martes, 23 de febrero de 2016

Las Sinsombrero de Tània Balló, documento imprescindible

'Las Sinsombrero' de Tània Balló nos muestra las historias olvidadas de las mujeres que formaron parte de la Generación del 27. Eran compañeras de Lorca, de Dalí, de Alberti. Eran las mujeres que en el Lyceum Club Femenino formaron un grupo paralelo, con la intención de, más que pedir un espacio en la sociedad, de agarrarlo, sabiendo que era suyo. En palabras de Maruja Mallo, una de las integrantes, "un día se nos ocurrió a Federico, a Dalí, a Margarita Manso y a mí quitarnos el sombrero porque decíamos que parecía que estábamos congestionando las ideas y, atravesando la Puerta del Sol, nos apedrearon llamándonos de todo".

Un resumen a modo de introducción del documental:


Se puede ver también integro en rtv.es a la carta de una hora de duración en vídeos imprescindibles:
Un resumen escrito aparece en el artículo de El Mundo de  Loreto Sánchez Seoane: 
Las mujeres en la Generación del 27: Ellas, el género neutro. 
Ver también el artículo de El Público:  Residencia para señoritas


Los leguleyos (3)


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
León Felipe

Cuando tengo qué hacer algo que supera mis conocimientos, suelo preguntar. Soy una maridudas. Eso hice cuando decidimos cerrar una terraza de unos 20 metros, construida en los años sesenta, en una de las calles más transitadas y polucionadas de Madrid. La mayoría de los vecinos ya lo había hecho, no tanto por ganar metros, sino por evitar suciedad y ruido.
Pregunté en todas partes y oí estas respuestas tajantes: "El Ayuntamiento no da permiso, es mejor que lo hagas por tu cuenta"; "Yo no pedí permiso, como hay terrazas ya cerradas, lo puedes hacer sin ningún problema"; "La legislación dice una cosa, pero la práctica es otra". "Todo el mundo lo ha hecho así, si el edificio fuese protegido, todavía"; " Solo tendrías problemas si un vecino te denunciase, pero eso es imposible porque todos de una manera o de otra han hecho lo mismo. No tengas miedo"; "No pidas permiso al Ayuntamiento por obras, antes había que hacerlo, pero ahora no es necesario para cambiar suelos, puertas y pintar. Si todo el mundo pidiese permiso, el Ayuntamiento estaría colapsado", me dijo el albañil.
Yo no tenía las cosas claras pero, ante semejante unanimidad, claudiqué. No pedí permiso y empezaron las obras en mayo. Aprovechamos que había andamios porque el edificio estaba pasando la ITE.  Los inspectores llegaron en el mes de agosto, alertados por una denuncia anónima (ver entrada, Todo por un armario) cuando la obra estaba casi terminada.  El albañil, que nunca estaba, ese día les abrió y les dejó pasearse por toda la casa. Al final le entregaron una copia de una notificación (apenas se leía) en la que detectaron obra ilegal con cerramiento de terraza e instalación de aire acondicionado en un patio interior, que llevaba más de veinte años.
Quise ir inmediatamente al Ayuntamiento para solucionar el asunto. Empecé a mirar casos parecidos en internet y me di cuenta de que había hecho una barbaridad porque el desconocimiento de la ley no impide su cumplimiento. Me tocaría pagar una multa en el mejor de los casos, o  deshacer el daño. "El acta es papel mojado, tienes que esperar a que te llegue la denuncia"; "A lo mejor se traspapela", me decían para animarme. Esperé, la denuncia llegó dos meses después en las manos de dos policías municipales. Con ella fui a Urbanismo donde me trataron como si fuese el cabecilla de la trama Gürtel. Allí pude enterarme de que la obra, contra todo pronóstico, era legalizable. Necesitaba el informe de un arquitecto, el visto bueno de la comunidad de vecinos y rellenar unos impresos dificilísimos.
Busqué un arquitecto que realizó un informe, lo entregó en noviembre y pagamos las tasas correspondientes.  A los dos meses recibí una carta certificada indicando que me llevarían a los servicios jurídicos por no haber respondido a sus demandas. Con un susto de muerte, averiguamos que había ocurrido un error: como las herederas de la casa de mi madre somos dos, habían abierto dos expedientes independientes, sin darse cuenta que la vivienda era la misma. Vuelta a recurrir al arquitecto y vuelta a mandar el informe explicando lo ocurrido.
A estas alturas el insomnio se ha hecho crónico. Cada vez que suena el timbre de la puerta me da taquicardia. Aunque sé que la decisión fue mía, estoy empezando a creer que hay una conspiración contra mí y no tengo la certeza de que todo salga bien. Espero con ansiedad que se den cuenta del error, que el expediente siga su curso normal y me legalicen la obra.
Además, me ha quedado un odio infinito a los leguleyos, a esas personas que, sin tener conocimiento suficiente de las leyes, hacen valer su experiencia y autoridad aconsejando a los demás para recular cobardemente cuando han metido la pata:  "Pero, ¿cómo se te ocurre?; " Yo pedí permiso para mi obra"; "No me lo explico, ¡Qué mala suerte!". No cuesta nada utilizar la duda en estos casos: yo creo, a mi me parece, consulta a un experto.

