martes, 27 de diciembre de 2016

Han desaparecido las fotos del blog

 No soy la única torpe que ha borrado las fotos del blog después de decir que sí a Google plus  http://elbosquedesidel.blogspot.com.es/2013/03/aprendiendo-de-los-errores-fotos.html
Entre su testimonio y el mío he hecho un apaño para explicar los fallos de un sistema que no entiendo y que me lleva volviendo loca más de una semana:
Un mal día de vacaciones sin ordenador me puse a revisar las fotos de mi Samsung Galasy S-II porque no quería cargarlo de fotos innecesarias. Descubrí que las fotos de mi blog estaban en la galería de imágenes de mi móvil y mi mente inocente se preguntó para que quería yo tener esas fotos ahí, así que sin miedo alguno decidí borrarlas... No fue fácil, tardo casi diez minutos, al fin y al cabo 600 fotos subidas durante más de cinco años se tardan mucho en borrar. Unos días después en mi blog aparecía sobre las fotos el símbolo de prohibido en gris y no se veía ninguna, pensé que era un fallo de blogger y no le di más importancia, después comprobé que en los demás blogs todo funcionaba y nadie se quejaba de desaparición de fotos. Por lo que empecé a sospechar que el problema era solo mío. Me costó asimilar que al borrar las fotos del móvil las había borrado también del blog. He estado buscando soluciones por todos lados, aplicaciones para móvil de recuperación de fotos (si existen), busqué el símbolo que aparecía en la carpeta de imágenes del blog en mi móvil y descubrí que era Picasa el servidor  que usa blogger para subir fotos y que ya está obsoleto. Me metí en Picasa y no hay papelera de reciclaje. Geogle + se ha apoderado de mis dispositivos y en un momento tonto debí de decir que no quería que esas fotos fuesen públicas. Después de meterme en un montón de foros he descubierto lo peor: NO PUEDO RECUPERAR LAS 600 FOTOS DE BLOGGELES, a pesar de que algunas están en google, otras serán irrecuperables, pero armándome de paciencia espero algún día reponerlas todas, por lo que si veis el blog sin imágenes durante un tiempo ya sabéis el porqué.  Ahora estoy invadida por fotos repetidas en todos los lados, en el teléfono, en el ordenador y en el iPad y no me atrevo a borrar ni una, parece que el Gran Hermano Geogle se apodera de mi privacidad pero me impide hacer pública una mínima parte de ella. Y con lo poco que me gustan los cambios y la tecnología, ahora debo adaptarme a un nuevo sistema.
En los foros se dice que van a una papelera de reciclaje. Mentira, la mía está vacía.
Dan ganas de mandarlo todo a paseo.

 P.D. Ha pasado casi un mes y doy por terminada la reconstrucción del blog. La mayor parte de las fotos estaban perdidas, los enlaces rotos y los vídeos desaparecidos (sobre todo lamento el vídeo de Ángel Guinda en el IES Vista Alegre que grabó Yago Morais). ¿Y todo esto para qué? Porque soy muy cabezota y no puedo dejar sin terminar un trabajo. La media de entradas que recibo en el blog es de unas 100 al día y supongo que me debo a esos profesores que encuentran una ayuda en mi modestísimo blog. Pero los problemas continuaron, las fotos que incluí nuevas desaparecieron detrás de un triángulo gris de obras y las tuve que volver a subir, ahora me resulta imposible centrar los textos o ajustar el espaciado, parece que las entradas se han llenado de basura (HTML) que no sé cómo arreglar.
La conclusión: los blog son tan efímeros como la energía y el trabajo que pones al abrirlos, desaparecen lentamente de muerte natural ayudados por los cuidados paliativos de blogger. Los servidores iniciales son absorbidos por otros más modernos y, sin avisar, el embed ya no sirve. Tal vez la causa sea que todo es gratuito. Ya borré hace unos meses bloggeleslecturas porque los libros en pdf que había subido para mis alumnos desaparecieron. He realizado una copia de seguridad que ahora está en mi ordenador sin que sepa con qué programa abrirla. Prefiero adentrarme en un poema barroco antes que intentar comprender un manual de instrucciones.

27/5/2019 Los problemas continuaron, eliminé un álbum de fotos de Google Fotos porque entendí que no se borrarían del blog y hete aquí que es el único caso en que desaparecen también de las fotos. Estoy jurando en checheno porque precisamente ha sido en la entrada Retratos de familia y me temo que las fotos están en el pc pero a saber dónde. Las fotos eliminadas del álbum las he encontrado pero no hay manera de restaurar el álbum al completo.  Mucho me temo que tropezaré más veces con la misma piedra dada mi incapacidad informática.

Las imágenes de blogger se almacenan en el Archivo de Álbumes de Google Fotos hay que tener cuidado con lo que se elimina de ahí, en cuanto a la posible recuperación revire en los siguientes sitios:
 
 
Un consejo, si quitas las fotos de blogger desaparecen en blogger pero en los álbumes se mantienen intactas, pero si las quitamos de los álbumes también desaparecen de Blogger.


lunes, 19 de diciembre de 2016

Observada, Renée Knight

Como mi reseña no puede ser mejor que la de Juan Carlos Galindo, aquí la copio:
“ La culpa, el silencio, los secretos y los prejuicios. Con estos cuatro ingredientes básicos, Renée Knight construye la narración de Observada, (Black Salamandra, traducción de Carlos Mayor) su primera novela, una hábil incursión en el terreno tan de moda del domestic noir. Una mujer de clase acomodada, con una vida profesional exitosa y un entorno familiar más que aceptable, vivió un episodio traumático en unas vacaciones hace 20 años y calló. Ese capítulo de su vida vuelve a través de un libro, El perfecto desconocido, que le turba hasta el vómito. Sabe que es ella, lo lee y se ve, tiembla al sentir que su secreto está al descubierto…ª

También me gustó La chica del tren de Paula Hawkins 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Adjetivos terminados en -ando/a y en -endo/a y afines

