lunes, 20 de octubre de 2014

Huerteando en la ciudad

En el centro de la Cruz Roja de la calle Pozas paso mi "dulce far niente". En la terraza  hemos sembrado: nabos, rabanitos, lombardas, espinacas, acelgas y lechugas de invierno. Como podéis ver en la foto, ya estamos clareando brotes para que las plantas crezcan más fuertes  y con más espacio.
Otra actividad de la época otoñal es la cosecha de semillas, al seleccionar las plantas de nuestro propio huerto, estamos escogiendo la variedad de mejor aptitud ecológica para nuestro sitio.

¡Qué fácil es trabajar con las plantas y qué difícil con los alumnos!

domingo, 19 de octubre de 2014

Escritores a la greña, Julián Moreiro

Entrevista a Julián Moreiro, autor de 'Escritores a la greña', libro que recoge las trifulcas entre algunos de los escritores más conocidos de la literatura española.
 http://esradio.libertaddigital.com/fonoteca/2014-10-18/escritores-a-la-grena-las-trifulcas-entre-los-grandes-de-la-pluma-79945.HTML

Según Max Aub, el hombre es el único animal que tiene mala leche. Este libro lo prueba, desvelando el perfil menos favorecedor de una larga serie de escritores españoles y latinoamericanos de los siglos XX y XXI: en el trato con las musas, no es oro todo lo que reluce. Los textos reunidos son una impresionante antologí a del arte del vilipendio; entre la broma ocurrente y la maldad o el improperio, pasando por el desvarío, puede encontrarse lo más granado de una suerte poética que no suele figurar en los manuales y que conforma una breve y deslumbrante historia de la literatura canalla. Afilan aquí su pluma los nombres más destacados de los últimos ciento veinte años, desde Valle-Inclán a Javier Marías y Roberto Bolaño, pasando por Rubén Darío, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Camilo José Cela o Francisco Umbral entre muchos otros. El “Inventario de impertinencias” que cierra el volumen es un catálogo de pecados capitales y de pecadores que, en su desmedido afán por zaherir al prójimo, dejan sus miserias al aire. Escritores a la greña puede leerse de corrido, como si de una novela se tratara, sin que perjudique la salud del curioso lector; pero tal vez le cause pasmo que estos virtuosos del lenguaje se exhiban en actitudes tan desairadas. Motivos no faltan para darle la razón a Montaigne: “Nadie está libre de decir necedades. Lo malo es decirlas con esmero”.



Leer algunos fragmentos en el desván de la ilusión:

Sobre el pefil menos favorecedor de los escritores

lunes, 13 de octubre de 2014

Mi doble y yo


Siempre se dice que todos tenemos un doble, alguien que se nos parece mucho  y con el que no estamos relacionados. A mí me lo han encontrado: se llama Claudia Paz y Paz y ha luchado a favor de los derechos humanos. Ha sido directora del bufete legal del ACNUR y Consultora Nacional de la Misión de las Naciones Unidas para Guatemala. Además es más joven que yo.
¡Qué suerte he tenido!

viernes, 10 de octubre de 2014

Entrañable discurso de Luciano López Gutiérrez


Estaba tan emocionada que me quedé muda. Un grupo de amigos me invitó a comer con motivo de mi jubilación. Yo no llevaba nada escrito, pero Luciano, con su proverbial locuacidad y buen hacer, me dedicó unas memorables palabras. Sinceramente creo que deberías dedicarte a la profesión de escritor de discursos. Los bordas. Nunca me olvidaré de tu famoso comentario sobre un primero de bachillerato: "Curso con una notable frigidez literaria".
Gracias a todos, siempre estaréis en mi recuerdo.

PARA ÁNGELES

   En primer lugar, Ángeles, quiero agradecerte que durante estos años te hayas esforzado en contribuir a ordenar mis fotocopias, tan proclives a convertir cualquier espacio en una chamarilería del rastro, en una librería de lance, en un archivo olvidado y desbarajustado lleno de cartapacios y legajos polvorientos.