Esta es la tercera entrega y la última, espero, que escribo en el blog sobre el enojoso asunto de la obra en la casa de mi madre. Siento haberme puesto tan pesada y reiterativa, pero necesitaba hacerlo. En las noches de insomnio, producidas por tantos sinsabores, me hubiese gustado encontrar una experiencia parecida. Sirvan estas líneas para aquellas personas que lo necesiten y no para los pocos lectores asiduos que tengo, que ya me han soportado en vivo.  

P.D. Creo que ahora, a finales de julio de 2017,  dos años después de reclamaciones, de recursos, de presentar varias veces los mismos documentos en registro, de insomnios, de llamadas, de cómo me puede pasar esto a mí, llevo tres meses sin que hayan vuelto a mandar un requerimiento, lo que significa silencio administrativo y legalización, por fin, de mi obra ilegal.  

domingo, 21 de febrero de 2016

Todo por un armario (2)

 Odio las reuniones de vecinos porque me parecen la antesala a la guerra civil. Gente que no escucha, que miente, que amenaza, que no deja hablar. Pero, después de llevar más de cincuenta años viviendo en la misma finca,  debo afirmar que aquí los vecinos hemos evitado siempre los pleitos y nos hemos ayudado a pesar de tener ideas muy distintas. Por eso no entiendo que la gente prefiera denunciar, antes que arreglar la situación por las buenas. Pongo aquí este ejemplo de cómo el mundo funciona al revés, de cómo de ser la perjudicada, he pasado a ser la demandada.
El vecino de arriba de la casa de mi madre se murió y vendieron el piso. Durante más de seis meses aguantamos estoicamente el desarrollo de la obra hecha por rumanos supuestamente ilegales, hasta que nos estropearon el techo del cuarto de baño y las aguas residuales invadieron el armario empotrado de una habitación, estropeando las maderas y la ropa.  Me puse en contacto con los propietarios, les mandé fotos. No se dignaron a bajar, le echaron la culpa a la comunidad de vecinos por no haber cambiado las tuberías. Llamé a mi seguro que no se hacía responsable, el suyo decía que era culpa de los albañiles, los albañiles no tenían seguro. El daño suponía unos 2000 euros porque había que rehacer el armario por completo y este era bastante grande. Como íbamos a realizar una obra en un futuro, consentí que los albañiles repararan parte de la avería para que por lo menos la ropa se pudiese colgar. Hicieron una chapuza (colocar parches de contrachapado)  que les llevó menos de media mañana, pero no sanearon ni barnizaron. A la semana resurgió el moho negro y se volvió a estropear la ropa que se salvó en la primera inundación. Ante mis reclamaciones y la falta de respuestas, mi seguro reclamó al suyo.
A la salida de la siguiente reunión de vecinos, el vecino causante del estropicio se dirigió a mí en términos vejatorios y me anunció que me iba a arruinar. No entendí nada y le volví a explicar, sin ningún éxito, que él no tenía nada que pagar, que era un seguro contra otro, porque legalmente  él era la responsable del perjuicio creado. No le di más importancia.
Un año después hacemos la obra, tuvimos mala suerte y el albañil nos salió rana (ver la entrada Albañil a la fuga). Todo lo que podía salir mal, salía peor.  Fuimos denunciados y una inspección del ayuntamiento declaró ilegal la obra. Me enteré de que la Ley admite la delación anónima y empecé a atar cabos. En ese tiempo, hubo dos más en la comunidad, todas ilegales, una de ellas incluso con cerramiento de terraza exterior, que no fueron denunciadas. Por lo tanto la denuncia era solo contra mí. Pregunté a los vecinos, uno me comentó que en agosto del año anterior, se personó un guardia municipal porque un cascote caído de la obra (los obreros estaban barriendo) casi mata a una cajera de la tienda de al lado. Esa información no se la dieron al vecino y este creyó que fui yo la que tramitó la denuncia contra ellos. Como venganza, supuestamente me denunció al Ayuntamiento.
Después de un año, no he querido entrar en pleitos y he renunciado a que el seguro reclamase por vía judicial la cantidad. Se lo he comunicado por escrito, pues bien, en lugar de darme las gracias, es abogado, me ha amenazado, porque hacer una  reclamación en nombre de un fallecido (el seguro estaba a nombre de mi madre) constituye un delito de estafa tipificado en el artículo 248 del código penal y castigado con hasta más de tres años de prisión.  Además lanzar sospechas sobre su actuación también puede tener consecuencias legales. En todo caso, mi comportamiento ha sido "intolerante y voluble" porque él ha intentado solucionarlo de manera amistosa. Es más, le hubiese gustado que la historia acabase en los tribunales porque el veredicto habría sido en mi contra. 
Resumiendo: como estaba ociosa y harta de tener un armario viejo, decidí, aprovechando que había obras legales en el piso de arriba, romper la bajante general de las aguas residuales para demandar al nuevo vecino, para que de esta manera me pagase un armario nuevo y ropa de temporada. Como era verano y no estaba en la vivienda, urdí toda una trama para impedir que su seguro pudiera bajar a ver los desperfectos y le denuncié al Ayuntamiento.  Por eso, después de llevar más de seis meses sin dormir con las lágrimas a flor de piel, he decidido olvidarlo todo y perder el dinero de la reclamación.

sábado, 20 de febrero de 2016

Albañil a la fuga (1)

