tal Miguel Hernández. Y con la reflexión final: " Benditas las distancias inventadas por los egos cuando dejan que el cariño las vuelva más cortas".

Menos mal que Miguel Hernández no tenía nada que ver con Annie Wilkes, la terrible protagonista de Misery de Stephen King,  una fanática admiradora que secuestra a Paul Sheldon, autor exitoso, y le obliga a escribir una novela más de su saga favorita.

Leer también Pérez Reverte Carta a una chica muerta