martes, 27 de diciembre de 2016

Han desaparecido las fotos del blog

 No soy la única torpe que ha borrado las fotos del blog después de decir que sí a Google plus  http://elbosquedesidel.blogspot.com.es/2013/03/aprendiendo-de-los-errores-fotos.html
Entre su testimonio y el mío he hecho un apaño para explicar los fallos de un sistema que no entiendo y que me lleva volviendo loca más de una semana:
Un mal día de vacaciones sin ordenador me puse a revisar las fotos de mi Samsung Galasy S-II porque no quería cargarlo de fotos innecesarias. Descubrí que las fotos de mi blog estaban en la galería de imágenes de mi móvil y mi mente inocente se preguntó para que quería yo tener esas fotos ahí, así que sin miedo alguno decidí borrarlas... No fue fácil, tardo casi diez minutos, al fin y al cabo 600 fotos subidas durante más de cinco años se tardan mucho en borrar. Unos días después en mi blog aparecía sobre las fotos el símbolo de prohibido en gris y no se veía ninguna, pensé que era un fallo de blogger y no le di más importancia, después comprobé que en los demás blogs todo funcionaba y nadie se quejaba de desaparición de fotos. Por lo que empecé a sospechar que el problema era solo mío. Me costó asimilar que al borrar las fotos del móvil las había borrado también del blog. He estado buscando soluciones por todos lados, aplicaciones para móvil de recuperación de fotos (si existen), busqué el símbolo que aparecía en la carpeta de imágenes del blog en mi móvil y descubrí que era Picasa el servidor  que usa blogger para subir fotos y que ya está obsoleto. Me metí en Picasa y no hay papelera de reciclaje. Geogle + se ha apoderado de mis dispositivos y en un momento tonto debí de decir que no quería que esas fotos fuesen públicas. Después de meterme en un montón de foros he descubierto lo peor: NO PUEDO RECUPERAR LAS 600 FOTOS DE BLOGGELES, a pesar de que algunas están en google, otras serán irrecuperables, pero armándome de paciencia espero algún día reponerlas todas, por lo que si veis el blog sin imágenes durante un tiempo ya sabéis el porqué.  Ahora estoy invadida por fotos repetidas en todos los lados, en el teléfono, en el ordenador y en el iPad y no me atrevo a borrar ni una, parece que el Gran Hermano Geogle se apodera de mi privacidad pero me impide hacer pública una mínima parte de ella. Y con lo poco que me gustan los cambios y la tecnología, ahora debo adaptarme a un nuevo sistema.
En los foros se dice que van a una papelera de reciclaje. Mentira, la mía está vacía.
Dan ganas de mandarlo todo a paseo.

 P.D. Ha pasado casi un mes y doy por terminada la reconstrucción del blog. La mayor parte de las fotos estaban perdidas, los enlaces rotos y los vídeos desaparecidos (sobre todo lamento el vídeo de Ángel Guinda en el IES Vista Alegre que grabó Yago Morais). ¿Y todo esto para qué? Porque soy muy cabezota y no puedo dejar sin terminar un trabajo. La media de entradas que recibo en el blog es de unas 100 al día y supongo que me debo a esos profesores que encuentran una ayuda en mi modestísimo blog. Pero los problemas continuaron, las fotos que incluí nuevas desaparecieron detrás de un triángulo gris de obras y las tuve que volver a subir, ahora me resulta imposible centrar los textos o ajustar el espaciado, parece que las entradas se han llenado de basura (HTML) que no sé cómo arreglar.
La conclusión: los blog son tan efímeros como la energía y el trabajo que pones al abrirlos, desaparecen lentamente de muerte natural ayudados por los cuidados paliativos de blogger. Los servidores iniciales son absorbidos por otros más modernos y, sin avisar, el embed ya no sirve. Tal vez la causa sea que todo es gratuito. Ya borré hace unos meses bloggeleslecturas porque los libros en pdf que había subido para mis alumnos desaparecieron. He realizado una copia de seguridad que ahora está en mi ordenador sin que sepa con qué programa abrirla. Prefiero adentrarme en un poema barroco antes que intentar comprender un manual de instrucciones.