Llevo exactamente diez meses de calvario. Los que ha durado la obra en casa de mi madre, que estaba sin reformarse, excepto la cocina, desde el año 64. La experiencia previa que hemos tenido de pequeños arreglos ha sido tan mala (en una entrada ya expliqué que el Corte Inglés nos timó 150 euros) que acabé acudiendo a un albañil del barrio que previamente me había hecho una reforma de puertas y suelo en mi casa. No quedó del todo bien, pero siempre me han dado pena los pequeños autónomos que luchan por sobrevivir y pasé por alto muchas de las deficiencias porque sé que algo siempre sale mal y él parecía de fiar, me ayudó a colocar la casa después y conocí a su familia que era encantadora. ¿De cara? Regular, ni precios tirados ni se subía a la parra. Mi obra acabó bien, salvo algunas cosas, incluso le llegué a incluir en mi blog con una entrada elogiosa (soy una ingenua) titulada: No hay deuda ni plazo que no se cumpla y que ya he borrado. Es más, pensé que había conocido a alguien que merecía la pena.
Pero la reforma de la casa de mi madre fue total, a la mitad del trabajo descubrimos que las tuberías eran de plomo y los cables de la luz de papel. Lo que iba a durar tres meses (de mayo a julio) no se ha terminado todavía. Encima hemos sido denunciados al Ayuntamiento por un vecino. Los azulejos se pusieron torcidos, el suelo cruje, las puertas no encajan, las ventanas no son aislantes y se oye el ruido de la calle más que cuando eran de hierro. Han desaparecido la mayoría de los enchufes, el cuarto de baño huele a cloaca, se ha unido una tubería de hierro de la calefacción a una de cobre y se creó una fuga de agua que ha estropeado la tarima, el rodapié y los muebles nuevos de una habitación. Todavía hay un agujero de tamaño de un obús en la pared. El armario empotrado tenía la barra tan alta que teníamos que saltar para poner las perchas. Resumiendo: una chapuza en toda regla que ha costado millones de pesetas (no me hago al cálculo en euros).
El albañil ha abandonado la obra más de tres veces antes de darse a la fuga, alegando problemas con los suministros; se ha inventado enfermedades de su madre y suyas, incluso una operación para dar pena. No ha sabido manejar los tiempos y los materiales que ha utilizado son baratos y de poca calidad (nos ha llevado a sitios donde le hacían descuento y estaban en liquidación), ha contratado a carpinteros, fontaneros y electricistas que no están preparados para su trabajo y, cuando había que reclamar, desaparecía. No se ha hecho responsable de sus errores. Me he tenido que hacer una experta en aluminio, electricidad y carpintería para pelearme con ellos. Siempre he pensado que el refrán Bien está lo que bien acaba es cierto; pero aquí no se ha cumplido.  
Me siento como una mujer a la que el novio le ha salido rana. El albañil ha salido chulo y estafador, además de carero, porque promete cosas que están fuera de su alcance. He descubierto que a los mentirosos, que juran en vano, el olor les delata. No sabe hacer de maestro de obras, la obra le ha venido grande. Le debería denunciar por negarse a emitir factura, por incumplimiento de plazos y por estafa, entendiendo como tal recabar un dinero por un servicio que no tiene intención de satisfacer.  Ahora sé que tiene una mala fama merecida en el barrio, que ha sido llevado a los tribunales y ha perdido. No tiene seguro porque le han echado de todos y lo único que le gusta es ver trabajar a los demás, beber y contar chistes. Me parecía listo y es un listillo de poca monta, Otilio y Pepe Gotera todo en uno.
Solo me quedaría denunciarle, proceso lento y costoso que prolongaría la agonía. En lugar de eso, lo desenmascaro en mi blog con esta entrada que se debería llamar Manolete, si no sabes torear, para que te metes, como aviso de navegantes para que sepan cómo es su forma de trabajar, aunque no cite ni su nombre ni sus apellidos.
 Incluyo recomendaciones antes de hacer una obra, sobre todo si sois mujeres solas y no tenéis ni idea de albañilería:
·        Es mejor invertir tiempo en tenerlo todo bien atado antes de la obra que es cuando tienes energías. Te evitará muchos sinsabores.
·        Pedid siempre varios presupuestos y contactar con empresas solidas. Poneos en manos de un arquitecto o aparejador. Al final la obra saldrá más barata.
·        Desconfiad del que viene a trabajar sin materiales: cintas métricas, bolígrafos,  escaleras, trapos, herramientas, si lo hace el primer día, lo hará durante toda la obra.
·        Pedid permiso siempre al ayuntamiento.
·        Vigilad que tengan seguro y que se hagan cargo de los desperfectos que puedan causarte a ti y a los vecinos.
·        No te fíes nunca de las personas que se hacen las simpáticas y son dicharacheras. Ante todo seriedad y eficacia. Que sean resolutivos y no te cuenten pamplinas, ellos son los expertos y tienen que salir del atolladero sin quejas.
·        Las facturas siempre con iva en tres plazos, dejando siempre para el final una cantidad  elevada. Así podrás demandarle. No entregues ninguna cantidad fuera de plazo, aunque te lloren.
·        Poned en el contrato que se penalizará el incumplimiento de plazos en la terminación de la obra. Es la única manera de que se pongan las pilas.  
·        Que se cumplan los horarios laborales. Nada de trabajar sábados o domingos. En ningún caso hará que la obra se acelere.     
 Inhabilitad la nevera cuando hacen la obra, aunque sea el mes de agosto, porque como te descuides, te la llenan de comida y bebidas alcohólicas. Desgraciadamente, tratar bien a las personas en este gremio no supone que te vayan a tratar bien a ti. El intrusismo y la crisis ha hecho estragos en la profesión.