La mayoría son cultismos que proceden del participio pasivo latino llamado "de obligación", formado con la terminación -ndus -a -um: servandus 'el que ha de ser salvado', amanda 'la que debe ser amada', dicendum (neutro) 'lo que ha de ser dicho', que a menudo se pueden traducir en forma refleja 'lo que se ha de decir' o directamente activa 'lo que hay que decir', 'el / al que hay que salvar', etc.; a veces se usa el giro 'digno de': amandus 'digno de ser amado', o incluso un adjetivo en -ble: 'amable', etc.  Estos participios latinos entran en la llamada "conjugación perifrástica pasiva", con el verbo sum: patria servanda est 'la patria ha de ser salvada', 'hay que salvar a la patria'; “la virtud ha de ser cultivada por mí” (en activa “tengo que cultivar la virtud”); otros ejemplos famosos son la frase atribuida a Catón el Viejo "Delenda est Carthago" ('C. ha de ser destruida'), y el célebre artículo de Ortega en el periódico El Sol "Delenda est Monarchia", que ha llevado a usos como "algo delendo".
Este participio en -ndus ha derivado también a las formaciones latinas llamadas gerundio y gerundivo, que servían para complementar las funciones del infinitivo cuando no hacía de sujeto ni de objeto.  El ablativo del gerundio  latino ha dado origen al gerundio castellano (amando 'amando', audiendo 'oyendo')
Las palabras terminadas en -ando/-a y -endo /-a se pueden agrupar en tres grandes grupos:
1.      Adjetivos verbales con "base verbal directa" en español: sumando (de sumar), educando, graduando, examinando, tutorando, memorando,  ordenando, consagrando, execrando, venerando, laureando, alfabetizando; y los que no la tienen en español sino en su original latino: tremendo (del latín tremo -ere 'temblar, temer mucho'), nefando (que no se puede decir), reverendo, vitando,  estupendo, horrendo, pudendo…
2.      Adjetivos sustantivados masculinos que indican términos matemáticos: sumandos,  sustraendo, minuendo, multiplicando, dividendo. Sustantivos femeninos que en origen eran plurales neutros latinos en –a, en los que cuesta más ver el valor pasivo de obligación: molienda, prebenda, leyenda, vivienda, hacienda (y el derivado faena)…
3.      Nombres propios que no suelen evocar su sentido original ni siquiera para algunos de los cultos que usan estas palabras: Amando -a, Servando, Miranda  'admirable'.
Como hemos visto, por su origen, estas palabras no deben confundirse con los gerundios, forma verbal no personal, aunque algunos gerundios españoles se han sustantivado, por ejemplo en el lenguaje jurídico: el considerando, el resultando (según los considerandos de la sentencia, el resultando cuarto del fallo).
Algunas expresiones de formación parecida como a sabiendas, en volandas, no tienen que ver directamente con los adjetivos en -ando/-endo, sino que parecen formaciones analógicas de las locuciones adverbiales del tipo a oscuras, a solas, a hurtadillas...
En cualquier caso estas palabras parecen "exterminandas" (que deben ser exterminadas) porque en la escritura práctica y en el análisis morfológico resultan una jodienda.  

viernes, 16 de diciembre de 2016

Dando tumbos


Siempre había sido una niña torpe, calculaba mal las distancias, tropezaba y se caía dentro y fuera de casa.  Dentro, realizaba vuelos sin motor al salir de la bañera, le bastaba con que una esquina de una alfombra estuviera levantada o que el edredón de la cama cayera en el suelo para perder el equilibrio; se despeñaba al bajar de una escalera de mano después de poner los visillos. Fuera, la punta de su zapato se quedaba encasquillada en el borde de cualquier baldosa mal puesta o de un alcorque; resbalaba sobre la única hoja que conservaba el rocío de la mañana; se deslizaba si había agua en el suelo; perdía el equilibrio en los autobuses. Y esto le ocurría tanto si iba sola o acompañada. Con el tiempo y con el miedo a las caídas y a los esguinces, fue siendo más precavida e intentó pisar firme. Cambió su calzado, dejó los zapatos de tacón y buscó zapatos planos con suela antideslizante. Pero inexplicablemente, solo consiguió que su pisada se hiciera más firme y a la vez más resbaladiza.  Por eso no podía soportar los vídeos, supuestamente graciosos, de las caídas torpes de seres anónimos que inundaban las redes sociales, porque siempre se preguntaba si el protagonista se habría roto algo, si habría acabado en el hospital, cómo se las apañaría después, cómo habría sido su rehabilitación. Mientras los demás reían, ella sufría. Ahora estaba viendo la tele sentada en una silla de ruedas alquilada. Su última caída más dura había sido en el metro cuando trastabilló con su propia pierna y se rompió el fémur.  ¡Menos mal que fue a la ida del curso de cata de vinos y no fue a la vuelta!, se decía mientras intentaba no venirse abajo. 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

La experiencia de la poesía, Ángel Guinda


lunes, 12 de diciembre de 2016

La sombra de la muerte, Encarnación García Amo

El libro de Encarnación García Amo llegó por casualidad a mis manos y me recordó que coincidimos en el IES Juana de Castilla, donde hice una sustitución de tres meses muy agradables a pesar de estar estudiando entonces las oposiciones. Cuando llegué al IES, situado en el barrio de Moratalaz en Madrid, me llamó la atención su nombre y el porqué de este. El instituto pasó de llamarse Moratalaz IV- Fontarrón a Juana de Castilla en 1991, antes se barajaron otros nombres: Moratín, El Bosco, Mozart, Esfera Armilar, pero la propuesta de Juana de Castilla salió vencedora en el Consejo Escolar como una reivindicación de los perdedores en general, y de la mujer, en particular. La propuesta fue realizada por un profesor que había estado muchos años en el IES Isabel la Católica y que recordaba a un compañero que, en la vorágine de la transición, había fantaseado con la idea de que se cambiase el nombre de Isabel, usurpadora al trono, por la vilipendiada, postergada y maltratada Juana. La madrileña Juana de Castilla, conocida como Juana La Beltraneja (1462-1530) fue hija de Enrique IV de Castilla y de su segunda esposa Juana de Portugal. El apodo fue difundido por los adversarios de su padre quienes, con el fin de desprestigiarla y alejarla del poder, aseguraron que era fruto de una relación secreta de su madre con Beltrán de la Cueva. Hasta su muerte, Juana firmó todos sus documentos como “Yo, la Reina”. Sus restos desaparecieron tras el terremoto de Lisboa y nunca sabremos si fue realmente hija biológica de Enrique IV. No confundir por tanto con su prima, Juana I de Castilla, apodada la Loca, hija de Isabel.
La Sombra de la muerte (Dossoles, Burgos, 2013) es una novela histórica, muy bien documentada, cuya acción precisamente transcurre en el año 1482, terminada la guerra civil, con Isabel I instalada en el trono y su sobrina Juana de Castilla encerrada en un monasterio en Portugal, en pleno despegue económico y artístico del reino. Nos cuenta las peripecias de una doncella, Eguzkilore (Flor del Sol), recién salida del convento en busca de su identidad, en un viaje iniciático desde Burgos hasta Zamora. A la pobre huérfana, la siguen dos enamorados con un oscuro pasado, mientras sobre ellos planea inexorable la sombra de la muerte que va dejando un rastro de asesinatos. En el trayecto, la jovencita inocente se convertirá en una mujer que quiere vivir su vida, desarrollar el oficio de pintora, aprender cosas y no depender de nadie. El descubrimiento de la pintora Teresa Díez y la ayuda de Doña Mencía de Mendoza y Figueroa, mecenas y coleccionista de arte, la empujarán en su vocación. En este apasionante paseo literario y artístico por tierras castellanas, se mezclan personajes reales y ficticios, se plantea la sempiterna lucha entre el bien y el mal junto con elementos maravillosos; pero, sobre todo, se reivindica el papel de las mujeres, a las que la historia ha silenciado o colocado en un segundo plano, al mismo tiempo que da voz a los personajes perdedores, porque la historia se puede escribir de otra manera.
Tal vez la única crítica que se puede hacer es que la intriga es mínima, la acción muy lenta y, a veces repetitiva, cargada de diálogos. Sí la novela se aligerase en menos páginas, con una pizca de humor y mayor tensión sexual, podría convertirse en una obra para el gran público que leerían con mucho interés los alumnos jóvenes del instituto. 