27/5/2019 Los problemas continuaron, eliminé un álbum de fotos de Google Fotos porque entendí que no se borrarían del blog y hete aquí que es el único caso en que desaparecen también de las fotos. Estoy jurando en checheno porque precisamente ha sido en la entrada Retratos de familia y me temo que las fotos están en el pc pero a saber dónde. Las fotos eliminadas del álbum las he encontrado pero no hay manera de restaurar el álbum al completo.  Mucho me temo que tropezaré más veces con la misma piedra dada mi incapacidad informática.

Las imágenes de blogger se almacenan en el Archivo de Álbumes de Google Fotos hay que tener cuidado con lo que se elimina de ahí, en cuanto a la posible recuperación revire en los siguientes sitios:
 
 
Un consejo, si quitas las fotos de blogger desaparecen en blogger pero en los álbumes se mantienen intactas, pero si las quitamos de los álbumes también desaparecen de Blogger.


lunes, 19 de diciembre de 2016

Observada, Renée Knight

Como mi reseña no puede ser mejor que la de Juan Carlos Galindo, aquí la copio:
“ La culpa, el silencio, los secretos y los prejuicios. Con estos cuatro ingredientes básicos, Renée Knight construye la narración de Observada, (Black Salamandra, traducción de Carlos Mayor) su primera novela, una hábil incursión en el terreno tan de moda del domestic noir. Una mujer de clase acomodada, con una vida profesional exitosa y un entorno familiar más que aceptable, vivió un episodio traumático en unas vacaciones hace 20 años y calló. Ese capítulo de su vida vuelve a través de un libro, El perfecto desconocido, que le turba hasta el vómito. Sabe que es ella, lo lee y se ve, tiembla al sentir que su secreto está al descubierto…ª

También me gustó La chica del tren de Paula Hawkins 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Adjetivos terminados en -ando/a y en -endo/a y afines

La mayoría son cultismos que proceden del participio pasivo latino llamado "de obligación", formado con la terminación -ndus -a -um: servandus 'el que ha de ser salvado', amanda 'la que debe ser amada', dicendum (neutro) 'lo que ha de ser dicho', que a menudo se pueden traducir en forma refleja 'lo que se ha de decir' o directamente activa 'lo que hay que decir', 'el / al que hay que salvar', etc.; a veces se usa el giro 'digno de': amandus 'digno de ser amado', o incluso un adjetivo en -ble: 'amable', etc.  Estos participios latinos entran en la llamada "conjugación perifrástica pasiva", con el verbo sum: patria servanda est 'la patria ha de ser salvada', 'hay que salvar a la patria'; “la virtud ha de ser cultivada por mí” (en activa “tengo que cultivar la virtud”); otros ejemplos famosos son la frase atribuida a Catón el Viejo "Delenda est Carthago" ('C. ha de ser destruida'), y el célebre artículo de Ortega en el periódico El Sol "Delenda est Monarchia", que ha llevado a usos como "algo delendo".
Este participio en -ndus ha derivado también a las formaciones latinas llamadas gerundio y gerundivo, que servían para complementar las funciones del infinitivo cuando no hacía de sujeto ni de objeto.  El ablativo del gerundio  latino ha dado origen al gerundio castellano (amando 'amando', audiendo 'oyendo')
Las palabras terminadas en -ando/-a y -endo /-a se pueden agrupar en tres grandes grupos:
1.      Adjetivos verbales con "base verbal directa" en español: sumando (de sumar), educando, graduando, examinando, tutorando, memorando,  ordenando, consagrando, execrando, venerando, laureando, alfabetizando; y los que no la tienen en español sino en su original latino: tremendo (del latín tremo -ere 'temblar, temer mucho'), nefando (que no se puede decir), reverendo, vitando,  estupendo, horrendo, pudendo…
2.      Adjetivos sustantivados masculinos que indican términos matemáticos: sumandos,  sustraendo, minuendo, multiplicando, dividendo. Sustantivos femeninos que en origen eran plurales neutros latinos en –a, en los que cuesta más ver el valor pasivo de obligación: molienda, prebenda, leyenda, vivienda, hacienda (y el derivado faena)…
3.      Nombres propios que no suelen evocar su sentido original ni siquiera para algunos de los cultos que usan estas palabras: Amando -a, Servando, Miranda  'admirable'.
Como hemos visto, por su origen, estas palabras no deben confundirse con los gerundios, forma verbal no personal, aunque algunos gerundios españoles se han sustantivado, por ejemplo en el lenguaje jurídico: el considerando, el resultando (según los considerandos de la sentencia, el resultando cuarto del fallo).
Algunas expresiones de formación parecida como a sabiendas, en volandas, no tienen que ver directamente con los adjetivos en -ando/-endo, sino que parecen formaciones analógicas de las locuciones adverbiales del tipo a oscuras, a solas, a hurtadillas...
En cualquier caso estas palabras parecen "exterminandas" (que deben ser exterminadas) porque en la escritura práctica y en el análisis morfológico resultan una jodienda.  