viernes, 19 de febrero de 2016

Lo he vuelto a hacer

Salía de clase y los buscaba con alevosía y nocturnidad.  La primera vez fue un flechazo, lo reconozco, lo miré y acabé con él entre mis brazos, resultó una experiencia laboriosa y apasionante. Poco a poco le fui cogiendo el gusto a la actividad, cuantos más tenía, más quería. Lo hacía para entretenerme en mi tiempo libre, para tener compañía y para que me sirviesen de alguna utilidad. A hurtadillas los subía a mi habitación y les iba cogiendo cariño, aunque no sirvieran para nada, solo para quitarme espacio vital. La vida en común era complicada y los abandonaba con la misma excitación que los encontraba. A veces no sabía cómo quitármelos de encima y tenía que pedir ayuda a mis amigas. Hasta que dije basta, no los necesito,  no hacen más que darme quebraderos de cabeza, es absurdo que invierta ganas y tiempo en ellos.
Pensé que ya estaba libre de la obsesión, pero ayer volví a hacerlo, me encontré otro mueble al lado del contenedor de basura: una escalera de pintor que he subido a casa para aprovecharla no sé en qué. Desde que fui a clase de restauración colecciono los trastos que no quieren los demás.

miércoles, 17 de febrero de 2016

El violín de Ingres





 En la exposición de Ingres me he encontrado con un retrato que no conocía: el de Louis-François Bertin, director del Journal des Débats, un rico empresario editorial en la época de Luis Felipe, el arquetipo del retrato burgués de la época. Si le ponemos unas gafas, el parecido es más que razonable con el director del diario La Razón y expolítico Francisco Marhuenda. El primero, con más canas,  está a punto de explotar y el segundo ya lo ha hecho.
Dejando de lado la tontería, me acordé de la expresión el violín de Ingres, hoy casi en desuso y que hace referencia a personajes que, conocidos por alguna faceta profesional, social o laboral, ejercían ocasionalmente y de manera destacada otra en apariencia muy alejada de  la primera, como es el caso del famoso pintor que era un virtuoso de violín y siempre viajaba con él. También me acordé de Man Ray, artista estadounidense que impulsó los movimientos dadá y surrealista en Estados Unidos tras su paso por el París vanguardista de los años veinte. Como otros muchos surrealistas, se sintió atraído por la obra de Ingres y fotografió a la modelo Kiki de Montparnasse de espaldas, con turbante (como en el cuadro La bañista de Valpinçon) y le pintó los calados de un violín, transformando el cuerpo desnudo de la mujer en el sinuoso instrumento. Haciendo una analogía entre la pasión de Ingres por el violín y la fascinación que le provoca el cuerpo de Kiki de Montparnasse.


























Otra tontería:  qué mal proporcionados están los sensuales desnudos femeninos de Ingres. La columna vertebral de las mujeres parece tener más vértebras de las necesarias y no resistirían ponerse en pie.

domingo, 14 de febrero de 2016

Parejas de escritores


Las historias de amor de los personajes literarios son de todo tipo: trágicas, luminosas, cómicas, pasionales, imposibles, apacibles, singulares...  Pero los romances literarios también pueden ocurrir fuera de los libros: en las parejas de escritores. Ya hemos visto en otras entradas del blog que los escritores, como el resto de los humanos, son hipocondríacos, alcohólicos, propensos al suicidio, ególatras, difíciles de tratar y de convivir. Está claro que uno se enamora de quien tiene al lado y es común que los médicos se emparejen con los enfermeros, los jueces con los abogados, los profesores con profesoras y los escritores entre ellos. ¿Cómo será la convivencia entre escritores famosos? Si vivir en pareja es difícil, más complicado debe serlo cuando ambos son escritores, seres que se aíslan para llevar a cabo su labor creativa, unas veces tímidos, otras veces exhibicionistas, y la mayoría de las veces aquejados de celos literarios. No olvidemos que las mujeres entraron tarde en el oficio de escribir y muchas veces han sido silenciadas por sus pareja. sin que quede claro si es porque él tiene más talento o porque empezó a usarlo mucho antes, o porque la sociedad aprecia y paga más el trabajo del hombre que el de la mujer en cualquier terreno. Estos datos no suelen aparecer en los libros de literatura, tal vez respondan a cotilleos y curiosidad malsana, pero a mí me interesan porque explican cómo las relaciones de pareja han sido y son a menudo muy desiguales. Espero que las parejas igualitarias, en las que el escritor o escritora tiene a su lado a alguien con una profesión independiente y de parecido nivel, sean el modelo del futuro. 

Los casos más extraordinarios que me he encontrado son los de fagotización: el hombre se aprovecha de los escritos de la mujer como es el caso de Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga: el famoso era él, pero las obras que él firmaba las escribía su mujer, como esta reveló en sus memorias, Gregorio y yo. O el de las personas que entregan oscuramente su vida dejando de escribir para que otros brillen como hizo Zenobia Camprubí para ayudar a JR Jiménez. Sofia Tolstaia, se casó los a 18 años con Tolstoi, se ocupó de los 13 hijos que tuvieron, pasó a limpio las novelas del escritor, y escribió las suyas: ¿De quién fue la culpa? es un ajuste de cuentas.