viernes, 9 de diciembre de 2016

Después de la tormenta, película japonesa

¿Estás contento con la vida que llevas? ¿Qué te hubiese gustado ser? Esas son las preguntas que se plantea la película japonesa. Muy pocos somos  lo que quisimos ser, no vivimos a la altura de las expectativas creadas, todos soportamos un fracaso, el desencanto de mirarnos al espejo y reprobar su reflejo, la melancolía y la nostalgia de tiempos pasados.  Los personajes "Están abrumados por una realidad sin esperanza, pero son incapaces de deshacerse de sus sueños", explica el director Koreeda, "por eso no consiguen alcanzar la felicidad". 
La trama se centra en las vicisitudes cotidianas de una familia desestructurada de clase media. El padre, escritor en crisis, trabaja como detective privado y dedica su tiempo al juego, demasiado orgulloso para escribir obras menores, demasiado holgazán para escribir otra novela. Persigue a su exmujer, que trata de rehacer su vida con otro hombre, y pretende recuperar a su hijo al que ve una vez al mes. Protegiéndole, su madre, sabia y feliz de haber enviudado de un hombre tan parecido a su hijo, su hermana y sus compañeros.  
Marido y mujer se diferencian tanto como el óleo y la acuarela; en un diálogo se explica que las mujeres tapan lo ya pintado, cubren las relaciones anteriores empezando desde cero, olvidando lo sentido, mientras que los hombres, más anárquicos en el uso de sus pinturas, son acuarelas que no terminan de borrar lo vivido, que no son capaces de empezar como si el lienzo jamás hubiese estado ya pintado. Y en eso llega la tormenta que pondrá paz porque la vida merece la pena a pesar de todo.
Por tanto, una película costumbrista que nos habla de las relaciones cotidianas y no por eso sencillas, que nos invita a jugar al azar aunque los sueños sean imposibles, que empieza mejor que acaba, porque el final es especialmente lento. Sorprenden sus actores de rasgos occidentales, sobre todo el protagonista Hiroshi Abe con su 1,90 de altura.
Respecto a las preguntas iniciales, me da miedo responder. Tal vez en otra entrada.


jueves, 8 de diciembre de 2016

Rara avis


Rara avis es una expresión latina que significa ‘ave desconocida y rara’ y se aplica a una persona o cosa que se consideran poco comunes o por tener alguna característica que las diferencia de las demás de su misma especie. También decimos que algo o alguien es más raro que un perro verde para indicar que nos parece poco común.

Los viajes
Antes me gustaban mucho los viajes; pero ahora, cada vez que vuelvo de uno, me digo inútilmente que nunca más lo volveré a hacer. Odio hacer la maleta, la espera en Barajas, la incertidumbre de la compañía, compartir habitación, pelear con el insomnio en territorio desconocido, luchar con mi desconocimiento del inglés, bregar contra mi espíritu hipercrítico que me hace ver problemas donde los demás no los ven, mi sentido del ridículo en las cenas folclóricas a las que son tan aficionados. Me siento ajena a las alegrías de los turistas y próxima a sus debilidades. Lucho contra el deseo de fusionarme con la mayoría y las pocas de ganas de relacionarme, experimento al mismo tiempo el deseo de evasión y el deseo de fusión. Además, nunca me gusta volver a los sitios donde fui feliz porque me acuerdo de mis compañeros de viaje ya desaparecidos. Lo único bueno, la vuelta. ¡Qué bien se está en casa leyendo lejos del mundanal ruido! Los mejores viajes son siempre los de la imaginación.
Asignaturas pendientes
Soy muy cabezota y me empeño en luchar en batallas perdidas de antemano y en aventuras imposibles. Tengo muchas asignaturas pendientes, las más importantes: el inglés, el carné de conducir y la máquina de coser.
Me he apuntado a mil cursos de inglés y ha sido imposible. Voy a las películas de versión original en un intento vano de conseguir aprender. Me resulta tan difícil como imitar un acento o cantar. Entiendo algo porque he aprendido vocabulario, pero me paralizo a la hora de hablar. 
Nunca me saqué el carné de conducir porque me da miedo la velocidad hasta yendo en bici y me pongo nerviosa ante el ruido de los cláxones. Como no veo bien, tengo astigmatismo, soy incapaz de calcular las distancias o de leer los carteles. Me despisto con un color, un árbol o una tienda nueva.
Harta de pedir favores para las cosas más nimias de costura, el año pasado fui por fin a aprender a coser a máquinaNo logré hacerme con el pedal ni seguir una línea recta.
Fotos no
No me gustan las fotos desde nunca. Me hicieron pocas de pequeña porque a mis padres tampoco les gustaban y eso que les regalaron por su boda una máquina alemana estupenda que todavía está en uso. De adolescente me las apañaba para no salir en ellas y de mayor huyo como de la peste. No creo que la cámara absorba mi alma, pero su presencia desencadena en mí una fobia insufrible. Supongo que la razón es muy simple, no me gusto, salgo con una expresión extraña y no me reconozco en la imagen. La verdad es que también huyo de los espejos. Por eso he sustituido mi foto en el blog por un monigote infantil de Poco-Yo. Tampoco entiendo la manía de los “selfies” ni la obsesión de algunas personas por hacerse fotos continuamente adoptando poses estudiadas, que impiden disfrutar de los momentos únicos e irrepetibles. Sé que esto está en contradicción con el gusto por las fotos antiguas en blanco y negro que me enternecen. Pero la vida es así, llena de contradicciones. Y a mí, estas rarezas me parecen de lo más normales. Mi abuelo Emilio, que siempre estaba de buen humor y no se peleaba con nadie, siempre decía que, si todo el mundo fuese igual, esta vida sería una balsa de aceite*, muy aburrida.

Me temo que tengo más fobias: a los dentistas, a los chistes, a los regalos, a las navidades, a la gimnasia, a las compras, a llamar por teléfono, a los lugares comunes, a los gritos, a las amistades tóxicas, a los albañiles, a los leguleyos, a hablar en público, a decir a las personas que las quiero, a ir de copiloto, a interpretar un mapa... 

*Balsa de aceite, expresión que se usa para describir una situación caracterizada por su tranquilidad y carencia de problemas, metáfora que hace relación a la manera en que se comporta una balsa de aceite cuando se agita su superficie, la alta densidad del líquido hace que permanezca en calma. 

martes, 29 de noviembre de 2016

Llevar tijeras en el Ave

A la vuelta del balneario, en Calatayud, asistí a una escena digna de Luis Buñuel que me acabó haciendo gracia por lo absurda. La estación del ave es pequeña y con poco tráfico. Veníamos seis señoras del balneario, cinco con problemas de movilidad, y aunque tenían avisado de antemano solicitar la ayuda de un maletero, cuando este llegó, un jovencito de unos veinte años, no podía con todas. Así que me tocó ayudar a transportar las maletas, a subirlas y bajarlas del escáner. Y sorpresa: una ancianita con pinta de Miss Marple llevaba dos tijeras enormes en su maleta y la normativa lo prohibía. A otra señora le pasó lo mismo. Yo no daba crédito; primero, porque para qué quieren en el balneario las tijeras de coser y, segundo, cómo se puede pensar que estas entrañables mujeres iban a utilizarlas como arma terrorista.  Intenté mediar con el trabajador y este me respondió que la ley era muy reciente y que dejase de reírme porque a él un viajero le había clavado las tijeras en la mano. Lo siguiente fue conseguir que no las tirase a una papelera como dictan las normas, sino guardarlas para reclamarlas de alguna manera. Después de una negociación tensa, accedió a preguntar al revisor del tren si se podría hacer cargo de ellas y devolvérselas al llegar a Atocha, como felizmente ocurrió. Por un momento temí que al llegar a la estación con las tijeras en la mano en venganza desgraciasen a algún trabajador. 
Ahora estoy mirando la información de Renfe respecto a los equipajes y no veo en ningún lado que diga lo de las tijeras punzantes como figura en la normativa de los aviones. Tampoco entiendo que, si esa normativa existe, no se hubiese aplicado a la salida en Atocha.
Tranquilos, que los cortaúñas y las tijeras pequeñas se pueden llevar sin problemas