viernes, 16 de diciembre de 2016

Dando tumbos


Siempre había sido una niña torpe, calculaba mal las distancias, tropezaba y se caía dentro y fuera de casa.  Dentro, realizaba vuelos sin motor al salir de la bañera, le bastaba con que una esquina de una alfombra estuviera levantada o que el edredón de la cama cayera en el suelo para perder el equilibrio; se despeñaba al bajar de una escalera de mano después de poner los visillos. Fuera, la punta de su zapato se quedaba encasquillada en el borde de cualquier baldosa mal puesta o de un alcorque; resbalaba sobre la única hoja que conservaba el rocío de la mañana; se deslizaba si había agua en el suelo; perdía el equilibrio en los autobuses. Y esto le ocurría tanto si iba sola o acompañada. Con el tiempo y con el miedo a las caídas y a los esguinces, fue siendo más precavida e intentó pisar firme. Cambió su calzado, dejó los zapatos de tacón y buscó zapatos planos con suela antideslizante. Pero inexplicablemente, solo consiguió que su pisada se hiciera más firme y a la vez más resbaladiza.  Por eso no podía soportar los vídeos, supuestamente graciosos, de las caídas torpes de seres anónimos que inundaban las redes sociales, porque siempre se preguntaba si el protagonista se habría roto algo, si habría acabado en el hospital, cómo se las apañaría después, cómo habría sido su rehabilitación. Mientras los demás reían, ella sufría. Ahora estaba viendo la tele sentada en una silla de ruedas alquilada. Su última caída más dura había sido en el metro cuando trastabilló con su propia pierna y se rompió el fémur.  ¡Menos mal que fue a la ida del curso de cata de vinos y no fue a la vuelta!, se decía mientras intentaba no venirse abajo. 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