La pareja más sorprendentes de la literatura española del XIX es la de los amantes Benito Pérez Galdós, padre soltero, y Emilia Pardo Bazán, separada y madre de tres hijos, que hemos conocido tarde porque sus descendientes escondieron las cartas que intercambiaron. Esta relación epistolar nos descubre los detalles de una fogosa relación, que duró más de veinte años, en la que se mezclaron los escarceos, la literatura, los celos y las encendidas disputas académicas y periodísticas de la época. Intensa y breve fue la relación de José Zorrilla con Emilia Serrano, periodista y gran viajera,la famosa Leila, nombre poético con el que la recordó en sus versos el vallisoletano para no descubrir su relación secreta. También se han escrito muchas páginas sobre la relación entre el viudo Antonio Machado y  Guiomar, pseudónimo de Pilar de Valderrama Alday,  poetisa y dramaturga española encuadrada en el postmodernismo, con la que se supone que mantuvo una relación más que epistolar entre 1928 y 1936.

 Algunos escritores cuando consiguen una cierta fama, abandonan a sus primeras esposas y rehacen su vida con mujeres más jóvenes que se dedican en cuerpo y alma al genio creador del marido. Después, viudas jóvenes con derechos de autor, escriben o amenazan con hacerlo sobre su vida en común, o publican libros a la sombra del autor como hizo Marina Castaño (Toda la soledad), viuda de Cela. María Kodama es más conocida por su relación con Borges, que define como un regalo de los dioses, que por sus trabajos de escritora, traductora y profesora de literatura. Lo mismo le ocurre a Pilar del Río que actualmente preside la Fundación José Saramago. Estas relaciones se dan también en parejas homosexuales, donde la mujer musa, secretaria, enfermera, está al servicio de una escritora, como en la Autobiografía de Alice B. Toklas que para liar más la situación es la escritora, Gertrude Stein, quien redacta la supuesta autobiografía de su amanteMi vida con Alberti (2023) es un libro de memorias de la última mujer del poeta, María Asunción Mateo, donde se defiende  contra el estereotipo de la viuda negra. 