Historia de una pasión (Emily Dikinson, la dulce solterona)

Sabía poco de la escritora Emily Dickinson (Massachusetts 1830-1886), que apenas publicó obra en vida y que permaneció soltera y aislada del mundo dedicándose a hacer pasteles y a escribir poemas, que fueron admirados posteriormente por la crítica. Emily pertenecía a una buena familia, había accedido a la educación y admiraba a las hermanas Brönte. Por tanto, aparentemente, es un ejemplo claro de solterona, criatura desvalida y extravagante, decepcionada con el amor, que se rinde ante la vida, arquetipo literario que he tratado en la entrada anterior.
Pero la película Historia de una pasión de Terence Daves, muy bien documentada, nos ofrece el retrato de una mujer rebelde y apasionada que eligió voluntariamente su forma de vida y su negativa a contraer matrimonio. Aunque pasó retirada en su hogar gran parte de su vida, tuvo una vida interior mucho más intensa que la los que llevan una vida social activa.  Una mujer inteligente, excéntrica y contradictoria, rebelde y puritana, enamorada de hombres y mujeres, que mantuvo grandes amistades y que se fue alejando poco a poco de la vida, sobre todo a medida que fue enfermando, para dedicarse a una frenética actividad literaria en su habitación propia (espacio de respeto y libertad), corrigiendo, experimentando, haciendo listas de palabras, fabricando varias versiones del mismo poema, pasando en limpio e investigando con el lenguaje. En su última etapa huía de la gente que aparecía por su casa, hablaba con los visitantes a través de las puertas. La dulce solterona, como la llamaban algunos, la reina reclusa, la dama de Amherst, nos legó en la belleza de sus verso su voz singular, centrada en ella misma, en su soledad y en su manera de entender el mundo.
La película es bellísima y dura, llena de travellings y elipsis que entronca con esta tradición artística de la pintura y el cine de interiores tan típica del centro y el norte de Europa (Dreyer y Bergman). Sorprende la escena de los daguerrotipos donde vemos uno a uno a los personajes principales, sentados para un retrato, y, a medida que la cámara avanza, implacable como el paso del tiempo, sus rostros se van transformando lentamente, hasta que nos damos cuenta de que han cambiado los actores. Por cierto, la película es inglesa aunque sus principales actores sean americanos;  la actriz principal, Cynthia Nixon, una de las protagonistas de Sexo en Nueva York; el padre de la misma, un envejecido Keith Carradine, el actor que cantó la canción "I'm Easy" en la película Nashville con la que ganó en 1975 el Óscar. ¡Dios, cómo envejecemos!



sábado, 26 de noviembre de 2016

La solterona en la literatura

Las mujeres en la literatura se han presentado casi siempre como ángeles o diablos, nunca como iguales al hombre hasta el siglo XX. La literatura está llena de ejemplos de mujeres arquetipicas: la mujer perdida, la mujer fatal, la casada insatisfecha, la solterona, la madre autoritaria. Para mí, uno de los personajes más conmovedores es el de la solterona, porque creo que en el inconsciente colectivo pervive todavía la idea de que el hombre que no se casaba era porque no quería y la mujer que no se casaba era porque no podía. El mundo actual sigue organizado en torno a la pareja y a la familia, el matrimonio, incluso homosexual, se erige como una institución primordial. Véase la exitosa serie televisiva  Sexo en nueva York (1998-2004), donde cuatro amigas exploran el duro papel de ser mujer soltera y sexualmente activa, pero que en el fondo están deseando casarse como lo hicieron sus madres; una serie rompedora de tabúes sexuales y conservadora en el fondo.
El tema se puede abordar en las clases de literatura y en tutoría. Recomiendo utilizar el artículo de Esperanza Goiri La vida en singular:
 " La solterona era objeto de burla o recriminación o ambas cosas, tanto en los casos en que la mujer no había encontrado con quien casarse como en los más raros casos de mujeres que a pesar de la presión social, vivían bien sin marido. Incluso una soltería larga antes de matrimonio se desaconsejaba, porque podía acostumbrar a la mujer a ser independiente y en algún caso a auto mantenerse y luego volverse muy exigente con su marido, cuando éste fuera el único que trabajara (ya que casarse y abandonar el trabajo se consideraba que iban unidos). Sin embargo, el hombre podía quedarse soltero y, a ojos de la sociedad, estaba bien visto. En todos los sentidos, la mujer debía considerarse destinada al lugar más oscuro, a la paciencia e incluso al sufrimiento, pero debía hacerlo siempre con alegría y sin rencores.
Al oír ese término a todos nos viene a la mente la imagen de una mujer madura, ajada, rebosante de resquemor y frustración por no haber sido “capaz” de atrapar al “ansiado” marido. Pese a que el diccionario de la RAE define solterón/na como calificativo referido a una persona entrada en años y que no se ha casado, socialmente las connotaciones para un hombre o una mujer son muy diferentes. En el caso del varón, es un bon vivant, un tío listo que no se ha dejado cazar por ninguna fémina que limite o anule su libertad. Es mirado con simpatía e indulgencia y por muy poco apetecible que sea, en todos los sentidos, se presupone que nunca le van a faltar candidatas para compartir su cuerpo serrano. Sin embargo, en su versión femenina se piensa en una pobre infeliz, poco dotada de belleza o gracia, que vaga por este valle de lágrimas a la búsqueda desesperada de un enamorado que le haga feliz. Hay en la literatura magníficos ejemplos de estos personajes como La solterona de Edith Wharton, Doña Rosita la soltera de Lorca, Washington Square de Henry James o La señorita de Trevélez de Carlos Arniches, llevada luego al cine con el título Calle Mayor por Juan Antonio Bardem, en una estupenda adaptación que omite los aspectos divertidos de la historia original para potenciar los más dramáticos".
Añado la obra de teatro de Mihura La bella Dorotea que, abandonada en el altar, decidirá no volver a quitarse su vestido de novia y comenzar a deambular por el pueblo removiendo la conciencia de sus vecinos. Carmen Martín Gaite en Usos amoroso de posguerra realizó un estupendo análisis de la realidad española de esos años donde la mujer, educada para aparentar y no para vivir su vida, enfocó el matrimonio como objetivo excluyente. Carmen Alborch en Solas hace referencia a los profundos cambios que han sufrido las mujeres españolas en el último tercio del siglo XX y concluye en que vivir sola no es estar sola. Por último, el reciente libro de Kate Bolick Solterona, en el que, a través de su mirada y de su experiencia, consigue explicar cómo la literatura escrita por mujeres la ayudó a apasionarse, a no buscar en los demás sino en ella misma, a vivir como una mujer que no necesita de nadie para construir su identidad.
No es lo mismo estar sola, que permanecer soltera. El tiempo que se pasa en soledad es un tesoro muy valioso. Aprender a vivir por uno mismo, cultivar amistades y dedicarte a tu vocación son actividades que resultan placenteras.  Hasta hace relativamente poco tiempo ser soltera era una tragedia, sobre todo para las que no disfrutaban de una situación económica desahogada. La sociedad les asignaba el papel de cuidadoras de todos los miembros de la familia, siempre dependientes de las decisiones tomadas por los demás y ocupando en los actos sociales el ingrato papel de ser un número impar (Cómo agua para chocolate de Laura Esquivel y la canción La tieta de Serrat).
La mujer soltera no tiene más límites que los que ella quiera ponerse. Ni siquiera la maternidad depende ya de una pareja. Pero la lengua, siempre conservadora, nos ofrece expresiones, que repetimos sin pensar, que apestan a rancio: “Si no espabilas se te va a pasar el arroz”; “Está amargada, claro como no hay perrito que le ladre”; “Algo raro tiene si a estas alturas no ha conseguido pareja”; "Casarse a toda prisa es imprudente pero quedarse soltera es aún peor"; "Se va a quedar para vestir santos". Mientras, a los varones se les alecciona para no dejarse atrapar por una “lagarta” y a disfrutar de su soltería que ya habrá tiempo para sentar la cabeza.  Porque no hay nada mejor que hacer lo que a uno le dé la gana, para lo cual las mujeres debemos alcanzar independencia económica, ser autosuficientes, romper los estereotipos y cultivar la autoestima y la solidaridad con otras mujeres.  