La experiencia de la poesía, Ángel Guinda


lunes, 12 de diciembre de 2016

La sombra de la muerte, Encarnación García Amo

El libro de Encarnación García Amo llegó por casualidad a mis manos y me recordó que coincidimos en el IES Juana de Castilla, donde hice una sustitución de tres meses muy agradables a pesar de estar estudiando entonces las oposiciones. Cuando llegué al IES, situado en el barrio de Moratalaz en Madrid, me llamó la atención su nombre y el porqué de este. El instituto pasó de llamarse Moratalaz IV- Fontarrón a Juana de Castilla en 1991, antes se barajaron otros nombres: Moratín, El Bosco, Mozart, Esfera Armilar, pero la propuesta de Juana de Castilla salió vencedora en el Consejo Escolar como una reivindicación de los perdedores en general, y de la mujer, en particular. La propuesta fue realizada por un profesor que había estado muchos años en el IES Isabel la Católica y que recordaba a un compañero que, en la vorágine de la transición, había fantaseado con la idea de que se cambiase el nombre de Isabel, usurpadora al trono, por la vilipendiada, postergada y maltratada Juana. La madrileña Juana de Castilla, conocida como Juana La Beltraneja (1462-1530) fue hija de Enrique IV de Castilla y de su segunda esposa Juana de Portugal. El apodo fue difundido por los adversarios de su padre quienes, con el fin de desprestigiarla y alejarla del poder, aseguraron que era fruto de una relación secreta de su madre con Beltrán de la Cueva. Hasta su muerte, Juana firmó todos sus documentos como “Yo, la Reina”. Sus restos desaparecieron tras el terremoto de Lisboa y nunca sabremos si fue realmente hija biológica de Enrique IV. No confundir por tanto con su prima, Juana I de Castilla, apodada la Loca, hija de Isabel.
La Sombra de la muerte (Dossoles, Burgos, 2013) es una novela histórica, muy bien documentada, cuya acción precisamente transcurre en el año 1482, terminada la guerra civil, con Isabel I instalada en el trono y su sobrina Juana de Castilla encerrada en un monasterio en Portugal, en pleno despegue económico y artístico del reino. Nos cuenta las peripecias de una doncella, Eguzkilore (Flor del Sol), recién salida del convento en busca de su identidad, en un viaje iniciático desde Burgos hasta Zamora. A la pobre huérfana, la siguen dos enamorados con un oscuro pasado, mientras sobre ellos planea inexorable la sombra de la muerte que va dejando un rastro de asesinatos. En el trayecto, la jovencita inocente se convertirá en una mujer que quiere vivir su vida, desarrollar el oficio de pintora, aprender cosas y no depender de nadie. El descubrimiento de la pintora Teresa Díez y la ayuda de Doña Mencía de Mendoza y Figueroa, mecenas y coleccionista de arte, la empujarán en su vocación. En este apasionante paseo literario y artístico por tierras castellanas, se mezclan personajes reales y ficticios, se plantea la sempiterna lucha entre el bien y el mal junto con elementos maravillosos; pero, sobre todo, se reivindica el papel de las mujeres, a las que la historia ha silenciado o colocado en un segundo plano, al mismo tiempo que da voz a los personajes perdedores, porque la historia se puede escribir de otra manera.
Tal vez la única crítica que se puede hacer es que la intriga es mínima, la acción muy lenta y, a veces repetitiva, cargada de diálogos. Sí la novela se aligerase en menos páginas, con una pizca de humor y mayor tensión sexual, podría convertirse en una obra para el gran público que leerían con mucho interés los alumnos jóvenes del instituto. 

viernes, 9 de diciembre de 2016

Después de la tormenta, película japonesa

¿Estás contento con la vida que llevas? ¿Qué te hubiese gustado ser? Esas son las preguntas que se plantea la película japonesa. Muy pocos somos  lo que quisimos ser, no vivimos a la altura de las expectativas creadas, todos soportamos un fracaso, el desencanto de mirarnos al espejo y reprobar su reflejo, la melancolía y la nostalgia de tiempos pasados.  Los personajes "Están abrumados por una realidad sin esperanza, pero son incapaces de deshacerse de sus sueños", explica el director Koreeda, "por eso no consiguen alcanzar la felicidad". 
La trama se centra en las vicisitudes cotidianas de una familia desestructurada de clase media. El padre, escritor en crisis, trabaja como detective privado y dedica su tiempo al juego, demasiado orgulloso para escribir obras menores, demasiado holgazán para escribir otra novela. Persigue a su exmujer, que trata de rehacer su vida con otro hombre, y pretende recuperar a su hijo al que ve una vez al mes. Protegiéndole, su madre, sabia y feliz de haber enviudado de un hombre tan parecido a su hijo, su hermana y sus compañeros.  
Marido y mujer se diferencian tanto como el óleo y la acuarela; en un diálogo se explica que las mujeres tapan lo ya pintado, cubren las relaciones anteriores empezando desde cero, olvidando lo sentido, mientras que los hombres, más anárquicos en el uso de sus pinturas, son acuarelas que no terminan de borrar lo vivido, que no son capaces de empezar como si el lienzo jamás hubiese estado ya pintado. Y en eso llega la tormenta que pondrá paz porque la vida merece la pena a pesar de todo.
Por tanto, una película costumbrista que nos habla de las relaciones cotidianas y no por eso sencillas, que nos invita a jugar al azar aunque los sueños sean imposibles, que empieza mejor que acaba, porque el final es especialmente lento. Sorprenden sus actores de rasgos occidentales, sobre todo el protagonista Hiroshi Abe con su 1,90 de altura.
Respecto a las preguntas iniciales, me da miedo responder. Tal vez en otra entrada.


jueves, 8 de diciembre de 2016

Rara avis


Rara avis es una expresión latina que significa ‘ave desconocida y rara’ y se aplica a una persona o cosa que se consideran poco comunes o por tener alguna característica que las diferencia de las demás de su misma especie. También decimos que algo o alguien es más raro que un perro verde para indicar que nos parece poco común.

