domingo, 28 de noviembre de 2010

Textos breves para trabajar en clase


José Hierro

Ha estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos, me ha acariciado con mucha ternura. Me ha dicho que no volverá a atormentarme con lo de mis ronquidos, y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea. Desde que nos casamos -será más exacto decir desde un par de años después de habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche: «Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia; qué pena que no puedas oírte». Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces me echaba a llorar, lo que servía para irritarle más aún: «Cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es que no voy a poder dormir tranquilo?» Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me quejaba, sólo le pedía perdón. Hasta fui al médico, a ver si eso de los ronquidos tenía algún remedio, y me dijo que no.

Ahora, esta noche, me ha acariciado, me ha pedido perdón, me ha dicho que soy una santa y él un bruto. Y que nunca se perdonará haberme hecho sufrir tantas y tantas noches. El viaje lo ha cambiado extrañamente. Ha estado fuera una semana, en no sé qué congreso al que asistió por cuenta de su empresa. «Por lo menos ─dijo al marcharse─ estaré una semana sin escuchar tu orquesta. Dormiré a pierna suelta». Eso es lo que me dijo. Y ahora, al volver, me pide perdón por todo lo que me ha hecho sufrir. Y por todo lo que he callado. «Porque tú ─me dice─ podías haberme dicho que yo ronco también, no sé si tan escandalosamente como tú, pero ronco toda la noche». Es cierto que ronca. Y que nunca se lo dije por no humillarlo. Pero ahora él sabe que ronca, y me pide perdón, y todo se ha arreglado. Y me abraza, y me dice que soy una santa y él un miserable.

Todo ha cambiado, ya lo dije, a la vuelta de su viaje. Estuvo en un congreso en Palma de Mallorca. Viene más moreno, más alegre y hermoso, más tierno. Nunca le preguntaré quién le ha dicho que ronca.

El eclipse, Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis –les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Luis Landero, Caballeros de fortuna
Sus alumnos, a los que llamaba de usted y trataba con la misma cortesía exquisita e inescrutable que usaba para todo el mundo, quizá no lo escuchasen, y hasta puede que por la letanía de la costumbre ni siquiera reparasen en aquel hombre enjuto de modos académicos que todas las mañanas desde hacía muchos años subía al estrado, extraía algunos útiles pedagógicos, los desplegaba sobre la mesa, dejaba la cartera a sus pies [...], se recogía unos momentos en sí mismo e iniciaba la exposición. Su voz era grave y disertadora, con mucho caudal erudito, y los jóvenes la oirían con la misma incredulidad soñolienta con que miraban la cartera: al fin y al cabo como dos estantiguas que se hubieran confabulado contra la ardiente y despreocupada juventud. Sin embargo, también se habían acostumbrado a respetarlo, aunque sólo fuese porque la exactitud y la severidad iban acompañadas siempre por la tolerancia, y nunca nadie lo había oído alzar la voz ni menos aún hacer un aspaviento. Le era suficiente, en último extremo, mirar con un pronto fulgurante de halcón para restablecer la frontera entre lo tolerado y lo prohibido. Todo lo razonaba con una paciencia amable y rigurosa. Si alguien tenía una duda, se la resolvía sin prisas y al instante, y si ignoraba la respuesta, le bastaba inclinarse hacia la cartera y meter la mano en aquellas honduras para encontrar la solución. Los exámenes los devolvía minuciosamente corregidos. En un redondel verde encerraba las faltas de ortografía; las de sintaxis, en un redondel amarillo; las de léxico, en azul; las de concepto y orden expositivo, en círculos rojos, y si el error era muy grave, con advertencias en forma de rayos, flechas y exclamaciones. Al final, el examen semejaba una traca de fantasía. Cada quincena hacía inspección de cuadernos de apuntes, y los exigía limpios, claros y concienzudos, a imagen y semejanza de sus disertaciones y de su propio ejemplo personal. Y toda esa liturgia venía a ser una representación exacta de su vida: la pasión por el orden, el anhelo de rodearse de fidelidad y de decoro, el rechazo de la vicisitud y el descanso en la permanencia, la comprobación en cada instante de que era dueño de un territorio invulnerable a los ultrajes y caprichos de la actualidad. Porque su tiempo, en efecto, era otro, y por eso unos minutos antes del final de la clase, se apresuraba a rescatar la cartera y, desembocando en los desmayos de un tono conclusivo, distribuía por ella el bagaje didáctico, se levantaba, bajaba del estrado y, ya junto a la puerta, remataba el discurso. Justo en ese instante sonaba el timbre, cuya duración era la tregua que él necesitaba para ganar el pasillo y escapar a los gritos, carreras y saltos de los jóvenes, a aquella explosión de vitalidad que era lo que peor llevaba de su oficio.