Javier Marías elogia a  Las tías solteras: "Yo vengo disfrutando a esas mujeres solteras o sin hijos desde mi infancia, y creo que son esenciales: risueñas, más despreocupadas y desinteresadas".

Así que todas las mujeres solteras debemos reivindicar el nombre denostado y con él el derecho a estar solas. La soltería elegida no puede ser un problema. 


martes, 22 de noviembre de 2016

Una escribe, la otra no

Estuvieron muy unidas. Vivían en el mismo barrio. Se conocieron en primer curso de Comunes, estudiaron la misma especialidad  (Filología Románica) y en tercer curso comenzaron la carrera de Periodismo. Sacaban más o menos las mismas notas. Compartieron los mismos profesores, confidencias, lecturas y amigos. Realizaron la tesina en el CSIC, una sobre los cantos de muerte y la otra sobre los de nacimiento. Se separaron poco después sin enfadarse, en silencio. Dejaron de caminar al mismo paso cuando se pusieron en evidencia las diferencias de carácter. Una, fuerte y segura, sabía lo que quería desde el principio;  la otra muy frágil, no. Tampoco ayudó que una se hiciera amiga del director, con despacho y beca y su amiga se convirtiera entonces en la muchacha pobre que se sienta en la mesa de los ricos. Una fue profesora de Universidad en el País Vasco; la otra, en un centro de secundaria en la capital.  Una se hizo especialista en literatura medieval; la otra siguió siendo aprendiz de todo. Una es alta y delgada; la otra no. A una, ETA le colocó una bomba lapa en los bajos de su coche; a la otra, unos alumnos un chicle en su silla. Una ha publicado libros, la otra escribe en un blog. En verdad os digo que vivieron vidas paralelas.

domingo, 20 de noviembre de 2016

El balneario Termás de Pallarés y el IMSERSO

Cuando viajaba con poco dinero por Europa en interminables jornadas de autocar, siempre me llamaban la atención los balnearios de Alhama de Aragón por su aire decadente y señorial. El paraje no puede ser más bello con edificios regios y un lago termal, rodeado de jardines y bosques, que permite bañarte incluso en pleno invierno.
Como el año pasado tuve una experiencia muy positiva con el termalismo del IMSERSO en el balneario El Salugral de Hervás, donde los de la tercera edad compartíamos habitaciones y espacios comunes con los  clientes, este año he pedido el balneario de Termas de Pallarés. Antes me documenté: miré fotos y videos del hotel en internet y me enteré de que el recinto cuenta con tres hoteles, dos de cuatro estrellas y uno de tres. Los termalistas de la tercera edad fuimos alojados durante más de diez días en el hotel Parque de inferior categoría que no se parece en nada a la publicidad de su página web:
"El encantador Hotel-Parque del Balneario Termas Pallarés (Alhama de Aragón Zaragoza) alberga la zona de tratamientos termales y lúdicos, lo que brinda la posibilidad de una incomparable inmersión en la cuna del bienestar y la salud. Una sobria elegancia arquitectónica y unas hermosas vistas a los exuberantes 68.000 m2 de jardines del Balneario Termas Pallarés reinan en las 90 habitaciones del Hotel Parque, evocando el clasicismo y el auténtico encanto del histórico Balneario Termas Pallarés del siglo XIX. Desde la galería de baños con bañeras de mármol de 7 toneladas, pasando por cabinas de tratamientos y espacios de bienestar orientados a conseguir relax, vitalidad y salud, como el Termaspa, el Hotel- Parque captura una sofisticación eterna que es tan distintiva como acogedora."


 La primera impresión fue entrar en el túnel del tiempo y volver a la casa de tus abuelos de los años veinte y al comedor del internado de los años sesenta, o dicho con las palabras de mi sobrino: "Es cutre de cojones". Algunas habitaciones y pasillos, como se puede ver en las fotografías, parece que han inspirado al guionista de la película El Resplandor. Nuestra habitación (267), con griferías obsoletas, orientada al norte, con vistas a la carretera y cerramiento de la ventana no aislaba de los ruidos. Imposible leer con la escasa iluminación o ver la televisión obsoleta que solo sintonizaba, y mal, algunos canales. Además no había wifi. La fotografía que ilustra esta entrada fue tomada a las dos de la tarde y todavía no habían arreglado la cama.



 Después sorprende la masificación de los mayores y la  poca información (solo teníamos una monitora, a pesar de ser unos ciento cincuenta, frente a unos cincuenta clientes de los otros dos hoteles de superior categoría). Deambulábamos continuamente de un sitio a otro por pasillos fríos y sombríos como almas en pena, la recepción en un edificio, la recepción termal en otro; las habitaciones en uno, el comedor en otro con dos turnos donde los camareros apenas daban abasto para preparar el segundo. Lo mismo pasaba con los escasos tratamientos ofertados, en el aquaterma, en la niebla y en la cascada apenas podíamos movernos por la cantidad de personas que había. Confieso que en algún momento pensé que la finalidad era gasearnos. Además, los horarios, que no podías elegir, eran absurdos: dos días los tratamientos empezaban a las ocho de la mañana, cuando el desayuno era a las 8,30.  Al mismo tiempo, utilizaban un neolenguaje curioso:  a tomar las aguas, es decir, poner un vaso en una fuente, lo llamaban tratamiento hidropínico y para llegar allí había que pasar un tramo de suelo resbaladizo.
Por tanto, discriminación en horarios, en habitaciones y también, y esto es lo doloroso,  en el lago termal, los clientes "de pago" disponían de tumbonas gratis en primera fila (además del albornoz y las zapatillas) mientras los mayores permanecíamos en sillas detrás de un cerco de madera. Si queríamos utilizar las tumbonas, teníamos que pagar dos euros diarios.  Como el bar del casino tiene precios de un cuatro estrellas, los mayores no acudían (las pensiones no dan para tanto) y, para compensar, disponíamos de una sala con una máquina de café a un euro. De esa manera parecía que estábamos aislados en un asilo para que el resto de los clientes no gozaran de nuestra decrépita presencia.