    Confieso que echaré de menos tu presencia junto a Guillermo afanándoos en la búsqueda de la palabra exacta del crucigrama. Echaré de menos tu personalidad peculiar, indómita y rebelde, y reacia a cualquier renuncia o componenda, y, sobre todo, echaré de menos tus comentarios sarcásticos y jacarandosos, de una sinceridad descarnada, como aquel en que comparabas la nueva decoración de la Sala de Profesores con el recibidor de un burdel.

    No respondes al manido cliché de la lánguida profesora de Literatura entregada a la lectura de Bécquer y Campoamor en estaciones solitarias, te imagino más bien como un detective de novela policíaca descubriendo a sujetos que lograron perpetrar sus fechorías como si fuera un accidente.

    Te imagino en animadas charlas, locuaz y jaquetona, recordándome a Valle-Inclán, pero sin barba ni ceceo, o a Quevedo, pero sin misoginia ni cojera.

   Liberada de la tutela de adolescentes tumultuosos, de hormonas encabritadas, de jóvenes trileros o mocitas de tronío de faca en la liga, pero todos tan entrañables, entrégate, como te aconsejaría tu casi paisano Manuel Vicent, a disfrutar de las habas tiernas, de los arroces, de las sepias recién pescadas en ese mar todavía poblado de dioses antiguos.

  Contempla impunemente el oro viejo del otoño en los árboles, escucha la música mágica de la lluvia con olor a infancia perdida, y goza de la continuidad de los parques y de la sombra de las alamedas.

   Y si te gana la nostalgia por la cadencia de los sonetos, la prosa cervantina, la retahíla de los tiempos verbales, o las dulces islas de las aposiciones, ahí tienes nuestras clases para matar el gusanillo.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Poesía contemporánea escrita por mujeres: Rosa García Rayego e Iria Fernández

Confieso que no soy lectora habitual de poesía. Mis poetas preferidos son por orden de descubrimiento en la adolescencia León Felipe, Walt Whitman, Neruda, Blas de Otero, Jaime Gil de Biedma y Luis Eduardo Aute. Luego descubrí a Ángel Guinda en la clase de al lado del instituto. Y me gustan porque son prosaicos, con economía de medios y palabras, te transmiten una emoción como un relámpago, transmiten una descarga vital que te conmociona. Luego he amado a otros pero no con el entusiasmo del primer amor. Me gusta un poema aislado, pero soy incapaz de leer todo un poemario seguido. Es la misma sensación que tienes cuando visitas  un museo, acabas harta de tantos cuadros y al final solo te llevas el recuerdo de uno. Me gustan los breves encuentros que me producen admiración por la técnica utilizada y que desarrollan mi intuición. Por eso odio la técnica del comentario de texto que me veía obligada a realizar cada año para mis alumnos con su estructura corsé que nos induce a decir tonterías.
He leído poca  poesía de mujeres porque desgraciadamente tienen un papel secundario en los libros de texto. Recomiendo a dos poetas actuales que también son colegas y que por razones extrañas enlazo:  Rosa Garcia Rayego, profesora de universidad, e Iria Fernández, profesora de secundaria. Contra todo pronóstico, he leído varias veces "Vivir es tu tarea" y me ha conmovido profundamente. Iría, por ser la más joven, no está todavía incluida en la larga lista de poetas contemporáneas de las que habla Rosa en el programa de radio. 