Las ganas de estudiar de Massimo Piatelli (1992)
Todos vivimos, una vez al año, un breve y mágico momento en el que nos entran unas tremendas ganas de estudiar. Se trata del momento en que, con la lista en la mano y el dinero contante en el bolsillo, el regreso a la escuela nos regala la excitación especial que reina en la papelería-librería, o en el ocasional "departamento de vuelta al colegio" de los grandes almacenes. Estas secciones de artículos se convierten en auténticos templos de las ganas de estudiar. Los verdaderos ministros del culto, más que los padres y que los vendedores, son las plumas nuevas, las blancas gomas de borrar, las escuadras, las cartulinas, los estuches, los cuadernos inmaculados, el montón de libros de texto, el olor de cuero de las carteras, el crujido de las mochilas sintéticas. ¡Ah, sí! Te meten en el cuerpo las ganas de estudiar.
De vuelta a casa, empezamos a hojear los libros, a mirar las ilustraciones, a forrarlos, a poner etiquetas. Armoniosamente ordenadas se alinean todas las municiones para nuestra nueva expedición de caza en tierra desconocida. Nos acordamos de los antiguos compañeros y nos imaginamos cómo serán los nuevos, con apellidos nuevos que, sin embargo, nos parecerá haber oído ya antes. Quizá este año tendremos en clase al primo de Roberto o a la hermana de María; lástima que ya no esté Bianchi. Por no hablar de los profesores nuevos, o que conocemos sólo de vista. Aquel nuevo de letras, que dicen que es horrible; en cambio, la de matemáticas parece que es buenísima y simpática.
Es un momento bendito el del regreso a la escuela. ¡Ah, ojalá fuera posible prolongar esta excitación y estas ganas durante todo el año!

Educar. Gabriel Celaya
Educar es lo mismo
que poner motor a una barca,
hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco -ese niño-
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos
seguirá nuestra bandera enarbolada.

Ella empezó a mirarme en Ríos Rosas.
J.J. Millás

Me metí en la línea 1 del metro porque creo que es la más larga y te da tiempo a todo. Estaba dispuesto a contar el número de los que entraban y salían en cada estación para ver si podía relacionar una cantidad con otra y descubría algún secreto numérico semejante a los de las pirámides de Egipto. Trabajo para una revista de temas esotéricos y al director le encanta que le vayas con historias de éstas. Al final me di cuenta de que era imposible llevar la contabilidad, incluso si te concentras en un solo vagón, y escribí un rollo, que también gustó mucho, sobre la gente que parece que va a entrar, pero al final se queda fuera, y la que parece que va a salir, pero al final se queda dentro.

Afirmé que el fenómeno ocurría sobre todo en Bilbao y el caso es que recibimos en la redacción un montón de cartas dándonos la razón. Gente que vivía en esa zona nos contaba que tenía que coger el metro, o bajarse de él, en la parada anterior, o en la posterior, porque había una fuerza magnética que les impedía hacerlo en esa parada. A veces, con estas cosas, aciertas sin querer. La cuestión es que desde entonces yo mismo me quedo como paralizado siempre que paso por Bilbao, donde, por otra parte, está la redacción de la revista.

Pero a lo que iba es que una vez que renuncié a contar a los que entraban y salían, me concentré en una chica de pelo corto que iba junto a la puerta y que no dejaba de mirarme desde Ríos Rosas. Pensé que a lo mejor me conocía de la revista esotérica, porque dan mis artículos con una foto, aunque a veces se equivocan y meten la de un imbécil que tiene un apellido parecido al mío y que está especializado en apariciones marianas. El caso es que me acerqué un poco y comencé a mirarla yo también, aunque procurando que mi mirada no resultara tan impertinente como la suya.

Entonces, de súbito, me di cuenta de que la chica respiraba. Ya sé que todo el mundo respira, no es eso, lo que quiero decir es que vi su respiración, como si la hubieran coloreado para distinguirla del resto de la atmósfera. O sea, que veía el caudal de aire que entraba por sus narices, porque aspiraba por las narices, y luego lo veía salir por la boca un poco desgastado por el uso que las células o las bacterias habían hecho de él dentro de su cuerpo. Era fascinante y un poco enloquecedor en el mejor sentido, porque si le ves a alguien el aliento de ese modo es como si le vieras el alma y, claro, cuando le ves el alma a alguien te enamoras, aunque sepas que te va a hacer daño.