La comida me pareció, en líneas generales, buena y abundante, aunque algo monótona. El equipo médico bien; el resto del personal, desigual, sobre todo en recepción. Los camareros y las encargadas de la limpieza estaban abrumados por unas jornadas interminables (esto es lo que nos ha dejado la crisis): poco personal obligado a estar en dos sitios a la vez, que siempre llegaba tarde y no era muy propenso a dar explicaciones.
A la vuelta, con conocimiento de causa, me he adentrado con paciencia en las páginas de internet y he buscado las críticas de los usuarios del IMSERSO y de algunos clientes de la temporada alta:
"Salvo las habitaciones del 4 estrellas, el resto está impregnado de una decadencia melancólica que tiene cierto encanto, pero que siendo realistas presenta la urgente necesidad de inversión y mantenimiento para estar a la altura de lo que se espera. Hacen una publicidad engañosa. Publicitan una habitación, cuya fotografía supuestamente aparece en la página web, concretamente, para el Hotel de Tres Estrellas, que después no se corresponde con la real de inferior calidad."
Lo sorprendente es la respuesta de la dirección a este comentario y a otros parecidos: "Lamentamos su estancia no fuese satisfactoria pero desde luego no discriminamos en absolutamente nada y disponen de las mismas habitaciones que cualquier cliente. Para nosotros todos los clientes son iguales en cuanto al trato e intentamos que se vayan lo más contentos posibles de cara a que repitan y recomienden nuestro Balneario"; "El grado de satisfacción de los usuarios que vienen por este Programa es realmente alto, como lo demuestra que la gran mayoría repitan la estancia. Es evidente que en un programa social uno no puede recibir lo mismo que una persona que viene a título particular (estaríamos entonces estafando a las personas que pueden permitirse pagar más por otro tipo de Programa y además uno no puede vender por debajo de coste)".
Como podemos ver, primero niega el trato discriminatorio y luego lo justifica. ¿Por qué un jubilado no puede recibir el mismo tratamiento que un cliente cuando paga una cantidad relativamente alta, dada la cuantía de las pensiones en este país, y el IMSERSO subvenciona el resto de la cantidad?  Si yo hubiese ido al  hotel de cuatro estrellas, no me sentiría estafada porque a los mayores le diesen un buen trato: se lo merecen con creces.
Sé que los jubilados de más edad que utilizan este programa no se van a quejar nunca, que comiendo a su hora con vino y, dada la cercanía del ave que va a Calatayud, repetirán la experiencia, porque lo que no quieren es estar solos en sus casas, además de paliar sus dolores. Son poco exigentes y prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer. Me dio pena saber que las compañeras de mesa de comedor de casi ochenta años reclamaron porque pasaban frío en la habitación y no les ayudaron; tuve que subir y descubrir que en vez de calefacción tenían aire acondicionado y no sabían encenderlo.
No me han dado ninguna encuesta para rellenar después de mi estancia, pero creo que los responsables del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad deberían hacer una inspección a fondo para revisar a dónde va el dinero público. Nuestros mayores se merecen lo mejor y no un trato discriminatorio. Todo indica que las subvenciones, que reciben por acoger a los de la tercera edad en temporada baja, se están aprovechando para rehabilitar los edificios de superior categoría. Berlanga, si reviviera, encontraría argumentos para volver a hacer la película Los jueves milagro. 
A pesar de lo expuesto, de la caída que tuve por el suelo resbaladizo y del constipado que me cogí por pasear con el bañador y el albornoz mojados por todo el recinto, he pasado unos buenos días de descanso y tranquilidad  con la experiencia inigualable de bañarme en el lago termal con la esperanza de que sus aguas alivien mi piel atópica este invierno.

Recomiendo esta páginas para saber más de la curiosa historia del balneario que refleja muy bien la realidad española del s. XIX:


domingo, 13 de noviembre de 2016

Todo esto te daré, Dolores Redondo

Me ha costado terminar el libro galardonado con el último premio Planeta, a pesar de haberme leído con mucho gusto La trilogía del Baztán.  Todo parece indicar que esta novela de cartón piedra se escribió antes que las anteriores y que trata de aprovecharse de su éxito.  Se me ha hecho una bola, como ocurre cuando intentas tragar un pescado demasiado hecho aunque bueno. Es una novela como otras tantas, pesada de leer y perfectamente olvidable,  que habla de una muerte accidental que se convierte en un asesinato. La única novedad, que el encargado de averiguar el suceso es el marido del asesinado al que acompañan en sus investigaciones un cura y un guardia civil retirado, que es descrito al principio como el personaje cinematográfico Torrente. El marido, famoso escritor, extrañamente no sabía nada de la vida del hombre con el que llevaba años compartiendo su vida. El pazo gallego, donde transcurre la trama parece Falcon Crest por la cantidad de pasiones y secretos que oculta y a ratos insinúa un ambiente mágico. Es un batiburrillo de descripciones idílicas y soporíferas de la Rivera Sacra, donde deambulan un niño, un camello, un perro feo y leal y unos hombres capaces de llorar durante horas hasta llegar al ridículo. 

Bibliopegia antropodérmica


La bibliopegia antropodérmica es la técnica de encuadernar libros con piel humana. Aunque en la actualidad es una práctica extremadamente inusual, alcanzó su momento de esplendor en el siglo XVII.
 El artículo La espeluznante historia de los libros forrados con piel humana de Jaime Noguera pone literalmente la piel de gallina y me recuerda una vez más que la literatura copia a la vida y hace todavía más creíble la obra de Jonathan Swift Una modesta proposición.

jueves, 10 de noviembre de 2016

En la era de la prosa cipotuda, Iñigo F. Lomana

 Hoy, hojeando la prensa, he encontrado un nuevo concepto: prosa cipotuda, caracterizada por la virilidad y la rimbombancia. Parece ser que Arturo Pérez-Reverte, Manuel Jabois, Juan Tallón y Antonio Lucas, son exponentes de esta prosa. Falcó -personaje que da título a la nueva novela de Pérez Reverte, ambientada en la guerra civil- encarna al héroe más cipotudo que rebosa mujeres, alcohol, armas, testiculario y equidistancia ideológica. Dicho con otras palabras, machismo puro, el rayo que no cesa.
En su artículo, Iñigo F. Lomana analiza con humor este estilo que poco tiene de nuevo, salvo su adjetivo.



domingo, 23 de octubre de 2016

Amores pletóricos (perdón, platónicos)


-No sé si sabrás que varias generaciones de mujeres se han enamorado de ti y de tus canciones, pero no les ha quedado más remedio que acostarse con otros.
-¡Pues que alegría! (Risas). Menos mal que se acostaban con otros porque con todas no hubiese podido.
Entrevista a Aute para el periódico El ojo de la libertad, del I.E.S Luis Buñuel de Alcorcón

Creo que solo he tenido dos amores platónicos en mi vida: Luis Eduardo Aute y J. M.; el primero está recuperándose de un fatal infarto y el segundo ha muerto este otoño.  Con los dos compartí momentos pletóricos en el IES Beatriz Galindo en distintos cursos de reciclaje. Ya sé que los amores platónicos se basan en la búsqueda de la persona ideal y no desean el contacto físico para no darte cuenta de que son como el resto de los mortales, hechos de barro y de miserias; pero la posibilidad del encuentro y la sensación de plenitud ante su presencia han desaparecido. Solo (y ya es bastante) me quedarán su obra y su recuerdo.
En el 2006 me declaré AUT-tista (seguidora incondicional hasta el ridículo) en el artículo del periódico escolar que transcribo:

