sábado, 21 de enero de 2017

La pederastia en la literatura

 La literatura, esa es su grandeza, te acerca a la vida, a historias y a personajes que no tienen nada que ver con tu experiencia cotidiana y que solo conoces de oídas o por los periódicos. He leído este último mes dos libros sobrecogedores que tienen como tema principal la pederastia. El primero, la novela Tan poca vida de la escritora Hanya Yanagihara  y el segundo, Instrumental, el impactante libro de memorias del músico James Rhodes. Los dos se centran en las víctimas de tan horrenda lacra, en dos niños solitarios y sensibles que se convierten en presa de degenerados que les destrozan la vida y el cuerpo, creándose un vínculo extraño entre el abusado y el maltratador que les hace ser doblemente víctimas, tanto de los abusadores como de sí mismos. Y algunos de esos niños que no saben cómo defenderse ante el horror, rodeados de miedo y de silencio, acaban comportándose igual que sus maltratadores. No solo les destrozan la infancia contaminándoles sino también su futuro, serán incapaces de mantener relaciones amorosas mínimamente equilibradas. Para enmascarar su culpa se ofrecen a otros hombres, abusan del alcohol y las drogas o se autolesionan con cuchillas de afeitar. Buscan en el dolor el placer que se les ha negado de otra manera. En su biografía son comunes las curas de desintoxicación, los psiquiátricos y los hospitales, tras fallidos intentos de suicidio. La imagen de la portada de Tan poca vida es ilustradora, nos muestra a un joven atractivo que exhibe lo que parece ser una mueca de dolor y que en realidad pertenece a una serie del fotógrafo Peter Hujar sobre el amor y la lujuria y se llama 'Orgasmic Man'. Supongo que falta un libro que nos explique la degradada psicología del pederasta que pasó de victima a verdugo sin salir del colegio o de la iglesia donde creció.
Tan poca vida gira sobre la amistad masculina, el maltrato y la homosexualidad. Los protagonistas son cuatro amigos treintañeros de Nueva York, excompañeros de piso universitario  que pasarán de tener un escaso éxito laboral  a triunfar en sus profesiones: JB, un artista negro gay, Malcolm, arquitecto mestizo y niño de papá, Willem, un apuesto actor del Medio Oeste y Jude, un brillante y atormentado abogado. Pero el verdadero protagonista es Jude, víctima de espeluznantes abusos sexuales descritos con inusitada crudeza. La novela es desigual, algo maniquea (todos los personajes de la infancia del protagonista son demonios y los de su juventud, ángeles) y le sobran muchísimas páginas.
James Rhodes nos cuenta su trepidante historia en Instrumental, mezcla de exhibicionismo autocomplaciente, autoterapia y manual de ayuda, desde el principio cuando fue violado por su profesor de gimnasia: “Si comparásemos la vida con correr un maratón, los abusos sexuales en la infancia tendrían el efecto de quitarte una de las piernas y cargarte con una mochila llena de ladrillos en la línea de salida".  El pianista se salvó de sus demonios gracias a la música clásica y a los músicos que utilizaban la creación musical para huir de la locura: “Me violaron a los seis años, me internaron en un psiquiátrico. Fui drogadicto y alcohólico. Me intenté suicidar cinco veces. Perdí la custodia de mi hijo (…) Pero no voy a hablar de eso. Voy a hablar de música. Porque Bach me salvó la vida. Y yo amo la vida.” Es inolvidable la frase del comienzo: "La música clásica me la pone dura”.  Aconsejo leerlo mientras se oyen las sinfonías y sonatas que recomienda en un link en las primeras páginas de su libro.

1 comentario:

Aurora dijo...

Leo tu crítica sobre estos dos libros y me confirma mi decisión de no leerlos. Demasiado duro para mí. Gracias por la información.

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