jueves, 22 de agosto de 2013

El inquilino, Javier Cercas

He leído con interés El Inquilino (1989), la primera novela corta de Javier Cercas que escribió nada más volver de la universidad de Illinois. El tema es el otro, la impostura, la suplantación que pretende reemplazarnos, que nos hace reflexionar sobre quiénes somos. Fusión no muy original entre lo biográfico y la ficción literaria. 
Mario Rota da clases en una universidad en Estados Unidos. El primer día que comienzan las clases sale a correr y se tuerce un tobillo. A partir de ahí toda su vida parece torcerse y la razón es el nuevo inquilino del edificio en el que vive. El nuevo inquilino parece estar en todas partes apropiándose de la vida de Mario, primero de su trabajo, luego de su novia, de sus amigos... 

Cartas finlandesas

Para mi ahijada Marta García Rodes, con el deseo de que escriba sus propias cartas finlandesas sobre su experiencia como becaria Erasmus

Ángel Ganivet (Granada,1865 – Riga, 1898), considerado por algunos como el precursor de la Generación del 98, fue, entre otras cosas, cónsul de Helsinki en 1886, cuando Finlandia era un gran condado ruso y la capital se llamaba Helsinfors. Durante su estancia en Helsinki le surge la idea de intentar describirles a sus amigos aquel sitio tan lejano y distinto a España, de ahí nacen las Cartas finlandesas que se publicaron en el periódico “El defensor de Granada” durante 1896-98 y que fueron finalmente recopiladas en un libro. En las cartas, de forma amena,  habla de muchos aspectos de la vida en Finlandia: las mujeres, los borrachos, la muerte, los avances tecnológicos, la educación...


“En nombres de mujeres los hay preciosos y no dejaré tampoco de dar varios de los que más me agradan, por si alguna de mis lectoras se halla en estado interesante y preocupado por el nombre que ha de poner “a lo que nazca”: Olga, Dagmar, Hilda, Ida, Lida, Gerda, Lidya, Aina, Selma, Sanny. Mia, Alma, Thyra, Ada, Dina, Aini, Hulda, Edla, Ebba, Elsa”.

 Ángel Ganivet, Cartas Finlandesas,  Austral, pág. 45.


lunes, 19 de agosto de 2013

Más que palabras: trabajo con textos

Pasapalabra para 1º ciclo de la eso



jueves, 15 de agosto de 2013

La buena y la mala suerte

Cuando era pequeña me impactó una escena de Ben-Hur, un golpe de mala suerte hace que su hermana se apoye en el borde de la azotea de su casa y una teja se desprenda al paso de la comitiva que llevaba al gobernador. El accidente provoca la desgracia de la familia. Este mes de agosto, en el campo de Villena, cerca de la escuela de tenis de Juan Carlos Ferrero, cuando todos estábamos hablando en la cocina, oímos un ruido tremendo como si hubiese temblado la tierra. Rápidamente salimos al porche, donde las tejas de la marquesina, resentidas por una obra reciente, se habían caído inesperadamente sobre el terrario y la casita de los dos niños de la casa. Apenas un minuto antes el pequeño de dieciocho meses estaba jugando allí. Todos nos quedamos sin palabras, temblando. Al abuelo se le cayeron las lágrimas. Enseguida quitamos todas las tejas. No hemos vuelto a hablar del tema. Constatamos que apenas un minuto puede separar la felicidad de la desgracia, apenas unos segundos suponen un intervalo entre la vida y la muerte. La mala suerte está acechándonos inexorablemente, el destino cruel permanece agazapado buscando cualquier debilidad. Afortunadamente, esta vez ganó la batalla el ángel de la guarda.

La salamanquesa Teresa

Tengo un animalito en mi casa que ha aparecido inesperadamente. La vi por primera vez en el patio entre las plantas, huía de mi presencia y se escondía entre las grietas de las paredes. Alguna vez entraba en mi casa para asustar a la chica que viene a limpiar. No hace daño a nadie, huye de la gente, es de color pardo, sale por la noche y devora insectos, cucarachas, gusanos y grillos. Yo creía que era una Salamandra y la llamé Sandra, pero después de consultar en internet, he averiguado que es una salamanquesa y desde ahora la llamaré Teresa. Dicen que los animales domésticos se parecen a los amos, tal vez tengan razón. Mi mascota  te deja vivir a tu aire y no te exige absolutamente nada, es curiosa, vivaz y huidiza. Por eso me gusta. La sorpresa fue que ayer por la noche en la cocina apareció una cria suya que se quedó paralizada por la luz. Teresa se ha apareado con un macho que parece que vive en el ático.


lunes, 12 de agosto de 2013

A la mierda el cuelga fácil


Marisa se ha arreglado la casa, ha cambiado el suelo y las puertas y ha pintado. Intenté ayudarla para colgar los cuadros porque, ya que no había dinero para cambiar los muebles, por lo menos quería cambiar de sitio algunos cuadros y deshacerse de los que no le gustaban. Fue una tarea imposible, nunca nos hemos sentido tan impotentes. Como no estaba segura de dónde ponerlos lo intentamos primero con los cuelga fácil de IKea, el primero que pusimos se llevó la pared detrás porque probablemente lo colocamos encima del yeso que habían dado para ocultar un agujero anterior. El segundo no se clavaba porque la pared era de cemento puro. Su indecisión y el miedo a cargarse la pared recién pintada, me llevó a proponerle las tiras para colgar cuadros el de la marca  Command que anuncian en Decogarden (por cierto, nada baratas), programa que veo cuando puedo, igual que Bricomanía, para intentar aprender las habilidades de las que la naturaleza no me ha dotado (no por ser mujer, este escrito es políticamente correcto). En las instrucciones no decía que con el gotelé se despegaba y nos pusimos manos a la obra, nada más poner cuatro cuadros nada pesados empezamos a oír un cric-cric sospechoso y uno de los cuadros se vino abajo. Intentamos ponerle superglú en la parte que se adhería al cuadro y tampoco, el cuadro se cayó junto con la regla niveladora recién estrenada, que acabó manchando de cola el sofá de cuero. Toda una mañana, una de las más calurosas del año, perdida. Al final acabamos gritando como posesas imitando a Fernando Fernán Gómez entre carcajadas liberadoras:
¡A LA MIEEEERDA EL CUELGA FÁCIL!
Lo aconsejo, es una buena terapia. No pienso volver a ver ninguno de esos programas que muestran una publicidad engañosa. La próxima vez que tengamos que hacer una ñapa,  utilizaremos un taladro.