domingo, 7 de mayo de 2017

Regalarte/regalar arte/el arte de regalar

Regalar es un arte y regalar arte lo es aún más. Siempre me acuerdo de la anécdota que contaba Agustín, un compañero de instituto, para ejemplificar los regalos envenenados. Un amigo suyo pintor les regaló un cuadro. No les gustaba y, después de ponerlo en un pasillo, decidieron bajarlo al trastero. El problema era que ese amigo los visitaba una vez al año y estaban obligados a subirlo, hasta que se les olvidó y pasaron el momento más vergonzoso de su vida. Esto pasó mucho antes de que en la película francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014), en una escena hilarante los padres de Ségolene, artista plástica, casada con un banquero chino, hicieran exactamente lo mismo que mi amigo Agustín.
A mí, que solo soy aprendiza, me ha ocurrido algo parecido al revés. Se casaba la hija de mi mejor amiga y, como tenía de todo, decidí regalarle un cuadro hecho por mí a propósito que me llevó algunas horas y que me parecía moderno y colorista, de acuerdo con la personalidad de la regalada. Y cuál fue mi sorpresa cuando su madre me contó que no era del agrado del novio y que no lo iban a colgar en su casa.  No sé si agradecer tanta sinceridad. Ahora me explico por qué tengo mis paredes llenas de óleos pintados por mí.

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