La profesora que se quedó encerrada

Me declaro autista (seguidora incondicional hasta el ridículo del cantautor Luis Eduardo Aute). Mi despertar musical siempre ha estado unido a él. En tiempos pretéritos, cuando gobernaba el invicto, oí por primera vez que podíamos desear lo imposible (Rosas en el mar) y me enamoré de su pelo liso, de sus grandes ojos, de su cara redonda y de sus manos de artista. En Algunas de las primeras manifestaciones canté Yankee go home y descubrí que había muchos Fantasmas. Disfruté del amor sin velos de novia (Anda, quítate el vestido) y del desamor (De alguna manera tendré que olvidarte). Asistí atónita a los últimos fusilamientos de Franco (Al alba). Incluso pasamos los dos una larga temporada tristes, él cada vez más críptico e irónico (Si estás triste que te cuenten algún chiste). Sólo una vez le fui infiel con Hilario Camacho. En los ochenta llegó la movida y tiempos de no pensar. Surgieron Krahe y Sabina. Muchas le abandonaron por Sabina, más seguro de sí mismo, más exhibicionista (Mira que eres canalla). Yo me quedé con Aute, con el tímido e inteligente, con el monógamo que por aquel entonces quería cambiar a la de cuarenta por dos de veinte. Empezó a adelgazar hasta convertirse en espíritu impuro, al contrario que todos nosotros que ahora degustábamos la nueva cocina. Me subí en el Suburbano y me enteré por mi amiga Lina que sus hijos no le habían salido muy estudiosos en un colegio cercano a la Fuente del Berro. Le vi en la Feria del Libro firmando autógrafos de su primer libro y no me atreví a saludarle, me moría de vergüenza, los amores platónicos deben seguir siéndolo. Escribí musarañas mientras él escribía poemigas. He visto Un perro llamado dolor cuando les ponía a mis alumnos El perro andaluz. He observado su curiosa pérdida de pelo sin llegar a tener canas, mientras me teñía el mío. Nos hemos puesto gafas al mismo tiempo, el de hipermétrope y yo de presbicia. Sus manos de artista, que parecen odiar los instrumentos cortantes, no envejecen. La cabecera de nuestro periódico se parece al inicio de su página web.
Yo también creo que Las palabras son falsas y traidoras y que, de todas las palabras, nación es una de las más feas. Que el peor enemigo de Dios son las iglesias, que la aldea global perfectamente se podría llamar esfinternet, que todos llevamos la piedra de Sísifo en un riñón, que no hay que dar órdenes, que el hombre está en perpetuo desvalimiento, que los cuerpos después del amor apestan a alma y que lo peor que le puede pasar a uno es una muerte colateral, que persiste siempre el erotismo y la mirada y que deberíamos tener el derecho de ausentarnos y hacernos invisibles. Comparto con él la curiosidad por el mundo y el hastío que la política produce. También me asombra que no haya femeninos de algunas palabras (la Dios, la yo, buenhembría); Incluso el año pasado pusimos una pintura suya en el periódico para ilustrar el tema del maltrato a la mujer (Mortal de necesidad).
Menos mal que nos queda, me queda, Aute

J. era mucho más cercano porque le podía tocar y abrazar cuando me lo encontraba de Pascuas a Ramos, casi siempre rodeado de profesoras, en la presentación de sus libros. Era encantador. Con su tranquilidad y sonrisa perenne te dulcificaba la vida. Sabía escuchar y me ayudó mucho cuando, ante su perplejidad, le expliqué cómo era víctima de acoso laboral en un instituto. Fue en el café Comercial, ¿te acuerdas? Eran las siete y diez de una tarde triste de invierno y no nos retrasamos ninguno de los dos. 

jueves, 29 de septiembre de 2016

¡Vivan las canas!

La presión social que se ejerce sobre las mujeres mayores que deciden dejarse su pelo al natural es tremenda.  “Las canas hacen interesantes a los hombres y viejas a las mujeres”, oímos desde muy pequeñas en boca de los perpetuadores del machismo. Así que nos aferramos al tinte como a un talismán de la juventud, sometidas a la tiranía de retocarnos continuamente el pelo que crece inmisericorde a razón de un centímetro al mes, lo que dificulta el camuflaje y prende nuestra cabellera de increíbles colores que pretenden ser naturales cuando solo se asemejan al pelo artificial de las muñecas de nuestra infancia. Es bien sabido que las canas se reparten en las familias de forma aleatoria por edad y carga genética y no están unidas forzosamente a la senectud. Antes no se ocultaban, inspiraban respeto, eran señal de experiencia y sabiduría, aunque siempre fueron denostadas por los poetas que nos hablaban del ocaso, del tiempo airado, del viento helado. Pero las canas son como la tarde al día, como el invierno al verano, el nácar que nos envuelve dándonos más valor, nieves perpetuas que nos alimentan.
Ni estamos más jóvenes ni más guapos por teñirnos el pelo. Tenemos la edad que tenemos, es decir, la que sentimos. No podemos recuperar lo que antaño nos perteneció. Siempre me vienen a la memoria imágenes patéticas de esta impostura: la última escena de la película Muerte en Venecia donde a Dick Bogarde se le derriten al mismo tiempo la vida y el tinte en forma de goterones negros, mientras observa la turbadora imagen del efebo Tadzio en la playa;  un matrimonio amigo que compartía el mismo tinte pelirrojo que les convertía en extraños hermanos; y  la imagen patética de un presidente del gobierno de nívea barba y reluciente pelo negro.


Durante diez años he estado tiñéndome el pelo para no oír las voces juveniles que asocian la cumbre nevada a la vejez y me prometí que dejaría de hacerlo cuando me jubilase. La sublime decisión la tomé en solitario, desoyendo los consejos de todas las peluqueras, deseosas de que su oficio no desapareciese,  que me hablaban de terrores sin fin. El paso me daba miedo, pero una de las alergias raras en mi cuero cabelludo ha sido el detonante. Llevo tres meses sin pisar la peluquería y día a día he ido observando con sorpresa cómo brilla en mi cabellera un penacho de cabellos blancos con un fulgor hasta ahora escondido. Ya puedo decir que las nieves del tiempo platearon mi sien, que peino canas y, lo mejor, puedo echar una cana al aire. Además, ahora el pelo gris está de moda porque modelos y cantantes jóvenes se tiñen de este color como un símbolo de modernidad para ir contra corriente.
¡Vivan las canas que nos libran de las cadenas de la servidumbre de los prejuicios!