Sigamos citando ejemplos de parejas literarias: Mary Wollstonecraft Godwin, autora (con solo 19 años) de la increíble novela gótica Frankenstein, y Percy Bysshe Shelley, poeta romántico inglés.A los veinte años la escritora feminista Rebeca West tuvo un hijo con el consagrado autor H.G. Wells de cuarenta y seis, la relación se prolongó diez complicados años.  El matrimonio formado por Leonard Woolf y Virginia Stephen (Woolf al casarse y para la posteridad). Aunque ella se suicidó (hundiéndose en un río con piedras en sus bolsillos), parece que fue la historia de un amor, si no feliz, profundo y leal. Otra pareja que tuvo un final parecido (con la diferencia de que la relación fue más breve, terminada en separación a causa de una infidelidad de él) fue la de los escritores Sylvia Plath y Ted Hugues. Con solo 30 años y dos hijos pequeños, Sylvia se quitó la vida en 1963 asfixiándose con gas en el horno de su casa. También, la mujer de Paul Celan padeció las infidelidades de su esposo con la poeta Ingeborg BachmanEn algunos casos extraños, solo ella ha pasado a la historia, como Colette, que cuando se casó con Willy (Henry Gauthier-Villars), era una desconocida jovencita. Él, un novelista muy popular, firmó los primeros libros de ella (la serie de Claudine), pero pronto se supo quién los había escrito. En otros casos, él es más famoso, como Paul Bowles; las relaciones con su mujer, Jane Auer, las conocemos por su correspondencia; parecen amigos distantes, más que esposos. Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre constituyen otro ejemplo de pasiones peculiares. Fueron pareja, pero siempre alternando con otros amantes, cuyas historias compartían. Lo que nos recuerda el caso de la escritora estadounidense Anaïs Nin y Henry Miller, quienes también armaron una pareja abierta… con la esposa de él (June). F. Scott Fitzgerald y Zelda Seyre  iniciaron una relación de lujos, viajes y excesos. Sin embargo, tal estilo de vida acabaría por cobrarles factura. Scott Fitzgerald murió el 21 de diciembre de 1940 de un ataque al corazón. Zelda, con señales de esquizofrenia ingresó en el sanatorio psiquiátrico donde murió en un incendio. Lula Carson Smith, conocida como Carson McCullers, adoptó el nombre de su marido Reeves McCullers, un soldado voluntario y aspirante a escritor del que se divorció y con el que volvió a casarse después de haber tenido una relación sentimental con la escritora suiza Annemarie SchwarzenbachFrida Uhl estuvo casada con Strindberg dos años y tras su divorcio tuvo relaciones con varios escritores del movimiento de la Joven Viena, como Peter Altenberg, Karl Kraus y Werner von Oesteren. En 1936, con su nombre de casada, Frida Strindberg, publicó un libro de memorias: "El amor, el dolor y el tiempo. Una pareja inolvidable".
Otra relación algo chocante, aunque lógica dadas las trayectorias ideológicas y personales de ambos, fue la que unió al escritor Dashiell Hammett, el  padre de la novela negra, con la crítica literaria, dramaturga y guionista Lillian Hellman (La lobaLa calumnia).
Hemingway tuvo nada menos que cuatro esposas; una de ellas, Martha Gellhorn, fue una escritora y periodista conocida. Equilibrada y fecunda fue la pareja formada por John Bayley, novelista y crítico literario, e Iris Murdoch, y que él describe -en la última etapa, cuando ella sufría de alzheimer- en su libro Elegía por Iris. Y, más contemporáneamente, encontramos a Paul Auster y Siri Hustvedt, su segunda mujer, quien por décadas debió soportar el mote de "esposa de" para poder brillar con luz propia a partir de novelas como Todo cuanto amé.
Kingsley William Amis se casó con la novelista Elizabeth Jane Howard en 1965, con la que tuvo tres hijos, incluyendo al novelista Martin Amis, quién escribió en forma sobrecogedora acerca de la vida de su padre y de su decadencia debida al alcohol, en su libro ExperienceMartin Amis y su esposa Isabel Fonseca exponen su intimidad en sus propios libros. Amis abandonó a su anterior mujer y a sus hijos cuando conoció a Isabel Fonseca, una rica heredera de padre uruguayo. Vínculo cuenta la historia de una mujer que un determinado día descubre una infidelidad de su marido y en lugar de desvelarla, decide mantener todo tipo de correspondencia con la amante de su marido haciéndose pasar por él. Ambos explicaron que cada uno escribe en una estancia distinta de la casa y que nunca espían sus respectivos textos. Algunas parejas han escrito al alimón: Maj Sjowall y Per Wahloo, matrimonio sueco, considerado como los padres de la novela negra sueca, el protagonista de sus novelas es el inspector Martin Beck. Lars Kepler es el seudónimo de la pareja sueca Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho Ahndoril. Dorothy Parker y su marido, Alan Campbell, escribieron juntos guiones para los estudios de Hollywood en la década de los años treinta. John Gregory Dunne y Joan Didion trabajaron juntos a lo largo de sus carreras, y de hecho muchas de sus obras están entrelazadas. Otras permanecieron unidos por vínculos extraliterios como el alcohol: David Foster Wallace y Mary Karr. Se conocieron en una reunión de AA (Alcohólicos Anónimos). Sobre su relación, Karr ha dicho que ambos se ayudaron a mantenerse con vida en uno de los periodos más complicados de sus vidas, aunque Foster Wallace tuvo tres intentos de suicidio mientras estuvieron juntos. Allen Ginsberg necesitaba siempre alguien a quien escribir, unas veces era Jack Kerouac, otras, Orlovsky. Animado por Ginsberg, Orlovsky empezó a escribir y publicar sus propios poemas; en Straight Hearts' Delight: Love Poems and Selected Letters, donde se recopilan poemas de amor y cartas entre los dos. Raymond Carver y su segunda esposa, la poeta Tess Gallagher, habían llegado a formar una pareja muy compenetrada, con un código propio de amor y convivencia y creación. La insoportable  ausencia, el intento de asumir su adiós, le dictó en 1992 el poemario “El puente cruza la luna”. Memorias de la rosa, el libro en el que la mujer del autor de El principito, la artista salvadoreña Consuelo de Saint-Exupéry (Consuelo Suncín Sandoval de soltera), narra relación tóxica que mantuvo con su marido que le llegó a escribir: “Eres una gran poeta, Consuelo. Si quisieras, llegarías a ser mejor escritora que tu marido…”.

En el ámbito de la literatura española, podemos mencionar a Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Ella le llevaba 11 años y era extraña desde su aspecto exterior hasta en su forma de ver el mundo. Él era un galán profesional (y mujeriego consumado) y encajaba mucho más naturalmente en sociedad. Escribieron juntos una novela policial con un título que acaso revele la complejidad de su relación: Los que aman odianOctavio Paz fue y sigue siendo más famoso que su primera mujer, Elena Garro, autora de una novela espléndida, Los recuerdos del porvenir. Bárbara Jacobs explica en Vida con mi amigo (1994) que conoció en 1970 a Augusto Monterroso en la UNAM: A partir de esa fecha, y sin dejar de ser nunca discípula de Monterroso, pasé a ser su mujer, su esposa y, treinta y dos años más tarde, su viuda (que, como papel, no asumí). Desde que Augusto Monterroso murió, en 2003, ha buscado la forma de compartir y difundir su legado literario y artístico, para lo que decidió, tras una negociación, depositar la mayoría de las pertenencias del escritor guatemalteco en la capital de Asturias en un lugar especial de su biblioteca.