martes, 30 de septiembre de 2014

Estado de mudanza

Para no darle vueltas a lo de la jubilación sin júbilo, al cumpleaños que se avecina, al otoño melancólico…,  me he metido en otro berenjenal: cambiar puertas y suelo y pintar en mi guarida. ¡Bendita la hora! ¡Lo que pesa la cultura! Durante veinte años he estado almacenando todo lo que caía en mis manos: libros, revistas, recortes de periódicos, exámenes, fichas de lecturas, felicitaciones navideñas, postales, invitaciones de boda, programas de mano de obras de teatro,  regalos e incluso muebles que he recogido de la basura para restaurarlos. Hoy me sobra todo, no doy abasto  rellenando de libros las  cajas de pan que me provee mi panadera. Ella me dice que tengo el síndrome de Ulises (ojalá, así recorrería mundo sin arrastrar mis miserias). Además los libros que me gustaron los he prestado y no me los han devuelto. Resultado: solo me quedan infumables; pero soy incapaz de deshacerme de ninguno de ellos, porque cada uno tiene su historia. Para colmo, he encontrado todas las cartas que he recibido a lo largo de mi larga vida (que a mí me ha parecido corta) y se me ha ocurrido sumergirme en su lectura. Han aparecido también unos diarios que empecé a escribir a los diecinueve años con el entusiasmo y la sensibilidad de una preadolescente que apuntaba maneras para acabar en el diván de un psiquiatra o en la camilla de un forense: solo escribía cuando estaba mal (¡Buenos días, tristeza!), con reflexiones negativas con la precisión de un cirujano, quejándome de todas las amistades tóxicas y enamoramientos fallidos que viví, motivados por la efervescencia hormonal, el deseo de apareamiento animal y las lecturas de Baudelaire (Il faut être toujours ivre). Casi todo ha acabado hecho trizas en la basura y espero que nadie los lea jamás. El Ministerio de Educación define perfectamente, con su lenguaje burocrático,  el estado de ánimo de estos últimos cuarenta años: interina (o uterina como decía mi querido Ángel Lucas), en prácticas, en expectativa de destino y con destino definitivo.
Los manuales que, supuestamente, enseñan a vivir mejor dicen que tires todo lo que no que no hayas utilizado en los últimos tres años. Pero, ¿qué hago con los recuerdos, los discos de vinilo, los libros que no admiten una segunda lectura y la cantidad de panfletos pedagógicos sobre obras literarias que no he podido utilizar en clase desde que la Lengua y la Literatura se fundieron en una? Durante años los he ido recopilando como una hormiga laboriosa, cómo puedo convertirme de la noche a la mañana en una cigarra si tengo amusia (incapacidad de reproducir los tonos o ritmos musicales).
Y para qué coño escribí estas frases tan absurdas que han aparecido traspapeladas: Un poco de coñac, mucha caña y poco coño;  poco coño, poco coñac y no tomarlo a coña.
Definitivamente, una mudanza es más difícil que ponerle bragas a un pulpo derviche.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Sola, fané y descangayada

 Y allí estaba ella como en el tango: sola, fané (estropeada, marchita, venida a menos), descangayada (maltrecha, malherida, desvencijada) sentada en un banco donde otrora se sentara el frente de juventudes (eufemismo por los viejos del pueblo), mientras sus lágrimas esquiaban sobre sus rugosas mejillas. La acompañaba una bolsa de Galerías Preciados que contaba la friolera de veinte años. Esperaba que la sacasen del pueblo porque acababa de quemar sus naves. Había vaciado de trastos la parte de la casa del abuelo que les había correspondido a sus padres. Donde antaño hubo felicidad y esplendor, solo quedaba ahora suciedad y deterioro. Se cerraba el círculo de la vida. Tras las gafas oscuras trataba de olvidar la escena terrible donde las bolsas de basura, que contenían los enseres viejos y sucios, habían sido rodeadas por un círculo de gitanas que sin ningún pudor abrieron  y trajinaron todo lo que había dentro. En apenas unos minutos no quedó nada de los somieres ni de los colchones ni de las lámparas. Habían acudido como las moscas a la miel, como los buitres a la carroña, como los ratones al queso. Al final el contenedor estaba vacío con pequeños jirones de recuerdos. 
Se acordó de los besos que todos los días hasta el mes de marzo daba a su madre y que la hacían reír como una chiquilla de cinco años hasta que terminaba diciendo: “ya está bien”; porque había sido educada en épocas de carestía. Y los echó de menos, tanto que se acercó a la cercana gestoría Prats buscando el rastro del olor familiar. Pero se sintió ridícula ante el portero automático porque solo se le ocurría balbucir: “soy prima de Vicente, ¿puedo hablar con él?. Es que me ha dado un ataque de morriña que no he podido superar”. Se volvió a sentar en el banco, apenas le llegaban los pies al suelo. Ahora sí que se acababa de romper el cordón umbilical que la unía a los suyos, a esos habitantes que compartían genes con ella y que parecían ajenos e insensibles a su desánimo. Enseguida vinieron a rescatarla, la espera liberadora afortunadamente solo duró diez minutos. La tortura culpable mucho más.