Continuación de la entrada Tomadura de pelo (2013)

lunes, 20 de junio de 2016

Novelistas buenos y malos, Pablo Ladrón de Guevara

La literatura nunca le ha gustado a la Iglesia. Primero fue el «Índice de libros prohibidos», o «Index librorum prohibitorum et expurgatorum», y luego, cuando este desapareció o cayó en desuso, algunos clérigos publicaron unos cuantos libros para tratar de salvar nuestras almas impidiéndonos leer cualquier libro importante. Hoy esos libros son un documento impagable para conocer de primera mano las obsesiones, manías y fobias de estos censores que solo pueden mover a risa a un lector del siglo XXI. Entre estos libros destacan el del franciscano Amado de Cristo Burguera, Lecturas nocivas y lecturas útiles, y sobre todo el de Pablo Ladrón de Guevara (1861-1935) que condenaba a sus lectores a no poder leer prácticamente ningún libro importante. Este jesuita escribió en  1910, en Colombia, un famoso libro en el que atacaba, no desde un punto de vista literario sino con criterios exclusivamente morales, ideológicos y conservadores, toda la narrativa progresista extranjera, española e hispanoamericana: Novelistas malos y buenos juzgados en orden de naciones, 288 españoles, 97 hispanoamericanos, 24 portugueses, 65 italianos, 1178 franceses, 148 ingleses, 28 alemanes, 65 rusos, belgas, escandinavos y cuya cuarta edición (1933) recogía más de 3000 autores que nunca leyó y demonizó usando los adjetivos: inmundo, impío, herético, abominable, incrédulo, blasfemo, hediondo, inmoral, obsceno, deshonesto, lascivo, lujurioso, indecente, cínico, voluptuoso, sensual, aberrante...
En esta obra ataca entre otros a Azorín (que luego fue conservador) llamándolo “no recomendable por las ideas” y sobre todo a Pío Baroja, al que "no le cuadra el nombre de Pío, sino de impío, clerófobo y deshonesto” y cuya novela El árbol de la ciencia calificó de “inmoral, de malas ideas, desesperante y el remedio es el suicidio”. De su Camino de perfección indicó que era un libro “inmoral, blasfemo, hay pasajes deshonestos, da coces contra un colegio de monjas y sobre todo contra obispos, canónigos y curas; es brutal; contra los ejercicios de San Ignacio también se dispara”. No se salvaba de la quema ni Pedro Antonio de Alarcón, a pesar de que escribió a favor de los jesuitas y de que incluso tenía un hijo en la Compañía de Jesús, del que aseguraba que producía en los jóvenes tal «calentura infernal» que les conducía a caer en pecado mortal, ni Rubén Darío («muy malo en ideas y en moral»); La Regenta le parecía llena de «porquerías, vulgaridades y cinismos» y el Guzmán de Alfarache, de pasajes inmorales y deshonestos."
Los escritores extranjeros tampoco se libraban de su dedo implacable y justiciero:
Hugo, Víctor (1802-1885). De  Besanzón. Poeta dramático, novelista. Anduvo de muchacho con su padre, general de Napoleón, por España e Italia. En su prosa y versos abundan las blasfemias, las calumnias contra la iglesia, contra el papa, obispos y clero. Con frecuencia habla de modo que parece un loco, o más bien poseído del demonio. Muy inmoral y fatalista.
Maupassant, Guy de (1850- 1893) Nació en el Castillo de Miromesnil y murió en París después de dos años de enfermedad y locura, habiéndose antes dado al espiritismo. Discípulo del tan deshonesto Flaubert, se distingue por una falta completa de sentido moral y por un pesimismo que lleva a la desolación y el desconsuelo del alma. Realista extraordinariamente sensual, licencioso y, con frecuencia, bestial.
En fin, como  afirmaba Luis Carandell, "una excelente guía literaria al revés". Creo que los que amamos la literatura debemos estar agradecidos al padre Ladrón de Guevara, porque no hay nada mejor que prohíban un libro para que te entren unas ganas tremendas de leerlo y así condenarte al infierno poblado de gente tan interesante como esos escritores. En mi infancia me llegaron los ecos del impío don Pío y fue uno de los primeros autores que leí en la adolescencia.

Pincha para descargar el libro en pdf

domingo, 19 de junio de 2016

Evitables enemigos

Tiene razón Fernando Savater (Mi inevitable enemigo) cuando afirma que los amigos puede uno elegirlos, pero en cuestión de enemigos hay que resignarse con lo que nos toca en la pedrea. Lo que me sorprende es que su anónimo enemigo sea un escritor que escribe habitualmente en un periódico de referencia y que la causa sea política. Savater se queja porque su reconocible enemigo no considera el separatismo como el peor problema de la ciudadanía en España y en vez de razonarlo, arremete contra él de forma irreflexiva, acusándole de "ser un fiero jabalí de la izquierda que no da una a derechas" y, de paso, reparte mandobles a su mujer, "torrencial novelista".
Pensé que las polémicas entre escritores pertenecían a siglos pasados, que ya habíamos superado el maniqueísmo absurdo, el cainismo y el empecinamiento cerril que ha caracterizado el vivir hispano desde hace siglos. Los dos pertenecen a partidos políticos dispares en la opinión sobre el tema de la unidad de España y están en su derecho, lo que no invalida otras facetas de su pensamiento.  No conozco el libro del denostado enemigo que pertenece a la estirpe del padre Ladrón de Guevara,  pero lo que si sé es que este visceral artículo no debería haber sido escrito por un filósofo al que admiro. Un eslabón más en la campaña "Todos contra Unidos Podemos". Un poco de cordura, por favor.

P:D.Un ejemplo más de escritores a la greña, a los que se suman los académicos Pérez Reverte y Francisco Rico en el mes de octubre.

sábado, 11 de junio de 2016

A pie de calle

Mientras desayunaba, desde la ventana de una cafetería convertida en un tragaluz porque unos carteles ocupaban la mayoría del cristal, observaba las piernas y los pies de los transeúntes que deambulaban por la calle, cuerpos demediados que se movían ágilmente. Dada la hora, en la coreografía bailaban más piernas de mujeres que de hombres y algún niño en cochecito.  Piernas y pies blancos, recién salidos de los pantalones invernales, a punto de zambullirse en las piscinas.  Con impúdica crudeza, se sucedían piernas estilizadas, gambas piernicortas, patas pantorriludas, pinreles perniabiertos, remos zambos. Y todo un muestrario de calzado: sandalias, bailarinas, zapatillas de deporte, menorquinas, algún zapato de tacón  y, de repente contra todo pronóstico, un hortera con unas botas chúpamelapunta que con toda seguridad estaban achicharrando los dedos de su propietario. Andares decididos, titubeantes, basculantes, temblorosos, firmes, audaces, cansinos, torpes, elegantes. Se identificó con los pies, con marcas de heridas en el talón, de una mujer madura sobre unos zuecos pasados de moda, que sostenían unos tobillos hinchados, y se dio cuenta de que nunca había entendido la expresión tan contento como un niño con zapatos nuevos. Lo que hubiese dado por volver a los calcetines del invierno. Y es que en junio, con los primeros calores,  los pies están tan tiernos como los de un bebé. 

viernes, 10 de junio de 2016

Corazón gigante, película islandesa

He visto una película islandesa sencilla y conmovedora: Corazón gigante.  La recomiendo y además se puede utilizar en las clases de tutoría para tratar el tema de las relaciones humanas, de la soledad y del deseo de amar y ser correspondido y de lo que estas acarrean: acoso, acusación de pederastia, depresión, temor al ridículo, camaradería entre los marginados.  La película va de sorpresa en sorpresa. Fusi, el protagonista,  personaje inmenso tanto por su corpulencia física como  por su corazón bondadoso, roza la cuarentena, pero todavía es un niño virgen, aferrado a las faldas egoístas de su madre, que juega con otros niños. Este hombre que trabaja en un aeropuerto y nunca ha viajado, conoce a una chica en una clase de baile, se enamora y en ese momento su horizonte se amplia. Como fondo un ambiente gélido, hostil y, contra todo pronóstico, esperanzado.
El ritmo es lento, sin palabras casi, con destellos de humor y buena música. Destaca el primer plano de la mirada brillante de animal herido del protagonista, con un corazón mil veces derribado, como las ballenas, como los elefantes. Salí conmocionada y encantada de cumplir con devoción el rito semanal de ir al cine.