En esto, advertí que también mi respiración se diferenciaba del resto del aire y que ella podía verla como yo la suya. Entendí por qué había empezado a mirarme con esa intensidad en Ríos Rosas. Entonces, aunque estábamos como a medio metro de distancia y había una cabeza oscilante entre los dos, nuestras respiraciones empezaron a jugar, quiero decir que se encontraban a medio camino y luego iban de su boca a la mía ejecutando formas que nos hundían en el delirio y nadie más que ella y yo nos dábamos cuenta, y era como hacer el amor, como follar quiero decir en medio de todo el mundo. Y el ruido del tren era en realidad un aullido de placer, pero sólo ella y yo lo sabíamos.

Desde entonces, coincidíamos sin hablar todos los días en la estación de Plaza de Castilla y nos hacíamos la línea 1 entera sin parar de follar, con perdón, ya digo, con nuestros alientos. Lo que pasa es que un día ella se bajó en Bilbao indicándome que la siguiera con la mirada. Pero como yo no puedo apearme en Bilbao por esa cosa paranormal que decía antes, me quedé dentro y ella se ha debido imaginar que me he cansado porque no he vuelto a verla en esta línea.

El paraíso era un autobús, J.J. Millás

lunes, 22 de noviembre de 2010

Poemas esdrújulos


Estas son las sugerencias que da Gloria Almendáriz en su página Juego Poético:
- Comienza por recopilar una buena cantidad de palabras esdrújulas.
- Primero busca en tu cuerpo. Está lleno de ellas: rótula, hígado...
- Después en el diccionario. Si la actividad se hace en clase, os podéis repartir la búsqueda (a cada grupo se le asigna un número determinado de letras para buscar palabras que comiencen por ellas).
- A continuación, reuniréis todas las palabras encontradas que serán vuestro material para hacer un auténtico poema esdrújulo

http://aprenderescambiar.blogspot.com/2008/08/poema-esdrjulo.html

Algunos ejemplos
La lánguida Angélica
come espárragos y rábanos.
Sócrates está en el vértice
de un cuadrilátero célebre.
Ella, cándida, abre la válvula
y él estudia gramática.
Se inunda el ángulo
de un párrafo de su página:
la catástrofe díscola
espanta los pájaros.
Los persigue el águila
y el espíritu del sábado
se va con los glóbulos
a la dársena mórbida.

Un cántico lánguido
recorre mis glóbulos.
Se resbala por mi tráquea,
cae en mi estómago,
el hígado ríe
y a la vesícula se le escapa una lágrima.
El técnico tiene una hipótesis:
Es el décimo caso nítido
en que ese bárbaro
irá al patíbulo.
¿Será un caso quirúrgico?

Estoy hasta los esdrújulos
del cálculo matemático,
del centímetro y del perímetro,
de ese músico clásico.
De coger el bolígrafo
y escuchar al fotógrafo.

Estoy hasta los esdrújulos
de esta estúpida clavícula,
de la incómoda vesícula,
porque el científico patético
hace cálculo numérico.

¡Estoy hasta los esdrújulos!


domingo, 21 de noviembre de 2010

Semántica



Cómic realizado en Pixton por A. Cuéllar*

Semántica
(ciencia que estudia el significado de las palabras)