Carmen de Burgos (Colombine) y Ramón Gómez de la Serna se conocieron en 1909, ella, separada y con una hija, rondaba la cuarentena y él los veinte; su relación duró más de veinte años hasta que Ramón se enrolló con la hija de Carmen. El amor emparejó también a poetas de la Generación del 27 en España y en el exilio. María Teresa León conoció a Alberti después de separarse de su marido y perder a sus dos hijos, porque entonces la custodia recaía siempre en el marido. Compartió con él un amor apasionado, escándalo de los bienpensantes, y más de cuarenta años de proyectos culturales y literarios. Concha Méndez  editó junto a su marido Manuel Altolaguirre una revista clave para la evolución de la poesía española del siglo XX: Caballo Verde para la Poesía, dirigida por Pablo Neruda y fundaron la colección poética Héroe. Otra pareja fue la formada por Ernestina de Champourcin y Juan José Domenchina. Carmen Conde, la primera mujer académica, tuvo con su paisano el poeta Antonio Oliver Belmás una unión discontinua y difícil, salpicada de relaciones con otras mujeres; entre ellas, Ernestina de Champourcin y Amanda Junquera, esposa del catedrático de la universidad murciana Cayetano Alcázar. Carlos Bousoño, casado en 1976 con Ruth, una exalumna puertorriqueña con la que tuvo dos hijos, fue el gran amor de Vicente Aleixandre; más de sesenta cartas publicadas después de su muerte en 2015 lo atestiguan. Su colaboración en ABC unió a las escritoras Elena Fortún y Matilde Ras hasta que la primera decidió seguir al exilio a su marido. militar republicano y escritor,  Eusebio de Gorbea del que había tomado  prestado el nombre de su novela “Los mil años de Elena Fortún”  (Encarnación Aragoneses era su nombre).  El autor de La forja de un rebelde, Arturo Barea, se enamoró de la que sería su segunda esposa, Ilsa Barea-Kulcsar, en el edificio de Telefónica del Madrid en guerra, donde ambos ejercían la censura, una experiencia que ella reflejó en Telefónica, novela autobiográfica. En la renovación del teatro para niños de los años 30 destacó la pareja formada por Magda Donato, pseudónimo de Carmen Eva Nelken, y Salvador Bartolozzi.

Dolores Franco Manera, compañera de estudios de Julián Marías con el que se casó y tuvo cinco hijos ( el más conocido Javier Marías), fue traductora y docente madrileña. El filósofo bromeó: "Yo hacía libros (…), ella hacía personas".

En la generación de los cincuenta destacaron dos parejas de escritores que se conocieron en la universidad: la formada por Carmen Martín Gaite y Sánchez Ferlosio, que fracasó,  y la de Ignacio y Josefina Aldecoa.  Martín Gaite escribió a escondidas su primera novela larga para presentarla al premio que había recibido antes su marido, Sánchez Ferlosio, que no sabía que su mujer se iba a presentar al Nadal. Ella después, en su libro Usos amorosos del XVIII en España, le dedica la siguiente dedicatoria: "Para Rafael, que me enseñó a habitar la soledad y a no ser una señora". Josefina Rodríguez tomó el apellido Aldecoa después de la muerte de su marido y sorprendentemente abandonó la escritura durante diez años para dedicarse a la docencia y a la memoria del fallecido.
Ana Maria Matute vivió un difícil matrimonio, apenas dos años,  con el también escritor Ramón Eugenio de Goicoechea, un hombre vital, carismático, seductor, pero de carácter acanallado y peligrosamente autodestructivo. Nunca trabajó y vivía de los sablazos. Ella le dejo y él se vengó llevándose a su hijo.
En la facultad conocimos a la pareja formada por el crítico literario Andrés Amorós y Marina Mayoral. Su experiencia de escritora entre hombres fue como la de las mujeres de su generación: "unas superwoman que tuvieron que conciliar maternidad con el matrimonio y la carrera". Dos divorcios después recuerda así a su  exmarido: " Él es el padre de mis dos hijos y una persona extraordinaria. Nos casamos muy jóvenes y evolucionamos hacia mundos divergentes. Cuando estábamos casados yo era la mujer de Amorós y se suponía que todo lo que hacía era gracias a él. Cuando nos separamos se demostró que no, pero yo heredé los odios, porque él, que es una persona muy independiente, despierta grandes odios".
Concha Alós, casada con el director del diario franquista Baleares, el poeta Eliseo Feijoo, conoció en la imprenta del rotativo al tipógrafo Baltasar Porcel, escritor en ciernes, de quien se enamoró. Su separación y su marcha a Barcelona con Porcel, 11 años más joven que ella, originó un escándalo considerable en la cerrada sociedad mallorquina de la época. Alós fue una de las claves del  futuro éxito editorial del escritor y tradujo sus libros al castellano. Años después se divorciaron.
Blanca Andreu se trasladó a Madrid desde Orihuela para hacerse un hueco en el ámbito literario y terminó casándose con Juan Benet. "No sé si he sido la musa literaria de Benet, pero recuerdo que cuando estaba escribiendo el tercer volumen de Herrumbrosas lanzas, le dije que si no sacaba a mujeres en sus novelas me negaba en redondo a leerlo y entonces escribió En la penumbra, una novela que leí 11 veces. Me parece de lo mejor que ha escrito Juan". Emma Cohen, actriz y escritora compañera de Fernando Fernán Gómez, abandonó al escritor y actor para vivir con Juan Benet.
Las últimas parejas, ejemplos más cercanos, se caracterizan por tener una relación equilibrada y fructífera que no dudan en mostrar a sus lectores. La escritora y periodista Rosa Montero escribió La ridícula idea de no volver a verte donde ha tratado de expresar, el dolor que le causó la muerte de su marido, el periodista y escritor Pablo Lizcano. Antes había escrito una columna en el periódico El País lo que su su último abrazo:

(...) La serenidad que llega tras las lágrimas. Y también todas las risas compartidas, los momentos de juego, las carcajadas dichosas.
Todos los libros leídos, las músicas gozadas, los besos recibidos. Y una conversación una tarde de invierno comiendo chocolate frente a la chimenea.
La alegría de vivir. Y la fugaz y espléndida belleza.
Una noche de angustia. Intuición de la muerte. Una mano en la tuya. La cama es una balsa en mitad del naufragio.
Una novela leída al lado del lecho de un enfermo mientras llueve.
Torbellinos de polvo en un rayo de sol, un universo ínfimo.
Un cabrilleo de agua. El último chispazo.
Esta poca cosa, o esta enormidad, es una vida.