Los viajes
Antes me gustaban mucho los viajes; pero ahora, cada vez que vuelvo de uno, me digo inútilmente que nunca más lo volveré a hacer. Odio hacer la maleta, la espera en Barajas, la incertidumbre de la compañía, compartir habitación, pelear con el insomnio en territorio desconocido, luchar con mi desconocimiento del inglés, bregar contra mi espíritu hipercrítico que me hace ver problemas donde los demás no los ven, mi sentido del ridículo en las cenas folclóricas a las que son tan aficionados. Me siento ajena a las alegrías de los turistas y próxima a sus debilidades. Lucho contra el deseo de fusionarme con la mayoría y las pocas de ganas de relacionarme, experimento al mismo tiempo el deseo de evasión y el deseo de fusión. Además, nunca me gusta volver a los sitios donde fui feliz porque me acuerdo de mis compañeros de viaje ya desaparecidos. Lo único bueno, la vuelta. ¡Qué bien se está en casa leyendo lejos del mundanal ruido! Los mejores viajes son siempre los de la imaginación.
Asignaturas pendientes
Soy muy cabezota y me empeño en luchar en batallas perdidas de antemano y en aventuras imposibles. Tengo muchas asignaturas pendientes, las más importantes: el inglés, el carné de conducir y la máquina de coser.
Me he apuntado a mil cursos de inglés y ha sido imposible. Voy a las películas de versión original en un intento vano de conseguir aprender. Me resulta tan difícil como imitar un acento o cantar. Entiendo algo porque he aprendido vocabulario, pero me paralizo a la hora de hablar. 
Nunca me saqué el carné de conducir porque me da miedo la velocidad hasta yendo en bici y me pongo nerviosa ante el ruido de los cláxones. Como no veo bien, tengo astigmatismo, soy incapaz de calcular las distancias o de leer los carteles. Me despisto con un color, un árbol o una tienda nueva.
Harta de pedir favores para las cosas más nimias de costura, el año pasado fui por fin a aprender a coser a máquinaNo logré hacerme con el pedal ni seguir una línea recta.
Fotos no
No me gustan las fotos desde nunca. Me hicieron pocas de pequeña porque a mis padres tampoco les gustaban y eso que les regalaron por su boda una máquina alemana estupenda que todavía está en uso. De adolescente me las apañaba para no salir en ellas y de mayor huyo como de la peste. No creo que la cámara absorba mi alma, pero su presencia desencadena en mí una fobia insufrible. Supongo que la razón es muy simple, no me gusto, salgo con una expresión extraña y no me reconozco en la imagen. La verdad es que también huyo de los espejos. Por eso he sustituido mi foto en el blog por un monigote infantil de Poco-Yo. Tampoco entiendo la manía de los “selfies” ni la obsesión de algunas personas por hacerse fotos continuamente adoptando poses estudiadas, que impiden disfrutar de los momentos únicos e irrepetibles. Sé que esto está en contradicción con el gusto por las fotos antiguas en blanco y negro que me enternecen. Pero la vida es así, llena de contradicciones. Y a mí, estas rarezas me parecen de lo más normales. Mi abuelo Emilio, que siempre estaba de buen humor y no se peleaba con nadie, siempre decía que, si todo el mundo fuese igual, esta vida sería una balsa de aceite*, muy aburrida.

Me temo que tengo más fobias: a los dentistas, a los chistes, a los regalos, a las navidades, a la gimnasia, a las compras, a llamar por teléfono, a los lugares comunes, a los gritos, a las amistades tóxicas, a los albañiles, a los leguleyos, a hablar en público, a decir a las personas que las quiero, a ir de copiloto, a interpretar un mapa... 

*Balsa de aceite, expresión que se usa para describir una situación caracterizada por su tranquilidad y carencia de problemas, metáfora que hace relación a la manera en que se comporta una balsa de aceite cuando se agita su superficie, la alta densidad del líquido hace que permanezca en calma.