Relaciones semánticas

· Monosemia es la relación habitual que existe entre el significado y el significante en una palabra. A un significante se corresponde un sólo significado. Por ejemplo, la palabra lapicero expresa un referente que sólo puede ser evocado mediante ese significante.
· La sinonimia es la relación que se establece entre dos palabras con el mismo significado. Se habla de sinonimia parcial cuando dos palabras sólo son intercambiables en determinados contextos (mandar y enviar), y de sinonimia total cuando son equivalentes en cualquier contexto (comenzar e iniciar).
· La polisemia se establece cuando una palabra puede tener varios significados. La polisemia se distingue de la homonimia en que se trata de na relación entre los dos planos del signo lingüístico: los diferentes significados de una palabra tienen, o han tenido, un origen común.
Araña: 'animal'/'lámpara'
Espada: ' instrumento'/' matador de toros.'
· La antonimia es la relación semántica basada en la oposición de significados, como bueno – malo, frío – calor, o alto – bajo. Se pueden distinguir hasta tres tipos de antónimos:
-Los antónimos graduales son aquellos entre los que se puede establecer una gradación, como grande – pequeño, o bueno – malo. Aunque grande y pequeño son contrarios, entre ellos algo puede ser mediano, como entre bueno y malo puede ser regular.
-Los antónimos complementarios son aquellos entre los que no es posible establecer gradación alguna. Ocurre, por ejemplo, entre vivo – muerto, o entre sano – enfermo. O se está vivo, o se está muerto. O se está sano, o se está enfermo.
-Los antónimos recíprocos se dan en aquellos casos en los que la existencia de un término implica, forzosamente, la del otro: padre – hijo, comprar – vender, etcétera. Si alguien es padre, alguien tiene que ser hijo. Si alguien compra, alguien vende.
· La hiponimia es la relación de inclusión de un significado en otro. Al término incluido se le llama hipónimo (silla) y al término inclusor hiperónimo (asiento) y cuando un hiperónimo tiene más de un hipónimo se dice que éstos son cohipónimos (silla y banqueta).
· La homonimia consiste en que dos o más palabras distintas coinciden en el significante, aunque sus significados no guardan ninguna relación entre sí: llama, (animal andino); llama, (fuego); llama, del verbo llamar. Son homógrafas las que se escriben igual: vino, ?bebida?; vino, de venir; y homófonas las que se pronuncian igual pero se escriben de distinta manera: asta, ?cuerno?; hasta, preposición.

Polisemia y homonimia en el diccionario
En los diccionarios, las distintas acepciones de una palabra polisémica se recogen en la misma entrada precedidas por un número. En cambio, las palabras homónimas se suelen recoger en entradas diferentes a las que se da un índice numérico.

Banco (Del fr. ant. bank, y este del germ. *banki).
1. m. Asiento, con respaldo o sin él, en que pueden sentarse varias personas.
2. m. Madero grueso escuadrado que se coloca horizontalmente sobre cuatro pies y sirve como de mesa para muchas labores de los carpinteros, cerrajeros, herradores y otros artesanos.
3. m. cama (II del freno). U. m. en pl.
4. m. En los mares, ríos y lagos navegables, bajo que se prolonga en una gran extensión.
5. m. Conjunto de peces que van juntos en gran número.
6. m. Establecimiento público de crédito, constituido en sociedad por acciones.

Jota1. (Del lat. iōta, y este del gr. iωτα).
1. f. Nombre de la letra j.
2. f. Cosa mínima. U. con neg.
Jota2.(Del ant. xota, este del mozar. *sawta, salto, y este der. del lat. saltāre, bailar).
1. f. Baile popular propio de Aragón, usado también en otras regiones de España.
2. f. Música con que se acompaña este baile.
3. f. Copla que se canta con esta música, formada generalmente de cuatro versos octosílabos.

Valores expresivos del significado

El significado puede convertirse en un elemento de máxima efectividad expresiva. Tenemos que tener en cuenta que toda palabra tiene un significado denotativo y un significado connotativo
· Denotación. Son los rasgos conceptuales objetivos. Es el significado que presenta una palabra fuera de cualquier contexto. Constituyen el núcleo semántico fundamental. Son comunes a todos los hablantes. Es el significado que encontraremos en el diccionario.
· Connotación. Son los rasgos conceptuales subjetivos. Son las significaciones que lleva añadidas una palabra. Estas significaciones tienen un carácter marcadamente subjetivo.
Dependiendo de los hablantes, una misma palabra puede tener connotaciones distintas. . Las connotaciones pueden ser positivas o negativas, siempre dependiendo del hablante que las considere (democracia/dictadura). Ahora bien, hay palabras consideradas negativamente por todos. Se produce, entonces, el fenómeno que se conoce como tabú. Con esta palabra se designa la prohibido en una lengua polinésica, de donde se toma. Palabras tabú son aquellas que no pronunciamos, porque tienen una carga connotativa despectiva. Se sustituyen por otras palabras que designan la misma realidad, pero sin esas connotaciones peyorativas. Es lo que conocemos como eufemismos, (del griego: palabra bien sonante).
Al igual que existen eufemismos, también hay disfemismo, Cuando la palabra tabú se sustituye por otra,, pero de carácter humorístico. En vez de muerto, fiambre.