Desde diciembre de 1996, Almudena Grandes está felizmente casada con el poeta granadino Luis García Montero y viven a caballo entre Madrid y la ciudad andaluza.  Uno de los relatos, El vocabulario de los balcones, inspirado en un poema de su marido, sirvió de base para la película Aunque tú no lo sepas en el año 2000.

En una entrevista que les hicieron a los escritores Elvira Lindo y Antonio Muñoz Molina, casados en 1994, explican muy bien las bases de su relación:  "Dividen como pueden su espacio y su tiempo para dedicarse a la misma pasión: la literatura. Todo lo comparten, desde el ánimo a las lecturas hasta la mesa y el ordenador. Y esto, siendo aparentemente tan distintos. Dice Elvira que Antonio tiene tendencia a la soledad y que ella, en cambio, se aburre y tiene que salir, ver, gastar. En el fondo son el mismo animal literario. Ella, periodista, guionista, novelista, conocida sobre todo por “Manolito Gafotas”. Él, escritor, académico, dos veces Premio Nacional por sus novelas, premiadas y llevadas al cine. El humor de Elvira es una necesidad, mientras que el gesto de Antonio oculta su profunda ironía, inteligencia y a un “joven que tenía el deseo de llegar a donde ha llegado”. Juntos se ríen hasta de las sombras. Tal vez por eso se admiran". 

Ángel Crespo y Pilar Gómez Bedate se conocieron en 1961, ambos eran poetas, ensayistas, traductores y profesores. Un tiempo dulce (2018) es el libro póstumo que recoge las vivencias de su vida en común, “un tiempo dulce el que se vive en este mundo hablando a la vez con los antiguos y los modernos y sintiendo el fluir de la eternidad que atraviesa las horas y las arrastra hacia sus márgenes”. Ángel Guinda destaca, en el prólogo a este libro, que Pilar era “faro protector que no hace sombra al mar.” Ambos formaron una de esas escasas parejas de intelectuales en las que sus dos componentes brillan con luz propia.
Los problemas matrimoniales aparecen reflejados en el libro de Luisa Castro La segunda mujer, una historia de amor que cuenta cómo una relación de pareja se puede deteriorar desde el punto de vista emocional por las diferencias de clase, de estatus social y de edad. Así, la autora, que vivió una historia similar a la que describe en la obra con el filósofo Xavier Rubert de Ventós, padre de sus dos hijos, termina siendo un viaje del rosa al negro, «de la pasión al maltrato psicológico».

Ana Merino y Manuel Vilas, forman una pareja que triunfa en la literatura española, ella ha ganado el Nadal con su primera novela, "El mapa de los afectos". Él fue finalista del Planeta con "Alegría", en la que narra la historia de amor entre ambos.

También hay amores platónicos como el que tuvo Clara Janés con el poeta checo Vladimir Holan al que visitó en su casa de Kampa en Praga en 1975: "Me acuerdo de cada momento, de cada detalle porque fue el encuentro más importante de mi vida".

Un caso especial es de Elena Aub, hija de Max Aub, escritora española nacionalizada mejicana y casada desde 1954 con otro hijo de exiliados, profesor en la Universidad Autónoma de México, Federico Álvarez Arregui, con el que emprendió diversas iniciativas para que no se perdiera el legado de los republicanos, como la que llevaron a cabo entre 1959 y 1961 mediante el Movimiento Español (ME/59).

En 1920 se publicó  Mujer en papel, libro de memorias de la actriz Rita Macedo, la primera mujer de Carlos Fuentes que le impulsó a escribir sus primeras novelas. Las memorias, recopiladas por la hija de ambos,  muestran cómo surge y se desmorona su historia de amor por las continuas infidelidades del escritor. Cecilia Fuentes no duda en describir a su padre como un "ególatra infinito". 

‘Un viaje llamado amor’, recoge el incendiado epistolario entre la feminista italiana Aleramo y el oscuro poeta Campana que recorre dos años de su vida  (1916-1918).

Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti, o la historia de un amor atormentado que el tiempo no aplacó.  Se encontraron, se amaron, se separaron, se pelearon, se reconciliaron una y otra vez, sin poder olvidarse nunca del todo el uno del otro.

Seguro que hay más parejas de escritores, pero o no me he acordado de ellas, o no las he encontrado en internet. No puedo citar las fuentes en las que me he basado para hacer esta entrada porque inopinadamente han desaparecido del ordenador. Como el texto es extenso y farragoso, pido disculpas por los errores y erratas que pueda presentar. 

Para saber más 

Elvira Lindo, Manual de la esposa de un genio. Las memorias de Ana Dostoieskaia descubren a una mujer valerosa que fue mucho más que una simple asistente del creador de ‘Crimen y Castigo’.

Carlos Sala, Matrimonio de escritores, ¿Quién es mejor, el o ella?