miércoles, 15 de mayo de 2013

Tu perfume embriagador

La atraía más que una tarta de chocolate.  Daba vueltas ciegas a su alrededor como una polilla ante la luz, notaba que un inexistente imán la acercaba a su cuerpo más de lo que dictan las buenas costumbres. Era su olor lo que la subyugaba, un perfume embriagador (tatatatatataaaaa que decía la canción de El Padrino) que le hacía quedarse en éxtasis con cara beatífica. Le atraía más su olor que su sonrisa, la fragancia que exhalaban sus poros más que su generosidad, el aroma percibido más que su sentido del humor, la vaharada de sensaciones más que su inteligencia. Lo notó nada más darle la mano y lo percibía todas las mañanas cuando le veía por los pasillos, incluso cuando se confundía con el olor de la tortilla de patatas del desayuno. Unas veces henchida de satisfacción y otras herida de hiperestesia vagó todo un año husmeando ese efluvio atávico destilado con feromonas y masculinidad. Envidiaba a la mujer que se bañaba en ese prodigio todos los días y que seguramente era el origen de esa esencia artificial. Pasado un tiempo se lo encontró por casualidad y en un beso de rutina recordó todas las sensaciones pasadas. Armándose de valor, por fin,  se atrevió a preguntar como quien no quiere la cosa:
-       -  ¡Qué bien hueles! ¿Qué colonia utilizas?
Sorprendido, le respondió: Massachusetts. Con esa estrambótica marca por botín,  se fue inmediatamente a pedir la droga más dura que había inhalado. Cuando llegó a casa se la regaló al hombre de su vida y todas las noches ponía la nariz en su hombro para sentir la más absoluta plenitud.

3 comentarios:

Guillermo Cabañas dijo...

Luego te pongo mi comentario, que tengo prisa.
No soy Angeloxo.

Anónimo dijo...

fantástico ...

Angeloxo dijo...

Genial, a ver cuando lo vemos en papel.
No soy Guillermo jajaja...

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