Beatriz, la polución
(Primavera con una esquina rota)
Mario Benedetti

Dijo el tío Rolando que esta ciudad se está poniendo imbancable de tanta polución que tiene. Yo no dije nada para no quedar como burra pero de toda la frase sólo entendí la palabra ciudad. Después fui al diccionario y busqué la palabra imbancable y no está. El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le pregunté qué quería decir imbancable y él se ríó y me explicó con buenos modos que quería decir insoportable. Ahí sí comprendí el significado porque Graciela, o sea mi mami, me dice algunas veces, o más bien casi todos los días, por favor Beatriz por favor a veces te pones verdaderamente insoportable. Precisamente ese mismo domingo a la tarde me lo dijo, aunque esta vez repitió tres veces por favor por favor por favor Beatriz a veces te pones verdaderamente insoportable, y yo muy serena, habrás querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo gracia, aunque no demasiada pero me quitó la penitencia y eso fue muy importante. La otra palabra, polución, es bastante más difícil. Esa sí está en el diccionario. Dice, polución: efusión de semen. Qué será efusión y qué será semen. Busqué efusión y dice: derramamiento de un líquido. También me fijé en semen y dice: semilla, simiente, líquido que sirve para la reproducción. O sea que lo que dijo el tío Rolando quiere decir esto: esta ciudad se está poniendo insoportable de tanto derramamiento de semen. Tampoco entendí, así que la primera vez que me encontré con Rosita mi amiga, le dije mi grave problema y todo lo que decía el diccionario. Y ella: tengo la impresión de que semen es una palabra sensual, pero no sé qué quiere decir. Entonces me prometió que lo consultaría con su prima Sandra, porque es mayor y en su escuela dan clase de educación sensual. El jueves vino a verme muy misteriosa, yo la conozco bien cuando tiene un misterio se le arruga la nariz, y como en la casa estaba Graciela, esperó con muchísima paciencia que se fuera a la cocina a preparar las milanesas, para decirme, ya averigüé, semen es una cosa que tienen los hombres grandes, no los niños, y yo, entonces nosotras todavía no tenemos semen, y ella, no seas bruta, ni ahora ni nunca, semen sólo tienen los hombres cuando son viejos como mi padre o tu papi el que está preso, las niñas no tenemos semen ni siquiera cuando seamos abuelas, y yo, qué raro eh, y ella, Sandra dice que todos los niños y las niñas venimos del semen porque este liquido tiene bichitos que se llaman espermatozoides y Sandra estaba contenta porque en la clase había aprendido que espermatozoide se escribe con zeta. Cuando se fue Rosita yo me quedé pensando y me pareció que el tío Rolando quizá había querido decir que la ciudad estaba insoportable de tantos espermatozoides (con zeta) que tenía. Así que fui otra vez a lo del abuelo, porque él siempre me entiende y me ayuda aunque no exageradamente, y cuando le conté lo que había dicho tío Rolando y le pregunté si era cierto que la ciudad estaba poniéndose imbancable porque tenía muchos espermatozoides, al abuelo le vino una risa tan grande que casi se ahoga y tuve que traerle un vaso de agua y se puso bien colorado y a mí me dio miedo de que le diera un patatús y conmigo solita en una situación tan espantosa. Por suerte de a poco se fue calmando y cuando pudo hablar me dijo, entre tos y tos, que lo que tío Rolando había dicho se refería a la contaminación atmosférica. Yo me sentí más bruta todavía, pero enseguida él me explicó que la atmósfera era el aire, y como en esta ciudad hay muchas fábricas y automóviles todo ese humo ensucia el aire o sea la atmósfera y eso es la maldita polución y no el semen que dice el diccionario, y no tendríamos que respirarla pero como si no respiramos igualito nos morimos, no tenemos más remedio que respirar toda esa porquería. Yo le dije al abuelo que ahora sacaba la cuenta que mi papá tenía entonces una ventajita allá donde está preso porque en ese lugar no hay muchas fábricas y tampoco hay muchos automóviles porque los familiares de los presos políticos son pobres y no tienen automóviles. Y el abuelo dijo que sí, que yo tenía mucha razón, y que siempre había que encontrarle el lado bueno a las cosas. Entonces yo le di un beso muy grande y la barba me pinchó más que otras veces y me fui corriendo a buscar a Rosita y como en su casa estaba la mami de ella que se llama Asunción, igualito que la capital de Paraguay, esperamos las dos con mucha paciencia hasta que por fin se fue a regar las plantas y entonces yo muy misteriosa, vas a decirle de mi parte a tu prima Sandra que ella es mucho más burra que vos y que yo, porque ahora sí lo averigüé todo y nosotras no venimos del semen sino de la atmósfera.
* El cómic, por problemas que no entiendo, desapareció de la entrada del blog. He encontrado restos en otros blogs de profesores y los he reunido aquí como he podido aunque hayan perdido calidad. (http://pepabersanlengua.blogspot.com/2016/07/tema-6.html?m=1). 

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Curiosidades lingüísticas


Palabras que contienen cuatro consonantes seguidas: Transplantar, substraer, abstraer, abstracto.

¿Cuál es la palabra de tres sílabas a la que puede quitarse la del medio sin que pierda su significado? Noveno: nono.

Encontrar una palabra que tenga cinco veces la letra i. Advertencia: si no se busca con mucha disciplina, la solución es muy difícil. Dificilísimo. Disciplinadísimo.

Un palíndromo es una palabra, número o frase que se lee igual hacia adelante que hacia atrás. Si se trata de un número, se llama capicúa. ¿Cuál es el más largo posible? Sonsáñasnos (11), Somarramos (10), Reconocer (9).

¿Cómo se llama el miedo a la pronunciación de palabras largas, complicadas o inusuales? Hipopotomonstrosesquipedaliofobia.

¿Y el miedo irracional al 666? Hexakosioihexekontahexafobia.

¿Y al 13? Triscaidecafobia.

Las frases autorreferentes son frases que se definen a sí mismas. Las más sencillas expresan simplemente el número de letras que las forman y las más complejas describen de forma más pormenorizada cuántas letras, vocales, consonantes, sílabas y palabras contienen. Cuando estas frases utilizan todas las letras del alfabeto o abecedario se denominan pangramas autorreferentes.
Por ejemplo:
Esta frase tiene exactamente setenta y siete letras, de las cuales treinta y tres son vocales.

La palabra más larga que existe es Ciclopentanoperhidrofenantreno, luego viene electroencefalográficamente y contrarrevolucionariamente. Que aparezca en el DRAE, sin embargo, la más larga es electroencefalografista.

Las palabras más largas sin letras repetidas: Calumbrientos (13), Centrifugados (13), Vislumbrándote (14).

Única palabra con siete tildes (denominamos tildes las virgulillas del acento y de la eñe, los puntos de la “i” o de la jota y la crema o diéresis de la “u”): ajilimójili.

Única palabra con cinco erres: ferrocarrilero.

Única palabra que contiene dos veces cada una de las cinco vocales. Curiosamente no repite ninguna consonante: guineoecuatorial.

Aquí se trata de una oración en la cual todas sus palabras - nueve en total - llevan tilde. Ahí les va:
«Tomás pidió públicamente perdón, disculpándose después muchísimo más íntimamente». A lo mejor una construcción forzada, pero no deja de ser interesante.
Y disfruten este:
La palabra oía tiene tres sílabas en tres letras.
En aristocrático, cada letra aparece dos veces.
El término arte es masculino en singular y femenino en plural.
En la palabra barrabrava, una letra aparece una sola vez, otra aparece dos veces, otra tres veces y la cuarta cuatro veces.
En el término centrifugados todas las letras son diferentes y ninguna se repite.
El vocablo cinco tiene a su vez cinco letras, coincidencia que no se registra en ningún otro número.
El término corrección tiene dos letras dobles...
- Y este otro grupo:
Las palabras ecuatorianos y aeronáuticos poseen las mismas letras, pero en diferente orden.
Con 23 letras, se ha establecido que la palabra electroencefalografista es la más extensa de todas las aprobadas por la Real Academia Española de la Lengua.
El término estuve contiene cuatro letras consecutivas por orden
alfabético: stuv.
Con nueve letras, menstrual es el vocablo más largo con solo dos sílabas.
Mil es el único número que no tiene ni o ni e.
La palabra pedigüeñería tiene los cuatro firuletes que un término puede tener en nuestro idioma: la virgulilla de la ñ, la diéresis sobre la ü, la tilde del acento y el punto sobre la i.
El vocablo reconocer se lee lo mismo de izquierda a derecha que viceversa.
La palabra euforia tiene las cinco vocales y sólo dos consonantes...

Mafalda en Buenos Aires

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Ahí está, tan modosita y reflexiva, ajena al mercadeo que hay a sus espaldas, sentada en un banco en el cruce de la calle Chile con Defensa. Una auténtica bomba de relojería como la imaginó Quino. Su foto me la ha traído Germana.

Mafalda celebra su cincuenta cumpleaños.(El País, 14 de marzo 2012)